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Ramón Pané como el primer informador de las hierbas y enfermedades de los indios
Ramon Pané: The First Chronicler of the Medicinal Plants and Diseases of the Indians

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 10, núm. 2,

Instituto de Estudios Auriseculares

Mercedes Serna

Universidad de Barcelona, España

Recibido: 25 mayo 2022

Aceptado: 28 junio 2022

Resumen: Estudiamos los primeros escritos sobre enfermedades, hierbas curativas y ceremonias de la que se considera la primera obra etnográfica americana, la que escribió el ermitaño Ramón Pané, titulada Relación de las antigüedades de los indios. Comenzada en 1496 y acabada entre 1498 y 1450, se trata del primer informe completo que existe sobre la Española, siendo el autor testigo de vista. Pané en su obra no supo o no quiso interpretar lo que vio. Es por ello que podemos decir que la de Pané es la relación más objetiva y menos occidentalizada que existe acerca de los ritos de los taínos. Posteriormente, Mártir y, sobre todo, Bartolomé de las Casas, a partir de las informaciones objetivas de Pané, se empeñaron en ofrecer una explicación subjetiva de los ritos y costumbres de los taínos, dando explicaciones cristianas a la existencia de hierbas alucinógenas o a la aparición de pestes y enfermedades.

Palabras clave: Pané, güeyo, ayunos, hierbas curativas, Bartolomé de las Casas, Mártir.

Abstract: We study the first writings on diseases, medicinal herbs and ceremonies in Relación de las antigüedades de los indios, by the hermit Ramón Pané, which is regarded as the first ethnographic work of the Americas. Started in 1496 and finished between 1498 and 1450, the Relación is the first complete eyewitness report of the island of Hispaniola. Pané did not attempt to interpret what he saw; this makes the work the most objective, and the least westernized, account of the rites of the Taínos. Later, Mártir and, above all, Las Casas, drew on theobjective data provided by Pané to offer a subjective explanation of the rites and customs of the Taínos and sought Christian explanations for the existence of hallucinogenic herbs, or the appearance of plagues and diseases.

Keywords: Pané, Güeyo, Fasting, Medicinal herbs, Las Casas, Mártir.

1.Hierbas y enfermedades en las crónicas espirituales

Las crónicas espirituales son un muestrario y un escaparate donde el lector puede encontrar cualquier tema o idea, pues la condición de religiosos de sus autores no les impidió ser humanistas. Estos, siguiendo el modelo clásico de Plinio, ofrecieron en sus páginas contenidos que van desde la astronomía al arte, pasando por costumbres, tradiciones e historia social y política de los territorios descubiertos.

Uno de los puntos capitales de la historiografía indiana se centra en la observación y descripción del mundo natural. Este se concebía como un espacio sagrado, creado a imagen y semejanza divina. Es habitual por lo tanto en las crónicas de Indias espirituales encontrar capítulos que traten sobre las hierbas no curativas y las que servían para paliar o sanar enfermedades. Los usos medicinales de cada planta, sus propiedades letales, se encuentran en la prosa historiográfica espiritual de los siglos XVI y XVII de Motolinía, Mendieta, Acosta, Sahagún 1 , Simón, Remesal, Acuña, San Pedro, Landa, Acosta o Calancha.

A pesar de que las epidemias diezmaron a la población caribeña, fue a partir de la llegada de los españoles a México cuando se produjeron una serie de terribles catástrofes epidémicas que asolaron al país 2 . Sahagún 3 , Motolinía y Mendieta 4 nos dieron larga información al respecto. Se considera esta periódica mortandad como una de las causas que más influyó en la decadencia de las razas aborígenes, pues en breve tiempo acabó con la mayor parte de los individuos. Desde el momento de la fusión de las dos razas, se desencadenó por el territorio mexicano un conjunto de pestilencias (como entonces se designaban) que devastaron a la población. A esta terrible situación, debe añadirse la total desprotección en la que quedaron los indios al perder el poder de sus dioses.

