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En los márgenes del canon: hibridismo literario y cultura áurea. Prólogo
On the Margins of the Canon: Literary Hybridism and Golden Age Culture, Foreword

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 9, núm. 1,

Instituto de Estudios Auriseculares

Elena Martínez Carro

Universidad Internacional de La Rioja, España

Inmaculada Osuna

Universidad Complutense de Madrid, España

Recibido: 10 Noviembre 2020

Aceptado: 28 Diciembre 2020

En el primer trabajo que aquí recogemos, se nos evoca aquella práctica de mixtura que atesoraba el codex excerptorius, ese cuaderno personal de pasajes selectos que facilitaría la imitación compuesta a quien, cual abeja, libaba de tan variadas flores librescas. No es que aquellas formulaciones óptimas en sabiduría y elocuencia abocaran principalmente al hibridismo que nos ocupa. Más bien, a menudo, contribuyeron a un sistema rígido de géneros, formas, estilos, que de manera irremediable quedaba rebasado por gran parte de la realidad literaria que aparecerá en estas páginas. Pero no por ello aquel laborioso cartapacio de citas deja de recordarnos, desde esa paradoja, la fecundidad que en potencia encierran la variedad, lo misceláneo, la combinación o la reelaboración, unas prácticas que también, a su particular modo, vertebraron las diferentes manifestaciones literarias —tampoco del todo ajenas a mecanismos de imitación— a las que se atiende aquí.

Los dieciséis artículos que conforman este monográfico exploran algunas vertientes de ese hibridismo literario áureo. Sus causas —bien podrá verse— se multiplicaron, superpusieron o entrecruzaron: unas veces, frente a la nitidez de géneros consolidados, al menos lo suficiente como para evidenciar eventuales injertos ajenos; otras veces, por la diversidad de materias y propósitos que terminaron encarnados en literatura; en no pocas ocasiones, por los otros modos de comunicar que podían aliarse con la palabra; en algunas otras, por aquellos lectores o espectadores que cumplía atraer, al albur de sus gustos, o por conveniencias editoriales o autoriales para las que se vio oportunidad.

Empezando por algunos de estos últimos factores, varios artículos toman en consideración ejemplos de los cauces híbridos de difusión, ya fuera por la implicación de medios de distinta naturaleza, o bien, en el ámbito del texto escrito, por peculiaridades de la iniciativa editorial. Hermana algunos de estos estudios el realce del mensaje lingüístico mediante los efectos sensoriales y artísticos que propiciaban la vista o el oído. Así, tras explicar el proceso erudito a cuya inicial fase de acopio aludíamos antes, Sagrario López Poza enfoca el potencial didáctico de formas híbridas de literatura e imagen que la transnacional Ratio Studiorum jesuítica explotó, profusamente desplegado en fiestas de ocasión, clases y academias periódicas mediante varias modalidades emblemáticas de fin religioso-político o moral, y no menos tenazmente ejercitado en una escritura epigramática con puntos de contacto con los célebres Emblemas de Alciato, de quien se trae un caso de reiterada recreación. Pierre Civil, a su vez, desentraña la interdependencia entre lo escrito y lo visual en distintas manifestaciones de la materia hagiográfica: relatos y biografías con ilustraciones, “verdaderos retratos”, vidas de santos en imágenes, estampas con comentarios, libros de emblemas, comedias, pintura narrativa…; fiestas y otras prácticas devotas alentadas por canonizaciones de especial resonancia pública, como las de san Ignacio, santa Teresa o san Pedro Nolasco, le permiten analizar sus eficaces estrategias comunicativas.

