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Los remedios purgantes de Catalina de Iturgoyen a través de la Breve noticia de su vida relatada por el Deán de la Catedral de Lima, José Manuel Bermúdez
The Remedies and Purgatives of Catalina de Iturgoyen according to the Breve noticia of her Life, Authored by the Dean of the Cathedral of Lima, Jose Manuel Bermudez

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 10, núm. 2,

Instituto de Estudios Auriseculares

Manuel Salas Fernández

Universidad de los Andes, Chile

Raquel Soaje de Elías

Universidad de los Andes, Chile

Recibido: 05 junio 2022

Aceptado: 07 julio 2022

Resumen: Catalina de Iturgoyen (1685-1732), esposa de un alto funcionario peruano de la corona española pertenece al género de mujeres americanas que buscó la perfección cristiana desde las vicisitudes planteadas por la vida laica, y en su caso, matrimonial. Esta heroína chilena, asumió un modelo de santidad en el cual predomina la «salud» espiritual, como bien fundamental deseado por el alma, y la mortificación del cuerpo, como «remedio» principal para purgar los pecados y purificar el espíritu, el cual contribuye, entre otros, a alcanzar ese bien anhelado de la unión con Dios. No obstante, su vida fue redactada ochenta años después de su muerte, por el deán de la catedral de Lima José Manuel Bermúdez en la época de la independencia peruana, demostrando la pervivencia de un modelo de espiritualidad barroca a pesar de las nuevas ideas que se permeaban juntamente con el proceso revolucionario. En el presente estudio, analizaremos la historia del manuscrito, el contexto de producción y los remedios de Catalina para alcanzar la salud corporal y espiritual.

Palabras clave: Remedios espirituales, alimentación, remedios, triacas.

Abstract: The life of Catalina de Iturgoyen (1685-1732) falls within the sphere of Hispano-American baroque culture. As the wife of a crown official, and despite the demands of her aristocratic rank, this Chilean heroine belongs to the genre of American women who sought Christian perfection from the vicissitudes posed by secular life, and in her case, a married one. In the context of the baroque religiosity of her time, she assumed a model of holiness in which spiritual «health» predomi- nates, as the fundamental good desired by the soul, and mortification of the body, as the main «remedy» to purge her sins and purify her spirit in order to achieve the union with God. Her life, written eighty years after her death by the dean of the cathedral of Lima José Manuel Bermúdez at the time of Peruvian independence, demonstrates the survival of a model of baroque spirituality despite the new ideas that permeated the latter revolutionary process. In the following study, we analyze the history of the manuscript, the time and context when it was composed, and Catalina’s religious remedies to achieve physical and spiritual health.

Keywords: Spiritual remedies, Medicine, Nourishment, Treacles.

Introducción

La vida de Catalina de Iturgoyen (+1732), nacida en el Reino de Chile en 1685, se inserta en el ámbito de la cultura barroca hispanoamericana. De forma similar a su predecesora peruana Rosa de Santa María (1586-1617), buscó la santidad desde la vida laica, y en particular, matrimonial. Como esposa de un funcionario de la corona, y a pesar de las exigencias propias de su rango aristocrático y de su estado, esta pertenece al género de mujeres americanas que aspiró a la perfección cristiana mediante la práctica heroica de los consejos evangélicos y la imitación de la vida de Cristo 1 . Aunque murió en olor de santidad 2 , su causa quedó limitada al ámbito doméstico y familiar, durmiendo su historia en los papeles del archivo familiar durante casi un siglo. Recién en la segunda década del siglo XIX, fueron desempolvados por un descendiente de la condesa, José Matías Vásquez de Acuña, en el contexto del proceso revolucionario americano.

El presente estudio se propone ofrecer, en el marco de la religiosidad barroca hispanoamericana, en primer lugar, un análisis preliminar de la obra que narra su vida, con una breve descripción del manuscrito redactado en 1815 3 y editado en 1821, y de las características de la época en la cual se inserta la vida de Catalina. En segundo término, nos enfocaremos en los remedios de esta mujer ejemplar para alcanzar la salud corporal y espiritual, y de modo particular, en el análisis de las prác- ticas penitenciarias como parte de la purificación del cuerpo y como remedio para purgar los pecados y purificar el espíritu, en orden a alcanzar la salvación del alma.

Por último, estudiaremos el contexto de producción de la obra y su vinculación con la pervivencia de una cultura, tradición y culto católicos, a pesar de las nuevas ideas ilustradas que influyeron en la formación de los nuevos estados independientes.

1. Historia del manuscrito

Según el método llamado «cuasifacsímil» y propio de los especialistas para describir libros editados 4 , diremos que el manuscrito se titula:

BREVE NOTICIA˷ | DE LA VIDA Y VIRTUDES | DE LA SEÑORA | DOÑA CATALINA DE ITURGOYEN AMASA | Y LISPERGUER | CONDESA DE LA VEGA | DEL REN. | [bigote] | Escribiala | El señor D. Don Josè Manuel Bermudez | Canonigo Magistral de la Santa Iglecia | Metropolitana de los Reyes. | LIMA. | AÑO DE M.DCCC.XV.

