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Avatares de una embajada extraordinaria (1598-1599): cartas de don Francisco de Guzmán y Zúñiga, marqués de Ayamonte*
Circumstances of an Extraordinary Embassy (1598-1599): Letters of Don Francisco de Guzmán y Zúñiga, Marquis of Ayamonte

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 10, núm. 2,

Instituto de Estudios Auriseculares

Jesús Ponce Cárdenas

Universidad Complutense de Madrid Departamento de Literaturas Hispánicas y Bibliografía ESPAÑA, España

Recibido: 29 junio 2022

Aceptado: 23 septiembre 2022

Resumen: En el presente artículo se editan y estudian tres cartas y un documento de don Francisco de Guzmán y Zúñiga, IV marqués de Ayamonte, al rey Felipe III, escritas durante el viaje que le condujo a Génova y Milán durante los últimos meses de 1598 y el comienzo de 1599 con la intención de entrevistarse con el duque de Saboya y transmitirle algunas instrucciones regias.

Palabras clave: Francisco de Guzmán, IV marqués de Ayamonte, Génova, Milán, duque de Saboya, fiestas 1599.

Abstract: This article edits and analyses three letters and one document sent from Genoa and Milano, by Francisco de Guzmán, IV marquis of Ayamonte, to the king Philip III. During the last months of 1598 and the beginning of 1599, the Andalousian aristocrat visited Northern Italy and met the Duke of Savoy to transmit the monarch’s instructions.

Keywords: Francisco de Guzmán, IV marquis of Ayamonte, Genoa, Milano, Duke of Savoy, 1599 celebrations.

Durante el Siglo de Oro la correspondencia llegó a alcanzar «tales dimensiones, políticas y económicas» que resultaría apropiado «considerar la alta Edad Moderna como una cultura epistolar» 1 . Tanto para la investigación histórica como para la estrictamente filológica, las cartas aportan testimonios de primera mano sobre los acontecimientos en curso, erigiéndose así en el «principal transmisor de noticias» y el «más eficaz cauce de información», ya que no sólo dan cumplido detalle de todo tipo de acontecimientos y permiten trazar el perfil de algunas personalidades sino que, al mismo tiempo, consiguen iluminar cuestiones de la realidad material de la época, elementos culturales, asuntos religiosos o económicos 2 … El presente estudio se centra en unos pequeños vestigios de la correspondencia mantenida por el cuarto marqués de Ayamonte con el soberano Felipe III durante los primeros meses de su reinado.

En el marco de la historiografía moderna, la figura de don Francisco de Guzmán y Zúñiga Fernández de Córdoba (Sanlúcar de Barrameda, marzo de 1564-7 de noviembre de 1607) apenas resulta conocida. Podría afirmarse que el perfil de este aristócrata se halla, de alguna manera, eclipsado por el de su padre, que ostentó el cargo de gobernador de Lombardía durante el reinado de Felipe II (1573-1580) y, sobre todo, por el ominoso destino de su nieto 3 . A pesar de todo, contamos hoy con una interesante gavilla de artículos en los que se recogen los principales datos conocidos hasta la fecha acerca de este noble personaje, perteneciente a una de las casas más importantes del reino. Desde el terreno literario varios filólogos han mostrado asimismo algún interés en este prócer, ya que tanto él como su esposa e hijos fueron los destinatarios de catorce composiciones poéticas de uno de los mejores escritores de la Edad Barroca, don Luis de Góngora y Argote (1561-1627) 4 .

En este artículo se ofrece por vez primera la transcripción de varios documentos conservados en el Archivo de Simancas a los que la crítica no había prestado ninguna atención 5 . Siguiendo el orden cronológico, se editan aquí dos cartas enviadas por don Francisco de Guzmán y Zúñiga a Felipe III desde la ciudad de Génova en otoño de 1598; una tercera misiva al soberano escrita en Milán el 31 de diciembre de 1598 y, por último, un documento recapitulativo (la Razón de mi jornada), encaminado tanto al monarca como a don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, marqués de Denia y valido del joven rey, redactado este último en Valencia el 28 de febrero de 1599 6 . El trabajo se organiza en cinco partes bien delimitadas: la primera traza una sucinta semblanza biográfica del noble meridional; el texto de las tres epístolas, acompañado de un comentario, se ofrece en la sección segunda; acto seguido se examinan algunos datos sobre la presencia del marqués de Ayamonte en las festividades milanesas en honor de Margarita de Austria (diciembre 1598) a partir de la información recogida en un volumen impreso; la cuarta parte esboza un breve panorama sobre algunas cuestiones políticas y militares que debieron abordar el duque de Saboya y el marqués de Ayamonte al despachar juntos; en el apartado quinto se reproduce el texto de la Razón de mi jornada, escrita por el marqués de Ayamonte en Valencia a finales de febrero de 1599, y también se da cuenta de la concesión del hábito de Santiago a don Francisco de Guzmán y Zúñiga ya avanzado aquel año de 1599. El ensayo se cierra con unas breves conclusiones.

BREVE SEMBLANZA BIOGRÁFICA

Don Francisco de Guzmán y Zúñiga Fernández de Córdoba (1564-1607) fue el primogénito de don Antonio de Guzmán Zúñiga y Sotomayor (Lepe, h. 1530-Milán, marzo 1580), III marqués de Ayamonte, y doña Ana Pacheco Fernández de Córdoba y de la Cerda. Por la rama paterna pertenecía al linaje de los duques de Béjar, marqueses de Gibraleón, marqueses de Ayamonte, marqueses de Villamanrique y condes de Belalcázar, en tanto que entroncaba por el lado materno con los marqueses de Comares y los condes de Cabra 7 . Como era habitual en el siglo XVI, las distintas ramas de la Casa de Guzmán y la Casa de Zúñiga establecieron «reiterados enlaces» dinásticos, a menudo entre parientes cercanos, practicando así una «endogamia recurrente» con el objetivo de «reforzar sobremanera los lazos internos de solidaridad que estructuran al grupo de familiares» 8 . Contribuía también al estrecho contacto de estos linajes emparentados la cercanía entre los dominios señoriales que poseían en la Andalucía occidental, que se extendían desde la raya con Portugal hasta el estrecho de Gibraltar, ocupando buena parte de las actuales provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla. Contaban asimismo con casas y tierras en las provincias de Córdoba, Granada y Málaga. De hecho, las numerosas posesiones de los Guzmán y los Zúñiga se extendían más allá de los dominios andaluces, hacia el norte, por diferentes localidades de Castilla (Béjar, Curiel).

Pocos datos se conocen acerca de sus primeros años, aunque cabe suponer que transcurrieran entre el palacio familiar de Sevilla, el castillo de Lepe y la casapalacio de Ayamonte. El nombramiento de su padre como gobernador de Lombardía supuso un cambio de rumbo en su vida, ya que la familia al completo se desplazó al norte de Italia, de modo que buena parte de la infancia y la adolescencia de don Francisco de Guzmán (desde los nueve hasta los dieciséis años) transcurrió en el Milanesado. Tras el óbito inesperado del III marqués de Ayamonte en marzo de 1580, su esposa e hijos regresaron a España, a la ciudad de Sevilla y a los dominios onubenses de la familia 9 . Como ha valorado Luis Salas Almela, el fallecimiento de don Antonio de Guzmán y Zúñiga complicaba no poco la posibilidad de que los hijos del prócer medraran, alcanzando un honroso cargo en los dominios italianos de los Austria o haciendo una carrera brillante en la corte:

La gobernación del estado de Milán fue, desde un cierto punto de vista, el cargo de mayor prestigio y honra alcanzado por un titular del marquesado. Sin embargo, precisamente la muerte del III marqués en Milán le privó de la posibilidad de recoger los frutos de su servicio en forma de mercedes más duraderas para su mayorazgo o para sus hijos 10 .

A partir de entonces, la información recogida en las actas del cabildo ayamontino permite seguir los pasos de don Francisco de Guzmán, primero bajo la tutela de doña Ana Fernández de Córdoba, la marquesa viuda, y posteriormente como señor de pleno derecho que asume el gobierno de sus dominios entre 1586 y 1597 11 .

Continuando la tradicional alianza dinástica entre las Casas de Béjar y Ayamonte, se acordó el matrimonio entre don Francisco de Guzmán y su prima hermana, doña Ana Félix de Zúñiga y Sotomayor (Béjar, 5 de junio de 1567Lepe, diciembre de 1618), hija de don Francisco López de Zúñiga y Sotomayor, IV duque de Béjar y V marqués de Gibraleón, y de su segunda esposa, doña Brianda Sarmiento de la Cerda, hija de los condes de Salinas. Las nupcias debieron de celebrarse durante los meses finales de 1586, coincidiendo con la mayoría de edad del novio. En los años siguientes del matrimonio de don Francisco y doña Ana Félix nacieron dos vástagos: don Francisco Manuel de Guzmán y Zúñiga, el heredero del marquesado, y doña Brianda de la Cerda y Zúñiga 12 .

Para el dilatado arco temporal que va de 1587 a 1598, infortunadamente, no se poseen muchas noticias sobre los contactos que pudo haber mantenido el cuarto marqués de Ayamonte con el monarca y con otras figuras eminentes del orbe cortesano. Entre los escasos documentos conocidos figura una carta a Felipe II, escrita en Lepe el treinta de marzo de 1595, donde se detallan algunos aspectos del proyecto regio para la defensa de Andalucía y los avances en la construcción de las torres almenara en todo el litoral onubense. Tras ese largo paréntesis, las tres cartas al rey Felipe III que ahora se exhuman y el documento titulado Razón de mi jornada puede dar una primera noticia de los vínculos del noble andaluz con la corte y de una tarea de naturaleza diplomática que le fue encomendada por el rey.

UN VIAJE A ITALIA: LIGURIA Y LOMBARDÍA

A finales del verano de 1598 don Francisco de Guzmán recibió una orden de Felipe II que le conminaba a emprender el camino a Italia, donde había de desempeñar una misión diplomática de la que no se tenía noticia hasta la fecha. Conocemos el momento exacto del inicio de este viaje gracias al testimonio posterior de un documento rubricado por el marqués como Razón de mi jornada, escrito desde Valencia en febrero de 1599:

Luego que tuve aviso de la última resolución que el rey, que Dios guarde, tomaba, que recibí esta carta sábado cinco de septiembre, aquella misma tarde salí y llegué a Denia a catorce [de septiembre] y me embarqué a quince. Y tardé, por ir las galeras embarcando gente y municiones, de escribir hasta once de octubre que llegué a Génova.

Tras haber recibido una epístola del anciano rey el sábado cinco de septiembre (aunque desconocemos el lugar donde se hallaba el aristócrata andaluz en el momento de la entrega de tal misiva), durante la tarde de dicha jornada comienza su viaje hacia Levante. La llegada a la localidad alicantina de Denia se produjo nueve días más tarde y, sin mayor demora, el quince de septiembre embarca en las galeras camino hacia Italia. Tras haber recalado en varios puertos mediterráneos, la llegada a la ciudad de Génova se produjo el once de octubre de 1598.

