Secciones
Referencias
Resumen
Fuente
Cómo citar
Buscar
Venenos reales y metafóricos en las Proezas medicales de Juan del Valle y Caviedes
Real and Metaphorical Poisons in Proezas medicales of Juan del Valle Caviedes

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 10, núm. 2,

Instituto de Estudios Auriseculares

Trinidad Barrera

Universidad de Sevilla, España

Recibido: 20 mayo 2022

Aceptado: 12 julio 2022

Resumen: Venenos y triacas forman parte de las prácticas médicas desde la Antigüedad. En ese caso se trata de analizar las alusiones a ellos en la obra Guerras Físicas de Juan del Valle Caviedes, dentro del juego de ingenio característico del libro.

Palabras clave: Veneno, triaca, médico, Juan del Valle Caviedes.

Abstract: Poisons and triacas are part of medical practices since ancient times. In this case, it is about analyzing the allusions to them in the work Guerras Físicas by Juan del Valle Caviedes, within the characteristic game of acuity of the book.

Keywords: Poison, triaca, doctor, Juan del Valle Caviedes.

Veneno, del latín venenum

lo que por venas va al corazón y a las otras partes del cuerpo. Es nombre genérico y tómese en buena y en mala parte pues algunas veces significa la medicina y así los boticarios por esta razón se llaman venenarios, y si por nuestra desdicha exceden en la composición de la cantidad o dosis, son sus pociones mortíferas, y el nombre pharmacon comprehende en sí a ambas significaciones de diferentes orígenes, cuando se toma en buena parte 1 .

Esta definición de Covarrubias apunta ya de entrada a la relación medicina/ veneno que tanta presencia va a tener en las Guerras físicas del peruanizado Juan del Valle y Caviedes.

Ya Paracelso, médico controvertido del siglo XVI, apuntaba a la condición venenosa de toda sustancia recetada por un médico, pero matizaba que su efectividad mortal dependía de la dosis administrada. También era importante distinguir entre envenenamiento fulminante o lento, ya que este último modo podía confundirse con una enfermedad. En definitiva, médico y/o boticario asociadoa veneno no es un binomio extraño y Caviedes, consciente del tema, lo dispersa, con muchas variantes, en su libro o “tratado” contra doctores.

Si matar por envenenamiento llegó a convertirse en un arte de la política durante el Renacimiento italiano, al ser letal y no dejar huella, hay que reconocer que desde el origen de los tiempos fue práctica habitual de las clases dirigentes para solventar sus diferencias, podríamos decir. Método favorito para eliminar al adversario de manera rápida e irreversible.

Su empleo es tan antiguo que permitiría remontarnos al pueblo sumerio, al antiguo Egipto o a la China. Ya entre los griegos empieza a utilizarse la palabra tóxico para referirse a sustancias perjudiciales para la salud. Sócrates fue el caso más famoso, al ser condenado a morir envenenado tomando cicuta —veneno común entre los griegos—, castigo que se consideró consecuencia de su inclinación por el culto de las nuevas deidades y por corromper la moral de la juventud.

La práctica del envenenamiento como arma política se generalizó durante el Imperio Romano como un método para acelerar ciertas crisis sucesorias. Emperadores como Nerón, Domiciano y Caracalla podrían ser buenos ejemplos. Hasta tal punto estaba difundida la práctica del envenenamiento que existía la figura de praegustator, encargado de probar las comidas de sus señores, muestra evidente de hasta dónde llegaba la obsesión por la seguridad.

En la Italia del Renacimiento se convirtió en un arte gracias a la familia Borgia, cuyos miembros usaban un extraño brebaje conocido como La Cantarella y de cuya composición no se tiene noticias exactas hoy día, aunque podría estar inspirado en el uso del arsénico. Fue famoso en Venecia el llamado Consejo de los Diez, sobre este órgano sobrevuela la leyenda de que ejecutaba los envenenamientos —preparados a base de mercurio y arsénico— según tarifa, en ocasiones por orden del Estado, y que incluso llevaban la cuenta de sus actos y los ingresos que le reportaban. Lo único que sabemos con certeza es que dicho Consejo, con sitio en el Palacio Ducal, velaba por la estabilidad del gobierno.