Posee unas dimensiones de 21 x 15,5 cm, 1 hoja en blanco, al principio y la portada en la cual se expresa el título recién mencionado; en la tercera hoja (sin numerar) se incluye la dedicatoria al señor don José Matías Vásquez de Acuña, con todos sus títulos y cargos, firmada por el mismo Bermúdez, previa inclusión de la fórmula de tratamiento «B. L. M. de V. S. [«Besa la mano de Vuestra Señoría»] su más atento capellán». En las siguientes páginas se indica la «Razón de la obra», que abarca 6 folios numerados en romanos, escritos en recto y verso; luego se da comienzo al texto que consta de 25 capítulos debidamente titulados y numerados también en romano, distribuidos en 69 folios con numeración arábiga, incluyendo el índice al final, además de otra hoja en blanco. La encuadernación es coetánea, en pergamino, con lomera, conteniendo en la parte superior el rótulo que reza «Vida de la Cond.sa de la Vega». Cabe acotar que da la impresión de ser el borrador definitivo ―o «manuscrito de base» como se le denomina― ya que presenta una escritura prolija y ordenada, a pesar de algunas correcciones mínimas o accidentales, el cual debe haber servido para componer la edición príncipe 5 .



Reproducción de la portada del manuscrito
Instituto de Historia, Universidad de los Andes (Chile)

Por otra parte, el manuscrito está fechado en Lima el uno de abril de 1815 y su autor, Bermúdez, menciona en el prólogo a su mecenas, Vásquez de Acuña, quien ostenta entre otros títulos y distinciones los de VI conde de la Vega del Ren, pa- trón de la capilla «de Todos Santos» de la catedral de Lima y del colegio de San Pablo, antes colegio de la Compañía de Jesús, y depositario de los documentos necesarios. Vásquez de Acuña fue un protagonista destacado de la escena política limeña, participando en diversos conatos revolucionarios a principios del siglo XIX 6 . Condenado en 1814 por estas actuaciones a favor de la Independencia del Perú, estuvo enjuiciado, perseguido y aún preso, pero consiguió librarse del calabozo, permaneciendo con orden de arraigo en Lima durante cinco años, por voluntad del rey Fernando VII, en 1819 7 . Según se añade en la edición príncipe de 1821, en ese año fue agraciado «con la llave de gentilhombre de cámara de S. M. con entrada» 8 .

El autor del manuscrito hace referencia también en los prolegómenos que lo preceden, a los papeles del archivo familiar antes mencionado, entre los que destaca el cuaderno que contenía las noticias sobre la heroína escrito por quien fuera el confesor de la condesa en la Villa del Pisco, don Juan Joseph de Ribadeneira, sacerdote jesuita, probablemente en el año 1723. Pero este consta de unos pocos apuntes, «sueltos, sin trabazón, enlaces ni cronología» 9 , que se encontraba en la casa de los señores Condes de la Vega del Ren 10 . José Toribio Medina en su Historia de la literatura colonial registra la obra de este confesor jesuita de la que apunta lo siguiente:

Otra dama que mereció el honor de que sus hechos ocupasen la ociosa pluma de sacerdotes con aires de letrados fue la condesa de la Vega, esposa de don José Vásquez de Acuña. La vida de esta señora, que se ha llamado «la santa de Chile», ha sido escrita por su confesor con una rara naturalidad y no escaso interés, derivado de que, a diferencia de lo que de tantos otros personajes hemos apuntado, Rivadeneyra ha descrito la mujer del hogar 11 .



Reproducción de la portada de la edición príncipe.
Colección particular

Sin embargo, en nota a pie de página, Medina aclara que:

No podríamos asegurar que el doctor don Juan José de Rivadeneyra fuese el autor del opúsculo que mencionamos, que no lleva a su frente la indicación de nombre alguno. Mas el canónigo de la catedral de Lima don José Manuel Bermúdez en su Breve noticia de la vida i virtudes de la señora doña Catalina de Iturgoyen Amasa […] reconoce que Rivadeneyra fue confesor de la Condesa y que escribió unos Apuntes de su vida. ¿No debe deducirse de aquí el hecho que señalamos en el texto? 12