Por cuanto ahora nos interesa, es posible reconstruir los pasos concretos del IV marqués de Ayamonte gracias a una carta más detallada, escrita cinco días después de su llegada a Liguria. En la misma comunica a Felipe III que ha culminado con éxito un periplo mediterráneo que le había hecho recalar en dos pequeños puertos (Colliure y Palamós) y comenzado las gestiones necesarias para desarrollar su misión. El texto de dicha misiva reza así:

En once de este [mes de octubre] llegué a Génova, habiendo desde Colibre tenido prosperísima navegación, ayudando demás del tiempo a que lo fuese el cuidado y vigilancia de don Carlos Doria en no perder un momento del que lo era. Aquí ni hallé orden de Vuestra Majestad de lo que se le había suplicado me la diese desde Colibre a Palamós y ni aún he podido tener certeza de dónde se halle el señor duque de Saboya. Al conde de Lodosa he despachado para saberlo y con lo que me avisare, pienso despachar a Su Alteza, a saber, dónde se sirve le dé el recaudo que de Vuestra Majestad traigo y los que su Majestad que sea en gloria me mandó le entregase y aunque desde Turín es donde traía orden de hacer esta diligencia, es fuerza hacella de aquí por la enfermedad que hay en aquel lugar y se sospecha corre en algunos circunvecinos. Con esto me procuraré ir entreteniendo y, si no me llegare la orden que a Vuestra Majestad he suplicado y espero, entenderé es Vuestra Majestad servido guarde sola la que traigo, diciendo de parte de Vuestra Majestad lo que se me mandó dijese de ella y de la del Rey Nuestro Señor que sea en gloria, pues de esta cosa me dieron intención sus ministros y creo me la han dado con decirme que de parte de Vuestra Majestad tantas veces prosiga que, si hubiere de haber novedad, se me avisará con lo que me escribiese el señor duque de Saboya y al príncipe Doria le pareciere. Me resolveré deseando acertar en todo lo que fuere el servicio de Vuestra Majestad, pues esto y serville conforme mis obligaciones es lo que más desearé siempre. Ruego a Dios me ayude a que acierto haga.

Él guarde la Católica Persona de Vuestra Majestad como sus vasallos deseamos y habemos menester.

En Génova, 16 de octubre de 1598.

La misiva comienza dando cuenta de lo raudo de aquella travesía mediterránea («habiendo tenido prosperísima navegación») e incorpora un sucinto elogio de las habilidades náuticas de Carlo Doria Carretto (Génova, 1575-Génova, 9 de enero de 1650), que estaba al mando de las galeras genovesas desde su primera juventud, siguiendo la tradición militar de su familia («el cuidado y vigilancia de don Carlos Doria») 13 .

El once de octubre de 1598 don Francisco de Guzmán había desembarcado en Génova, en calidad de emisario regio: la misión encomendada le impelía a desplazarse posteriormente hasta la corte de Turín. Gracias a una noticia recogida en los Libri dei cerimoniali della Repubblica di Genova queda constancia de cómo, durante el período de su estancia en la ciudad marítima, el marqués de Ayamonte manifestó su interés por tener una entrevista con el anciano doge de Génova, Lazzaro Grimaldi Cebà (Génova, h. 1520-Génova, 16-II-1599): «Visita fatta all’Illustrissimo Signor Marchese d’Aiamonte (12 ottobre)» 14 . Gracias a la generosidad de Attilio Antonelli he podido acceder al contenido preciso del Libro de ceremonias referido a los años 1588-1615, compilado por el maestro de ceremonias G. Bordoni y custodiado en el Archivio di Stato di Genova 15 . Se espigan allí las siguientes noticias sobre la estadía en Liguria de don Francisco de Guzmán y Zúñiga:

Fu visitato a Fassolo da quattro signori Cittadini, cioè Paolo Battista Spinola, Stefano Doria, Francesco Pallavicino e Giovan Francesco Giustiniano, e se gli fecero publiche offerte. Alli 22 detto, facendo intendere a Sua Serenità che voleva visitarlo, fu ricordato dal Maestro di cerimonie esser ben di saper prima se voleva dar di Serenità, e se ne trattò in Senato, qual commandò a esso Maestro di cerimonie che andasse a saperlo dal medesimo Marchese [di Ayamonte], e così fece, a rispondendo che pensava trattarlo come costumava in sua terra, e come fanno gli ministri del Re, gli replicò che se non voleva dar titolo di Serenità come fanno tutti gli Principi d’Italia, che non se fusse preso fastidio di andare altrimenti a Palazzo per tal visita, e non seguì altro 16 .

A la luz de lo recogido en este sustancioso párrafo, la entrevista con el Doge de Génova no llegó a celebrarse durante aquellos días finales de octubre de 1598 por puntillosas cuestiones de etiqueta: don Francisco de Guzmán rehusó dar a Lazzaro Grimaldi Cebà el tratamiento de su «Serenità» y debido a tal motivo no fue recibido en audiencia por la máxima autoridad de la República de Génova.

Volviendo al texto de la misiva, las siguientes líneas permiten entrever que el monarca había encomendado al prócer que se entrevistara con su cuñado, Carlo Emanuele I (Rivoli, 1562-Savigliano, 1630), quien había enviudado varios meses antes, tras la muerte por sobreparto de la infanta Catalina Micaela (Madrid, 10-X1567-Turín, 7-XI-1597). Al parecer, el marqués de Ayamonte debía reunirse con el duque de Saboya en Piamonte, con el fin de transmitirle en persona algunas instrucciones al cuñado del monarca: «desde Turín es donde traía orden de hacer esta diligencia». A tenor de cuanto se recoge en esos renglones, las directrices emanaron originariamente de Felipe II y algunos de sus consejeros; a aquellas quizá pudieron añadirse otras nuevas del joven soberano Felipe III, recién ascendido al trono: «le dé el recaudo que de Vuestra Majestad traigo», «los [recaudos] que su Majestad, que sea en gloria, me mandó se entregase», «diciendo de parte de Vuestra Majestad lo que se me mandó dijese de ella y de la del Rey Nuestro Señor, que sea en gloria», «de esta cosa me dieron intención sus ministros» 17 .

Para entender un poco mejor el contexto de tales líneas conviene recordar que Felipe II había fallecido en el Escorial el 13 de septiembre de 1598, después de siete semanas de penosa enfermedad, ya que llevaba postrado en el lecho desde el 22 de julio 18 . Se sabe que el monarca durante aquel período extremo «se las arregló para seguir despachando asuntos» y que «nombró a varios prelados para los cargos vacantes, concedió generosas recompensas a muchos de sus fieles criados y cubrió varios de los puestos de la casa de su futura nuera», Margarita de Habsburgo. A tenor de lo que deja ver entre líneas la carta, don Francisco de Guzmán y Zúñiga quizá pudiera entrevistarse con Felipe II o con alguno de sus ministros durante aquellos días y recibir instrucciones del monarca agonizante o de alguno de sus principales consejeros. Tales órdenes fueron debidamente corroboradas y acaso matizadas por Felipe III.

La carta intenta dejar bien patente el esfuerzo del aristócrata andaluz por localizar el paradero del duque de Saboya: «ni aun he podido tener certeza [de] dónde se halle el señor duque de Saboya». Para recabar tal información informa al rey de que ha enviado un correo al embajador español en la corte sabaudea, don Godofredo de Navarra Mendoza y Luna, primer conde de Lodosa, señor de Buñuel, comendador de Guadalerzas de la Orden de Calatrava («Al conde de Lodosa he despachado para sabello») 19 . Don Francisco de Guzmán recalca que, en el momento de escribir la epístola al soberano, aún se halla a la espera de recibir las noticias del diplomático. Las razones de la dificultad de localizar el paradero del duque de Saboya y la necesidad de aguardar algunos días antes de ponerse en marcha hacia Turín también se explicitan sin ambages: «esta diligencia es fuerza hacella de aquí por la enfermedad que hay en aquel lugar y se sospecha corre en algunos circunvecinos». En efecto, como se verá seguidamente con mayor pormenor, la tarea que se había encomendado al marqués de Ayamonte se vio dificultada no poco por la propagación de una epidemia de peste que se extendía entre diversas poblaciones de Saboya y Piamonte, algunos cantones de Suiza y varias regiones del sur de Austria, una situación que hacía harto complicados los desplazamientos. Como era habitual en la época, la epidemia debió de transmitirse a bastante velocidad debido al numeroso contingente de tropas acantonadas en la zona.

El segundo documento que nos disponemos a presentar es otra carta de don Francisco de Guzmán y Zúñiga a Felipe III, redactada apenas seis días más tarde de la primera misiva. En esta se informa al soberano de las infructuosas pesquisas para dar con el paradero del duque Carlo Emanuele I:

En 16 de este [mes de octubre], con correo extraordinario que el Príncipe Doria despachó, avisé a Vuestra Majestad de mi llegada a Génova y dije lo que deseaba hallar en ella orden más clara de la que de Vuestra Majestad traía y cómo la iría aguardando y entreteniéndome con lo que era fuerza entretenerme: que es con saber del señor duque de Saboya, dónde se halla y en qué parte mandaba le dijese lo que Vuestra Majestad me había mandado. Y que lo primero procuraría entender del conde de Lodosa y lo segundo, sabido esto de su Alteza, volvió ayer la estafeta que al conde despaché. Y él ni el marqués d’Este (de quien también tuve carta) se certifican dónde se halle [el duque Carlo Emanuele]. El marqués [de Este], debajo de generalidad, dice que en Saboya y el conde [de Lodosa] que en 26 del pasado [mes de septiembre don Carlo Emanuele] estaba en Tononques, un lugar seis leguas de Ginebra y que su venida antes y agora se ha dicho sería por Balesanos, que es uno de los cantones de esguízaros y se cree ya vendría por Nuestra Señora de Varal [sic] a entrar en el estado de Milán y de él en el Piamonte y que trataba de su venida, pues ni había escrito muchos días, [ni] había [escrito a] aquellos señores sus hijos, ni a su Consejo de Estado, ni a él le había respondido a cartas que llevó un correo que despachó en diligencia a 28 de él, con este aviso y haberme certificado que el señor duque ha pedido y el condestable dádole un lugar del estado en el Lago Mayor, para donde haga su cuarentena, y abrille con esto el paso por el estado para el suyo y conformar esto con lo que el conde dice, por ser Nuestra Señora [de Varallo] cerca del lago, donde se creía vendría su Alteza a dar. Me he resuelto de irme al lugar de los de Vuestra Majestad que está cerca de aquel puesto y no lejos del Piamonte, por si fuese menester volver a él. Y hasta agora creo será Vigevano y allí (o en el que fuere) aguardaré la respuesta del señor duque, que ya le he despachado y, porque le guíen mejor, por donde están los de su Consejo y conforme a lo que me mandare, tomaré resolución. Y desearé antes tener carta de Vuestra Majestad por enterarme mejor en su voluntad, aunque, como he dicho, iré siempre prosiguiendo conforme a lo que he entendido de ella y Vuestra Majestad me ha mandado. A donde están los señores Príncipes hijos del duque, que se mandó ir, y las señoras Princesas y Casa de la Señora Infanta, que sea en gloria, que es en Fossano, no me he resuelto a ir, así porque la orden que de Vuestra Majestad me dieron era que viese primero a su padre, como por saber no me darán entrada en ninguna de las tierras de los estados vecinos si una vez entro en cualquiera de los del Piamonte, porque aunque los que están en ellas y el conde de Lodosa dicen tienen y han tenido salud, lo creen los demás diferentemente. De lo que más a esto sucediere y yo supiere, iré avisando a Vuestra Majestad con todas las ocasiones como debo y me mandó.

