Secciones
Referencias
Resumen
Fuente
Cómo citar
Buscar
Huellas místicas en Desolación. Una relectura mistraliana a través de san Juan de la Cruz
Mystical Traces in Desolation. A Re-reading of Gabriela Mistral through Saint John of the Cross

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 6, núm. 2, 2018

Instituto de Estudios Auriseculares

Zenaida M Suárez Mayor

Universidad de los Andes, Chile

Vicente E. Silva Beyer

Universidad de los Andes, Chile



Fecha de recepción: 13 Octubre 2017

Fecha de aprobación: 17 Enero 2018

Resumen: El presente texto busca mostrar las relaciones de transtextualidad que se dan entre la primera obra de Gabriela Mistral, Desolación (1922), y algu­nos temas recurrentes de los “poemas mayores” de san Juan de la Cruz, como la concepción de la muerte como camino hacia la vida, el dolor y la consideración de la naturaleza como reflejo de Dios, explicitando, para ello, las fuentes de dicha transtextualidad.

Palabras clave: San Juan de la Cruz, Gabriela Mistral, Desolación, misticismo, transtextualidad.

Abstract: The present article aims to show the relations of transtextuality be­tween Gabriela Mistral’s Desolation (1922), and some recurring themes of saint John of the Cross’ “major poems”, such as the conception of death as a path towards true life, or the notion of pain and the consideration of nature as a re­flection of God. In this context, the sources of the aforementioned transtextuality are explained.

Keywords: San Juan de la Cruz, Gabriela Mistral, Desolation, Mysticism, Transtextuality.

Introducción

Mis grandes devociones antiguas son los místicos del Siglo de Oro: Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de Granada y por encima de estos, San Juan de la Cruz 1 .

Gabriela Mistral fue una ávida lectora y una mujer de marcada fe 2 . Cultivó la lectura con obsesión y practicó la escritura con devoción y conciencia magisterial. Entre sus recurrencias siempre estuvieron Aldoux Huxley, Thomas Mann, Amado Nervo o Henry Bergson; siempre hubo algún español contemporáneo, como Lorca; nunca faltó su gran amigo Alfonso Reyes 3 y tampoco algún clásico como Garci­laso, Quevedo, santa Teresa de Jesús y, por supuesto, san Juan de la Cruz, cuyo legado, que recorre el mundo, fue devocionado por Mistral.

Cuando, en el primer tercio del siglo XX, Gabriela Mistral comienza a escribir y publicar su obra, san Juan de la Cruz (1542-1591), carmelita descalzo canoni­zado en 1726, era ya considerado el poeta místico por excelencia de la tradición española. En Desolación (1922), primera obra publicada de Mistral, pueden leerse las huellas de la mística de san Juan en unión armónica con otras de vital impor­tancia para entender plenamente la obra de esta premio Nobel 4 ; como la de san Francisco de Asís 5 , que comparte con aquella su concepción última de la muerte como un tránsito hacia la verdadera vida, pero también su visión de la naturaleza como un reflejo del Creador y su percepción del dolor como un mal necesario para la culminación de la via negationis 6 . También santa Teresa de Ávila (o santa Teresa de Jesús) y la Biblia, constituyen grandes referentes para su obra, marcada intensamente por el misticismo y el cristianismo que por muchos años practicó.

Tomamos el sintagma «huellas místicas», que también utilizamos en nuestro título, de Cirlot y Vega, y partimos de su mismo postulado de que «La cuestión a debatir desde diferentes puntos de vista y campos de investigación consiste en de­terminar en qué medida el arte ha integrado en sus procesos de creación, y según su propio lenguaje, el discurso teológico-filosófico del legado medieval europeo» 7 .

De este modo, a partir de ciertos cruces simbólicos pueden establecerse las interrelaciones o transtextualidades 8 que se van sucediendo entre unos y otros au­tores místicos y libros bíblicos, llegando hasta nuestros días en formas de reflexión o escritura literaria y ascético-religiosa que van a instalarse en el ideario poético de Mistral.

Así, muerte, dolor y naturaleza, los grandes temas de la espiritualidad barroca, atraviesan toda la obra de Gabriela Mistral como preocupaciones capitales. Sus significancias, de intensa cercanía con Dios, son una reapropiación de tipo inter­textual de sus lecturas místico-religiosas y vuelven la mirada poética hacia un yo anhelante que espera su encuentro final con el Amado.