Con respecto al autor de la obra, es oportuno mencionar el contexto en el cual se desarrolló su vida, marcado por el proceso independentista. En este sentido, cabe destacar que Bermúdez pertenecía al sector ilustrado del clero peruano, y en sus escritos se refleja el interés propio de la intelectualidad de su época. Según observa John Lynch, la versión española de la Ilustración se redujo a un programa de modernización dentro del orden establecido 13 , que afectó fundamentalmente a «un grupo de intelectuales, muchos de ellos salidos del Real Colegio de San Car- los, miembros de la Sociedad Económica y colaboradores de El Mercurio Peruano, sacerdotes criollos incluidos, que estaban familiarizados con las ideas del contrato social, la primacía de la razón y el culto a la libertad» 14 . En el caso peruano, el estudio de Tibesar sobre los clérigos de Lima entre 1750 y 1820 demostró que la mayoría de ellos provenía de sectores medios, cuyos progenitores eran principalmente militares y funcionarios 15 y su formación era similar a la de los ilustrados laicos. En el caso de Bermúdez, su escrito deja entrever esta educación, por una parte, cuando destaca el origen americano de su heroína Catalina contrastándolo con los del mundo antiguo europeo; y por otra, cuando resalta las características naturales del paisaje chileno, preocupación científica que también identificaba a la generación ilustrada.



Dedicatoria de la obra Breve noticia, versión manuscrita

No obstante, a pesar del influjo de las nuevas ideas, Bernardino Bravo Lira hace notar que existe una continuidad cultural entre el antes y el después de la Independencia. En este sentido, la investigación actual pone el foco en procesos de largo alcance como las transformaciones sociales y las mentalidades 16 . El ámbito específico de la religiosidad reflejó también esa continuidad, perceptible por ejemplo en las prácticas de piedad de los próceres o ideólogos de este periodo de emancipación, la mayoría de los cuales destacaban por su adherencia a las distintas manifestaciones religiosas, tanto públicas como del ámbito privado, identificables en San Martín (1778-1850) y tantos otros 17 . Esta simbiosis entre la cultura tradicional y las nuevas ideas constituyó el trasfondo de la guerra que estalló enseguida del proceso revolucionario, la cual se tradujo, en definitiva, en una verdadera “guerra civil entre católicos” 18 . Si bien esta guerra socavó la unidad cultural, ese resquebrajamiento fue más tardío en el ámbito de la espiritualidad, y se vincularía más bien a una etapa posterior de avance del liberalismo, que irrumpió en la moralidad y en las costumbres 19 .

2. Los remedios de Catalina

La vida de esta heroína como la define su autor de forma reiterada 20 , se forjó en este contexto, a imitación de grandes santas a cuyas biografías había accedido desde pequeña a través de la lectura; entre ellas se hallaban Catalina de Siena, Teresa de Ávila, Francisca Romana y Rosa de Lima. La mortificación corporal y la penitencia adquirían, a través de estas biografías, un valor infinito y suponían reme- dios eficaces para alcanzar la santidad.

Según este modelo, la salud del cuerpo se une estrechamente a la salvación del alma, y lejos de regalarle comodidad y bienestar se busca hostigarlo en forma constante, con el propósito de participar en los sufrimientos de Cristo y de su Esposa la Iglesia, tanto purgante como militante. En el lenguaje místico, el conjunto de estas prácticas conocido como «mortificación de la carne», constituye una primera etapa en el ascenso del alma hacia su unión con Dios, momento cúlmine que alude al «desposorio» con el Amado. En opinión de Melquiades Andrés, en este proceso, «el hombre renuncia voluntariamente a las cosas no por ser malas, sino porque hay otras mejores» 21 .

Mortificación de la carne

El remedio esencial escogido por la condesa de la Vega del Ren fue la mortificación de la carne, para «santificarse en el cuerpo y en el alma, sujetando a lo uno a la servidumbre de la otra, mortificando sus pasiones, y entregándose sin reserva a la perfección» 22 . Ilustrada por la luz celestial, conoció desde niña «aquella ley de la carne, que […] repugna ala del espíritu, y puso todo su estudio en oponerle desde el principio la mortificación y penitencia» 23 .

La adhesión de Catalina a un ideal de vida, sistema de valores, pautas culturales o imaginario social ―como se le suele llamar en la actualidad― se vincula estrechamente con el fenómeno monástico. Cabe acotar que este tuvo sus ante- cedentes en las culturas milenarias de la India, o bien entre los pueblos del Antiguo Testamento 24 , e incluso hubo rasgos de este tipo entre los filósofos clásicos de la antigüedad. El cristianismo lo hizo propio desde el momento en que fructificó la santidad en las diversas comunidades locales. Así lo expresa García M. Colombás en su comentario a La Regla de San Benito 25 , y más detalladamente, en su obra El monacato primitivo 26 .