Guarde Dios la Católica Persona de Vuestra Majestad como sus vasallos deseamos y habemos menester.

En Génova, 22 de octubre de 1598.

Don Francisco de Guzmán y Zúñiga informa al rey de que el conde de Lodosa, embajador en Saboya, había respondido ya al correo enviado la semana anterior: «volvió ayer la estafeta que al conde despaché». El marqués de Ayamonte había recibido también otra carta de Carlo Filiberto de Este, marqués de San Martino in Rio y marqués de Lanzo, gobernador de Niza y general de la caballería ligera de Saboya, sobrino de don Carlo Emanuele, ya que era hijo de doña María de Saboya. El aristócrata italiano no daba información precisa acerca del paradero de su señor: «el marqués de Este (de quien también tuve carta) [no revela concretamente] dónde se halle [el duque]. El marqués debajo de generalidad dice que en Saboya».

Por vía del conde de Lodosa, embajador en Turín, don Francisco de Guzmán y Zúñiga ha recibido informaciones más precisas. El duque de Saboya Carlo Emanuele I se había desplazado a finales de septiembre hasta ciertas regiones limítrofes con la frontera suiza: «en 26 del pasado [mes de septiembre] estaba en Tononques, un lugar seis leguas de Ginebra». Atendiendo al topónimo citado y a la distancia referida, probablemente se trate del municipio de Thonons-Le Bains, en la Alta Saboya, una localidad situada a treinta y un kilómetros de la ciudad de Ginebra. De hecho, la referencia que proporciona el marqués de Ayamonte sobre la distancia entre aquellas dos poblaciones es bastante precisa, ya que seis leguas equivalían entonces a casi veintinueve kilómetros. Don Francisco de Guzmán sospecha además que la vuelta del duque de Saboya desde la zona helvética habría de producirse «por Balesanos, que es uno de los cantones de esguízaros». Este segundo topónimo, probablemente, quepa identificarlo con el Cantón de Valais, una de las regiones del sur de Suiza limítrofe con las regiones italianas de Aosta y Piamonte. Cita después otro enclave bajo forma hispanizada, Nuestra Señora de Varal, que probablemente se refiera al Santuario della Madonna delle Grazie a Varallo, un lugar de devoción ubicado junto al Sacro Monte di Varallo, en la localidad de Varallo Sesia, dentro de la provincia piamontesa de Vercelli.

La otra referencia de interés que incorpora la epístola es que el marqués de Ayamonte estaba al corriente de que don Juan Fernández de Velasco (Burgos, 155015 marzo 1613), V duque de Frías, condestable de Castilla y gobernador de Milán, había concedido permiso a Carlo Emanuele I para pasar a la región de Lombardía, territorio de la corona española, con el propósito de realizar allí un período de cuarentena a causa de la propagación de la epidemia de peste: «el señor duque ha pedido y el condestable [de Castilla] dádole un lugar del estado en el Lago Mayor, para donde haga su cuarentena». De hecho, una conocida monografía decimonónica de Ricotti corrobora tal dato, apuntando lo siguiente: «fece co’ più confidenti quarentena nelle Isole Borromee, d’onde partì il duodecimo giorno del dicembre con tante barche imbandierate che era una meraviglia». El período preventivo de aislamiento del duque de Saboya y su séquito comenzó, pues, al inicio del mes de noviembre en una de las Islas Borromeas del Lago Mayor, si atendemos a la información recogida en otro texto: «nel noviembre 1598 il duca di Savoia Carlo Emanuele I si recava a scontare la quarentena per la peste sull’isolotto di San Giovanni presso Pallanza. La notizia ci è fornita da una raccolta di avvisi del cancelliere di Lucerna, Rennvardo Cysat, conservata negli archivi lucernesi» 20 . Una vez cumplido el aislamiento preventivo, el doce de diciembre Carlo Emanuele I y los miembros de su cortejo abandonaron el «isolino di san Giovanni» para acudir a Milán y presentar sus respetos a la reina Margarita de Austria y al archiduque Alberto, sus nuevos cuñados, tras los esponsales celebrados en Ferrara con Felipe III y la infanta Isabel Clara Eugenia.

Volviendo sobre el texto de la carta, una vez al corriente de cuáles podían ser los futuros desplazamientos del duque de Saboya por el territorio lombardo, el marqués de Ayamonte se decidió a esperar durante el tiempo que fuera necesario en la localidad de Vigevano, en la provincia lombarda de Pavía, que dista unos ciento veinte kilómetros de Pallanza y el pequeño islote del Lago Mayor. En el castillo sforzesco que conocía desde sus años de infancia y adolescencia, don Francisco de Guzmán debería aguardar, pues, a ser convocado por el duque de Saboya y transmitirle entonces personalmente los «recaudos» e «instrucciones» que le había encomendado el rey.

Otro detalle interesante de la epístola tiene que ver con los sobrinos de Felipe III, los nueves pequeños príncepes y princesas de la Casa de Saboya, vástagos de la Infanta Catalina Micaela: Filippo Emanuele (1586-1605), Vittorio Amadeo (1587-1637), Filiberto Emanuele (1588-1624), Margherita(1589-1655), Isabella (1591-1626), Maurizio (1593-1658), Maria Apollonia (1594-1656), Francesca Caterina (1595-1640) y Tommaso Francesco (1596-1656). En primer lugar el marqués de Ayamonte apunta que Carlo Emanuele I no mantenía contacto epistolar desde hacía varias jornadas ni con sus hijos, ni con sus consejeros, ni con su sobrino el marqués de Este: «ni había escrito muchos días, ni a aquellos señores sus hijos, ni a su Consejo de Estado, ni a él le había respondido a cartas que llevó un correo que despachó en diligencia a 28 [de septiembre] con este aviso». De hecho, la inquietante propagación de la peste había terminado por ocasionar el aislamiento de los nueve nietos de Felipe II y el desplazamiento de los miembros del gobierno sabaudeo. La extensión de la enfermedad al parecer había comenzado hacia el mes de mayo por la localidad de Susa y, desde allí, se había difundido posteriormente por Avigliana y Rivoli. Pese a las severas medidas tomadas por las autoridades, la epidemia se extendió por las regiones adyacentes, en las comarcas de Biello, Vercelli y Asti, de manera que hacia finales del mes de agosto ya había cincuenta y cinco localidades piamontesas afectadas. Durante los meses de septiembre y octubre de 1598 la cifra de muertos iba en aumento por todo el territorio, incluida la ciudad de Turín 21 . Gracias a la información recogida en una carta —datada el 22 de septiembre de 1598— del conde de Biñasco (o Vignasco), embajador español en Génova, sabemos que en un principio los hijos de la infanta Catalina Micaela habían sido trasladados a diferentes residencias ducales, con el propósito de evitar cualquier posible contagio:

El señor duque de Saboya ha repartido sus hijos entre los lugares de Fossano y Mondoví, por lo que escribe el conde de Lodosa, para tenerlos con mayor comodidad y más anchurosos por respeto de las sospechas de la peste, habiendo ya tocado en Turín 22 .

Por cuanto apunta don Francisco de Guzmán y Zúñiga, los príncipes de la Casa de Saboya finalmente se establecieron juntos durante varias semanas en una localidad piamontesa de la provincia de Cuneo, ya que allí se localizaba una de las moradas señoriales más importantes de su linaje, el castillo de los príncipes de Acaja: «donde están los señores Príncipes hijos del duque […] y las señoras Princesas y Casa de la Señora Infanta que sea en gloria […] es en Fossano».

El treinta y uno de octubre el marqués de Ayamonte abandonaba Génova para dirigirse al castillo sforzesco de Vigevano, todavía a la espera de fijar una fecha y un lugar donde reunirse con Carlo Emanuele I 23 . Buena parte de lo ocurrido desde su llegada a la citada localidad de la provincia de Pavía a inicios de noviembre de 1598 y hasta la última semana de diciembre de ese mismo año se puede reconstruir ahora gracias al testimonio de otra carta encaminada al rey. La tercera misiva aporta noticias fehacientes sobre dónde se produjo finalmente el encuentro entre el marqués de Ayamonte y Carlo Emanuele I y en qué términos se desarrolló la entrevista. Este documento aparece datado en Milán el último día del año 1598:

En la última carta que a Vuestra Majestad escribí dije cómo habiendo venido a Vigevano por acercarme más al Lago Mayor, por donde el señor duque de Saboya se sabía había de entrar en este estado, aguardaba o aviso de su llegada o carta de su Alteza en que mandase le fuese a buscar. Túvela últimamente suya de Tonon y orden le avisase de la resolución que Vuestra Majestad y el Rey Nuestro Señor que haya gloria mandaban se tomase con la Casa de la Señora Infanta que sea en el cielo. Avisele de lo que se me había mandado acerca de este punto y torné a decir haría lo que su Alteza me mandase, en ille a buscar y decille los demás de mi comisión. En este tiempo vino la Reina Nuestra Señora a esta ciudad [de Milán] y yo [acudí] luego a besalle la mano y ofrecerme y que me conociese por vasallo y, estando, salió el conde de Haro a recibir al señor duque al confín [del territorio del Milanesado] y venille subiendo por el estado, por quedar su padre en el servicio de la Reina Nuestra Señora y yo fui en su compañía. Y la primer jornada tuve carta del señor duque en que me mandaba fuese a Varese a hacer lo que Vuestra Majestad me había mandado. Respondí cómo iba y en aquel lugar le di las cartas de Vuestra Majestad y del Rey Nuestro Señor, que sea en gloria, y visité en este. Después de llegado, dije lo demás que traía orden, guiándome por la instrucción y apuntamientos que de ahí saqué, que el despacho que Vuestra Majestad en su carta de doce del pasado [mes de noviembre] me hace merced de decir me ha enviado, no he tenido ni otra carta que esta que recibí en quince de este [mes de diciembre], en las pláticas de estos negocios, de los que todos daré razón a Vuestra Majestad a vuelta, Dios queriendo. Mostró el señor duque tener voluntad y deseo que Vuestra Majestad tuviese razón de sus cosas con brevedad y yo me ofrecí a hacer el viaje luego y así su Alteza se resolvió lo hiciese y un criado suyo en mi compañía, que envía a besar a Vuestra Majestad las manos por la merced del nombramiento del priorato de San Juan en el príncipe Filiberto, su hijo. Y habiendo pedido para este fin su galera capitana al príncipe Doria y representándole el impedimento que había en estar destinada con las demás para el pasaje de la Reina Nuestra Señora, quiso el duque pedilla a Su Majestad, que por carta suya la mandó dar y se está aprestando. Y yo, queriendo Dios, seré a la marina para embarcarme a los doce del que viene [enero de 1599]. Dije a su alteza la orden [que] traía de ver a los señores príncipes y princesas, sus hijos, y díjome que habiendo el estorbo de ser necesaria cuarentena para volver a este estado u otro cualquiera de los circunvecinos e instándole la necesidad de que Vuestra Majestad supiese lo que desea, recibiría más gusto en mi presta ida que no en ninguna demostración de ellas en que recibiese favor y merced de Vuestra Majestad que la pudiese alargar. Y, con esta resolución suya, la he tomado de irme luego y así pienso salir de aquí dentro de cuatro días. Estos [días] y los de atrás ha tenido Su Alteza salud y la tienen sus hijos y lo demás que a Vuestra Majestad pudiera decir y se ofrece, lo dejo para cuando bese a Vuestra Majestad la mano, que espero y confío en Dios será muy presto. Él guarde la Católica Persona de Vuestra Majestad como sus vasallos deseamos y hemos menester.

