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La divulgación humanista de los saberes: lo que el viento se llevó. Desde Pedro Mexía a Michel de Montaigne en la Europa del siglo XVI
The Humanist Disclosure of the Knowledges: Gone with the Wind. From Pedro Mexía to Michel de Montaigne in XVIth Century Europe

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 7, núm. 2, 2019

Instituto de Estudios Auriseculares

Dominique de Courcelles

Centro Nacional de la Investigación Científica/Ecole Normale Supérieur/Ecole Nationale des Chartes, París, FRANCIA, Francia

Fecha de recepción: 28 Febrero 2018

Fecha de aprobación: 22 Noviembre 2018

Resumen: Tanto Montaigne en Francia como Mexía en España encuentran en las obras de los autores pasados referencias adecuadas para estimular o renovar los conocimientos y saberes de su época, para promover la reflexión crítica y las humanidades. Ambos a la luz de su inteligencia singular y de su experiencia propia, en estos tiempos muy difíciles del siglo XVI, probaron la inestabilidad y la complejidad de todas estas referencias, lo que los llevó a la misma certidumbre/incertidumbre en cuanto a la vida y a la muerte de sí y del mundo. Así se elabora una nueva filosofía moral y natural: lo que el viento se llevó.

Palabras clave: Auctoritates, bibliotecas, Ensayos , Humanismo, Pedro Mexía, misceláneas, Michel de Montaigne, Ramon Sibiuda, Silva de varia lección , viento.

Abstract: However Montaigne in France Mexía in Spain finds in the works of the authors of the past the adequate references to stimulate or renovate the knowledges of their time, to promote the critical thinking and the humanities studies. Both in the light of their singular intelligence and of their appropriate experience, in this time so difficult of the XVIth century, experienced the instability and the complexity of all these references, what brought them to the same certainty/ uncertainty as for the life and for the death of oneself and the world. So develops a new moral and natural philosophy: gone with the wind.

Keywords: Auctoritates, Essay , Humanism, Libraries, Pedro Mexía, Miscellanies, Michel de Montaigne, Ramon Sibiuda, Silva de varia lección , Wind.

La Silva de varia lección es sin duda uno de los libros más destacables del siglo XVI en Europa. Es el primer libro misceláneo en lengua castellana. Su autor, el magnífico caballero Pedro Mexía, nacido en 1497, fue célebre en la ciudad de Sevilla y en España. En julio 1540, a parecer la primera versión de la Silva en tres partes y 117 capítulos en Sevilla por el impresor Domingo de Robertis, Pedro Mexía es alcalde de la Santa Hermandad, miembro del consejo municipal de Sevilla, cosmógrafo de la Casa de Contratación, que es una casa de comercio entre el viejo mundo y el nuevo mundo, aduana, arsenal, escuela de cartografía y de navegación. Pedro Mexía se ha retirado a Sevilla por su mala salud, tras haber estudiado derecho en la Universidad de Salamanca y haber tal vez ocupado un cargo en la administración imperial durante algunos años. Se encuentra orgulloso de su «patria y nación» sevillana y española, de la nobleza de su familia y de su limpieza de sangre, de sus conocimientos de la lengua latina y de las autoridades clásicas, firmemente comprometido con la fe católica. Sus compatriotas admiran su «uso de las matemáticas y astrología, en que era conocidamente el más aventajado, pues por eccelencia fue llamado el Astrólogo, como Aristóteles el Filósofo» 1 . Admiran también su saber cosmográfico, hidrográfico e histórico, que pone al servicio de los navegantes quienes salen de Sevilla 2 . Mexía aparece claramente involucrado en las teorías y conocimientos de su época.

Al volver Cristóbal Colón a Sevilla el 31 de marzo de 1493, la ciudad queda convertida en la puerta entre el viejo y el nuevo mundo. De Sevilla salen ahora todos los descubridores, hombres de armas, hombres de letras, eclesiásticos. Sevilla es como un puesto de observación de Europa, desde se contempla la naturaleza y los hombres del nuevo mundo. Sevilla es también el “mapa” de todas las naciones y de todas las historias del mundo, dice el historiador Alonso Morgado, con sus grupos de mercaderes extranjeros, también de moros, gitanos, mulatos, indianos y negros, en general esclavos. Una ciudad nueva se desarrolla, desbordando su pasado romano e islámico, medieval, rodeada de silvas y bosques, de huertos botánicos en donde se aclimatan los árboles y las plantas de las Indias. Sevilla pretende ser una Roma renovada, regir la restauración del imperio romano antiguo y de la unidad de la fe cristiana. Sevilla es ahora la capital española del libro y los libros sevillanos sorprenden por la variedad de sus temas y por la libertad de sus autores. Hay pocas obras en latín, pero muchas traducciones de obras antiguas o recientes 3 .