En ese contexto, los primeros cristianos que deseaban alcanzar la perfección mediante la práctica heroica de los consejos evangélicos y la imitación de la vida de Cristo extrajeron del Antiguo y del Nuevo Testamento sus prácticas de perfección. Pero bajo la influencia alejandrina de filósofos como Filón (siglo I a. C. y I d. C.), Clemente y Orígenes (siglo II-III), fueron introducidas también ciertas prácticas filosóficas en la espiritualidad monacal, cimentando el ideal cristiano a partir de los modelos y el vocabulario de la tradición griega. Esta corriente se impondría por sus cualidades literarias y se transmitiría a la Edad Media y a los tiempos modernos. En este sentido, un fragmento de la Imitación de Cristo, obra datada en la segunda o tercera década del siglo XV y atribuida a Tomás de Kempis, rescataba el ideal de vida propio de los primeros tiempos del cristianismo:

¡Oh, qué vida tan austera y abnegada llevaron los santos padres en el desierto!

¡Cuán largas y graves tentaciones sufrieron! ¡Con cuánta frecuencia fueron atormentados por el enemigo! ¡Cuán continuas y fervorosas oraciones ofrecieron a Dios! ¡Cuán rigurosas abstinencias practicaron! ¡Cuán grande celo y fervor mostraron por el aprovechamiento espiritual! 27

Es necesario notar que las prácticas de penitencia realizadas de forma volun- taria se diferencian esencialmente de aquellos fenómenos extraordinarios propios de la vida mística, de los cuales participan muchos santos de manera prodigiosa. Catalina también vivió estos sucesos sobrenaturales que tuvieron un efecto sana- dor de su cuerpo y de su alma.

Un ejemplo de aquellas prácticas voluntarias puede mencionarse en ocasión de su matrimonio, ocurrido a los 16 años:

Tenía muy maltratados los pies, porque siempre ponía dentro de los zapatos, garbanzos o huesos de guindas, que a veces conservaba por muchos días, llegando a introducírsele en lo más vivo de la carne, y causarle vivísimos dolores. La ceremonia de su desposorio la precisó a permitir algún mayor aseo y que la calzase un zapatero. Ejecutó con sencillez, y sin que se le ofreciese reparo. Mas luego que cayó en cuenta, y lo advirtió, lo sintió tanto, que mandó sacar ceniza caliente de un horno, y se quemó los pies en castigo de su poca reflexión; y tuvo que padecer dos o tres meses 28 .

Cabe acotar que la mayoría de los santos, principalmente los del periodo ba- rroco, recurrieron a estas prácticas. Bermúdez describe los sacrificios de Catalina respecto del tacto, de la vista y del gusto, además del olfato, sometiéndose a olores nauseabundos como los de los difuntos, y de sus oídos, que sufrían ante los sonidos de las campanas 29 y del zumbido de los sancudos, muy abundantes en Perú 30 .

Otros remedios utilizados por Catalina para mortificar la vanidad del cuerpo afectaban muchas veces su propia salud física, tal como sucedió cuando se propuso evitar la concurrencia al teatro:

No le ocurrió otro arbitrio para salir de aquel apuro, que tanto la fatigaba, que el de que usó en ocasión parecida, aunque no de igual gravedad la incomparable ROSA peruana. A cuya imitación se refregó y estregó los ojos con ajíes o pimientos, libertándose de este modo de aquella concurrencia para ella tan impertinente e incómoda. […] En efecto, quedaron tan atormentados que estuvo a riesgo de cegar. Los dolores que padeció fueron intolerables. Y ella misma le aseguró a su confesor que necesitó de un remedio supremo y extraordinario para aliviarse de ellos 31 .

Remedios celestiales

Esta situación recién descrita, tuvo como resultado, la aplicación de una bebida extraordinaria según relata su biógrafo: «Mereció que la Santísima Virgen, que le honraba con sus visitas le mitigase aquellos insufribles ardores con la leche de sus castísimos pechos, desviándose algunas gotas a su boca, y quedándole en el paladar por tres días una impresión de suavísima dulzura» 32 .

Es oportuno citar aquí la pervivencia en la tradición popular hispanoamericana, de las propiedades de la leche mariana, como alimento curativo del cual bebieron varios santos, tales como San Pedro Nolasco, San Bernardino, y Jerónima Nava y Saavedra entre otros 33 . Cabe mencionar en este sentido, la representación pictórica de la Virgen María, realizada por Francisco de Zurbarán (1598-1664) en la cual San Pedro Nolasco y Jesús niño comparten este alimento mariano. Según señala Patricia Aristizábal Montes, la leche era considerada como protección de pecadores y además se afirma que sacia a las almas en pena; su importancia se mantuvo en la tradición cristiana hasta fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII 34 .

En este mismo ámbito de remedios sobrenaturales se debe mencionar otro gozado también por varias almas místicas que precedieron a Catalina. Según el relato de Bermúdez, mientras esta se hallaba ocupada con un enfermo, «levantó el rostro y se halló con Jesucristo, y quedó estática: y al volver de su rapto desapareció el Señor de su vista, habiéndole dado a gustar de la sangre de la llaga de su costado» 35 .