En Milán 31 de diciembre de 1598.

Los renglones de esta misiva arrojan bastante luz sobre los desplazamientos del marqués de Ayamonte por el norte de Italia y sobre cuáles eran algunos puntos que debía tratar con el duque de Saboya. Tras haber dejado atrás Liguria para aguardar las instrucciones de don Carlo Emanuele, se estableció durante un breve período en Vigevano. Entre tanto se había producido en la región un acontecimiento tan fasto como solemne: la entrada de la reina Margarita de Austria en la ciudad de Milán el treinta de noviembre de 1598. La presencia de la soberana en la capital lombarda motivó el ulterior desplazamiento de don Francisco de Guzmán y Zúñiga, impelido a acudir a la ciudad donde había pasado su infancia y adolescencia para presentar los respetos a la reina: «En este tiempo vino la Reina Nuestra Señora a esta ciudad y yo [acudí] luego a besalle la mano y ofrecerme y que me conociese por vasallo». Como veremos en el apartado siguiente, durante los días que transcurrió en Milán a comienzos de diciembre de 1598 el marqués de Ayamonte tuvo ocasión de asistir a algunos festejos organizados en honor de la soberana, mientras aguardaba hasta que concluyera la cuarentena del duque de Saboya en las islas Borromeas para así poder llevar a cabo su misión.

Una vez cumplido el forzoso período de aislamiento, don Carlo Emanuele I emprendió viaje con su séquito el día doce de diciembre. Entre tanto había enviado una carta al marqués de Ayamonte dándole instrucciones para que se reuniera con él en la ciudad de Varese, situada en el confín septentrional de Lombardía. La misiva de don Francisco de Guzmán explicita que salió de Milán en dirección hacia el norte acompañando al conde de Haro, don Íñigo Fernández de Velasco, primogénito del gobernador de Lombardía, don Juan Fernández de Velasco y Tovar, condestable de Castilla y V duque de Frías:

Salió el conde de Haro a recibir al señor duque al confín [del territorio del Milanesado] y venille subiendo por el estado por quedar su padre en el servicio de la Reina Nuestra Señora y yo fui en su compañía. Y la primera jornada tuve carta del señor duque en que me mandaba fuese a Varese a hacer lo que Vuestra Majestad me había mandado. Respondí cómo iba y en aquel lugar le di las cartas de Vuestra Majestad y del Rey Nuestro Señor, que sea en gloria, y visitele en este. Después de llegado, dije lo demás que traía orden, guiándome por la instrucción y apuntamientos que de ahí saqué, que el despacho que Vuestra Majestad en su carta de doce del pasado [mes de noviembre] me hace merced de decir me ha enviado, no he tenido ni otra carta que esta que recibí en 15 de este [mes de diciembre], en las pláticas de estos negocios de los que todos daré razón a Vuestra Majestad.

A la luz de esta misiva, una de las primeras cuestiones que debía abordar era el futuro inmediato de los miembros que componían la Casa de la difunta infanta Catalina Micaela 24 . A ese propósito, el duque de Saboya solicitó al embajador extraordinario que

le avisase de la resolución que Vuestra Majestad y el Rey Nuestro Señor que haya en gloria mandaban se tomase con la Casa de la Señora Infanta que sea en el cielo. Avisele de lo que se me había mandado acerca de este punto y torné a decir haría lo que Su Alteza me mandase en ille a buscar y decille los demás [puntos] de mi comisión.

Parece inferirse de estas líneas que el marqués de Ayamonte avanzó parte de sus instrucciones por escrito, reservando algunas otras para el encuentro directo con el cuñado de Felipe III. Finalmente la primera entrevista con Carlo Emanuele I se produjo en la ciudad lombarda de Varese en torno a mediados del mes de diciembre. Allí mismo se le pudo hacer entrega de las cartas de Felipe II y Felipe III que había portado desde España: «en aquel lugar le di las cartas de Vuestra Majestad y del Rey Nuestro Señor, que sea en gloria, y visitele en este. Después de llegado, dije lo demás que traía orden, guiándome por la instrucción y apuntamientos que de ahí saqué».

Gracias a la Razón del viaje del marqués de Ayamonte, redactada en Valencia el veintiocho de febrero de 1599, sabemos que después de aquella primera reunión en Varese, don Francisco de Guzmán volvió a Milán junto al séquito del duque de Saboya. Tras la llegada a la capital lombarda y, después de que el duque presentara sus respetos a la reina, trataron de varios asuntos:

Allí [en Varese] le besé la mano y visité de parte del rey nuestro señor y, acompañándole a Milán, en aquel lugar después de llegado traté los negocios que llevaba orden de tratar y recibí su respuesta y entendí lo que me mandaba dijese al rey y por orden y petición suya la Reina Nuestra Señora mandó al príncipe Doria me diese una galera en que yo me ofrecí venir, por mostrar el duque deseo y gusto de que yo me viniese luego.

Sobre la apremiante respuesta de Carlo Emanuele I da mayor noticia la misiva datada en Milán el 31 de diciembre de 1598, donde se explicita sin ambages cómo, una vez recibido en audiencia por el duque de Saboya y transmitidos los mensajes del soberano, el marqués de Ayamonte recibió a su vez instrucciones para regresar a España tan rápido como las circunstancias lo permitieran:

Mostró el señor duque tener voluntad y deseo que Vuestra Majestad tuviese razón de sus cosas con brevedad y yo me ofrecí a hacer el viaje luego y así su Alteza se resolvió lo hiciese y un criado suyo en mi compañía, que envía a besar a Vuestra Majestad las manos por la merced del nombramiento del priorato de San Juan en el príncipe Filiberto, su hijo. Y habiendo pedido para este fin su galera capitana al príncipe Doria y representándole el impedimento que había en estar destinadas con las demás para el pasaje de la reina nuestra señora, quiso el duque pedilla a su majestad, que por carta suya la mandó dar y se está aprestando. Y yo, queriendo Dios, seré a la marina para embarcarme a los doce del que viene [enero de 1599].

Toda vez que la carta que ahora comentamos se fecha en Milán el treinta y uno de diciembre de 1598, sabemos que después de la entrevista personal con Carlo Emanuele I y acuciado por las órdenes del duque de Saboya, el marqués de Ayamonte tenía la intención de «salir» de la capital lombarda «en cuatro días», aunque finalmente se puso en camino hacia las costas genovesas el ocho de enero de 1599, pues así lo afirmará posteriormente en la Razón de mi jornada («salí de [Milán hacia] la vuelta de Savona a ocho de enero y llegué a las puertas de aquella ciudad a doce»).

Regresó, pues, el noble andaluz desde Varese a la capital lombarda junto al séquito del duque de Saboya y, después de haber despachado con el cuñado de Felipe III en la ciudad de Milán, acometió los preparativos necesarios para embarcar hacia España tan pronto como fuera posible, portando la respuesta que daba al monarca su deudo político. Entre otros aspectos, se sabe ahora con certeza que algunas de las materias que habían abordado eran de índole cortesana y familiar: 1. cuál iba a ser el destino inmediato de los nobles que componían la Casa de la Infanta Catalina Micaela, tras la defunción de la hija de Felipe II el siete de diciembre de 1597; 2. cómo marchaban las oportunas gestiones para la concesión del priorato de San Juan al príncipe Filiberto Emanuele, el tercer hijo del duque y la infanta 25 .

LAS FIESTAS MILANESAS EN HONOR DE LA REINA MARGARITA

Volviendo algunas semanas atrás, en el tiempo que don Francisco de Guzmán llegaba a Génova y planeaba su desplazamiento a Vigevano, buena parte de las mayores ciudades de la Italia del Norte se preparaban para los fastos ocasionados por el viaje de la reina Margarita de Austria. Como es lógico, las bodas de Felipe III con la hija del archiduque Carlos de Estiria habían movilizado a lo más selecto de la aristocracia austríaca, española e italiana. El conde de Alba de Liste recibió el nombramiento de Mayordomo mayor y a la duquesa de Gandía se le encomendó la función de Camarera mayor de la futura reina, con la orden de recibir en Italia «a su Alteza con doscientos mil ducados, para vestilla y ponerle casa» 26 . El viaje de la novia desde el interior de Austria hasta España, acompañada de su madre la archiduquesa María y de un séquito de varios centenares de integrantes, exigía una meticulosa preparación y un férreo control por parte de la corona. El largo desplazamiento desde Graz hasta Valencia duró desde el 30 de septiembre de 1598 hasta el 20 de abril de 1599, con paradas en Leibnitz, Mahrenberg, Unterdrauburg, Völkermarkt, Velden, Landskron, Klagenfurt, Spittal and der Drau, Lienz, Bruneck, Brixen, Kollmann, Bolzano, Trento, varios territorios de la República de Venecia, Ostiglia, Revere, Isola, Ferrara, Mantua, Cremona, Milán, Pavía, Alessandria, Génova, Savona, Toulon, Marsella, Vinaroz y Murviedro.

Al igual que le había sucedido al IV marqués de Ayamonte, incapacitado para desplazarse a Turín o a Fossano a causa de la epidemia en Saboya y Piamonte, las noticias sobre el avance de la peste por las regiones limítrofes condicionaron el itinerario regio, ya que desde «Villach no siguieron el camino recto hacia Italia, verosímilmente porque los venecianos tenían miedo de que el cortejo pudiese llevar consigo la peste. La preocupación no debía ser del todo injustificada, pues también [la archiduquesa] María preguntaba en sus cartas repetidamente a Fernando por la “infección” en Graz» 27 . De hecho, cuando en los días finales de octubre la comitiva se encaminaba ya hacia Ferrara para ser recibida por el Sumo Pontífice en la ciudad romañola, «el papa y los venecianos [exigieron] precauciones contra una eventual propagación de la peste. Todos los cofres y vestidos debían ser regularmente aireados». La entrada solemne en Ferrara se produjo el viernes 13 de noviembre de 1598 y el domingo 15 el papa ofició las nupcias en la catedral.

El avance de la comitiva regia por el norte de la península itálica (Ferrara, Mantua, Cremona, Milán, Pavía, Alessandria, Génova) fue publicitado a través de numerosas relaciones de sucesos, que dieron cuenta del fastuoso viaje de la joven soberana y uno de los principales acontecimientos relacionados con ella, como su entrada solemne en Milán 28 . La aristocracia lombarda, don Juan Fernández de Velasco, duque de Frías, condestable de Castilla y gobernador de Milán así como las autoridades municipales se volcaron en los preparativos de la recepción a la soberana:

Hacía tiempo que la ciudad estaba preparada para este acontecimiento, con iniciativas públicas encaminadas a albergar el aparato escenográfico, en parte efímero y en parte definitivo, que se había convertido en el transcurso del siglo XVI en un elemento irrenunciable de las entradas solemnes, en las que arcos triunfales con cartelas encomiásticas, estatuas y otras decoraciones ensalzaban de distintas formas a sus ilustres huéspedes. En esta ocasión, los arcos triunfales eran siete, el primero de los cuales de orden dórico 29 .