Pasando a las formas que aúnan texto literario y música, han sido merecedores de atención aquí dos géneros de distinta naturaleza, la naciente zarzuela y el villancico religioso, y una realidad histórica a menudo silenciada, la de la esclavitud negroafricana, para abordar respectivamente tres figuras de amplia difusión: el gracioso propio de la comedia nueva, el pastor, de diversa filiación literaria, y el negro, asociado al canto. Concretamente, Carlos González Ludeña y Celia Martín pasan revista a las intervenciones musicales de los personajes que encarnan el arquetipo del gracioso en diecisiete zarzuelas mitológicas palaciegas representadas entre 1658 y 1721, valorando sus funciones estructurales y dramáticas, los rasgos de las escenas en que se insertan, sus ocasionales componentes de comicidad, burla o parodia o su aportación al desarrollo de la trama, aspectos que patentizan la múltiple funcionalidad de esta figura. En cuanto a villancicos religiosos, Mónica García Quintero se aproxima a un sector poco estudiado, los de tono lírico, en los casi ochenta pliegos de la Capilla Real madrileña del reinado de Felipe IV, pertenecientes a sus últimas décadas (1644-1665); subraya en ellos algunos motivos recurrentes, también los tópicos, metáforas, resonancias escriturarias o asociaciones cromáticas adscritos a sus protagonistas únicos, María y el Niño, al igual que otros recursos estilísticos frecuentes, ya sean sintácticos, conceptuales o tropológicos. Para el mismo género, Esther Borrego analiza la triple tipología del pastor —al que se suma la complementaria figura de la pastora—, en el que alternan, aunque con puntuales confluencias, la atenuación de la zafiedad del pastor cómico de ecos entremesiles, la asunción de las funciones presentes en el relato neotestamentario o el componente idealizante del arquetipo extendido por la literatura pastoril de ascendencia virgiliana, de graduable expresión culta. Por su parte, Diana BerruezoSánchez llama la atención sobre la difícilmente rastreable poesía oral del colectivo negroafricano; datos históricos y testimonios pictóricos le sirven de pórtico para tratar de sus cofradías, que documentan sus cantes y bailes en fiestas urbanas o como medio de mendicidad, y para espigar muestras literarias, en especial de villancicos religiosos “de negro”, donde, en reflejo burlesco de la realidad, este figura como recitador, compositor o poeta.

Sin abandonar las modalidades de difusión del texto literario, ahora impresas, otros tres artículos enfocan colecciones o piezas potencialmente autónomas publicadas en ellas que ilustran tres modelos editoriales misceláneos usuales: la colectánea de textos en prosa y verso de varia autoría movida por una precisa ocasión, la compilación de autor con textos de diferentes géneros y la fórmula híbrida resultante de insertar materiales literarios diversos dentro de un marco narrativo ficticio. Respecto al primer modelo, Claudia Demattè estudia tres misceláneas de funera de innegable proyección social e interconexiones por sus homenajeados: Lope de Vega (1636) y Juan Pérez de Montalbán (1639); aúnan discursos panegíricos o metaliterarios y poemas, incluso, según el caso, pueden llegar a tener cabida una biografía, una comedia o sermones fúnebres, y más allá de la adhesión al dolor, como concluye Dematté, permiten ver en su participación colectiva las expectativas de un reconocimiento personal en el ámbito de las Letras. Elena Martínez Carro y Jesús Ponce, en cambio, seleccionan piezas sueltas de género bien definido, que remiten, por inserción, a los otros dos modelos de impresos misceláneos. La primera se centra en tres comedias dispares en materia, forma y estilo publicadas, junto con una recopilación poética, en los Favores de las musas (1631), de Sebastián Francisco de Medrano, persona de densa red de relaciones literarias, según realza la semblanza biobibliográfica que abre el artículo; un estudio estilométrico basado en coincidencias léxicas arroja aquí nuevos datos, en especial sobre los problemas de autoría de una de ellas, disputada entre Medrano y Pérez de Montalbán. Por su parte, Jesús Ponce atiende a un epitalamio de corte clásico, de vaga ascendencia en Claudiano y estilo medio, que Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo dedicó al enlace del marqués de Gelves y la condesa de Priego, tal vez a instancias de esta, y que pocos meses después dio a imprimir en las Fiestas de la boda de la incasable malcasada(1622), donde lo recita un personaje del marco narrativo so pretexto de convenir con el contexto nupcial.

Junto a la especificidad de las misceláneas, otra iniciativa editorial, por vía distinta, origina una hibridación que afecta al modo de recepción: la protagonizan las relaciones de comedias, pasajes teatrales, en su mayoría monólogos en romance, publicados exentos en pliego suelto. Entre su caracterización del género, Rafael González Cañal destaca su híbrida condición de literatura culta difundida en cauce popular y de texto teatral destinado a la lectura privada o recitación de salón, como se ha postulado para su origen; pasa luego a hacer balance y repertorio de las veintinueve relaciones localizadas, con más de un centenar de testimonios, extraídas de obras teatrales de diverso género escritas por Antonio Enríquez Gómez.