El interés por las hierbas y las pestilencias tuvo su auge en los textos que hemos nombrado del siglo XVI y perduró en los del XVII. Así, en Acuña 5 o en Jacinto de Carvajal 6 hay verdaderos listados de tipo enciclopédico con definición de especies botánicas y estudio de sus cualidades y peligros. En la crónica del agustino Juan de San Pedro 7 se describen pormenorizadamente las hierbas curativas y demoníacas, los venenos y remedios. San Pedro explica que hay una hierba que, comiéndola o bebiéndola, cría gusanos 8 y achaca al demonio la acción indígena de matar con hierbas, pues así descubría a los que lo hacían y especialmente a los malos herbolarios que matan. Su crónica se ocupa, pormenorizadamente, de los ídolos, lugares de culto y creencias indígenas con el fin de destruirlos, y, no solo se refiere a transformaciones, sino que recurre a algo muy frecuente en las crónicas: lo monstruoso 9 . La crónica de Lizárraga 10 insiste en las pestes y enfermedades para encarecer las virtudes de quienes las padecen o para subrayar el poder de Dios. Remesal 11 nos habla de venenos y de las propiedades nocivas de las aguas; Arriaga 12 , positivista, entiende que hay que aprovechar los conocimientos probados de las hierbas en la curación de enfermedades; Simón 13 se centra en la utilización de recursos naturales como armas de combate y hace referencia al veneno de las flechas en los indios; Calancha 14 trata las piedras medicinales; Montoya 15 , de los remedios para las picaduras; Acuña 16 , tal como Ignacio Arellano documenta, se extiende con las sustancias naturales curativas.

Como resume muy bien José Luis Villar Piñeiro:

En la cronística espiritual predomina la idea de un mundo natural gobernado en última instancia por Dios. Las alusiones a pestes que diezman la población indígena existen pero no se profundiza en ellas: triunfa la idea de que el descenso de la población es por borracheras propias o por la dureza del trabajo en las minas y otros lugares. Además, la idea de peste y enfermedad va asociada siempre a las catástrofes y forma parte de los instrumentos divinos para castigar conductas inapropiadas. Sin embargo, también hay que aclarar que, para otros autores españoles, las epidemias se consideraron bienes o gracias de Dios pues servían para que los indios sencillos y devotos pudieran ganarse el cielo y salvarse de la esclavitud 17 .

2. Ramón Pané: primer informante

El primer cronista del Nuevo Mundo que realizó un informe serio y cabal sobre las hierbas y enfermedades del Nuevo Mundo fue Ramón Pané. Cabe recordar que la peripecia de los frailes en América empezó en el segundo viaje de Colón, en el que participó, entre otros, el mencionado ermitaño, quien, por orden del Almirante, se dedicó a investigar los mitos taínos y, junto a otros compañeros, llevó a cabo las primeras labores evangelizadoras en los postreros años del siglo XV. Pané limitó sus averiguaciones a la Española; más tarde, Bartolomé de las Casas las amplió a otras partes del territorio. Por su Relación de las antigüedades de los indios, se le considera no solo el primer cronista del Nuevo Mundo, sino también el primer evangelizador, antropólogo, etnólogo, extirpador de idolatrías y alfabetizador del territorio americano.

Pané recogió el mito, las creencias, las formas de idolatría y de curación, ligadas siempre al poder humano, y otras ceremonias mágico-religiosas, así como el sistema vertical clasista de la sociedad taína, su modo de vida, sus bailes, areítos e historia. Muchos de los mitos y de la organización política y social de los taínos con sus cacicazgos nos han llegado gracias a él. El jerónimo, como harán después los primeros religiosos que fueron a América, especialmente Sahagún, transcribió los testimonios orales de los indígenas, a sabiendas de que a veces su propia narración era confusa y su escritura limitada.

