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Elena Martínez Carro y Alejandra Ulla Lorenzo (eds.), «Ámbitos artísticos y literarios de sociabilidad en los Siglos de Oro», Kassel, Reichenberger, 2020, 382 pp., ISBN: 978-3-967280-05-0

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 9, núm. 2,

Instituto de Estudios Auriseculares

Blanca Santos de la Morena

Westfälische Wilhelms-Universität Münster ALEMANIA blanca.santos1710@gmail.com, Alemania

Recibido: 13/07/2021

Aceptado: 23/07/2021

El estudio de las redes de sociabilidad artísticas en la España de los siglos XVI y XVII ha experimentado un progresivo desarrollo en la última década, especialmente de la mano de los estudios sobre literatura. En 2013 vio la luz el volumen Sociabilidad y literatura en el Siglo de Oro, coordinado por Mechthild Albert, que planteaba la necesidad de abordar los entramados sociales que se desarrollaron en la temprana modernidad, en relación con nuevas formas de vida que trajeron consigo también el surgimiento de una nueva literatura. La aplicación del concepto sociabilidad al estudio de la literatura áurea ha servido también para profundizar en una concepción compleja del autor y de los diversos condicionantes que rodean a la creación y la difusión de una obra, como lo prueban, por ejemplo, los monográficos de revista coordinados por Juan Montero y Antonio Sánchez Jiménez en 2017 (eHumanista, 35) y por Pedro Ruiz en 2018 (Studi Ispanici, 43). El presente volumen, Ámbitos artísticos y literarios de sociabilidad en los Siglos de Oro, tiene la virtud de ensanchar este panorama desde la literatura hacia otras manifestaciones artísticas, como la música o la pintura, con dieciséis trabajos que muestran la necesidad de continuar ahondando en metodologías que tengan en cuenta el conjunto de la esfera artística de una época, y no solamente una parte limitada de esta.

Los cuatro primeros trabajos, englobados bajo el marbete «Dimensiones sociales del teatro», abordan precisamente cuestiones relacionadas con el mundo de las tablas; a este respecto, cabe recordar que el género dramático es el más condicionado por su dimensión social. En primer lugar, Julio Vélez Sainz examina la rivalidad entre Juan del Encina y Lucas Fernández, los dos autores más importantes del teatro cortesano de la primera mitad del siglo XVI, y la manera en la que esta influyó en el desarrollo de nuevas fórmulas dramáticas. Su estudio propone adelantar la importancia de las redes de sociabilidad en la creación del sistema teatral áureo al reinado de Carlos V, que, como recuerda (p. 16), se desarrolla ya en una sociedad plenamente cortesana. A continuación, María Rosa Álvarez Sellers compara la carrera de Jacinto Cordeiro y Juan de Matos Fragoso, dos dramaturgos portugueses, en la corte madrileña de Felipe IV y su diferente integración en los círculos teatrales. Así, mientras que Matos Fragoso estableció redes de colaboración con otros dramaturgos y escribió siempre en español, Cordeiro utilizó tanto el español como el portugués y se proyectó como el portavoz de la nación portuguesa en las tablas. La creación de redes entre diferentes territorios de la Monarquía Hispánica es también el tema del trabajo de Adriana Beltrán del Río Sousa, que aborda el mecenazgo ejercido por el duque de Albuquerque con Agustín de Salazar, que se desarrolló tanto en territorio americano como en territorio europeo. A través de este capítulo, la estudiosa muestra la pervivencia de estos sistemas de mecenazgo y las tensiones económicas a las que tuvieron que a hacer frente los artistas ya en el segundo tercio del siglo XVII. Cierra la sección un trabajo de Christoph Couderc que propone los paratextos teatrales como medio para estudiar las amistades y las muestras de solidaridad establecidas entre los dramaturgos áureos. Como reconoce el propio estudioso, el poco prestigio editorial del teatro impreso hizo que la eficacia de estos textos encomiásticos fuera reducida en comparación con otras formas de solidaridad entre autores, pero su valor documental como muestra de las redes de sociabilidad literaria resulta innegable, no solo porque hayan podido llegar hasta nuestros días, sino también porque en la época tuvieron una amplia difusión.

La segunda sección del volumen —«Esferas musicales y poéticas»— se compone de tres trabajos sobre música y uno sobre pintura. A partir de varios ejemplos, Álvaro Torrente aborda el desarrollo de la carrera musical en la España de la Edad Moderna y plantea que las redes personales tuvieron una gran influencia en las dinámicas creativas de la época. Por su carácter panorámico, por el estudio de las relaciones establecidas entre músicos y poetas y por la sagacidad de las páginas iniciales (pp. 93-97) —que abordan cuestiones sobre el concepto de red que resultan válidas para todas las artes— quizá hubiera sido apropiado situar este trabajo al inicio de todo el volumen. A continuación, Carmelo Caballero aborda la circulación de repertorios poético-musicales en la España del siglo XVII. Su capítulo, que muestra la estrecha relación entre la práctica teatral y la práctica musical, presenta documentación de indudable interés que pone de manifiesto que los procesos de creación, difusión y recepción de la música española tuvieron una complejidad mucho mayor de la que se ha supuesto hasta ahora. También dentro de las relaciones entre teatro y música, Sebastián León y Fernando Pancorbo estudian el estatuto de la zarabanda y la chacona, dos bailes que estuvieron en el punto de mira de los moralistas por sus connotaciones eróticas. Para sobrevivir, sufrieron un proceso de transformación en las cortes italianas y francesas, a las que pasaron convertidas en danzas galantes. La sección concluye con el trabajo de Patricia Manzano, que estudia las labores diplomáticas y de espionaje que dos de los pintores más importantes del Barroco llevaron a cabo para la monarquía de Felipe IV. Los ejemplos de Rubens y Velázquez ponen de manifiesto la evolución de la posición del artista a lo largo del siglo XVII, que en ningún caso fue ajena a los avatares políticos y a los condicionantes propios del sistema cortesano.