Cabe acotar al respecto, que santos como Catalina de Siena, y la peruana Rosa de Santa María, bebieron la sangre de la llaga de Cristo, como una gracia que conectaba a estos beneficiados con el propio corazón de Jesús 36 .

Alimentación

Respecto de la alimentación es importante destacar como antecedente que la medicina de la época consideraba aún vigentes los postulados de Hipócrates, basados en dos principios; el primero referido a la salud como consecuencia de un equilibrio en las costumbres. De acuerdo con este, comer, beber y hacer ejercicio con moderación generaba vigor 37 . Un desequilibrio por exceso o deficiencia, en alguno de estos factores generaba a su vez, la enfermedad, la cual se solucionaba con la acción opuesta a la que la había provocado, fundamentalmente a partir del siglo XVI 38 . El segundo principio suponía la eliminación del exceso de fluidos del cuerpo mediante tres tratamientos fundamentales con eméticos, enemas y sangrías, los cuales «fueron las terapias fundamentales en la medicina durante más de dos mil años. Cualquier dolencia era, por lo tanto, curada con una combinación de estos tres tratamientos» 39 .



Reproducción del índice con correcciones del manuscrito de la obra de José Manuel Bermúdez

Durante los siglos XVII y XVIIII, la alimentación se fue separando gradualmente de la antigua dietética hipocrática. Cabe acotar que esta tradición había marcado las costumbres culinarias, hasta ahora dependientes de la medicina y luego de la higiene. En un proceso paralelo, el arte culinario se escindió también de la condena moral de la gula, y en algunos países como en la Francia del siglo XvIII, quedó liberado tanto de la salud como de la moral. Los avances de la química y de la fisiología colaboraron en este sentido, al cuestionar aquellos principios de la dietética hipocrática y colocar la cocina al servicio del buen gusto 40 . Este escenario contrasta fuertemente con la alimentación austera, al extremo, escogida por Catalina para mortificar el gusto, como parte de las prácticas ascéticas de la primera etapa del ascenso místico, referida a la noche del sentido. Por regla general, buscaba comer y hacer aquello que naturalmente le producía asco. Según su confesor «siendo aun niña pasó toda una cuaresma con ensalada de ajíes que llamamos pimientos y de tomates. Su comida ordinaria era un puñado de garbanzos fríos, cocidos de un día para otro y cenaba otro tanto de los mismos, sazonándolos con ceniza» 41 . Su biógrafo añade luego que «su predilección para esta especie de alimento le vino del asco que le tenía a esa legumbre, por parecerle que eran los garbanzos de la fuente, que había visto curar con ellos» 42 . Los «garbanzos de la fuente», forman parte de una práctica médica que consiste en realizar una incisión horizontal ―o fuente― en alguna zona inflamada del cuerpo. Se introducían dos garbanzos dentro de la herida y se vendaba esta, mientras, los garbanzos, al cabo de 17 días, eran absorbidos por la carne y la inflamación desaparecía 43 . También comía guindas confitadas «en acíbar» 44 , bebía agua «quebrantada» 45 y se privaba de ella de jueves «hasta el Domingo después de Misa» 46 . Según su biógrafo comía aquello «que más le fastidiaba» absteniéndose de los «manjares regalados», que más le apetecían, tales como «chocolate, miel, leche, y queso» 47 . Por otra parte, su confesor afirmaba que «Comía de viernes, aun en sus graves enfermedades, y costaba mucho reducirla a tomar carne; hasta en la sustancia mezclaba alguna cosa que la revolviese y moviese a asco» 48 . Si, por el contrario, se daba un gusto, como el de tomar sandía, lo hacía en su plato, «que era un cráneo o parte superior de una calavera, con lo que quedó muy fastidiada de esa fruta». También «tomaba mate en una calavera que llamaba EL MATE DE MARFIL» 49 .