Varios autores nos preceden en considerar a Mistral como una poeta de ten­dencia mística 9 ; mientras tanto, otros, como Velázquez y Urdapilleta 10 , niegan esa posibilidad, limitando su lectura y no considerando la teología mística cristiana que practicó la poeta. Por otro lado, no tenemos noticia de la existencia de textos que planteen la interacción de la obra mistraliana con la de san Juan de la Cruz, hipó­tesis que desde este estudio defendemos a partir del hallazgo del texto en prosa «Castilla (II)», recogido por Alfonso Calderón en Materias (1978), donde se explicita y patenta tal relación:



Asoma Segovia y mi monja 11 grita:
—¡Mira sobre esa loma el convento de Juan de la Cruz!

Fuente:

Yo veo debajo de una loma un monasterio que tiene a la entrada un temblor de cipreses obscuros. La loma es suave como una mejilla humana. En una arruga de la loma, hecha como voluntariamente dulce, se asienta el convento, donde el otro Seráfico oía a la noche en un silencio de calidades preciosas y trabajaba con ella como con una entraña de Dios. Abajo, el río que hería la noche con un pulso inaplacado. La loma daba a Juan el Asiático, en el brocado quemante de la tarde, la metáfora abrasada que él tuvo: a la media noche, sin color en los ojos y sin aromas del huerto conventual, él decía en su celda ceñida la canción de la Fuente secreta:



¡Qué bien sé yo la fuente [sic] que mana y corre
Aunque es de noche!
Aquella eterna fuente está escondida.
¡Qué bien sé yo do tiene su manida
Aunque es de noche!
Su origen no lo sé, pues no lo tiene.
Mas sé que todo origen de ella viene
Aunque es de noche.
Sé que no puede haber cosa tan bella
Y que cielos y tierras beben en ella.
Aunque es de noche 12 .

Fuente:

Entramos en el convento y las dos mujeres besamos, lado a lado, la sepultura de aquel que le dio a ella doctrina para la búsqueda de lo secreto. Y yo aprendo de nuevo que es de varón de donde la mujer tomará siempre carne de hijo o carne de Dios, porque sola, ella tantea en el mundo como en una caverna ciega 13 .

Esta misma relación transtextual se replica cuando en «Otra vez Castilla» Mistral nos interpela como lectores:

Ya sé que el lector, con indiferencia agrícola o con malicia de interesado en el mal, hace un mohín pensando en cómo me he vuelto de positiva, que no me acuer­do de que esta aridez de Castilla con que quiero acabar, hizo como ciertos suelos los cristales, a los místicos que yo admiro uno por uno, como la aristocracia espiri­tual de España y de la Europa misma. No: yo no me olvido de la consabida fórmula: a mayor desolación del paisaje, mayor ahínco de la mente en un objeto privilegiado y a mayor aridez más perfecta fiebre, de aquella que dicta las «Moradas» 14 o el «Cántico Espiritual» 15 .

Como lo hizo con la Biblia y con san Francisco de Asís, Gabriela dialoga con sus fuentes referenciales: santa Teresa de Ávila y san Juan de la Cruz. Ese diálogo, germen de sabiduría, se transparenta en los poemas y prosas de Desolación, donde son evidentes los más importantes topoi de la escritura sanjuanista; relectura, a su vez, del libro sagrado del cristianismo. Partimos, entonces, de la premisa de que en la obra de san Juan se funden sin límite las «relaciones mutuas entre poesía y experiencia mística» pero rehuímos del diálogo entre «estos espinosos problemas, por no ser competente(s) para tratarlos. Las materias espirituales son difíciles de deslindar» 16 .

I

Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal,

de la cual ningún hombre viviente puede escapar 17 .

La hipótesis de la existencia explícita de transtextualidad entre Desolación y la obra sanjuanista encuentra concreción en virtud de la recurrencia con que hace aparición la imagen de la muerte, y todo lo relativo a ella, en los versos de ambos autores. Sin embargo, aunque esta imagen sea materialmente la misma, san Juan y Mistral hacen, al menos a priori, uso de ella por modos diversos y bajo formalida­des distintas que, como veremos, finalmente conducen a una misma vía de purifi­cación donde «la noche oscura» se identificará con la noche larga 18 .