La tercera de las secciones, dedicada a los «Entornos literarios», aborda trabajos de muy distinta naturaleza. El capítulo escrito por Ángeles González Luque examina el reflejo de los discursos cortesanos en las Epístolas familiares de fray Antonio de Guevara. Su estudio plantea la función del género epistolar a la hora de presentar de manera simbólica los modelos de comportamiento propios de la corte y, como cierre, las conclusiones se proyectan hacia la evolución de la carta en el Barroco. A continuación, Alejandro García Reidy estudia las estrategias retóricas de varios volúmenes que se publicaron a modo de homenaje a escritores fallecidos del siglo XVII. Este género editorial muestra la necesidad de considerar los factores de individualidad del escritor en la Edad Moderna conjuntamente con las redes de sociabilidad establecidas dentro del campo literario, pues, en casos como los de Lope de Vega o sor Juana Inés de la Cruz, su fama funcionaba como polo de atracción para otros autores. Por último, en un trabajo panorámico, Manuel Piqueras Flores y Elena Trapanese realizan un recorrido por la presencia de las casas de placer —es decir, las casas de recreo— en la literatura áurea. Este espacio, configurado a modo de locus amoenus artificial, es un claro exponente de la creciente ociosidad de la sociedad de la Edad Moderna.

La última de las secciones —«Imagen literaria y promoción social»— examina algunos mecanismos discursivos de auto-representación que los autores del Siglo de Oro utilizaron para proyectar sus carreras. Eduardo Torres Corominas estudia la reiterativa utilización de la leyenda del abad don Juan en la obra de Jorge de Montemayor como una sofisticada forma simbólica de auto-representación literaria dentro del mundo cortesano. Por su parte, Sara Sánchez Bellido estudia la búsqueda de mecenazgo del poco conocido Baltasar de Collazos a través de sus dedicatorias. Su ejemplo muestra las vicisitudes a las que tenía que enfrentarse cualquier autor en la búsqueda de la estabilidad y la utilización de la literatura como vehículo para intentar el ascenso social. Ya en torno a la primera mitad del siglo XVII, David González Ramírez estudia el surgimiento y la legitimación de la novela corta dentro de su campo literario. Su trabajo muestra las tensiones entre la literatura de consumo y las preceptivas poéticas y morales, y pone de manifiesto un entramado de relaciones entre autores a través del estudio de los paratextos administrativos y literarios de las colecciones. A continuación, Guillermo Gómez-Sánchez Ferrer examina la evolución de las partes de comedia de un solo autor. Se señala una evolución del género, en la que la imprenta actúa de manera complementaria —y ya no subsidiaria— de las tablas, con una progresiva toma de conciencia por parte de los autores de las posibilidades de este género editorial para construir su propia imagen. En este sentido, el capítulo puede leerse de manera complementaria al de Couderc. El volumen lo cierra el capítulo de Jacobo Sanz Hermida, dedicado a la historia de la Imprenta Real desde Felipe II hasta Carlos II. Se muestra la evolución del oficio de impresor a través del Memorial que Catalina Blondiel escribe a la reina para reclamar sus derechos. El documento, que se adjunta como anexo, supone una defensa de la importancia de la imprenta para la monarquía de Felipe II y una petición de protección frente al intrusismo de colegas europeos.

Como puede verse, las cuatro secciones que configuran este libro se complementan, de forma que los dieciséis trabajos conforman un caleidoscopio que permite comprender mejor los diferentes modos de sociabilidad y las tensiones de la carrera del artista en el Siglo de Oro. En general, los capítulos abordan con rigor y seriedad los asuntos de los que se ocupan, y son aportaciones específicas valiosas para la comunidad académica. La estructura del volumen está bien planteada, y la introducción inicial de las coordinadoras funciona a la perfección como invitación para el lector, pero quizá pueda echarse en falta un trabajo final a modo de conclusión orgánica, pues la especificidad de los trabajos provoca una cierta sensación de disgregación, si bien mucho menos acusada que en otros libros colectivos de similares características. A pesar de estas limitaciones, que no ensombrecen el conjunto, el libro ofrece un mapa, parcial pero iluminador, de las redes tejidas dentro del universo artístico de los siglos XVI y XVII. Habrá que ir completándolo en el futuro.

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