Todo el mundo taíno se enraíza y desarrolla a partir de la relación que guarda con sus «dioses caseros» o «cemíes». Pané explica exhaustivamente las formas que tienen tales «cemíes», sus funciones, la tipología (de piedra, de madera), sus usos o su valor sagrado. Pané los identifica, en una ocasión, con ídolos o «demonios» y se detiene a narrar la vida de algunos de ellos: Baibrama, al que después de quemado le crecieron los brazos y el cuerpo y le nacieron los ojos; Guamorote, llamado Corocote, que yacía con las mujeres; Opiyelguobirán, que tiene cuatro pies, como de perro, y es de madera, y que vivía en las selvas, o Guabancex, que es mujer y que cuando se encoleriza hace mover el viento y el agua y echa por tierra las casas y arranca los árboles.

El ermitaño nos informa acerca de la vinculación de los taínos con sus muertos y describe las ceremonias y costumbres locales, aunque el aspecto central de su Relación es dar a conocer los actos rituales de los behiques 18 .

Ya en los primeros capítulos, cuya finalidad es informar de cómo, según los mitos taínos, se separaron los hombres de las mujeres, Pané nos advierte de la importancia que para ellos tenían las hierbas, con las cuales también se bañaban y limpiaban. En el capítulo tercero, al narrar la emigración de este pueblo en busca de otros «países», el autor pone de relieve que tan solo se llevaron consigo sus hierbas, dejando, incluso, a los hijos. Esto revela el valor fundamental y necesario que las plantas tenían para estos pueblos.

Más adelante, en el capítulo quince, Pané se detiene a informar ampliamente sobre el objeto de su Relación, esto es, el mundo de los behiques 19 . Se trataba de unos chamanes encargados de conocer todas las plantas y sustancias medicinales y que dirigían el rito de la cohoba 20 . El narrador afirma que tales augures o curanderos indo-antillanos engañaban con sus curas medicinales a sus gentes:

Todos, o la mayor parte de los de la isla Española, tienen muchos cemíes de diversas suertes. Unos contienen los huesos de su padre, y de su madre, y parientes, y de sus antepasados; los cuales están hechos de piedra o de madera. Y de ambas clases tienen muchos; algunos que hablan, y otros que hacen nacer las cosas que comen, y otros que hacen llover, y otros que hacen soplar los vientos. Las cuales cosas creen aquellos simples ignorantes que hacen aquellos ídolos, o por hablar más propiamente, aquellos demonios, no teniendo conocimiento de nuestra santa fe. Cuando alguno está enfermo, le llevan el behique, que es el médico sobredicho. El médico está obligado a guardar dieta, lo mismo que el paciente, y a poner cara de enfermo. Lo cual se hace de este modo que ahora sabréis. Es preciso que también se purgue como el enfermo; y para purgarse toman cierto polvo, llamado cohoba, aspirándolo por la nariz, el cual les embriaga de tal modo que no saben lo que se hacen; y así dicen muchas cosas fuera de juicio, en las cuales afirman que hablan con los cemíes, y que estos les dicen que de ellos les ha venido la enfermedad 21 .

En el capítulo dieciséis, «De lo que hacen dichos behiques», Pané narra el método de curación mágico-animista de estas sociedades. Así, cuando los behiques van a visitar a un enfermo, se embadurnan la cara con hollín para hacerle creer lo que les parece acerca de su enfermedad. Purgan al enfermo con el polvo llamado cohoba. Seguidamente, toman algunas hierbas del güeyo 22 anchas y otra hierba, envuelta en una hoja de cebolla, y las vomitan todas para que no les hagan daño. Absorbiendo el jugo de las hierbas, y encendiendo una antorcha, comienzan a cantar, a entornarse y bailar, palpan al enfermo, tiran fuerte de él, le chupan por el cuello, el estómago o la espalda, por el pecho o el vientre. La descripción de lo que hace el behique prosigue de esta manera:

Hecho esto, comienza a toser y a hacer feos visajes, como si hubiese comido alguna cosa amarga, y escupe en la mano y saca lo que ya hemos dicho que en su casa, o por el camino, se había metido en la boca, sea piedra, o hueso, o carne, como ya se ha dicho. Y si es cosa de comer, le dice al enfermo: «Has de saber que has comido una cosa que te ha producido el mal que padeces; mira cómo te lo he sacado del cuerpo, que tu cemí te lo había puesto en el cuerpo porque no le hiciste oración, o no le fabricaste algún templo, o no le diste alguna heredad». Y si es piedra, le dice: «Guárdala muy bien». Y algunas veces tienen por cierto que aquellas piedras son buenas, y ayudan a hacer parir a las mujeres, y las guardan con mucho cuidado, envueltas en algodón, metiéndolas en pequeñas cestas, y les dan de comer de lo que ellos comen; y lo mismo hacen con los cemíes que tienen en casa. Algún día solemne, en que llevan mucho de comer, pescado, carne, o pan, o cualquier otra cosa, ponen de todo en la casa del cemí, para que coma de aquello el dicho ídolo. Al día siguiente llevan todas estas viandas a sus casas, después que ha comido el cemí. Y así les ayuda Dios como el cemí come de aquello, ni de otra cosa, siendo el cemí cosa muerta, formada de piedra o hecha de madera 23 .

Como afirma Ricardo Alegría, «a menudo el chamán produciría una piedrecilla o amuleto y pretendería haberla sorbido del cuerpo del paciente, diciendo que ésta habría sido la causa de la enfermedad» 24 . A partir de ahí, este debería estar a salvo, como producto de un hechizo mágico de protección. El hecho de que el mismo objeto que era tenido como una amenaza para la salud y la vitalidad de una persona fuera considerado a la vez como un poderoso profiláctico sugiere que los tainos pueden haber visto la vitalidad y la enfermedad, o la vida y la muerte, como dos caras de la misma moneda.

En el siguiente capítulo, Pané nos explica lo que ocurría si, pese a todo este ritual, el enfermo moría. Si este tenía parientes capaces de lidiar contra el behique, lo cual era un atrevimiento, para saber si el enfermo había muerto por culpa del médico o porque no guardó la dieta que este le ordenó, sus familiares tomaban la hierbagüeyo 25 y le sacaban el jugo de la hoja; paralelamente, cortaban al muerto las uñas y el flequillo y lo reducían a polvo entre dos piedras; dicho polvo lo mezclaban con el jugo de la hierba güeyo y se lo dan a beber al muerto por la boca y la nariz. De esta manera le preguntaban al fallecido si fue el médico el culpable de su muerte o si falleció por no guardar la dieta debida, y, cuando conseguían saber lo que querían, volvían al muerto a la sepultura. Si el behique era el culpable, los parientes le molían a palos, pero solo conseguían matarlo si le arrancaban los testículos.

Estas sociedades animistas realizaban ayunos extraordinarios. En el capítulo veinticinco, ya al final de la Relación, Pané da cuenta de las profecías y visiones que tenían determinados caciques. Con este propósito, ayunaban en honor a los cemíes para saber si alcanzarían la victoria contra sus enemigos, si adquirirían riquezas o por cualquier otro motivo. Cáicihu o Cacibaquel, padre de Guarionex, uno de los cinco grandes caciques de La Española, realizó un ayuno que consistió en estar recluido seis o siete días sin comer cosa alguna, excepto jugo de hierbas con las que también se lavaban. En este tiempo de ayuno, explica el «pobre ermitaño», Cáicihu, ya fuera por la debilidad que padecía o por efecto de las hierbas, dijo haber visto cosas extrañas. Así, afirmó durante su ayuno haber vislumbrado la llegada de unos hombres allende el mar:

Y dicen que este cacique afirmó haber hablado con Yucahuguamá, quien le había dicho que cuantos después de su muerte quedasen vivos, gozarían poco tiempo de su dominio, porque vendría a su país una gente vestida, que los habría de dominar y matar, y que se morirían de hambre. Pero ellos pensaron primero que estos habrían de ser los caníbales; mas luego, considerando que estos no hacían sino robar y huir, creyeron que otra gente habría de ser aquella que decía el cemí. De donde ahora creen que se trata del Almirante y de la gente que lleva consigo 26 .