Famosa en su época fue la siciliana Teofanía dʼAdamo, conocida como La Toffana, a quien se le atribuyeron en el siglo XVII más de seiscientos asesinatos por encargo, puede que entre ellos figuren dos Papas, con un compuesto que se cono- ció como agua de Toffana, hecha a base de arsénico. Con sus prácticas, Toffana ayudó además a las mujeres que querían desembarazarse de sus maridos. Muchas otras toffanas comenzaron a proliferar por Italia.

De Italia, el arte de envenenar pasó a la Francia de los siglos XVII y XVIII, donde el veneno fue utilizado para solventar problemas entre las clases más acomodadas. Una de las más famosas envenenadoras fue la marquesa de Brinvilliers, dueña de una vida muy intensa y fuente de inspiración de muchos escritores. La marquesa, que tuvo una juventud azarosa, se convirtió en una suerte de envenenadora compulsiva que eliminaba a familiares incómodos y que había probado el éxito de sus pócimas entre los pobres y desvalidos, a los que envenenaba metódicamente durante sus visitas de caridad a hospitales y hospicios. Fue tal el problema, que llegó a crearse en Francia la Chambre Ardente o Chambre de Poisons, una especie de tribunal para juzgar casos de envenenamiento. Envenenar siempre fue un recurso frecuentemente utilizado en las obras literarias, no hay más que ojear el teatro de Shakespeare o en nuestro Siglo de Oro, sin ir más lejos, las obras de Cervantes 2 .

Si nos trasladamos a América, tenemos datos sobre la utilización de pócimas y venenos por falsos médicos, curanderos y hechiceros/as. De hecho, se presentaron querellas ante el tribunal de Justicia criminal al respecto en varios lugares del Nuevo Mundo 3 . Todas estas referencias, a vuela pluma, evidencian la importancia de la utilización consciente del veneno que tiene como fin último la muerte y aunque la manipulación de este no fue privativa de físicos y boticarios, fueron ellos los principales depositarios y usuarios, y así lo entiende Caviedes. Y, con sorna, llega a decir que el demonio fue el primer médico puesto que a Eva le dio la manzana, veneno simbólico que acarrearía la muerte para la humanidad:



El demonio fue el primero
médico, puesto que a Eva
le dio un remedio que a todo
el mundo a muerte sentencia 4 .

Fuente:

En la obra, sin olvidar su carácter satírico, el apelativo veneno va implícito en la condición de médico, este es «veneno con guantes, como la verdad los nombra», «licenciado venenos» o «cureña venenosa». Además, se dice que el doctor Machuca opositó a la «Cátedra de Venenos», así como el médico López del Prado, haciendo honor a su apellido, «me da en sus flores veneno»; mientras que otro médico, Romero, es «fatal veneno». Ahondando en estos juegos de doble sentido, diremos que es habitual que el uso del apellido de un médico sea condición para la burla, por eso cuando dice el autor: «Romero es fatal veneno», habría que aclarar además que el romero es una planta muy utilizada en medicina pero que si se abusa de ella puede resultar tóxica, hasta el punto de que la ingesta de aceite de romero puede tener efectos neurotóxicos o ser letal. El aceite diluido no solo puede irritar el estómago y los intestinos, sino incluso dañar los riñones.