En el corpus poético sanjuanista existe un hilo conductor que vertebra todos los poemas; se trata del deseo, a ratos desesperado, de ver a Dios cara a cara. Su poesía no es otra cosa que un inflamado suspiro por alcanzar dicha plenitud, aun con la consciencia clara de que resulta imposible lograrla en esta vida mortal. La muerte aparece, de este modo, como la única puerta por la que puede alcanzar de­finitivamente el objeto de sus anhelos. El hablante invoca a la muerte como un bien, del que resultarán efectos apetecibles que sin ella no pueden ser aprehendidos:



¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero:
No quieras enviarme
De hoy más ya mensajero,
Que no saben decirme lo que quiero (Cántico espiritual 19 )

acaba ya, si quieres;
rompe la tela deste dulce encuentro! (Llama de amor viva 20 )

Fuente:

Las mercedes místicas que el hablante describe en este último poema son, sin lugar a dudas, cautivantes; sin embargo, pronto aparece la petición de que el dulce encuentro que supuso la vida corpórea se rompa de una vez y el hablante espera que se cumpla la voluntad divina 21 . Como sostiene Hatzfeld:

una muerte dichosa ―«Rompe la tela de este [sic] dulce encuentro»― es para san Juan el verdadero fin de la noche, la plena luz del mediodía de la llama de amor viva, de las lámparas de fuego, que con sus resplandores han eliminado toda os­curidad en las profundas cavernas del sentido 22 .

Resulta interesante la interpretación de este crítico, para quien la noche, quizás el símbolo más característico del Doctor Místico, se refiere a la realidad humana en su vida terrenal. En la obra de san Juan podemos constatar que siempre que apare­ce el término noche se está aludiendo a algún elemento propio de la vida terrenal 23 . De este modo, el amanecer no sería otra cosa que la visión beatífica: «El grado de las místicas epifanías de Dios origina, según la capacidad de cada alma, una se­rena noche pre-esponsalicia de fe, una esponsalicia noche oscurísima de anhelo, una estrellada noche matrimonial de consuelo seguida de un amanecer dichoso de amor perdurable» 24 .

En Desolación, se invoca a la muerte de un modo que parece asemejarse al del alma ansiosa de san Juan. En otras palabras, ambos hablantes piden a Dios la muerte:



Por eso es que te pido,
Cristo, al que no clamé de hambre angustiada:
¡ahora, para mis pulsos,
Y mis párpados baja! 25

Fuente:

En efecto, en algunos poemas de Mistral también aparece una invocación o búsqueda de la muerte como un bien apetecido, aunque la formalidad de su condi­ción de apetecible es casi opuesta a la de los versos del místico. En ciertos pasajes de Desolación, como los que hemos visto, la muerte es percibida desde un punto de vista negativo, esto es, en cuanto término del sufrimiento que conlleva la vida te­rrenal. Si, para san Juan, la muerte es el inicio del gozo, la unión divina, el encuentro con el Amado y por lo mismo, origen de un bien, para Mistral es el fin del dolor. Poé­ticamente, se trata de una muerte privativa o vacua: el hablante lírico mistraliano no refiere lo que comienza a ser gracias a la muerte; no porque niegue la posibilidad de la trascendencia, sino porque los sentimientos de angustia que embargan su cora­zón en el momento le presentan el morir solo en cuanto término del sufrimiento. No obstante, un matiz inserto en la incesante petición de Mistral a Dios arroja otra lec­tura. Se trata de la posibilidad de la pérdida del miedo que puede entenderse de tal petición y que es traducida en el triunfo sobre la muerte 26 : «El alma no teme morir cuando ama, antes lo desea. Pero el pecador siempre teme morir, porque barrunta que la muerte todos los bienes le ha de quitar y todos los males le ha de dar» 27 . En este sentido, la concepción mistraliana de la muerte se encuentra asimilada a la Vida de san Juan de la Cruz.

II

Si entendemos la mística como un tipo de unión particular con Dios, derivada del conocimiento experiencial del mismo, se hace manifiesto que Mistral posee rasgos escriturales místicos. La poeta expresa en muchos de sus textos la con­ciencia de ostentar un conocimiento interior del Dios cristiano más profundo que el de los hombres que viven la religión desde las formas externas, a quienes se refe­rirá repetidas veces con el mero vocablo hombres. De este modo, puede confesar con toda propiedad: «te he gustado, como un vino, Señor» 28 .