Al ornato de calles, plazas y moradas señoriales se sumó una serie de actividades celebrativas durante las semanas siguientes, como la representación de piezas teatrales en el nuevo teatro de palacio, espectáculos de danza, la visita a los principales centros urbanos de devoción… Algunas relaciones del solemne ingreso de Margarita de Habsburgo en la capital lombarda reflejan puntualmente la información sobre el día más señalado y la hora del solemne acto:

La Serenissima Regina di Spagna Donna Margherita d’Austria fece l’entrata in Milano per porta Romana, il giorno di Sant’Andrea Apostolo, che fù alli 30 di Novembre 1598, à hore vintidue in circa, accompagnata dalla Serenissima Arciduchessa Donna Maria di Baviera, sua Madre, dal Serenissimo Arciduca Alberto d’Austria, dall’Illustrissimo et Reverendissimo Monsignore Cardinale Pietro Aldobrandino, Legato e Nipote di Sua Santità, dall’ Eccellentissimo Signore Contestabile di Castiglia, Governatore dello Stato di Milano […] 30 .

En ese contexto celebrativo y suntuoso, dentro del sucinto relato que Cesare Negri, «detto il Trombone, maestro di ballare», hizo de la entrada de la reina y de los festejos milaneses en honor de la soberana, puede espigarse un pequeño dato sobre la presencia de don Francisco de Guzmán y Zúñiga en la capital del Milanesado. El famoso coréografo afincado en la corte lombarda dice que el ocho de diciembre bailó junto a sus más brillantes discípulos ante la reina y el archiduque en el palacio ducal. Al día siguiente acudió a otro palacio de la ciudad, para realizar una segunda exhibición de danza:

Il giorno seguente [9 dicembre di 1598] andai con li medesimi giovani nel palazzo del signore Alessandro Vistarino, ov’era allogiato l’Illustrissimo et Eccellentissimo Signor Don Francesco, marchese d’Aiamonte, Ambasciatore di Sua Maestà Cattolica, con il signore Don Aluigio suo fratello, et si fecero molte belle bizzarie di balli, combattimenti et mattaccini, con grandissimo spasso di quei signori miei padroni, da quali fussimo con doni riconosciuti 31 .

Gracias a esta brevísima noticia del maestro de danza, tenemos un segundo testimonio que da cuenta de la estancia del marqués de Ayamonte en Milán durante las primeras semanas del mes de diciembre. Este se había desplazado desde Génova hasta Vigevano y, posteriormente, del castillo sforzesco ubicado en la provincia de Pavía a la capital de Lombardía, donde se hallaba con seguridad el nueve de aquel mes. Por otro lado, puede espigarse en esas líneas otra nueva de interés, no conocida hasta ahora: don Francisco de Guzmán y Zúñiga disfrutaba de la compañía de su hermano menor, don Luis Fernández de Córdoba, durante aquellas jornadas milanesas. Toda vez que el séquito de la reina Margarita y del archiduque Alberto ocupó el palacio ducal, residencia oficial del gobernador de Lombardía, sabemos gracias al testimonio de Negri que los dos aristócratas andaluces tuvieron que alojarse en otra morada palaciega de la urbe, recibiendo así la hospitalidad de Alessandro Vistarini, conocido miembro del Consejo de los Sesenta Decuriones, uno de los nobles más activos en la organización de los festejos. Aún queda por resaltar otro pequeño detalle del citado párrafo, pues en el mismo se atribuye al «Illustrissimo et Eccellentissimo Signor Don Francesco, marchese d’Aiamonte» un cargo que hasta ahora no habíamos visto citado en ningún lugar: «Ambasciatore di Sua Maestà Cattolica». Esa última afirmación de Il Trombone suscita una pregunta forzosa: ¿cabe pensar que el cometido que desempeñó el marqués de Ayamonte, en tanto portador de los mensajes del rey Felipe III a Carlo Emanuele I, fue identificado en su momento como una embajada extraordinaria ante el duque de Saboya? En verdad, varias razones concurren para ello: don Francisco de Guzmán y Zúñiga viajó a la Italia septentrional en nombre del rey, con orden expresa de entrevistarse con el duque Carlo Emanuele. La razón de esa jornada no era otra que tratar de asuntos importantes para la corona y se intuye que algunas de las instrucciones relativas a cuestiones militares y territoriales que portaba eran de naturaleza sensible —hasta el punto que requerían el contacto personal y el trato directo con el prócer—. Además se había ordenado al marqués de Ayamonte que acudiera a Turín (aunque el avance de la peste lo hizo finalmente imposible) para visitar a los hijos de la infanta Catalina Micaela, los pequeños sobrinos de Felipe III. Por todo ello, parece plausible que su actividad se identifique como la propia de una embajada extraordinaria, aunque en el futuro otras pruebas documentales acaso puedan ratificar tal asunto, como alguna minuta del monarca.

Por otro lado, algunas otras noticias dan cuenta del desplazamiento del duque de Saboya a Milán con toda pompa para presentar sus respetos a la reina Margarita de Austria y al archiduque Alberto, sus nuevos cuñados:

A questo uffizio presso la corte di Madrid volle il duca congiungere l’opera sua personale, recandosi a visitare in Milano l’arciduca Alberto e l’arciduchessa Margherita d’Austria, i quali si erano mossi verso la Spagna per sposare, l’uno l’infanta Isabella e l’altra il re Filippo III. Avviossi col suo seguito, ch’era di 700 cavalli, pel Varese. Passato il Sempione, fece co’ più confidenti quarentena nelle Isole Borromee, d’onde partì il duodecimo giorno del dicembre con tante barche imbandierate che era una meraviglia. Allo sbarco, pel cammino, a Milano furono le feste grandi, non ostante i tempi freddi e piovosi. Però fra le feste Carlo Emanuele lavorava di forza per trascinare l’Arciduca e il contestabile di Castiglia a qualche risoluzione, che gli desse il modo di migliorare le sue condizioni colla Francia. Ma non ne trasse altro che la promessa di quattro mila fanti, in caso di guerra, oltre il gran priorato dell’ordine Gerosolimitano che il Re conferì al suo terzogenito Filiberto 32 .

A zaga de los desplazamientos del prócer sabaudeo, la tercera carta del marqués de Ayamonte prueba cómo el noble emisario de Felipe III fue recibido en audiencia por Carlo Emanuele I en la localidad lombarda de Varese, en torno al quince de diciembre de 1598 y cómo posteriormente volvieron a departir de varios asuntos tras haber alcanzado la ciudad de Milán.

ALGUNAS CUESTIONES POLÍTICAS

Quizá sea lícito intuir que entre los diversos temas que debían abordar las instrucciones regias y se trataron «a boca» no sólo había detalles referentes a la supresión de la Casa de la Infanta difunta o al futuro del príncipe Filiberto Emanuele, sino también puntos atinentes a la situación política y militar de la región 33 . De hecho, es obligado mencionar, al menos, cómo había dos cuestiones bastante apremiantes en ese momento: los avatares de la ocupación del marquesado de Saluzzo por parte de Carlo Emanuele I y los intentos de recuperación efectiva de la ciudad de Ginebra bajo supuesto dominio sabaudeo. Como ha puesto de relieve Antonio Bombín Pérez:

Convencido de contar ya con el firme apoyo de Felipe II para la realización de sus proyectos, el duque de Saboya decidió apoderarse del marquesado de Saluzzo, territorio que daba más homogeneidad a su estado y que podía constituir una puerta de entrada de Francia en Italia. El monarca español, contrario a las aventuras de su yerno, le prestó poco apoyo, pero se alegró al ver convertida en realidad la conquista de Saluzzo [en 1588]. Carlos Manuel intentó incluso extenderse por el sur de Francia, pero sus ambiciones se vieron cortadas por la intervención del mariscal de Lesdiguières, [que encabezaba a los hugonotes del Delfinado y frenó su avance en Provenza]. Tras la guerra con Francia, el duque vio reconocida la posesión del marquesado [de Saluzzo] en el Tratado de Lyon (1601), aunque a costa de ceder a Francia el país de la Bresse y algunos otros lugares […]. [Por otro lado, la ciudad de Ginebra] había pasado a los duques de Saboya en 1515, pero la oposición ginebrina privó a Saboya de su soberanía en 1522. La difusión de la revolución religiosa en Suiza consolidó la independencia de la ciudad, que fue defendida por los reyes franceses. Para llevar a cabo la empresa [conocida como la escalada de Ginebra], Carlos Manuel esperaba lograr el apoyo de Felipe III, pero este se mantuvo al margen. A pesar de todo, el duque llevó adelante su plan, que consistía en sorprender y apoderarse de la ciudad mediante una «escalada» nocturna. Pero la sorpresa fracasó y los ginebrinos conservaron su independencia 34 .

En el marco de los intereses geopolíticos que España y Francia mantenían en el norte de Italia, hay que ponderar forzosamente la ubicación estratégica de los territorios del marquesado de Saluzzo 35 . Por otro lado, la actitud belicista a la que Carlo Emanuele I no renunciaba durante los años finales del Quinientos frente a Enrique IV de Francia tenía como punto de fricción el apoyo del rey galo a los herejes suizos y el deseo del duque de Saboya de afirmar su control sobre la ciudad de Ginebra 36 . Vista tal coyuntura, no parece sorprendente que tanto el monarca Felipe II en su lecho de muerte como el joven rey Felipe III, apenas ascendido al trono, tuvieran interés en hacer llegar a Carlo Emanuele I algunas «instrucciones» y «recaudos» sobre cómo proceder en aras de la estabilidad política y militar en la región, considerada un punto clave por su proximidad al Camino Español y la defensa frente a las injerencias de Francia 37 .

Por razones de espacio no podemos extendernos aquí en otros aspectos del entero contenido del documento rotulado por el marqués de Ayamonte como Razón de mi jornada, ya que entre los textos allí recogidos se encuentra un «papel [que] contiene la propuesta del señor duque de Saboya y, en particular, el cuidado y aflicción» que muestra «si hubiese de restituir el marquesado [de Saluzzo], pues haciéndolo queda todo su estado a disposición y voluntad de franceses», lo que expondría«el estado de Milán a manifiesto peligro y, en particular, Alessandria, por donde es el paso, y estando tan mal parado como está». Es decir, la cuestión territorial y militar fue un asunto central entre los diversos temas que trataron personalmente el marqués de Ayamonte y el inquieto cuñado de Felipe III, el duque Carlo Emanuele I. De hecho, cabe mencionar aún otro «papel» incorporado a la Razón de aquel viaje diplomático hasta ahora ignoto, pues da cuenta de cómo los nombramientos en la corte sabaudea podían ser mirados con suspicacia desde Madrid: «en el segundo papel dice cuanto hizo en cumplimiento de la instrucción y lo que dijo al duque fuera de ella sobre el haber hecho su Caballerizo Mayor a un caballero francés».