Es decir, la condición médica, la profesión, es sinónimo de veneno, si la cátedra de medicina es la cátedra de venenos, lógicamente sus licenciados serán «licenciados venenos» o «veneno con guantes». Haciendo gala de los juegos verbales tan característicos del libro, podríamos decir, al hilo de la fe de erratas, donde dice médico, léase veneno. Veneno o ponzoña aparecen como sinónimos en estas páginas y se repiten con el mismo sentido. Los enfermos caen como moscas «al hilo de tu ponzoña» y si el médico es a veces «veneno con guantes», en otra ocasión será «engreída ponzoña», dos apreciaciones metonímicas que dibujan la figura mortal del sujeto. Solo superada por la unión de médico y letrado:



Letrado en médico injerto dará una
fruta del diablo, por las dos partes
veneno y por las mismas amargo 5 .

Fuente:

En el «Romance joquiserio a saltos» apela a la autoridad de Plinio 6 para decir de ellos



que son como
un veneno que hay, que en ciertas
horas del día son triaca
de otro veneno cualquiera 7 .

Fuente:

La triaca es definida en el Tesoro de Covarrubias como

un medicamento eficacísimo compuesto de muchos simples, y lo que es de admirar, los más dellos venenosos, que remedia a los que están empozoñados con cualquier género de veneno; díjose del nombre griego therion, bestia venenosay por excelencia la víbora o por ser remedio contra las tales o porque de sus mismas carnes se hace esta composición, como está dicho, para remedio.

Hablamos de la famosa teriaca griega. Theriaka: remedios contra los venenos de los animales fue obra del griego Nicandro de Colofón (siglo II a. C.), autor además de otro tratado de contenido toxicológico, Alexipharmaká (Antídotos). Veneno cura veneno, «triaca de otro veneno». Ni siquiera Esculapio, dios de la medicina, se libra de esta carga venenosa por llevar en su vara la víbora:



A Esculapio nos lo pintan
con vara y una culebra,
como alguacil venenoso de
nuestra naturaleza 8 .

Fuente:

Si el sujeto es veneno, lo es porque en sus prácticas, sus ungüentos, sus recetas, sus récipes, etc., manejan el veneno, ya sean «jeringas con venenos» o «venenosos diagridios». El diagridio se usaba antiguamente en farmacia y se refiere a una preparación, cataplasma, píldora o ungüento, muy empleado en la Antigüedad, hecho a base de goma o resina de la escamonea, de sabor muy amargo, una especie de purgante. Hasta en cinco ocasiones aparece en el libro el diagridio, preparado de efectos perjudiciales. Y si un enfermo se resistiera a morir, se aumentaba la porción:



Y al ver no muere del susto,
preparó mayor veneno;
cogiole el pulso y le dijo:
«Morirase en un momento» 9 .

Fuente:

Es sabido que las flechas se preparaban con veneno desde tiempos inmemoriales. Homero lo relata a propósito de Ulises, los celtas impregnaban sus armas de un componente letal y en América el curare fue muy utilizado por los indios que untaban sus flechas y cerbatanas con este poderoso paralizante, aunque según y cómo se utilizara, podía tener también propiedades curativas. Las prescripciones que hacen los médicos para la preparación de un medicamento son «récipes flechadores» que conectan con la aparición continua de flechas en el libro, uno de los variados instrumentos de matar del catálogo bélico verbal que lo caracteriza.

Hay un poema en las Guerras físicas, «Habiendo presentado parecer el doctor don Francisco Machuca sobre que la semilla de pepinos se destruyese por lo no- civo de su fruto, se responde con este Memorial» 10 , que resulta muy curioso al res- pecto, pues toma como punto de partida las propiedades venenosas de la ingesta de pepinos sobre la que el doctor avisa. En el poema se trae a colación a un escritor griego muy relacionado con el tema, Dioscórides. Caviedes hace dialogar al célebre farmacólogo con los productos locales como la yuca o el camote, adjudica a cada doctor una fruta o vegetal ya dibujada por el botánico griego, para terminar diciendo que todos son «físicas frutas que matan» y argumentar que



será muy acepto a Dios
y al bien común y al servicio
de Su Majestad,
el que de los médicos dañinos
se destruya la semilla,
mandando por un edicto
que quemen a Pico de Oro,
a Reina, y a un Narcisillo,
practicante de Machuca,
y otros mozuelos lampiños
porque éstos son semilla
de los médicos malditos 11 .