Según observa Santiago Sebastián, la calavera forma parte de la meditación barroca sobre la muerte 50 . Sin embargo, sus antecedentes se remontan a las representaciones iconográficas del arte bizantino dedicadas a la liturgia de la Exaltación de la Cruz, que corresponde al 14 de setiembre. En estos íconos la calavera aparece siempre al pie de la cruz, sobre un montículo, y alude a la sepultura de Adán 51 . Pero fue también atributo de las representaciones de Jerónimo de Estridón (342-420), uno de los santos más populares del Barroco español. En su iconografía es posible percibir como uno de los elementos característicos, el cráneo sobre un libro cerrado, el cual ha sido identificado por los estudiosos del arte y de la historia religiosa como símbolo de la penitencia, y en este sentido, es también atributo de imágenes de Santa Magdalena. Después del concilio de Trento (1545-1563), tanto en Europa como en América, era frecuente la insistencia en la necesidad de arrepentimiento y en la penitencia. En el cuadro de Antonio de Pereda y Salgado, Jerónimo se encuentra escuchando la trompeta apocalíptica que ha de convocar a los muertos en el Juicio Final y el libro abierto que está a su lado presenta un cuadro de Alberto Durero sobre esta misma temática. La calavera en conjunto con los libros formaba parte de un arte que buscaba llamar la atención acerca de las «vanidades del mundo», las riquezas, el poder, las glorias terrenales y su caducidad. Entre los santos que son representados con este atributo destaca también Francisco de Asís. Según observa Maite Paliza Monduate, actualmente se conocen muchas versiones salidas del obrador de Zurbarán (1598-1664), de la obra titulada San Francisco meditando con una calavera 52 , además de ser famosa también la obra de El Greco (1541-1614), San Francisco en oración, que aparece también con un cráneo entre manos y la de Magdalena penitente, de José de Ribera (1591-1652), ambos expuestos en el Museo del Prado. Por último, cabe mencionar la representación de Vanitas, por el pintor francés Jacques Linard (1600-1645), como reflexión sobre la fugacidad de la vida y la inutilidad de los placeres mundanos ante la certeza de la muerte. Como utensilio culinario, se conoce en América el uso del cráneo del fundador de Santiago de Chile, Pedro de Valdivia, el cual fue utilizado en su parte superior, según algunos cronistas, por los jefes araucanos para beber chicha 53 .

En este mismo ámbito de la alimentación es oportuno mencionar la analogía que se presenta entre la lectura de las vidas de santos y la comida. Según su biógrafo, a Catalina: «Con preferencia le agradaban las obras y escritos de santa Teresa. Al recorrerlos se consolaba en sus tribulaciones porque veía allí como en un espejo el modo de su oración y su espíritu» 54 . Cabe acotar que la santa avilense exigía en sus conventos que hubiera «buenos libros… porque es parte tan necesaria este mantenimiento para el alma como el comer para el cuerpo» 55 .

La enfermedad como triaca 56

Las visitas de Catalina a los enfermos hacen referencia a una de las obras de misericordia, más apreciadas por su función penitencial. En la época estaban consideradas como una de las prácticas incorporadas a las constituciones de algunas órdenes. En la religiosidad jesuita, por ejemplo, San Ignacio prescribía la entrega total de quien entraba a la Orden, dejando de lado su voluntad para colocarse al servicio de los sanos y los enfermos en aquellos establecimientos 57 . Debían «ver a Cristo encarnado en aquellos enfermos: hacer el aseo, bañar, cortarles las uñas, conversar y rezar por y con los enfermos, dedicarse a vaciar los tiestos con orina y excremento» 58 . Era también un modo de humillarse, «dando entera señal de sí, que de todo el século y de sus pompas y vanidades se parten, para servir en todo a su Criador y Señor crucificado por ellos» 59 . En este sentido, la condesa acudía todos los días al Hospital de Santa Ana, y sus obras de penitencia demuestran la vigencia de este criterio ignaciano, pues también se le aparecía Jesús durante estas prácticas. Recorría además las camas de los enfermos, las aseaba y las tendía, los persuadía para que tomasen el alimento y los remedios, los regalaba, y los alentaba en su desgano, limpiaba y lavaba los vasos y ponía todos los medios posibles para aliviar sus dolores 60 .

Pero su biógrafo destaca principalmente respecto de esas acciones penitenciales, lo siguiente:

[…] parece que se excedió a sí misma bebiendo el vómito de un moribundo, solo porque le fue asqueroso. Omito otras varias acciones que, si las disculpa la razón, es por lo piadoso del motivo, y que dan a conocer que hay hechos en las vidas de los siervos del Señor más admirables que imitables, y que quizás necesitan para su ejecución de un superior impulso 61 .

En este mismo contexto, puede comentarse también la operación que realizó a un muchacho de su casa, al cual le extrajo «esos pequeños insectos que suelen atormentar los pies creciendo y multiplicándose en extremo principalmente en los de corta edad» 62 . Se refiere este hecho a aquellos insectos llamados popularmente «nigua», «pique», «pulga de arena», «bicho del pie» o «chigo». Según un estudio de María Beltrán Fabián, este «es un ectoparásito de la familia tungidae, se encuentra ampliamente distribuido, particularmente en climas templados y área tropicales, destacando entre estas, el centro y sur de América» 63 .

Por último, sabemos que Catalina poseía, en ciertas ocasiones, el don de sanación. Se menciona a continuación, como ejemplo, la aplicación del Lignum Crucis a una enferma que tenía treinta heridas, y entre ellas algunas mortales, luego de lo cual recobró la salud 64 .

Pero todavía fue más prodigioso «lo que comunicó ella misma a su confesor, de que el Señor le hizo el favor de resucitar a su ruego a una mujer que había muerto en pecado mortal, para que se arrepintiese y confesase debidamente: mandándole Su Majestad la ayudase a satisfacer por sus muchas culpas, y que con efecto hizo por ella grandes penitencias» 65 .