Pero Sevilla, esplendida abierta al mundo, donde se almacenan y se estudian las riquezas de las Indias, tiene un puerto demasiado pequeño, no puede controlar las crecidas del Guadalquivir, no puede eliminar sus desechos, le falta espacio para enterrar a sus muertos. Al mismo tiempo se suceden fiestas suntuosas, procesiones religiosas grandiosas y catástrofes como hambrunas, terremotos, inundaciones. Entre oro y podredumbre Sevilla es el espejo de las contradicciones terribles y del paso trágico de cada vida.

Mexía debe su ciencia y su fama a dos amigos, el sabio obispo de Escalas, Baltasar del Río, «que despertó en Sevilla las buenas letras, el cual le comunicó algunos libros estraordinarios» 4 , y el muy erudito Fernando Colón, hijo ilegítimo de Cristóbal Colón, amante de los libros y poseedor de una biblioteca que consta de más de veinte mil volúmenes: «Le fue utilísimo el trato familiar con don Fernando Colón» 5 . Mexía tiene así acceso a un vasto conjunto de libros, a la suma de los saberes de su tiempo. Tiene relaciones por correspondencia en latín con Juan Ginés de Sepúlveda y Luis Vives; también con Erasmo en 1530.

Fernando Colón, presbítero y escritor (1488-1539), antes de fallecer, deja su biblioteca al capítulo de la catedral de Sevilla, muy abierto a nuevas ideas. Así queda constituida una de las primeras y más ricas bibliotecas del siglo XVI. En la primera edición de la Silva en 1540, Pedro Mexía rinde homenaje así a su amigo difunto:

Se hacen cada día copiosas e muy notables librerías en los estudios y universidades, y en Roma, Florencia, Venecia y en otras partes muchas; y se espera que cada día se harán e irán en crecimiento las hechas. Entre las cuales no es de olvidar el cuidado e provisión que, sin ser hombre de grandes rentas ni estado, sino por ser varón doto e de varia lección, con mediano patrimonio, tuvo don Hernando Colón, hijo de don Cristóbal Colón, visorrey y almirante mayor de las Indias Occidentales y el primero que aquella navegación descubrió e dio nuevo mundo al antiguo mundo, de juntar e hacer librería en esta ciudad de Sevilla; para lo cual él por su persona anduvo todo lo más de la cristiandad buscando y juntando libros de todas facultades; y juntó y dejó aquí más de veinte mil volúmenes de libros. Y tenía propósito de buscar todos los más que pudiesen ser habidos; lo cual, atajado de la muerte, no pudo cumplir 6 .

Al desear recoger todos los libros del mundo, el sabio Fernando busca tal vez apartar los ojos de la verdad más sencilla de la muerte que es siempre prematura. Su biblioteca queda como promesa de una memoria universal, de un deseo de universalidad, el fin de los libros y tal vez del mundo. La biblioteca de Fernando es así una metáfora del paso suspendido del tiempo en la sincronía inmensa de todas las palabras y pensamientos del fin del tiempo. Muestra también el miedo del olvido y de la muerte. El recorrido de Mexía por los libros del amigo, dentro de un libro y después de libro a libro y después de los libros al mundo, tiene que conciliar el deseo de universalidad y la elección necesaria como condiciones de la lectura y del pensamiento. Fernando Colón, el amigo difunto, da a Pedro Mexía los libros por los cuales, dentro de la ciudad de Sevilla abierta al mundo, puede aprovechar el mundo que no puede recorrer por su salud frágil. Al leer los libros de la biblioteca de su amigo, al leer sus comentarios y pareceres, como lo notan sus contemporáneos, Mexía se hace matemático y cosmógrafo, luego cronista del emperador, teje relaciones con el mundo, desarrolla itinerarios de saberes.

En 1540, en los preliminares de la primera edición de la Silva, Mexía explica:

Y como en esto como en lo demás los ingenios de los hombres son tan varios y cada uno va por diverso camino, siguiendo yo al mío escogí y hame parescido escrebir este libro, así, por discursos y capítulos de diversos propósitos, sin perseverar ni guardar orden en ellos, y por esto le puse por nombre Silva, porque en las selvas y bosques están las plantas y árboles sin orden ni regla. Y aunque esta manera de escrebir sea nueva en nuestra lengua castellana, y creo que soy yo el primero que en ella haya tomado esta invención, en la griega y latina muy grandes auctores escribieron así, como fueron Ateneo, Víndice Cecilio, Aulo Gelio, Macrobio. Y aun en nuestros tiempos Petro Crinito, Ludovico Celio, Nicolao Leónico y otros algunos 7 .