Fuente:

Volviendo a los dañinos pepinos, motivo del poema, debemos añadir que el origen del tema está en la creencia popular de que comer pepino dañaba la salud. Diocles de Caristo, médico griego especializado en lo que hoy llamaríamos dietética y nutrición, afirmaba que el pepino, si se toma al principio de la comida puede causar molestias, pues repite lo mismo que la berza, mientras que si se toma al final es menos dañino y más digestivo. Hervido es además ligeramente diurético. Dífilo, en el Banquete de los eruditos, dice: «El pepino, al ser refrescante, es difícil de digerir y evacuar, y además produce escalofríos, genera bilis y mitiga los deseos sexuales» 12 . Estos datos dan fe de que no era nada extraño que le acompañara la leyenda de indigestos (aún hoy). Sin embargo, en el poema, especie de memorial de respuesta, se hace un alegato del pepino al tiempo que se lanza todo tipo de diatribas sobre Machuca. Y llega a decirse incluso:



luego, por consecuencia
legítima le averiguo
que el pepino es provechoso,
por ser este engendro activo,
húmedo y caliente, y es
triaca al veneno dicho 13 .

Fuente:

Tampoco escapa el membrillo a los efectos nocivos que, sin entrar decididamente en el peculiar catálogo de venenos, lleva también su comentario negativo.

De Dioscórides, al que cita de nuevo más adelante en el «Romance joquiserio…» llega a decir:



Dioscórides desterrado
de los ejércitos era
porque todos los soldados
iba matando con yerbas 14 .

Fuente:

Este médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia, que ejerció su profesión en Roma, escribió De materia medica, libro de enorme difusión en la Edad Media y el Renacimiento, y se le considera precursor de la moderna farmacopea, ya que en su obra se describen unas 600 plantas medicinales. Aquí, como en todo el libro, se enseñorea la burla, ya que su cargo, como médico cirujano del ejército, y su amplio conocimiento de las plantas, reflejado en su obra, le lleva a la broma jocosa. En mi opinión, la alusión a Dioscórides, dos veces en el texto, no es casual, porque su libro fue muy divulgado gracias a la traducción que hizo el médico español Andrés Laguna (1499-1560), Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal, y de los venenos mortíferos, Salamanca, Mathias Gast, 1563. Libro de enorme difusión en la época, conocido como el Dioscórides, al que Laguna añadió un libro más, el VI, «Acerca de los venenos mortíferos y de las fieras que arrojan de sí ponzoña», con un total de 69 capítulos, algunos muy breves, en los que se describen los diferentes venenos conocidos. Allí relaciona veneno y medicina y dice: «El veneno en griego se llama pharmaco, el cual nombre es común así a las medicinas santas y salutíferas, como a las malignas y perniciosas; y pues no hay veneno tan pestilente, que no pueda servir en algo al uso de la medicina» 15 .

En otras ocasiones, las purgas si no matan, enloquecen, así:



A Empédocles el juicio
le quitó una purga acerba;
y sin él, se echó a las llamas
voraces que arroja el Etna 16 .

Fuente:

Lo único cierto es que Empédocles murió arrojándose al Etna, que lo enloqueció una purga no deja de ser una burla más de las muchas que se prodigan.