La de Pané es la primera fuente seria acerca de las plantas, enfermedades y tipos de prácticas en su curación.

Antes, Colón siempre había señalado que los indios taínos no tenían secta ni religión, si bien en 1496, en primera persona, dijo haber conocido a los cemíes, «imágenes de madera, labradas en relieve» 27 , y comentó que «se trabaja al servicio de estos cemíes, con cierta ceremonia y oración, que van a hacer allí, como nosotros a la iglesia» 28 . Colón informó sobre el polvo que ponen en la cabeza de los cemíes y sus ceremonias, y cómo aspiraban dicho polvo por la nariz, volviéndose como borrachos. El Almirante señala cómo «los nuestros se percataron de la competencia entre los caciques por tener los mejores cemíes y de cómo se los roban unos a otros» 29 . Asimismo, supo de las tretas que hacían los caciques para que los indios creyeran que los cemíes hablaban y así tenerlos en obediencia. En este exordio, de la carta hoy perdida que acompañaba la obra de Pané, se expresan todas las dudas del Almirante, pues, a pesar de la hipótesis de la ausencia de idolatría entre los taínos, sabía que existían prácticas y rituales indígenas que ponían en tela sus juicios. Colón tuvo conocimiento también de las muertes y sepulturas de los taínos pero toda esta información parece que la recibió indirectamente pues señala: «He trabajado mucho por saber lo que creen y si saben adónde van después de muertos» y, seguidamente, hace referencia a la fuente de fray Ramón 30 .

Mártir, Bartolomé de las Casas, Oviedo 31 , López de Gómara, Herrera, Tordesillas o Girolamo Benzoni se apoyarían en las informaciones del ermitaño para documentarse. La de Pané es una información objetiva sobre los ritos antillanos, en tanto que los textos que le siguen cronológicamente se caracterizan por la incorporación del imaginario cultural europeo. Mártir o Las Casas añadieron su erudición latina y escolástica, domesticando el texto de Pané.

Pedro Mártir, quien propuso una traducción parcial en las primeras Décadas, en su carta dirigida al cardenal Ludovico, la cual pasará a formar parte de la primera Década 32 , resumió y amplió, con muchos comentarios subjetivos, lo que más le interesó de la Relación. En su epístola, asimila los cemíes con los fantasmas, simulacros, espectros o demonios y señala que aquellos tienen la potestad de predecir lo que ocurrirá. Asimismo, recurrió a las analogías entre el mundo taíno y el mundo antiguo grecorromano para la comprensión de los rituales aborígenes. Habla de los ayunos de los behiques y comenta «que se purgan y mascan una hierba embriagante que, tomada en pólvora, los enloquece como furias» 33 . Más adelante, explica que cuando los caciques consultan a sus cemíes, como hicieron los antiguos paganos, «entran a la casa dedicada a ellos y absorbiendo por las narices la chohobba (así se llama una hierba que los embriaga, que también los bouitos comen para enloquecerse), comienzan a gritar», y, concreta que «la fuerza de este polvo es tanta que puede enloquecer al alguien para siempre» 34 .

Al final de su epístola, a modo de despedida, informa a su amigo de cómo los «zemes» se han llevado a España para «que nosotros conociésemos su fin y los engaños tramados por sus demonios» 35 .

Las Casas utilizó algunos pasajes de la obra de Pané en su Apologética historia de las Indias, pero, en su caso, no solo la resumió sino que la modificó y corrigió. También partió de los textos del Almirante.

En tanto en la Relación la palabra demonio aparece una sola vez y como término análogo al de cemí o ídolo, el dominico, en su resumen, señalará que los indios no tenían templos, ni tampoco ídolos, «sino raros, y éstos no para los adorar por dioses, sino por imaginación que les ponían ciertos sacerdotes, y a aquellos el diablo» 36 . Insistirá en un aspecto que va a repetirse en la historiografía indiana en general, esto es, que es el demonio el que tiene engañados a los indios:

No hacían ceremonias exteriores, ni sensibles, sino muy pocas, y éstas se ejercitaban por aquellos sacerdotes que ponía por sus ministros el demonio, con ciertos colores que fingían, engañados 37 .