EL REGRESO A ESPAÑA Y LA CONCESIÓN DEL HÁBITO DE SANTIAGO

Afortunadamente, gracias al testimonio del documento redactado en Valencia el último día de febrero de 1599, tenemos más noticias directas acerca de la entrevista personal del IV marqués de Ayamonte y el duque de Saboya, así como sobre cuáles fueron las circunstancias en las que se produjo el regreso del aristócrata onubense a España. De hecho, algunos elementos relevantes de este escrito se pueden cotejar con la información entrevista en la correspondencia coetánea de otros personajes notables, donde puede apreciarse cómo el periplo de don Francisco de Guzmán no estuvo desprovisto de algún que otro contratiempo. En efecto, el examen de las cartas a Felipe III de Giovanni Andrea Doria, príncipe de Melfi, y de Pedro González de Mendoza y Briceño, conde de Biñasco (o Vignasco) y embajador en Génova, arrojan de forma indirecta algunas informaciones valiosas en torno a la fecha aproximada del regreso a España del IV marqués de Ayamonte. El príncipe Doria escribía a Felipe III el nueve de enero de 1599, desde la localidad de Loano, en Liguria, una misiva en la que refiere sucintamente los planes del regreso por mar que tenía el noble andaluz:

El duque de Saboya me escribió que importaba al servicio de Vuestra Majestad que el marqués de Ayamonte pasase luego a España y que yo tuviese por bien que una de sus galeras le llevase. Yo le respondí que Vuestra Majestad me tenía mandado que juntase todas las que paga en Italia para el pasaje de la Reina, mi señora y que, pues se había de hacer luego, me parecía podía aguardar de pasar con los demás, pero no habiéndose contentado con esto, acudió a Su Majestad; y habiéndome Su Majestad mandado que la deje ir, partirá con ella dentro de cuatro o cinco días, si el tiempo diere lugar, de que me ha parecido dar cuenta a Vuestra Majestad, para que esté informado de ello y Dios guarde la persona de Vuestra Majestad.

De Loan a 9 enero 1599 38 .

La carta de don Francisco de Guzmán y Zúñiga, escrita en Milán el 31 de diciembre de 1598, revelaba asimismo que este tenía planeado embarcar en una galera del duque de Saboya durante el mes de enero de 1599: «quiso el duque [pedir la galera capitana] a su majestad, que por carta suya la mandó dar y se está aprestando, y yo, queriendo Dios, seré a la marina para embarcarme a los doce del que viene [enero de 1599]». La misiva del príncipe de Melfi confirma a su vez que el noble genovés había recibido una carta del duque pidiendo autorización para que una de sus naves llevara al marqués de Ayamonte de regreso a España, a lo que Doria repuso que no podía prescindir de embarcaciones útiles, ya que todas se reservaban para el pasaje por mar de la comitiva de la reina. Sugería entonces que esperara durante algunas semanas, para integrarse con el séquito de Margarita de Austria y el archiduque Alberto. Ante dicha negativa, el duque de Saboya solicitó directamente la intervención de la reina y esta ordenó que se franqueara el paso al noble andaluz. Una vez aclarada la cuestión del permiso regio, el príncipe de Melfi afirma que don Francisco de Guzmán y Zúñiga habría de embarcarse ya fuera el 13, ya el 14 de enero de 1599, siempre y cuando lo permitieran las condiciones climatológicas.

Los percances del marqués de Ayamonte previos a la travesía de vuelta a España no concluyeron aquí. En otra carta a Felipe III, enviada esta vez por el embajador en Liguria don Pedro González de Mendoza, conde de Biñasco, queda constancia de que la travesía tuvo que hacerse algo más tarde. En efecto, algunos renglones de la misma daban noticia de ciertas fricciones con las autoridades civiles de Savona, a las que tuvo que hacer frente el marqués de Ayamonte durante su desplazamiento desde dicho enclave de la costa:

Queriendo pasar por Savona, para embarcarse en la galera del señor duque de Saboya, el marqués de Ayamonte, que venía del estado de Milán, le puso dificultad Marc’Aurelio, hermano de monseñor Lomellini, que agora es Podestad por la República en aquella tierra y, habiendo yo afeado al Dux el término, ha mostrado el Senado sentimiento de él y hecho oficio conmigo por esta causa 39 .

Las trabas que Marco Aurelio Lomellini, Podestà de Savona, personaje perteneciente a la más selecta aristocracia de Liguria, puso al marqués de Ayamonte probablemente se expliquen por la propagación de la peste por aquella región y, de hecho, algún detalle más sobre el asunto podrá espigarse a la luz del siguiente documento que aquí transcribimos. Sea como fuere, lo cierto es que ese desaire dio lugar a una queja formal del embajador conde de Biñasco ante el Doge de Génova y, aparentemente, a una petición de disculpas 40 .

Entre tanto, la estadía de la reina en el norte de Italia se fue prolongando más tiempo debido a las inclemencias climatológicas, ya que Margarita de Austria abandonó Milán el tres de febrero de 1599, embarcó en Génova junto a su madre la archiduquesa María el 18 de febrero en la Galera Real y a causa del mal tiempo la flota tuvo que recalar en el puerto de Savona. El retraso siguió acumulándose y fue bastante notable, ya que hasta el primero de marzo no se levaron anclas de nuevo.

A modo de pequeño memorial, el relato de la entera estancia en el septentrión italiano así como la historia del accidentado periplo de regreso a España aparece en otro texto de don Francisco de Guzmán y Zúñiga encaminado a Felipe III, que lleva por significativo título Razón de mi jornada. El contenido general del documento aparecía además identificado de la forma siguiente: «Puntos de los papeles que el marqués de Ayamonte dio en Valencia a 28 de febrero 1599». Exactamente el primer punto se sintetizaba así: «en el primer papel da razón de su viaje y jornada de vuelta y cuanto en ella pasó». Las palabras que el aristócrata andaluz dirigía al soberano como Razón de su viaje rezan así:

Luego que tuve aviso de la última resolución que el Rey, que Dios guarde, tomaba, que recibí esta carta sábado cinco de septiembre, aquella misma tarde salí y llegué a Denia a catorce y me embarqué a quince [de septiembre]. Y tardé, por ir las galeras embarcando gente y municiones, de escribir hasta once de octubre, que llegué a Génova. Allí, por saber la falta de salud de los lugares del duque y no cierto dónde se hallaba su persona, me detuve hasta entendello y, sabiendo venía cierto al estado de Milán y ya en camino para hacer su cuarentena, me fui a Vigevano, saliendo de Génova postrero de octubre. Y de allí, y antes de Génova, había avisado y avisé al duque que le iría a buscar donde mandase. Estando yo en Vigevano, vino la Reina Nuestra Señora a Milán, donde fui luego a besalle la mano y conocella, por darme a conocer por vasallo y criado. Estando allí, se tuvo aviso [de que] el duque acababa su cuarentena y salió el conde de Haro a sacalle de ella, en nombre de su padre, y a recibir al duque en el primer lugar del estado de Milán, que es Varese por aquella parte, y yo me fui en su compañía y por el camino tuve un correo del duque con aviso hiciese lo que iba a hacer, que era velle en Varese. Allí le besé las manos y visité de parte del rey nuestro señor y, acompañándole a Milán, en aquel lugar después de llegado traté los negocios que llevaba orden de tratar y recibí su respuesta y entendí lo que me mandaba dijese al Rey y, por orden y petición suya, la Reina Nuestra Señora mandó al príncipe Doria me diese una galera en que yo me ofrecí [a] venir, por mostrar el duque deseo y gusto de que yo me viniese luego. Y allí me dejó despachado, sin querer [que] yo pasase a ver [a] los señores príncipes y princesas, sus hijos. Salile a acompañar, ya despachado, media jornada al término de Milán y volví aquella noche a la ciudad y salí de ella la vuelta de Savona a ocho de enero y llegué a las puertas de aquella ciudad a doce.

Allí, aunque habiendo visto mis testimonios me habían dejado pasar por la entrada que tiene con guarda al confín, no me quisieron recibir en la ciudad y yo me quedé en un lugarcito lejos media legua. Otro día me vinieron a decir les habían bandido y nos les daban comercio por haberme recibido y me notificaron me estuviese yo y mis criados encerrados en casa y quisieron poner guardas. Yo, teniendo allí la galera, me embarqué luego y, aunque quise avisar a un criado del duque de Saboya que venía a venir en este pasaje de lo que pasaba y cómo no le podía aguardar en Savona, ni este despacho me quisieron recibir, ni dar ni aun agua por nuestro dinero en ningún lugar del Ginovesado y ansí fui forzado irme a Villafranca y allí llegó el criado del duque a veintiuno [de enero] y aquel mismo día nos embarcamos y tomamos el primer puerto de España a veinticinco [de enero] poco más de mediodía y a veintiocho [de enero], o poco después, llegué a Barcelona y de allí, por saber el rey nuestro señor traía esta vuelta, vine aquí, de donde no he pasado por no ocupar a su Majestad, sabiendo se iba a holgar a Denia, pero avisé al señor marqués de Denia de mi llegada para hacer en quedar o pasar lo que su majestad mandase y su señoría me advirtiese.

El detallado testimonio que don Francisco de Guzmán y Zúñiga da en primera persona, por medio del texto titulado escuetamente Razón de mi jornada, permite aclarar con bastante precisión los pormenores de su viaje de regreso, que podrían resumirse en las siguientes ocho etapas:

  1. 1) 8 de enero de 1599: salida desde la ciudad de Milán.

  2. 2) 12 de enero de 1599: llegada a las puertas de Savona. No se le permite el acceso a la ciudad y se ve obligado a pernoctar en un pequeño villorrio cercano.

  3. 3) 13 de enero de 1599: estancia de una jornada en las inmediaciones de Savona, retenido por el Podestà de dicha localidad. Tal injerencia motiva una queja formal ante el Doge por parte del embajador en Génova.

  4. 4) 13 [o 14] de enero de 1599: embarca en la galera capitana del duque de Saboya.

  5. 5) 21 de enero de 1599: la nave toma puerto en una localidad de la Costa Azul: Villefranche-sur-Mer, a medio camino entre Mónaco y Niza. El propósito de dicha parada es que pueda embarcarse en ella el enviado del duque de Saboya, a quien se le había impedido el acceso al barco en Savona.

  6. 6) 25 de enero de 1599, después de mediodía: arribada de la embarcación al primer puerto español.

  7. 7) 28 o 29 de enero de 1599: la galera del duque de Saboya llega al puerto de Barcelona.

  8. 8) Febrero de 1599: el marqués de Ayamonte recala en la ciudad de Valencia y espera allí el momento de ser recibido en audiencia por el monarca Felipe III y por don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, marqués de Denia. El momento de despachar con el rey se va retrasando, ya que el 28 de febrero todavía no se había producido.