En el examen que se hace al inglés saca a colación a los boticarios, relacionados igualmente de forma directa con lo que venimos apuntando:



¿más, que también ignoráis
lo que es en Lima el oficio
Secretaría del crimen?»
«La que está, por lo que he visto,

junto a la Cárcel de Corte»
Y Bermejo, airado, dijo:
«¡No es tal sino la botica!;
y el secretario, dañino,

de cámara el boticario;
pues la da con bebedizos
las redomas, protocolos,
que en el criminal archivo

tienen sus anotaciones
en tahalíes escritos;
los botes son los tinteros;
la tinta, aceites nocivos;

los ungüentos, algodones,
porque están con ellos mismos;
la arenilla son los polvos,
de tantos como hay distintos;

las espátulas, las plumas
con que escriben los delitos,
de accidentes de modorras,
tercianas y tabardillos,

formando emplastos
con ellas, echando rasgos y signos;
errándolo a troche y moche
sus idiotas aforismos 17 .

Fuente:

No vamos a reiterar aquí la inserción de Caviedes en la corriente ya establecida de vituperar a los malos médicos: el célebre Laguna ya citado, el traductor de Dioscórides, fue consciente de ello, como recuerda Gómez Moreno:

[…] se presenta como el primero de todos a la hora de arremeter contra los malos médicos, categoría en la que caen galenos que responden a señas de identidad distintas. Si no perdona a los profesionales encastillados en sus latinajos, barbarismos y solecismos, por otra hemos visto cómo arremete contra cuantos han sido cegados por la falsa ciencia árabe; al tiempo, intuimos un tercer grupo de ineptos en el que caen cuantos pretenden estar al día y se acercan a los textos griegos sin la necesaria formación;

y pone ejemplos concretos, como aquellos

quienes carecen incluso de los rudimentos básicos, que lleven a distinguir la capsia o canela de la tapsia, poderoso veneno que acabó con una meretriz romana, cuyo médico confundió dos grafías tan cercanas y equívocas […]. Del mismo modo, previene a quienes se enredan peligrosamente entre la resina del enebro, sandarax (el aceite o miera de cada) en Dioscórides, y cierto potente veneno llamado por los árabes sandáraca. Lo mismo acontece con dos helenismos que no deben inducir a letales confusiones: el milos o tejo (cuya ponzoña ya conocían de sobra los pueblos prerromanos de la Península) y la melia o fresno 18 .

Caviedes en sus Guerras físicas, al hilo del juego de la sátira de oficios, fue despiadado con la pedantería de los galenos limeños, y por extensión con profesiones próximas, por el empleo de la mentira y por los aires de grandeza que mostraban al público, una práctica ya habitual en otros autores que le precedieron, por ejemplo Quevedo. Por la obra caviedesca desfila una cuadrilla de personajes médicos, que no personas —aunque los nombres y apellidos remitan a personas—, a los que ridiculiza y utiliza para satirizar a base de mostrar situaciones absurdas. Son personajes venenosos por sus efectos mortales y por los medicamentos y recetas que utilizan. Venenos y triacas inventados y/o reales son citados en Guerras Físicas remitiendo siempre a ese colectivo que está en el ojo del huracán y contra quienes recomienda su “tratado” cuyo efecto inmediato, la risa, actuaría como medicina, antídoto frente al veneno de los médicos:



Más médico es mi Tratado
que ellos, pues si bien lo miras,
divierte, que es un remedio
que cura de hipocondría,

pues para los accidentes
que son de melancolía,
no hay cosa que los alivie
como un récipe de risa.

Ríete de ti el primero,
pues con simple fe sencilla
crees que el médico entiende
el mal que le comunicas.

Ríete de ellos después
que su brutal avaricia
venden por ciencia, sin alma,
tan a costa de las vidas.

Y ríete de todo puesto
que, aunque de todo te rías,
tienes razón… Dios te guarde
sin médicos ni boticas 19 .

Fuente:

Bibliografía

Covarrubias, Sebastián de, Tesoro de la lengua castellana, ed. Ignacio Arellano y Rafael Zafra, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2006.

Gómez Moreno, Ángel, «La resurrección de Dioscórides y la edición comentada de Laguna», Criticón, 79, 2000 pp. 107-122.