En el capítulo 120 de su Apologética, Las Casas hace monoteístas a los indios de la isla Española, al señalar que tenían conocimiento de un verdadero y solo Dios, inmortal e invisible, llamado Yócahu Vagua Maórocori.

Trata, siguiendo a Pané, tal como él mismo reconoce, de los ayunos que hacían en honor de sus ídolos y de cómo durante dichos ayunos se les aparecían ciertas formas o imaginaciones puestas por el demonio para engañarlos.

En el capítulo 166 de la Apologética, el dominico informa de las ceremonias o cohobas (sorber por las narices aquellos polvos) y del embriagamiento y compara la manera en que los sacerdotes consultaban a dichos oráculos acerca del porvenir con lo que, según Heródoto y Estrabón, hacían los persas cuando necesitaban asesorarse sobre cosas grandes e importantes por acontecer 38 . Tilda de patrañas y fábulas lo que hacían los behiques o sacerdotes y las identifica con las que cometían los antiguos griegos y latinos, los poetas, “puesto que los poetas pretendían en munchas de sus ficciones, aunque no en todas, alguna moralidad y alegorías para inducir los hombres a buenas costumbres 39 . Asimismo, relaciona los gestos que realizaba el señor al tomar la cohoba con las oraciones de los cristianos al Dios verdadero y la respuesta de todos los asistentes en la ceremonia taína a «como cuando nosotros respondemos Amén» 40 . Con respecto a los polvos de la cohoba, será el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo quien identifique estas plantas, tal como comenta en el libro 9, capítulo 13, de su Historia general y natural de las Indias:

Taray en España es muy conoscido, e hállase comúnmente en los sotos e riberas de muchos ríos, así como en Tajo, Duero, Ebro, Guadiana, Guadalquivir. E en otras muchas riberas de España le he yo visto este árbol taray; mas, todo el taray que yo he visto en España, es muy pequeño en respecto de los árboles, que en estas Indias hay, muy grandes e muy altos e gruesos e de grandes ramas, que en la hoja son ni más ni menos que los verdaderos tarayes de las riberas que dije de suso. Y uno déstos es aquel árbol que tengo dicho de las cuentas del jabón, e otros que no las llevan e son, en la hoja, conformes. Mas la madera destos de acá no es tan maciza ni pesada como el taray de España, porque ésta es algo fofa e ligera, más del todo no es mala madera. E algunos destos árboles, ni los que acá parescen al taray en la hoja, no son de un género; porque, como he dicho, algunos llevan aquella fructa para jabonar, e otros llevan unas arvejas o habas negras e redondas e durísimas e no para comerlas hombre ni algund animal. E aqueste cohoba lleva unas arvejas que las vainas son de un palmo, e más e menos, luengas, con unas lentejuelas por fructo, que no son de comer, e la madera es muy buena e recia 41 .

Al dominico, en definitiva, todo le parece que son invenciones del demonio o grandes desvaríos.

Pané, al hablar del jugo de hierbas que tomaban y con el que se lavaban cuando estaban en ayunas, identifica la planta con el nombre de «digo», aunque no se sabe muy bien cuál era. Las Casas la relaciona con la coca del Perú 42 . Este, de igual manera, quedó impresionado por los ayunos crueles, aspérrimos y prolijos que hacían los indios, con una duración hasta de cuatro meses, lo que le llevó a deducir que las yerbas que únicamente tomaban en ese periodo tan largo de abstinencia debían ser de grandísima virtud, «más de las que de las que Plinio, libro 25, capítulo octavo, y arriba referimos, habla» 43 . Las Casas concluye que este ayuno o abstinencia lo mandaban hacer los demonios «para usurpar la virtud y así cobrar más crédito con los hombres» 44 .