Su experiencia religiosa le ha revelado, en desmedro de todas las imágenes con que los hombres podrían falsear la esencia divina, que Dios es, antes que todo, amor. Lejos de entender esta aserción como un juicio de naturaleza intelectual, Mistral demuestra en sus poemas haber experimentado a Dios como el amor sub­sistente; incluso, si se quiere, como la ternura subsistente. Solo a la luz de esta experiencia puede comprenderse el tono y la imagen de un Dios que, como cari­ñosa madre, arroba el alma dolorida del hablante lírico presentado en Desolación: «¡Siento que Dios me va haciendo dormir!» 29 .

El Dios-ternura que Mistral ha encontrado adquiere especial relevancia en los momentos más trágico de la vida de la poeta. Por mucho que el dolor haya reme­cido su vida, se mantuvo intacta su confianza en la misericordia del Dios cristiano («Mi fe no conoce zozobra, Señor» 30 ), y nunca dejó de ver la mano de la Providencia en sus tribulaciones. El asunto mismo del suicidio supone una dificultad adicional para el alma amante de Mistral, que no solo tuvo que sufrir la pérdida irrevocable de varios seres queridos, sino que debió cargar, además, con la generalizada opinión de su tiempo de que los suicidas estaban privados inexorablemente de la bienaven­turanza póstuma.

El hallazgo íntimo que logró Mistral de Dios como amor en su ser más profundo se adscribe a la extensísima tradición mística de san Juan de la Cruz, coincidente con san Francisco de Asís. Es cierto que en la poesía religiosa del Siglo de Oro es­pañol abundó la temática nupcial (asimilada del Cantar de los Cantares) para referir la relación entre Dios y el alma, pero fueron las poderosas imágenes de los versos sanjuanistas las que transformaron al Dios-amor en un verdadero tópico literario. En efecto, en el Cántico espiritual, san Juan llama a Dios, arquetípicamente «Ama­do»; resume la perfección espiritual como un simple «estarse amando al amado» 31 ;se refiere a él como una «llama de Amor viva» y nos muestra la vida íntima de la divinidad como una eterna vida de amor subsistente:



Como amado en el amante
uno en otro residía
y aquese amor que los une
en lo mismo convenía
con el uno y con el otro
en igualdad y valía.
Tres Personas y un amado
entre todos tres había,
y un amor en todas ellas
y un amante las hacía,
y el amante es el amado
en que cada cual vivía 32 .

Fuente:

Ahora bien, el alma solo puede llegar a descubrir una verdad tan sublime en vir­tud de un camino de perfección espiritual, puesto que el intelecto humano obtiene el conocimiento, por su propia naturaleza, de manera progresiva. Esta progresión no es otra cosa que la vía mística, a la que tantos maestros de espiritualidad se han referido. San Juan dedica su doctrina a indicar este camino de acceso a Dios, que condensará en su célebre Subida al monte Carmelo.

Todo ascenso místico tiene como pilar fundamental la purificación por medio del sufrimiento (ya sea buscado activamente mediante la mortificación o, sencilla­mente, aceptando los tormentos propios de la vida) padecido en unión con Cristo sufriente. Este camino fue vivido por Mistral con toda intensidad y en el más pro­pio de los sentidos. Una lectura profunda de Desolación demuestra cómo un alma puede acceder a la unión amorosa con Dios mediante el sufrimiento resignado y considerado bajo un punto de vista sobrenatural. Por ello, Mistral, al momento de componer su poemario, confiesa que ha vivido bajo el sello del dolor más amargo:



Ahora tengo treinta años, y mis sienes jaspea
la ceniza precoz de la muerte. En mis días,
como la lluvia eterna de los Polos, gotea
la amargura con lágrima lenta, salobre y fría 33 .

Fuente:

Sin embargo, en el apartado «Prosa» de Desolación existe un texto llamado «La venda» que no puede menos que ser una relectura del dolor sufriente de san Juan de la Cruz, en armoniosa conjunción con el Cántico de las criaturas de san Francisco, donde Mistral justifica así el dolor:

Toda la belleza de la tierra puede ser venda para tu herida. Dios la ha exten­dido delante de ti; así, como un lienzo coloreado te ha extendido sus campos de primavera.

[…]

El que te alarga la espina en una mano temblorosa, te ofrece en la otra un mo­tivo para la sonrisa. No digas que es un juego cruel. Tú no sabes (en la química de Dios) por qué es necesaria el agua de las lágrimas.

Siente así como venda el cielo. Es una ancha venda que baja hasta tocar la magulladura de tu corazón en suavizadora caricia.