Laguna, Andrés, Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal, y de los venenos mortíferos, Salamanca, Mathias Gast, 1563.

Laurencich-Minelli, Laura, «¿La conquista del Perú con el veneno? La inquietante denuncia del conquistador Francisco de Chávez a Su Majestad el rey (Caja- marca, 5 de agosto de 1533)», Espéculo. Revista de estudios literarios, 22, 2002, s. p., http://www.ucm.es/info/especulo/numero22/veneno.html.

López-Muñoz, Francisco, y Francisco Pérez-Fernández, «Los venenos como herra- mienta criminal en las obras de Cervantes. La influencia de Andrés Lagunay su adenda», Eä Journal, 9.1, 2017, pp. 23-77.

Náucratis, Ateneo de, Banquete de los eruditos, Madrid, Gredos, 1998.

Sancho Dobles, Leonardo, «“Físicas frutas que matan”: estrategias burlescas e identidad lingüística en Juan del Valle y Caviedes», Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, 7.2, 2019, pp. 115-123, https://doi.org/10.13035/H.2019.07.02.11

Valle y Caviedes, Juan del, Guerras físicas, ed. Trinidad Barrera, Madrid, Cátedra, 2013.

Notas

1. Comenta Covarrubias en su Tesoro que ni la sagrada eucaristía escapa al tema y cuenta como Roberto, rey de las dos Sicilias, fue envenenado con la hostia eucarística, al tomar la comunión.

2. Algunos autores del Occidente cristiano bajomedieval también se ocuparon de esta materia, como Arnau de Vilanova (c. 1238-1311), De venenis . De arte cognoscendi venena o Pietro d’Abano (c. 1250- 1316), quien, en su tratado De venenis (1316), hace una clasificación de los venenos y sustancias tóxicas conocidas hasta entonces. Remitimos a López-Muñoz y Pérez-Fernández, 2017, p. 30.

3. Se dice que Pizarro dio vino envenenado a Atahualpa. Cfr. Laurencich-Minelli, 2002, s. p.

4. Valle y Caviedes, Guerras físicas, p. 253.

5. Valle y Caviedes, Guerras físicas, p. 214.

6. En su Historia natural habla del componente mágico de muchos antídotos. De los capítulos XXIV al XXIX habla de las propiedades medicinales de árboles, hierbas, arbustos.

7. Valle y Caviedes, Guerras físicas, p. 249

8. Valle y Caviedes, Guerras físicas, p. 250.

9. Valle y Caviedes, Guerras físicas, p. 231.

10. De este poema se ha ocupado Sancho Doblas, 2019

11. Valle y Caviedes, Guerras físicas, p.165.

12. Ateneo de Náucratis, Banquete de los eruditos, libros III y IV, 1998, p. 12.

13. Valle y Caviedes, Guerras físicas, p. 161.

14. Valle y Caviedes, Guerras físicas, p. 250.

15. Laguna, Pedacio Dioscórides Anazarbeo, libro VI. Las ediciones facsimilares de libro de Laguna son las siguientes: Pedacio Dioscórides Anazarbeo (1555), introducción y comentarios por Teófilo Hernando y Ortega, Madrid, Instituto de España, 1968, 2 vols. (en realidad reproduce la edición de Salamanca, 1566); Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Madrid, Comunidad de Madrid, 1991 (reproduce la edición de Anvers, en casa de Ivan Latio, 1555); Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Valencia, Roig impresores, 1996 (reproduce la edición de Valencia, Imprenta de Vicente Cabrera, 1677).

16. Valle y Caviedes, Guerras físicas, p. 250

17. Valle y Caviedes, Guerras físicas, pp. 266-267.

18. Gómez Moreno, 2000, p. 112.

19. Valle y Caviedes, Guerras físicas, p. 100.

Buscar:
Ir a la Página
IR
APA
ISO 690-2
Harvard
powered by cygnusmind