Conclusiones

Según lo expuesto, la vida de Catalina se erige como modelo de santidad en el contexto de la religiosidad barroca de su época, en el cual predomina la «salud» espiritual como bien fundamental deseado por el alma, y la mortificación del cuerpo como «remedio» principal para purgar los pecados y purificar el espíritu, en orden a alcanzar ese bien anhelado.

En este sentido, la mortificación de la carne tanto negativa como positiva, constituyó una de las aristas principales del modelo heredado por la heroína de Bermúdez, propio de místicas medievales y modernas, que buscaron su unión con Dios, tanto en la vida seglar como en la religiosa. Para el logro de este propósito, la mortificación de los sentidos practicada por todas ellas constituye una tarea ardua, considerada como única vía para lograr el despojo de aquellos obstáculos que se oponen a la perfección cristiana y ponen un freno al amor de Dios. No se trata de aniquilar los sentidos y potencias del alma, sino de elevarlos a Dios, a través de las criaturas 66 . He aquí los «purgantes» que mencionábamos en el título de este trabajo, aplicados a limpiar los sentidos de estorbos y darles la posibilidad de realizarse 67 y, de este modo, servir para el fin que Dios los ha creado 68 . En la obra de Bermúdez asistimos principalmente a la purgación de los sentidos externos, aunque también son considerados los interiores, afirmando el autor «que fue toda su vida una suma mortificación, y eso a fuerza de la gracia» 69 .

Otro factor que destaca en el ideal de vida de Catalina es la alimentación, estrechamente relacionada con la salud corporal. La escisión producida en la Modernidad entre la dieta, la medicina y la moral generó en este periodo una demanda de manjares que fue el resultado del predominio del gusto por sobre la gula, el olvido de una dieta equilibrada como base fundamental de la alimentación y, en último término, el menosprecio del vigor físico como factor clave de la salud psicológica y espiritual. La dieta, en extremo austera, de la condesa se vinculaba, por el contrario, con la mortificación del gusto, como camino opuesto a la afición mundana por los manjares, pero también con las prácticas penitenciales, que aligeran el «peso» de los pecados de la carne e impulsan la elevación del alma hacia Dios ayudada por la gracia divina.

En el modelo de santidad practicado por Catalina, se integran la contemplación y la acción, lo cual puede percibirse en los siguientes comentarios de Santa Teresa en sus Moradas: «Que no, hermanas, no, obras quiere el Señor», y luego «Para esto es la oración; de esto sirve el matrimonio espiritual, de que nazcan obras, siempre obras, obras» 70 .

El apostolado de la condesa con los enfermos, sus visitas diarias al Hospital, su contacto con el que sufre, constituye los medios más sobresalientes inspirados por dicho modelo, para unirse a los sufrimientos del Esposo, y atraer su mirada. Pero, además, este apostolado supone una obra de caridad que se desprende de la fe y es, a la vez, un signo propio de la espiritualidad barroca, que busca asentarse en la unidad católica de fe y obras, como contraposición con la problemática surgida a partir de Lutero. En este sentido, la Reforma protestante cuestionaba el mérito de la obra como parte esencial de la justificación por la fe. Por otra parte, la espiritualidad católica apuntaba también a llevar a la práctica el modelo tridentino que restauraba aquella unidad entre ambos principios, añadiéndose a esta la impronta propia del barroco, en cuanto a la exageración de las formas. Cabe acotar al respecto que, en Catalina, el ejercicio de la obra de misericordia practicada a través de la visita diaria a los enfermos se veía recargada, por ejemplo, con la mortificación del gusto a la cual se sometía por propia voluntad. En efecto, el beber vómito u otros fluidos corporales como la orina, suponía una acción repugnante, no obstante que estaba indicada por la ciencia médica desde la antigüedad como parte importante del diagnóstico de las enfermedades, y era necesario practicarla.

Según lo expuesto hasta aquí, Bermúdez nos presenta en la Breve vida de la heroína chilena, su receta para la salud eterna, con base en la Caridad, entendida como Amor a Dios, y en la Fe, como argumento que convence de lo que no aparece a los sentidos materiales, y como sustento de la Esperanza de la condesa 71 . Esta receta que vio la luz en el proceso revolucionario americano constituyó una muestra de un modelo de santidad barroca que aún perduraba en el torbellino causado por las ideas ilustradas en las tendencias culturales de la época. Y esta pervivencia fue, a la vez, una manifestación de la continuidad cultural que se dio a pesar del proceso emancipatorio, la cual fue fundante de los nuevos estados nacionales herederos de la tradición hispánica.