El que te ha herido se ha ido dejándote hebras para la venda por todo el camino…

Y cada mañana, al abrir tus balcones siente como una venda maravillosa y anticipada para la pena del día, el alba que sube por las montañas… 34

Su profunda convicción cristiana la mueve a ver la mano de Dios en todas las tribulaciones por las que debe pasar, asimilando el dolor a la vía purgativa del alma. Reconoce, recurrentemente, no con el reproche del resentido sino con la tranquila resignación de su apreciado Job, que todos sus sufrimientos provienen de los ines­crutables designios de un Dios providente: «Mi Dios me vistió de llagas» 35 ; «[Mi alma] sueña que el agua colma de diamantes / vivos su pecho. ¡Y lo ha vaciado Dios!» 36 .

Esta vía de acceso a Dios, que nos permite encontrar en la obra de Mistral tra­zas místicas, supone una humildad o sencillez interior que posibilita el camino a la ascensión, que parece ser preferido por las almas más sencillas. En su poema «La maestra rural», aparece la figura homónima como un prototipo de vida santa, caracterizada por el sufrimiento resignado:



La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
[…]
Los hierros que le abrieron el pecho generoso
¡más anchas le dejaron las cuencas del amor! 37

Fuente:

La vía del sufrimiento que sigue Mistral no es otra cosa que un camino de imita­ción del Cristo sufriente, como enseñaron desde antiguo los maestros espirituales: «¡desde Job hasta Kempis la misma voz doliente!» 38 . Mirando, pues, a la figura de Cristo, el alma puede aprender a ver cómo el camino del sufrimiento se identifica con el camino del amor. Así se dirige a él:



Y amar (bien sabes de eso) es amargo ejercicio;
un mantener los párpados de lágrimas mojados,
un refrescar de besos las trenzas del cilicio
conservando, bajo ellas, los ojos extasiados 39 .

Fuente:

Sin duda, este es el motivo de que la primera parte del poemario esté tan signa­da por el Cristo de la Pasión 40 .

San Juan, por su parte, comienza su Cántico espiritual llamando al Amado y declarando el estado de «gemido» en que se encuentra su alma en unos versos a los que se asemejan conceptualmente estos otros de Mistral cuyo nombre es, transtextualmente hablando, una reescritura de la Noche oscura, «Nocturno»:

¿Adónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido? (Cántico espiritual 41 )

Padre Nuestro que estás en los cielos ¡por qué te has olvidado de mí! («Nocturno» 42 )

Ahora bien, este es el camino que «los hombres» no han comprendido; a ellos están dirigidas las tres partes de «Al oído de Cristo», poema que hace referencia a todos los cristianos que no han comprendido el camino del dolor y que, por tanto,solo logran acceder a un conocimiento superficial de Dios. Mistral, como san Juan,sufrió una vida de intenso dolor y en su sufrimiento pudo encontrar una identificación con Cristo que le permitió no solo conocerlo en su ser íntimo de amor, sino,además, aproximarse interiormente a él. En contraste, «los hombres» se encuentran entumecidos y solo podrá despertarse su corazón mediante la experiencia del dolor.



¡Oh Cristo! un dolor les vuelva a hacer viva
l’alma que les diste y que se ha dormido,
que se la devuelva honda y sensitiva,
casa de amargura, pasión y alarido 43 .

Fuente:

En san Juan, esto se describe en la Subida al Monte Carmelo y se canta en Noche oscura, en cuyo Libro 2 44 explica el camino de perfeccionamiento donde es crucial llevar una «vida paciente de grandes sufrimientos de orden espiritual, moral y físico» 45 :

Otra causa también por que en estas tinieblas ha ido el alma segura es porque iba padeciendo, porque el camino de padecer es más seguro y aún más prove­choso que el de gozar y hacer; lo uno, porque en el padecer se le añaden fuerzas de Dios, y en el hacer y gozar ejercita el alma sus flaquezas e indefensiones; y lo otro, porque en el padecer se van ejercitando y ganando las virtudes y purificando el alma y haciendo más sabia y cauta 46 .

III

No solo el cielo es la cara de Dios 47

La naturaleza gozaba de un aprecio especial para Mistral, que recordaba con cariño y orgullo sus orígenes elquinos. Podríamos adivinar, de modo semejante, que san Juan gustaba de lo natural por su infancia transcurrida en el campo y por la frecuencia con la que este tipo de imágenes hacen aparición entre sus versos. Ambos poetas recurren a la flora y la fauna, el agua y la tierra, para configurar su mundo poético cargado de resonancias simbólicas.