Pasando a aspectos de contenido y configuración literaria, otra serie de trabajos desvelan los múltiples factores que llevan a la hibridación, en cuanto a materia, género o forma, en unas obras con distinta posición en esa escala, de límites y graduación difusos, que va desde la plasmación literaria del mundo real a la ficción. A esa “literatura de la realidad” de evidente valor referencial se dedican los artículos de María Moya y Álvaro Bustos. El primero retoma un contexto ya visto: el de la fiesta ciudadana por nuevo reconocimiento de culto a figuras de ejemplaridad o santidad cristiana, aquí por la beatificación de santa Teresa. Moya se centra en el Compendiode sus celebraciones en España elaborado por fray Diego de San José, con dual modelo de relación, extensa al incluir íntegro el certamen poético para Madrid, breve para otras localidades, que en ambos casos aúna poemas y crónica narrativo-descriptiva de tono laudatorio; en él resalta la función que, cara a la canonización, cumple su insistencia en milagros o prodigios de distinto alcance acaecidos durante las fiestas y atribuidos a la mediación de la nueva beata. Álvaro Bustos, a su vez, atiende a literatura de viajes, con reincidencia en el componente religioso por tratarse aquí de peregrinación a Tierra Santa; concretamente, dentro del amplio contexto coetáneo de proliferación de guías, aborda el Viaje a Jerusalén (1588), del maestro de capilla sevillano Francisco Guerrero, un éxito editorial con veinticinco impresiones hasta el siglo xviii en el que lo referencial, sea geográfico o de otra utilidad, confluye con lo autobiográfico y lo confesional, en una prosa clara, directa y expresiva.

Pasando a la literatura de ficción, en particular la narrativa, Lorenzo Martín del Burgo examina el hibridismo genérico de la Historia del virtuoso caballero don Túngano (1526): si bien su ascendencia la adscribe a las visiones o viajes al trasmundo, su adaptación al gusto quinientista aproxima sus patrones narrativos de viaje de ambientación infernal a algunos de los que, en cuanto a personajes, situaciones, imaginería, fin didáctico o formalización editorial, según el caso, caracterizan la literatura hagiográfica, la narrativa caballeresca breve o las artes moriendi. Alegoría y didactismo también distinguen, de otro modo, con protagonismo del apólogo, el discurso filosófico y la sátira, dentro de un marco narrativo propio de la novela bizantina, la obra a la que Marisol Lera se acerca desde el punto de vista de la hibridación, la afluencia de materiales heterogéneos y las dificultades de clasificación: El León Prodigioso, de Cosme Gómez Tejada de los Reyes (1636).

Ocupan los dos últimos artículos las conexiones diacrónicas, esa mirada retrospectiva hacia la literatura áurea —aquí desde el siglo xx o apenas xxi— que se vuelca en mención, eco, reelaboración discursiva o poética, contempladas en este contexto como mecanismo de hibridismo. Ignacio Díez Fernández presta atención a los matices del clasicismo que revelan los sonetos de El rayo que no cesa, de Miguel Hernández; desde esa perspectiva aborda, entre otros aspectos, la organización cohesiva del poemario amoroso como cancionero, que evoca —sin amoldarse a él— el modelo petrarquista, y la intensidad de uso de recursos retóricos, fuente de hibridación expresiva en su personal reelaboración contemporánea de elementos barrocos. Finalmente, Emilio Blanco revisa la variable estima de Gracián en Umbral, firme adalid de un barroco, en sentido cíclico, en el que, del siglo xvii, Quevedo aparece predilecto; traza, así, el paso, quizás por pérdida en la Transición de adherencias políticas previas y su posterior recuperación crítica en ámbito académico, desde su ausencia o mera mención en su obra a una creciente asimilación que en los años 80 delata precisas lecturas y desde los 90 le lleva al abierto reconocimiento artístico de su prosa.

Tras este rápido recorrido por los trabajos aquí presentes, solo nos resta poner de manifiesto nuestro agradecimiento a quienes han hecho posible esta publicación, que confiamos resulte un sugerente punto de partida para nuevas reflexiones y orientaciones sobre el hibridismo literario en los Siglos de Oro. Bien han sido detallados ya en las páginas de presentación que preceden a estas. Bástenos a nosotras únicamente recordar, en especial, el que debemos a Esther Borrego, directora del Grupo de Investigación Hibridismo literario y cultura áurea (HÍLICA), por su imprescindible impulso a esta estimulante iniciativa, a quienes han contribuido con su esfuerzo y buen hacer investigador a esta colección, y a la revista Hipogrifo, por su inestimable y siempre cordial acogida.

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