3. Conclusiones

El informe que realizó Pané, a petición de Colón, es el primer documento serio que conservamos sobre los mitos, rituales, creencias y ceremonias de los indios de las Antillas, concretamente de la Española. Es serio porque si bien, por los mismos años, contamos con las informaciones de Cristóbal Colón, Pedro Mártir o Bartolomé de las Casas, estas se basan, en gran medida, en lo visto y recogido por el ermitaño de San Jerónimo de la Murtra. Apoyándose en la experiencia directa y en testimonios orales, Pané tuvo como misión principal de su obra conocer las creencias de los indios de las Antillas. Es por ello que la parte esencial de su escrito versa sobre los actos rituales de los behiques y, por lo tanto, sobre las hierbas que utilizaban estos como método de curación mágico-animista.

Pané fue el primero que habló de las hierbas güeyo, de las plantas con que los indios se lavaban o hacían ayunos, o del polvo de la cohoba. El ermitaño no supo identificar muchas de estas hierbas; a las hojas con que los indios ayunaban las llamó «digo», aunque no se sabe a cuál pueda referirse, en tanto Las Casas creyó que se trataba de la hoja de coca del Perú. La hierba del güeyo o «weya» la obtendrían los indios de la mezcla del tabaco mascado con cenizas de gusto salado que salen de una especie de alga que recogían junto a las cascadas de los ríos. La prudencia del ermitaño y sobre todo su sermo humilis hicieron que no se atreviera a realizar suposiciones sobre lo desconocido. En este sentido, no intentó interpretar lo que vio. Todo ello nos lleva a afirmar que la de Pané es la relación más objetiva y menos occidentalizada que existe acerca de los ritos de los taínos. Posteriormente, Mártir y, sobre todo, Las Casas, a partir de las informaciones objetivas de Pané, se propusieron ofrecer una explicación subjetiva de los ritos de los taínos, comparándolos con los de los griegos y latinos y creando analogías con los ritos cristianos. Igualmente, se ampararon en el providencialismo para comprender lo que consideraban locuras o aberraciones de los nativos. El resto de crónicas, en general, seguirán los pasos y el tono de los escritos de Bartolomé de las Casas en el sentido de que buscarán explicaciones cristianas a la existencia de hierbas alucinógenas o a la aparición de pestes y enfermedades. De esta manera, o es el demonio que amenaza a los indios que quieren bautizarse con el hambre y las pestilencias, o estas se consideran un regalo divino para que los indios puedan morir y así salvarse de la esclavitud. También, de forma opuesta a la anterior, las enfermedades o calamidades se interpretarán como un castigo divino. En cualquiera de sus razonamientos, se trata de un mundo natural gobernado en última instancia por Dios.

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Notas

1. El libro decimoprimero de la Historia de las cosas de la Nueva España, de Bernardino de Sahagún, está dedicado a las plantas.

2. Mandujano, Camarillo y Mandujano, 2003.

3. Señala fray Bernardino de Sahagún: «Allí se dice cómo vino una gran peste con que murieron los de aquí; se llama “gran sarna”» ( Historia general de las cosas de Nueva España, pp. 791-792).

4. El libro cuarto de la Historia eclesiástica indiana, de Mendieta, capítulos 36 y 37, es el que da cuenta con mayor detalle de las pestilencias. Mendieta indica que, pese a la gran mortandad que produjeron las pestilencias, no fue peor gracias a los misioneros que cuidaron de los indios y gracias a Don Gaspar de Fonseca y Zúñiga, conde de Monterrey. En el tercer libro, capítulo XVIII, indica que el demonio amenaza a los indios que quieren bautizarse con el hambre y las pestilencias.