San Juan y Mistral comparten, además, un modo de aproximarse al mundo na­tural de acuerdo a sus anhelos espirituales más hondos. En efecto, encuentran en la hermosura de la naturaleza un vivo testimonio de la presencia de Dios Creador, hermoso por antonomasia. Esta misma contemplación del orden en el mundo fí­sico hace las veces de escalera de ascenso hacia la divinidad, remite hacia ella y despierta en el alma su recuerdo.

En Mistral este modo de ver el mundo conecta directamente con su espirituali­dad de corte franciscana, tal como lo indica el entrañable poema «Mis libros»:



Yo vi a Francisco, a Aquel fino como las rosas,
pasar por su campiña más leve que un aliento,
besando el lirio abierto y el pecho purulento,
por besar al Señor que duerme entre las cosas 48 .

Fuente:

En efecto, Mistral concibe a las criaturas como la morada en la que duerme Dios, es decir, donde se encuentra a la vez presente y oculto. Los elementos del mundo natural son, de este modo, testimonio de Dios. En «El Dios triste» insiste en este punto, en el que es, precisamente, «mirando la alameda» como el hablante busca y encuentra el rostro de Dios:



Mirando la alameda de otoño lacerada,
la alameda profunda de vejez amarilla,
como cuando camino por la hierba segada
busco el rostro de Dios y palpo su mejilla 49 .

Fuente:

Esta idea resulta articulante entre Desolación y Cántico espiritual. Si entende­mos el poema como una alegoría de la búsqueda de Dios que el alma emprende, vemos cómo ella se vuelve en una primera instancia hacia las criaturas, atraída, sin duda, por su hermosura:



¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado 50 .

Fuente:

Ambos poemas expresan una misma idea: podemos encontrar a Dios, de algún modo, gracias a sus criaturas. Mientras que Mistral utiliza una imagen más estáti­ca (Dios duerme entre ellas), san Juan opta por una más dinámica (Dios pasó por ellas, hermoseándolas), pero que en último término apuntan a lo mismo: la natura­leza supone un testimonio adecuado al conocimiento del hombre de la presencia de Dios y puede servirnos como vía de ascenso hacia él.

A modo de cierre

La obra poética de san Juan de la Cruz preconiza y sienta las bases de la mís­tica castellana más fructífera, renovando, desde sus preceptos más básicos, la experiencia de unión con Dios en que culmina el camino ascético. Su trabajo es reconocido en todo el mundo y de la fuente de su escritura han bebido las grandes plumas de la historia de la literatura posterior al Barroco español. Gabriela Mistral, en un juego de transtextualidad que se encuentra presente en todo su trabajo poé­tico, pero que hemos querido rastrear en su primer poemario, Desolación (1922), se apropia de los motivos ascéticos y místicos de san Juan de la Cruz, los cuales ar­ticula en su obra desde un acercamiento de tipo semi-empírico y los reactualiza en torno a tres grandes temáticas: el dolor, la muerte y la naturaleza. Emprende así, la poeta chilena, un camino hacia la escritura que será la expresión en la que se mani­fiestan las “huellas” horadadas por sus lecturas de los grandes místicos españoles.

La opera prima de Mistral muestra una infinidad de relaciones de tipo textual y contextual que la convierten en una de las más recurridas por la crítica literaria. Sin embargo, la importancia de las huellas del misticismo sanjuanista, en unión con la teología cristiana, cierra filas en torno a su máxima significancia cuando, para concluir la obra, la autora elige un «Voto» donde dolor, muerte y naturaleza supo­nen la concreción del camino ascético-místico que hemos afirmado a lo largo de este texto. Aquí lo transcribimos como confirmación de la necesidad de purgación y unión con Dios a través del diálogo que profesaba la primera mujer Premio Nobel de Hispanoamérica:

Dios me perdone este libro amargo y los hombres que sienten la vida con dul­zura me lo perdonen también.

En estos cien poemas queda sangrando un pasado doloroso, en el cual la can­ción se ensangrentó para aliviarme. Lo dejo tras de mí como a la hondonada som­bría y por laderas más clementes subo hacia las mesetas espirituales donde una ancha luz caerá, por fin, sobre mis días. Yo cantaré desde ellas las palabras de la esperanza, sin volver a mirar mi corazón; cantaré como lo quiso un misericordioso «para consolar a los hombres». A los treinta años, cuando escribí el «Decálogo del artista», dije este voto.