A la luz de este prontuario, cabe pensar que la misión diplomática del IV marqués de Ayamonte llegó a buen término y concluyó con su regreso a la corte. Es probable que la transmisión de la respuesta de Carlo Emanuele I a las «instrucciones» y «recaudos» que le había dado Felipe III se realizara así en las riberas del Turia, en un despacho con el rey y el marqués de Denia, toda vez que se había desplazado hasta allí lo más selecto del aula regia para la celebración de las dobles bodas de Felipe III y Margarita de Austria y de la infanta Isabel Clara Eugenia y el Archiduque Alberto.

Atendiendo a los méritos de su linaje y al servicio diplomático que acababa de rendir a la corona el marqués de Ayamonte, se produjo entonces la concesión de una merced por parte del soberano: la anhelada concesión del hábito de Santiago. El Consejo de Órdenes debió de recibir órdenes precisas no mucho después, ya que el aparato burocrático de las pruebas para el ingreso de don Francisco de Guzmán y Zúñiga en la prestigiosa orden militar se activó avanzada la primavera de ese mismo año de 1599, pues las declaraciones de los diferentes testigos tuvieron lugar en Sevilla, Sanlúcar de Barrameda, Lepe y otros lugares de Andalucía durante los meses de mayo y junio 41 .

A MODO DE CONCLUSIÓN

Los documentos del marqués de Ayamonte aquí exhumados presentan no poco interés por varios motivos. En primer lugar, atestiguan que el aristócrata andaluz tuvo un contacto significativo con la corte durante las postrimerías del reinado de Felipe II y los albores del reinado de Felipe III (1598-1599). Respetando la voluntad del difunto monarca, el nuevo soberano encomendó a don Francisco de Guzmán y Zúñiga que portara algún mensaje de importancia a Carlo Emanuele I en un momento especialmente delicado debido a la política expansionista del duque de Saboya en el territorio helvético y el norte de Italia, así como a la actitud belicosa de Enrique IV de Francia. El trasfondo de aquella misión tenía un plano de intendencia familiar y también dinástico (el destino inmediato del príncipe Filiberto Emanuele, el desmantelamiento de la Casa de la Infanta Catalina Micaela), aunque resulta bastante claro que estaba motivado asimismo por una acuciante situación geopolítica (la anexión de los territorios del marquesado de Saluzzo, los intentos de Carlo Emanuele I por hacerse con el control efectivo de la ciudad de Ginebra).

Sea como fuere, a falta de que aparezca alguna otra documentación más precisa, las cartas acreditan que el noble andaluz educado en Milán se movía con alguna soltura entre las redes diplomáticas españolas del norte de Italia, enviando desde Génova a Saboya correos al conde de Lodosa, actuando desde Liguria en paralelo con el conde de Biñasco, manteniendo contacto epistolar con el marqués de Este y recibiendo información directa del condestable de Castilla desde Lombardía. Por otro lado, gracias al testimonio del maestro de danza Cesare Negri y a las cartas del príncipe de Melfi y el conde de Biñasco queda bien acreditada la presencia de don Francisco de Guzmán y Zúñiga en los suntuosos festejos que la ciudad de Milán organizó en diciembre de 1598 con ocasión de la estancia de la reina Margarita.

Los meses que pasó en la zona debieron de evocar no pocos recuerdos de su infancia y adolescencia, que había transcurrido con la mayor pompa y esplendor entre el palacio ducal de Milán y el castillo sforzesco de Vigevano, entre 1573 y 1580. Durante aquellas jornadas de celebración en 1598-1599, el marqués de Ayamonte presentó por vez primera sus respetos a la reina Margarita y al archiduque Alberto, estableciendo así contacto con la nueva soberana. En suma, varios años antes de que le fuera ofrecido el cargo de virrey de Nueva España, nombramiento que finalmente rechazaría a inicios de 1607, don Francisco de Guzmán y Zúñiga había tenido un contacto significativo con Felipe III y con el marqués de Denia, con el duque de Saboya y la reina Margarita, con el condestable de Castilla y el conde de Haro, mostrando sus dotes para desarrollar una misión diplomática que exigía prudencia y sensibilidad.

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Notas

* El presente estudio se inscribe en el marco del Proyecto «Hibridismo y Elogio en la España Áurea» (HELEA PGC2018-095206-B-I00), financiado por el Ministerio de Ciencia, Investigación y Universidades y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional FEDER. Quisiera dejar constancia de mi agradecimiento a los profesores Mercedes Blanco, María José del Río Barredo, Carlos José Hernando Sánchez y Ángel Rivas Albaladejo por la atenta lectura del original del presente artículo y las valiosas sugerencias y matizaciones que me han brindado para mejorarlo.

1 Bouza, 2005, p. 11. Sobre epistolografía áurea en general, remito al conocido ensayo de Martín Baños, 2005. Puede ser útil asimismo la consulta de la colectánea cuidada por Panzera y Canonica, 2015.

2 Martínez Hernández, 2004, p. 470.

3 Sobre el tercer marqués de Ayamonte, véase Arroyo Berrones, 2002. La nombradía de esta casa nobiliaria meridional se vio marcada, en efecto, durante el segundo cuarto del siglo XVII por la ejecución sumaria del VI titular del marquesado don Francisco Antonio Silvestre de Guzmán y Zúñiga (Ayamonte, 1606-Segovia, 1648), por orden de Felipe IV, a causa de su participación en la llamada conjura de Andalucía (1640). López Becerra de Solé y Martín de Vargas, 2002; Salas Almela, 2013.

4 Alonso, 1982; Arroyo Berrones, 2003; Ponce Cárdenas, 2008 y 2010; Torres Salinas, 2021.

5 AGS, Estado, legajo 1429, doc. 284 (Génova, carta del 16 de octubre de 1598). AGS, Estado, legajo 1429, doc. 285 (Génova, carta del 22 de octubre de 1598). AGS, Estado, legajo 1285, doc. 104 (Milán, carta del 31 de diciembre de 1598). AGS, Estado, legajo 1287, doc. 251 (Valencia, Razón de mi jornada, 28 de febrero de 1599).

6 Por otro lado, recuérdese que al favorito de Felipe III poco tiempo después le fue concedido el título de duque de Lerma (once de noviembre de 1599).

7 El tercer marqués de Ayamonte era el vástago de una de las casas nobiliarias más importantes de Andalucía, con importantes posesiones en las provincias de Huelva, Sevilla, Córdoba, Salamanca y Badajoz, ya que era «hijo de Teresa de Zúñiga Guzmán y Manrique, III duquesa de Béjar y II marquesa de Ayamonte, y de Francisco de Sotomayor y Zúñiga, V conde de Belalcázar, II marqués de Gibraleón y vizconde de la Puebla de Alcocer, don Antonio fue el cuarto de los hijos varones de su extensa prole. El primogénito, Alonso de Zúñiga, III marqués de Gibraleón, falleció sin heredar y sin dejar descendencia; le sucedió en el marquesado como IV titular Alfonso de Zúñiga Sotomayor, igualmente desaparecido, después de un matrimonio con Francisca Fernández de Córdoba, III duquesa de Sessa y de Baena; el tercero de los hermanos, Francisco López de Zúñiga Sotomayor, que fue IV duque de Béjar y V marqués de Gibraleón, casó con Guiomar Hurtado de Mendoza; el quinto, Álvaro, que sería I marqués de Villaman rique, matrimonió con Blanca Velasco Enríquez de Almansa. Otros hijos del matrimonio de los duques fueron Manrique de Zúñiga, Pedro de Zúñiga, Diego López de Zúñiga y Leonor Manrique de Zúñiga, que casó con Juan Claros de Guzmán, IX conde de Niebla. Antonio heredó [parte de] los estados de su madre, fallecida el 25 de febrero de 1565, como III marqués de Ayamonte». En cuanto al linaje materno, doña Ana Pacheco Fernández de Córdoba —conocida asimismo como Ana de Zúñiga— era hija «de Luis Fernández de Córdoba, II marqués de Comares, y de Francisca de Córdoba y de la Cerda, señora de Canillas» (Santiago Martínez Hernández, entrada dedicada a «Don Antonio de Guzmán Zúñiga y Sotomayor», en el Diccionario Biográfico electrónico de la Real Academia de la Historia, que puede leerse en línea: http://dbe.rah.es/biografias/15031/antonio-de-guzman-zuniga-y-sotomayor).

8 Soria Mesa, 2007, p. 139.

9 Don Álvaro Manrique de Zúñiga, hermano menor del III marqués de Ayamonte, elevó en mayo de 1580 un memorial a Felipe II, solicitando la intervención directa del soberano para paliar la situación precaria en la que habían quedado su viuda doña Ana Pacheco Fernández de Córdoba y su hijo menor, don Luis de Córdoba: «y ella y el hijo segundo que tiene, sin más hacienda que la merced que Vuestra Majestad les mandase hacer» (British Library, Ms. 28342, fol. 51). Ver Vicens Hualde, 2019, p. 43, nota 99. La misma estudiosa aporta datos más precisos algo después: «En mayo del mismo año, desde Ayamonte, su hermano Álvaro dirigía al monarca un memorial en el que, evocando los méritos de su hermano, transmitía al monarca la difícil situación económica en que quedaba su cuñada y sobrinos. Argumentaba que «todo lo pensaba mi hermano remediar con la merced que Vuestra Majestad le había de hacer mejorándole de encomienda que tuviese frutos. Por ser la suya de las menores de su orden, que se la dio el emperador nuestro señor cuando entrego a Vuestra Majestad estos reinos, sin haberse mejorado en todo este tiempo». Memorial del marqués de Villamanrique a Felipe II, 16 de mayo de 1580. BL, Mss, Add. 28342, Fol. 51. Aún en 1583 la marquesa repetía sus peticiones de ayuda: “Suplica que para que se pueda valer de los cinco mil ducados de que se le hizo merced de ayuda de costa en Milán para ayuda a pagar las deudas que su marido contrajo en aquel estado”, Col. Édouard Favre, Consultas de Mateo Vázquez al rey, XXXIV, F.127. Madrid, 18 de abril de 1583» (Vicens Hualde, 2019, p. 124, nota 359). Don Luis de Córdoba Sotomayor y Córdoba Zúñiga Castañeda (Sevilla, 1566-Caribe, noviembre de 1605), segundogénito del tercer marqués de Ayamonte, recibió el hábito de la Orden de Alcántara en 1583. Las pruebas para la concesión del mismo se llevaron a cabo durante los meses de noviembre y diciembre de 1582, con la declaración de diferentes testigos que prestaron declaración en Sevilla y Lepe. Tras haber «recibido suficiente número de testigos» la «información» se cerró en Madrid el dos de marzo de 1583 (AHN, OM-CABALLEROS_ALCANTARA, Exp. 375). Destinado a la milicia desde su juventud, participó en la Jornada de Inglaterra en 1588 a las órdenes de su cercano deudo el duque de Medina Sidonia. A comienzos de la nueva centuria, durante cuatro años, estuvo al frente de la Armada de la Guarda (de 1602 a 1605) en calidad de general de la Flota de Indias. Sobre esa etapa como General de la Armada de la Guarda y el naufragio en el que pereció al regresar a España en 1605, remito a Pajuelo Moreno, 2019, pp. 180-186.

10 Entrada dedicada a «Francisco Antonio Silvestre de Guzmán y Zúñiga» en el Diccionario Biográfico electrónico de la Real Academia de la Historia, http://dbe.rah.es/biografias/7182/francisco-antoniosilvestre-de-guzman-y-zuniga.