Bibliografía

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Notas

1. Guarda, 1987, pp. 125-129; Vázquez de Acuña, 2006.

2. olor de santidad: «Fama, opinión y reputación» (Academia, 1780). Varios diccionarios ponen como ejemplo para esta acepción de la voz olor la expresión «Morir en olor de santidad».

3. El manuscrito original ―descubierto de forma reciente― se encuentra depositado en el archivo del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes (Chile), y es el único que se conoce de la obra.

4. Gaskell, 1999, pp. 404-410.

5. Gaskell, 1999, pp. 424-425.

6. Mendiburu, 1935, vol. IX, pp. 224-227.

7. Ver Pacheco Vélez, 1954; Rizo-Patrón Boylan, 2016. Para el período resultan indispensables las memorias de los virreyes Abascal y Pezuela. Ver Memoria de gobierno…, 1944 y 1947.

8. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ed. 1821), p. 3.

9. Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. Ivv. Ver breves datos biográficos de este sacerdote en Fejér y De Cock, 2001, vol. I, p. 259.

10. Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 67r.

11. Medina, 1878, vol. 2, p. 297.

12. Medina, vol. 2, p. 297, nota 16.

13. Lynch, 1992, p. 820.

14. Lynch, 1992, p. 820.

15. Klaiber, 2001, pp. 122-123.

16. Bravo Lira, 1992, p. 12.

17. Guarda, 1987, p. 105.

18. Saranyana, 2011, p. 232.

19. Krebs Wilckens, 2002, pp. 172-174.

20. Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. II v.

21. Andrés, 1994, p. 11.

22. Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 14v.

23. Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 9v.

24. A principios del siglo XVII, los carmelitas remontaban su origen al mismísimo profeta Elías. Ver Sebastián, 1981, pp. 239-240.

25. Colombás, 2006, pp. 211 y ss.

26. Colombás, 2004, pp. 11 y ss. También Soaje de Elías, 2014, pp. 68-69; Andrés, 1994, p. 12.

27. Kempis, Imitación de Cristo, 1, 18, citado en Colombás, 2004, p. 4.

28. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 41r.

29. Las campanas conllevaban un fin santo, al ayudar a rehuir del mal, y convocar a los fieles a la oración. Ver Donoso, 1855, vol. 1, pp. 270-274.

30. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 19r.

31. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fols. 20v-21r.

32. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fols. 21r-v.

33. Aristizábal Montes, 2004, p. 62.

34. Aristizábal Montes, 2004.

35. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 37r.

36. Aristizábal Montes, 2004, p. 61.

37. Palma, 2016, p 28.

38. Flandrin, 2004a, pp. 852-853.

39. Palma, 2016, pp. 28-29.

40. Teuteberg y Flandrin, 2004b, p. 896.

41. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 10r.

42. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 10r.

43. Hurtado de Mendoza, 1827, vol. 14, pp. 91-94.

44. acíbar: en sentido literal es el zumo que se saca de las pencas de la hierba llamada zábila, pero aquí juega también con el significado metafórico «lo que es muy amargo, y así, de ordinario decimos para expresar que una cosa es muy amarga, que es como un acíbar» (ambos en Diccionario de Autoridades ).

45. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 10r. Se trata de agua tibia, según lo expuesto en González y Martín, Estudio teórico práctico sobre el empleo del agua en la higiene y patología aguda…, p. 23. Según el Diccionario de peruanismos de Juan Arona,p. 2, quebrantado hace referencia a ‘abombado, fétidoʼ.

46. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 42r-v.

47. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 42r.

48. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 42r.

49. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 42v. El realce es propio del manuscrito.

50. Sebastián, 2007, pp. 242-244.

51. Sebastián, 2012, p. 175.

52. Paliza Monduate, 2016.

53. Moulian y Poblete, 2018; Donoso Rodríguez, 2006.

54. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 14 r.

55. Álvarez Santaló, 2012, p. 22; Santa Teresa de Jesús, Constituciones, cap. I, núm. 13, en Obras, 1967.

56. triaca: aquí usado en sentido metafórico, «remedio de algún mal prevenido con prudencia o sacado del mismo daño» ( Diccionario de Autoridades ).

57. San Ignacio de Loyola, Examen #66, en Obras, 2013.

58. Salas Fernández, 2018, p. 95.

59. San Ignacio de Loyola, Examen #66.

60. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 51r-v.

61. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 42v.

62. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 37r.

63. Beltrán Fabián, 2005, pp. 323-324.

64. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 51v.

65. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fols. 51v-52r.

66. Royo Marín, 1955, p. 354.

67. Andrés, 1994, p. 110.

68. Royo Marín, 1955, p. 354.

69. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 40r.

70. Santa Teresa de Jesús, Moradas, «Quinta», III, 11; Moradas, «Séptimas», IV, 6.

71. Bermúdez, Breve noticia de la vida y virtudes de la señora doña Catalina de Yturgoyen… (ms.), fol. 30r.

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