5. Acuña, Nuevo descubrimiento del gran río de las Amazonas, pp. 158-159.

6. Carvajal, Descubrimiento del río Apure, pp. 243-245.

7. Deeds et al., 1992.

8. Deeds et al., 1992, p. 210.

9. Por ejemplo, una serpiente adorada por los indígenas. Deeds et al.,1992, p. 199.

10. Lizárraga, Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile, II, p. 31.

11. Remesal, Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, pp. 178-179

12. Arriaga, Extirpación de la idolatría en el Perú, p. 114.

13. Simón, Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales, p. 60.

14. Calancha, Corónica moralizada del orden de San Agustín en el Perú con sucesos ejemplares vistos en esta monarquía, pp. 114 y 123.

15. Ruiz de Montoya, en Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las provincias del Paraguay, Paraná, Uruguay y Tape , trata de los remedios para las picaduras (p. 3) y del hambre, peste y enfermedades (p. 51).

16. Acuña, Nuevo descubrimiento del gran río de las Amazonas, pp. 98-100

17. Villar Piñeiro, 2019, p. 107.

18. «La organización política y social de los taínos fue mediante jefaturas o cacicazgos. La formación del cacicazgo representa una etapa de transición de una sociedad tribal a la sociedad caracterizada por estratificación social o división jerarquizada. Asimismo, en Puerto Rico se establecieron gobiernos cacicales principales y otros subordinados a manera de confederaciones de carácter político-militar. Esta división era encabezada por el Jefe o cacique, el cual ejercía su domino en el territorio. Seguido por el bohique o chamán, que se encargaba de los conceptos religiosos y contribuía a transmitir sistemas de creencias, ritos y magia, y que también poseía el conocimiento de la herbolaria y su poder medicinal. Le seguían en importancia los nitaínos, que eran los guerreros y, finalmente, los naborías, que eran la gente común» (Olmo Frese, 2018, s. p.).

19. Por corrupción se ha escrito behique, buhiti, boitia y bui - tibu.

20. Coll y Toste, 1972.

21. Pané, Relación acerca de las antigüedades de los indios, pp. 34-35.

22. Fernando Ortiz escribe sobre dicha hierba lo siguiente: «Entre los indios de las Guayanas el tabaco suele ser mascado, para lo cual se mezcla con ciertas cenizas de gusto salado que se obtienen de una especie de alga que recogen junto a las cascadas de los ríos, llamada por los indios weya». Arrom, 1974, p. 74.

23. Pané, Relación acerca de las antigüedades de los indios, p. 36.

24. Poviones-Bishop, 2001.

25. La hoja güeyo, llamada también zacón, tiene hojas gruesas y largas, semejante a la albahaca.

26. Pané, Relación acerca de las antigüedades de los indios, p. 48.

27. Pané, Relación acerca de las antigüedades de los indios, p. 88.

28. Pané, Relación acerca de las antigüedades de los indios, p. 88.

29. Pané, Relación acerca de las antigüedades de los indios, p. 89.

30. Pané, Relación acerca de las antigüedades de los indios, p. 90.

31. Gonzalo Fernández Oviedo y Bartolomé de las Casas conocieron el texto de la Historia del almirante don Cristóbal Colón, de Hernando Colón (y, por lo tanto, la Relación de Pané), antes de que saliera a la imprenta. Las Casas, que poseyó el original, lo cita hasta 37 veces.

32. Mártir de Anglería, De Orbe Novo, pp. 209-217.

33. Mártir de Anglería, De Orbe Novo, p. 214.

34. Mártir de Anglería, De Orbe Novo, p. 214.

35. Mártir de Anglería, De Orbe Novo, p. 217.

36. Las Casas, Apologética historia de las Indias, tomo 105, p. 416.

37. Las Casas, Apologética historia de las Indias, tomo 105, p. 416.

38. Las Casas, Apologética historia de las Indias, tomo 106, p. 122.

39. Las Casas, Apologética historia de las Indias, tomo 106, p. 123.

40. Las Casas, Apologética historia de las Indias, tomo 106, p. 123.

41. Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, p. 347.

42. Las Casas, Apologética historia de las Indias, tomo 106, p. 123.

43. Las Casas, Apologética historia de las Indias, tomo 106, p. 124.

44. Las Casas, Apologética historia de las Indias, tomo 106, p. 124

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