11 «Durante los siete años transcurridos entre la muerte del III marqués de Ayamonte (1580) y la asunción del título [y las plenas atribuciones] de marqués por su hijo, la marquesa viuda fue la encargada de hacer los nombramientos que a Ayamonte le correspondían para los cargos de alcaldes y oficiales del concejo, así como de los de alcaides del castillo y de capitanes de infantería» (Arroyo Berrones, 2003, p. 194).

12 La arraigada alianza dinástica entre las diferentes ramificaciones de las Casas de Guzmán y Zúñiga continuó su consolidación con los dos hijos del IV marqués de Ayamonte: el primogénito, don Francisco Manuel Silvestre de Guzmán y Zúñiga se casó en Ayamonte el diecinueve de octubre de 1604 con doña Leonor de Zúñiga y Sotomayor, la primogénita de don Francisco Diego López de Sotomayor Zúñiga y Mendoza, V duque de Béjar, y María Andrea de Guzmán. Varios años después, en el verano de 1612, doña Brianda de la Cerda y Zúñiga contrajo matrimonio con otro pariente cercano, don Rodrigo de Guzmán Silva y Mendoza (Sanlúcar de Barrameda, 1586-Sanlúcar de Barrameda, 1614), primer conde de Saltés, segundogénito de don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, VII duque de Medina Sidonia. Para los acuerdos matrimoniales entre los Béjar y los Ayamonte, véase la documentación recogida en Rojo Vega, 2008.

13 Sobre la fulgurante carrera del duque de Tursi como general de las galeras y diplomático, véase la entrada de Ochoa Brun en el Diccionario Biográfico electrónico de la Real Academia de la Historia, https://dbe.rah.es/biografias/21040/carlo-doria-del-carreto.

14 Libri dei cerimoniali della Repubblica di Genova, 1919, p. 179.

15 Archivio di Stato di Genova, Serie Cerimoniarum, n. 474: Libro I delle Cerimonie [anni 1588-1615 compilato dal cerimoniere G. Bordoni]. Las referencias al marqués de Ayamonte se localizan, respectivamente, en los folios 203r y 408v. Agradezco al doctor Attilio Antonelli que me haya facilitado esta información, ya que este investigador está preparando en la actualidad una cuidada edición de este volumen.

16 Como apunta generosamente Carlos José Hernando Sánchez, el marqués de Ayamonte recibió la visita de los cuatro representantes del gobierno de Génova en el palacio mismo donde se alojaba («Fu visitato a Fassolo da quattro signori cittadini»): la denominada Villa del Principe a Fassolo, propiedad del Almirante Giovan Andrea Doria, príncipe de Melfi y conde de Tursi. Puede recordarse cómo en esta espléndida residencia, ornada con frescos de Perin del Vaga, se habían hospedado algunas décadas atrás Carlos V (en 1529 y en 1533) y Felipe II (1548). Por otro lado, téngase en cuenta que los cuatro representantes enviados para presentar sus respetos al embajador extraordinario de Felipe III pertenecían a las familias más poderosas de la República de Génova: Spinola, Doria, Pallavicino, Giustiniani.

17 La referencia a los asuntos que debía tratar con el duque de Saboya se pasa en silencio, así como el nombre de los «ministros» con los que tuvo que reunirse el marqués de Ayamonte en Madrid para recibir indicaciones acerca de su cometido. Cabe suponer que entre ellos pudieron estar el marqués de Denia (como valido del joven rey) y, posiblemente, un deudo lejano del noble andaluz, el Presidente del Consejo de Italia, don Juan de Zúñiga Avellaneda y Cárdenas (1541-Peñaranda, 4-IX-1608), VI conde de Miranda y I duque de Peñaranda, quien después de haber ocupado el cargo de virrey de Nápoles (1586-1595), regresó a la corte para hacerse cargo de todos los asuntos relacionados con Italia entre 1596 y 1600.

18 Parker, 2010, pp. 945-946. Espigo seguidamente otra cita de la p. 946.

19 Sobre las redes diplomáticas asentadas durante el reinado de Felipe II, véase Ochoa Brun, 2000.

20 Bollettino Storico della Svizzera italiana, XI, 1889, p. 150.

21 Ricotti, 1865, vol. III, pp. 243-245.

22 Archivo General de Simancas, EST, LEG, 1429,166.

23 Así se explicita en la Razón del viaje del marqués de Ayamonte, cuyo texto íntegro reproducimos en el penúltimo apartado de este trabajo: «sabiendo [que el duque de Saboya] venía cierto al estado de Milán y [estaba] ya en camino para hacer su cuarentena, me fui a Vigevano, saliendo de Génova postrero de octubre».

24 Sobre estas cuestiones, remito a los estudios de María José del Río Barredo, 2003 y Pierpaolo Merlin, 2021.

25 Este segundo aspecto no resulta baladí, ya que «con apenas nueve años [en el verano de 1596], Filiberto fue nombrado por su abuelo, Felipe II, Gran Prior de la orden de San Juan en Castilla y León, convirtiéndose en uno de los principales señores feudales de La Mancha y vasallo del Rey Católico. La promoción del príncipe de Saboya al priorato castellano, que le llevó a instalarse en España a partir de 1610, era el resultado, en buena medida, de la estrategia dinástica de Carlo Emanuele I y su esposa Catalina Micaela: colocar al tercero de sus nueve hijos en un puesto acorde a la dignidad regia que reivindicaban los Saboya y, al mismo tiempo, consolidar un polo de influencia y presión política en la corte española. Por su parte, los monarcas católicos no dudaron en apadrinar a Filiberto y continuar favoreciéndole con cargos y mercedes, como el Generalato del Mar (1611) o el virreinato de Sicilia (1621), para tratar de fidelizar a la casa de Saboya y mantenerla bajo la órbita española» (Antolín Rejón, 2021, p. 111). Sobre el priorato de San Juan, véase en este mismo estudio de Antolín Rejón las pp. 121-170. El nombramiento del príncipe Filiberto Emanuele se vio sometido a algunos vaivenes, de forma que es lógico que el asunto fuera objeto de interés por parte del duque de Saboya y lo abordara al despachar con el marqués de Ayamonte. No estará de más recordar algunos de tales pormenores: «La promoción del príncipe de Saboya hasta lo más alto de la jerarquía sanjuanista en Castilla entrañaba varias complicaciones. En primer lugar, la dignidad prioral estaba reservada a los caballeros pertenecientes a la Lengua de Castilla, esto es, que fueran súbditos del rey. Éste era, en realidad, el menor de los problemas de Filiberto, resuelto con una carta de naturaleza que su abuelo expidió el 30 de agosto de 1597. El obstáculo fundamental era la corta edad del príncipe de Saboya, nueve años, a diferencia del archiduque Wenceslao, que acababa de cumplir dieciséis cuando recibió la “expectativa” del priorato, profesando seguidamente sus votos como caballero» (pp. 133-134). A mayor abundancia, la concesión efectiva y la toma de posesión tardó todavía algo más en producirse: «El Gran Maestre reconoció el nombramiento de Filiberto en enero de 1598, permitiéndole, además, recibir el hábito y la Gran Cruz de San Juan, a condición de que profesara tan pronto como cumpliera la edad. La confirmación del Papa llegó al año siguiente, autorizando a Filiberto para gobernar el priorato, así como administrar sus bienes y rentas, responsabilidad que, por el momento, ejercería bajo la tutela de su padre. El príncipe tomó finalmente el hábito y la Gran Cruz de San Juan el 24 de junio de 1600 en la catedral de Turín. Acto seguido, Carlo Emanuele I instruyó a sus agentes diplomáticos en España para que tomaran posesión del priorato en nombre de su hijo» (p. 134).

26 Cabrera de Córdoba, 1877, t. IV, p. 287.

27 Rainer, 2005, p. 40. Seguidamente se toma una cita de la p. 42.

28 Borrego, 2003; Venturelli, 2003; Andrés, 2016. Labrador Arroyo, 2016. Sobre el perfil del duque de Frías y la organización de los solemnes festejos, remitimos a Montero Delgado et alii, 2014.

29 Venturelli, 2003, p. 236.

30 Negri, Le Gratie d’Amore, p. 12

31 Negri, Le Gratie d’Amore, p. 14.

32 Ricotti, 1865, vol. III, pp. 232-233.

33 Como me indica gentilmente María José del Río Barredo, en lo referente al futuro de los miembros de la Casa de la Infanta que permanecían en Turín, varios meses después del óbito de la hija de Felipe II, «lo que se discutía entonces era si dejar a los servidores españoles en la corte de Saboya para que continuaran atendiendo a los pequeños príncipes y, especialmente, a las princesas. El duque Carlo Emanuele afirmaba que le parecía bien, siempre y cuando el rey de España continuara pagando sus salarios, al igual que había hecho Felipe II en tiempos de Catalina Micaela. Por las fechas de la embajada extraordinaria del marqués de Ayamonte, seguramente las instrucciones aclaran la respuesta». Además resulta plausible pensar «que se entremezclara esta cuestión áulica con las peticiones de dinero o soldados que el duque hacía constantemente al soberano español. Al fin, no hubo entendimiento posible y, a comienzos del año 1599, volvieron prácticamente todos los miembros de la casa de Catalina Micaela, duquesa de Saboya e Infanta de España. Se quedaron en la corte de Turín tan solo el limosnero-maestro de los príncipes, el aya Mariana de Tassis y un par de azafatas. El resto de criados se incorporaron al séquito de la reina Margarita, que acogió a la mayoría en su propia Casa».

34 Véase la entrada sobre Carlo Emanuele I de Saboya que firma Bombín Pérez en el Diccionario Biográfico electrónico de la Real Academia de la Historia, ahora disponible en línea en la siguiente dirección: https://dbe.rah.es/biografias/15114/carlos-manuel-i.

35 Cano de Gardoqui, 1962; Hugon, 2012.

36 En el estudio más reciente de la política de Carlo Emanuele I, el apartado inicial se dedica precisamente a la «Expansión territorial: Ginebra, Saluzzo y Monferrato». Ver Antolín Rejón, 2021, pp. 76-85.

37 Parker, 2000.

38 AGS, Estado, Leg. 1430, doc. 70.

39 La misiva está datada el 20 de enero de 1599. AGS, Estado, legajo 1430, doc. 3.

40 Los Lomellini formaban parte de un selecto grupo de familias (entre los que se contaban los Doria, Pallavicini, Durazzo, Brignole, Lomellini, De Mari, Imperiale y Spinola) de la alta aristocracia de Génova. Sobre algunas tensiones ciudadanas en Savona en el año 1599 y las intervenciones del Podestà Marco Aurelio Lomellini, véase Asereto, 2007, p. 100.

41 Expediente de Pruebas del Consejo de Órdenes, para la concesión del hábito de Caballero de la Orden de Santiago («Francisco de Guzmán y Córdoba, marqués de Ayamonte»), Archivo Histórico Nacional, ES.28079.AHN/1.1.13.8.4//OMCABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 3769. Pruebas para la concesión del Título de Caballero de la Orden de Santiago de Francisco de Guzmán y Córdoba, natural de Sanlúcar de Barrameda, marqués de Ayamonte.

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