Dios y la vida me dejen cumplirlo en los días que me quedan por los caminos 51 .

Bibliografía

Alonso, Dámaso, «La poesía de San Juan de la Cruz», Thesaurus, 3, tomo IV, 1948, pp. 493-515.

Ceberio de León, Iñaki, La muerte del sujeto en la poética de Juan de la Cruz, San Sebastián, Universidad del País Vasco, 2006, tesis doctoral inédita.

Césped Benítez, Irma, «Imaginario bíblico en Gabriela Mistral», Contextos. Estudios de humanidades y ciencias sociales, 15, 2006, pp. 135-146.

Cirlot, Victoria, y Vega, Amador (eds.), Mística y creación en el siglo XX, Barcelona, Herder, 2006.

Francisco de Asís, Cántico del sol, Lima, Epifanía, 1960.

García Huidobro Mc A., Cecilia, Moneda dura. Gabriela Mistral por ella misma, San­tiago, Catalonia, 2005.

Genette, Gerard, Palimpsestos. Literatura en segundo grado, trad. Celia Fernández Prieto, Madrid, Taurus, 1989.

Hatzfeld, Helmut, «Los elementos constitutivos de la poesía mística (san Juan de la Cruz)», Nueva Revista de Filología Hispánica, 17.1-2, 1963-1964, pp. 40-59.

Juan de la Cruz, san, Obras completas, ed. Lucinio Ruano de la Iglesia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2009 [1982].

Mistral, Gabriela, «Castilla II», en Materias. Prosa inédita, selección y prólogo de Alfonso Calderón, Santiago, Editorial Universitaria, 1978, pp. 22-28.

Mistral, Gabriela, Elogio de las cosas de la tierra, Santiago, Andrés Bello, 1979.

Mistral, Gabriela, Italia caminada por Gabriela Mistral, prólogo de Jaime Quezada, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2016.

Mistral, Gabriela, Poesía reunida. Mi culpa fue la palabra, ed. Verónica Zondek, aditamento de Walter Hoefler, Santiago de Chile, LOM, 2015.

Mistral, Gabriela, Poesías completas, estudio preliminar y referencias cronológicas de Jaime Quezada, Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 2001.

Moliner, José María, San Juan de la Cruz. Su presencia mística y su escuela poética, Madrid, Ediciones Palabra, 2008 (1991).

Morales T., Leónidas, «Enunciación y misticismo en las cartas de amor de Gabriela Mistral», Hispamérica, 22, 2002, pp. 49-60.

Pellegrini, Marcelo, «Monólogos en tercera persona: Gabriela Mistral y su prosa de viaje», Anales de literatura chilena, 11, 2009, pp. 45-60.

Rosario Candelier, Bruno, «La veta mística en la lírica de Gabriela Mistral», en Gabriela Mistral en verso y prosa. Antología, Madrid, Real Academia Española/ Asociación de Academias de la Lengua Española, 2010, pp. LIII-LXVIII.

Velázquez-González, Mesilemit, y Urdapilleta-Muñoz, Marco, «Cristo y el dolor en Desolación de Gabriela Mistral», Contribuciones desde Coatepec, 28, año XIV, 2015, pp. 41-56.

Notas

1. García Huidobro Mc A., 2005, pp. 93-94.

2. Gabriela Mistral pertenecía a la Tercera Orden Franciscana desde 1924. Su devoción queda patente en toda su producción, pero son de gran hermosura sus Motivos de San Francisco (1965) que fueron apareciendo en prensa entre 1923 y 1926, donde Mistral dialoga con san Francisco, lo interroga y lo imagina.

3. Alfonso Reyes, poeta, narrador, ensayista y diplomático mexicano, gran amigo y admirador de Gabriela Mistral.

4. Gabriela Mistral es la primera mujer latinoamericana en ganar el premio Nobel de Literatura. Fue galardonada con el premio más alto de las letras universales en el año 1945.

5. Es, a pesar del conocimiento que de ello se tiene, muy poco recurrida, desde la crítica literaria la filiación de Gabriela Mistral a la Tercera Orden Franciscana, a la que se unió en 1924 y a la que, a su muerte, hizo heredera de su legado escrito en América Latina para que sus beneficios fuesen invertidos en favor de los niños de Montegrande, su localidad natal. El Hermano Mauricio Campos es el administrador del Fondo Franciscano Hermana Gabriela Mistral (ver https://www.fondogabrielamistral.cl/es/donde-se-destinan-los-fondos/ ).

6. A propósito, san Francisco no pondera sobre esta idea, pero sí argumenta que todo lo que acontece en la vida sirve para el bien.

7. Cirlot y Vega, 2006, p. 9.

8. Trabajamos la transtextualidad, según la entiende Genette, como «todo lo que pone al texto en relación, manifiesta o secreta, con otros textos» (1989, pp. 9-10).

9. Por ejemplo, Morales T., 2002; Césped Benítez, 2006; Pellegrini, 2009; Rosario Candelier, 2010 o Quezada, 2001 y 2016, entre otros.

10. Velázquez y Urdapilleta, 2015, pp. 41-56.

11. Se refiere a santa Teresa de Ávila, con quien viene dialogando desde la primera parte del texto «Castilla (I)».

12. Estos versos formar un fragmento inicial de la poesía conocida como [La fonte] Cantar de la alma que se huelga de conoscer a Dios por fe. Ver san Juan de la Cruz, Obras completas, pp. 93-95.

13. Mistral, Materias, p. 27.

14. Hace referencia a Las moradas del Castillo interior de santa Teresa de Ávila, también conocido como Las moradas, y data de 1577.

15. Mistral, Materias, p. 41.

16. Alonso, 1948, p. 493.

17. De «Cántico del hermano sol» o «Alabanza de las criaturas» de san Francisco de Asís (1225). Ver Francisco de Asís, Cántico del sol, p. 30.

18. «Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa; / miro crecer la niebla como el agonizante, / y por no enloquecer no cuento los instantes, / porque la noche larga ahora tan solo empieza» (Mistral, Poesías completas, p. 107).

19. San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 736.

20. San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 915.

21. Motivo capital que disipa instantáneamente cualquier semejanza entre el santo deseo de morir y el suicidio, imagen que Gabriela Mistral condena en el amante y por cuyo acto pregunta a Dios en el poema «Interrogaciones»: «¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?» (Mistral, Poesías completas, p. 83).

22. Hatzfeld, 1963-1964, p. 47.

23. De hecho, él mismo explica que en la Noche oscura este término tiene tres significados distintos: el rechazo a las criaturas, la oscuridad de la fe y la incognoscibilidad de Dios (San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 163).

24. San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 46.

25. «Éxtasis», en Mistral, Poesías completas, pp. 72-73.

26. Esta idea está notablemente explicada en el texto «La muerte del sujeto en la poética de Juan de la Cruz» de Iñaki Ceberio de León, tesis doctoral citada en la bibliografía (Ceberio de León, 2006, pp. 201-206).

27. San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 779.

28. Mistral, Poesías completas, p. 84.

29. «Palabras serenas», en Mistral, Poesías completas, p. 105.

30. Este poema, titulado «La sombra inquieta», consta de tres sonetos que están seguidos de un comentario que dice: «NOTA DE LA AUTORA: Esta poesía es un comentario de un libro que, con ese título escribió el fino prosista Alone. El personaje principal es un artista que pasó dolorosamente por la vida» (Mistral, Poesías completas, pp. 60-61).

31. San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 143.

32. «In principium erat Verbum, en San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 85. Las cursivas son nuestras.

33. «Poema del hijo», en Mistral, Poesías completas, p. 95.

34. Mistral, Poesías completas, pp. 157-158.

35. «El encuentro», en Mistral, Poesías completas, p. 70.

36. «El surtidor», en Mistral, Poesías completas, p. 90.

37. Mistral, Poesías completas, p. 65.

38. Mistral, Poesías completas, p. 57.

39. «El ruego», en Mistral, Poesías completas, pp. 92-93.

40. Así lo manifiestan los poemas «Al oído de Cristo», «Viernes santo» y «Canto del justo». Ver Mistral, Poesías completas.

41. San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 610.

42. Mistral, Poesías completas, p. 81.

43. Mistral, Poesías completas, p. 39.

44. San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 561.

45. Moliner, 2008, p. 262.

46. San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 561.

47. Mistral, Elogio de las cosas de la tierra, p. 26.

48. Mistral, Poesías completas, p. 56.

49. Mistral, Poesías completas, p. 58.

50. Cántico espiritual, en San Juan de la Cruz, Obras completas, p. 605.

51. Mistral, Poesías completas, p. 187.

Buscar:
Ir a la Página
IR
APA
ISO 690-2
Harvard
powered by cygnusmind