Pedro Mexía elige configurar los saberes en la forma de una silva de árboles, plantada y elaborada sin método ni orden, a partir de diversos modelos antiguos y contemporáneos. La Silva pertenece al género de las misceláneas y enciclopedias que fue cultivado por autores griegos y latinos, y continuado por autores de la Edad Media latina. A esta tradición se remontan las del Renacimiento, escritas todas en latín hasta la publicación de esta, la primera en lengua vernacular.

Ateneo (siglos II-III) es filósofo y retórico griego, nacido en Egipto, y debe su fama a que fue autor de El banquete de los sofistas, en donde acumula noticias eruditas sobre la Antigüedad. Víndice Secilio es quizás Cecilio Calactino, retórico y gramático griego de fines del siglo I a. C. de familia hebrea servil, quien recibió la libertad de un romano llamado Cecilio. Aulo Gelio (125-175) es un célebre crítico y gramático romano, autor de las Noches áticas, obra que se compone de veinte libros en los que trata de materias muy diversas, citado 44 veces en la Silva. Macrobio (fines del siglo IV y principios del siglo V d. C.) es un filósofo neoplatónico, filólogo y político del Bajo Imperio, autor de Commentarii in Ciceronis somnium Scipionis y de las Saturnales, obra destinada a vulgarizar las materias más diversas: es mencionado veinte veces. Petro Crinito o Pietro Riccio es un escritor italiano nacido en Florencia hacia 1465 y muerto en los principios del siglo XVI. Discípulo de Policiano escribe los Commentarii de honesta disciplina publicados en Florencia en 1504. Ludovico Celio o Luigi Ricchieri, dicho Rhodigino, (1450-1525), es un filólogo italiano, protegido por el rey Francisco I de Francia, autor de una obra de carácter enciclopédico, Antiquarumlectionum libri XXX, Venecia, 1516-París, 1517). Nicolao Leónico Tomeo o Nicolas Thomaeus (1456-1531), de familia originaria de Grecia, explica medicina y filosofía a partir de 1497 en la Universidad de Padua, y es el autor de De varia disciplina libri tres (Florencia, 1524). Otros textos no confesados expresamente marcan las orientaciones de la Silva: la Historia natural de Plinio, el Polyhistoro Collectanea rerum mirabilium de Caius Julius Solinus o Solino, geógrafo latino del siglo III 8 , los Factorum et dictorum memorabilium libri novem de Valerio Máximo (siglo I), también los De nuptiis Philologiae et Mercurii libri IX de Marciano Capella (siglo V), la Officinavel potius naturae historia de Jean Teissier, señor de Ravisi, o Ravisius Textor, de 1522, y los Geniales dies de 1522 de Alejandro de Alejandro. Hay numerosas citas casi textuales de Erasmo de Rotterdam, especialmente de los Apotegmas, pero el nombre de Erasmo se encuentra silenciado y censurado en España desde la conferencia de Valladolid de 1527, y de las Epístolas familiares de Antonio de Guevara de 1539.

El humanismo de Pedro Mexía parece una colección de acontecimientos, de anécdotas, de relatos, es decir, de los elementos más diversos que provienen de los autores antiguos o recientes, en general italianos, que los han recogido.

Aunque la mayoría de las fuentes empleadas por Mexía sean griegas o latinas, en lengua latina o traducidas a ella, otras referencias aparecen en justa correspondencia con los temas que abundan en su obra. Resulta notable que Mexía cita muy a menudo los libros de Moisés y Esdras, favoritos de Cristóbal Colón, padre de su amigo Fernando Colón. Conoce la obra de Francisco Jiménez de Cisneros, arzobispo de Toledo e inquisidor general de Castilla, fundador de la Universidad humanista de Alcalá, y acepta los principios de la Biblia de Alcalá. Se refiere a Castiglione, sin mencionarlo. Sobre todo admira a Maquiavelo, que no ha sido condenado por el papa en este momento, y algunos textos del florentino son árboles mayores de la Silva. En la versión retocada y ampliada de la Silva en 1550-1551, Mexía suprime referencias expresas a Erasmo de Rotterdam, que se hallaban en las anteriores ediciones de la obra. Habiendo leído y admirado sinceramente a Erasmo, no lo puede seguir en aquellos aspectos doctrinales peligrosos, aunque sus obras no fueron explícitamente condenadas hasta la promulgación del Índice de libros prohibidos de Fernando de Valdés en 1559.

El uso de la lengua vernacular castellana es de mucha importancia. Desde finales del siglo XV, el Arte de la lengua castellana de Antonio de Nebrija (1492) o el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés (1535) han afirmado la dignidad y la grandeza de la lengua castellana:

Por lo cual yo, preciándome tanto de la lengua que aprendí de mis padres, como de la que me mostraron preceptores, quise dar estas vigilias a los que no entienden los libros latinos, y ellos principalmente quiero que me agradezcan este trabajo, pues son los más y los que más necesidad y deseo suelen tener de saber estas cosas. Porque yo, cierto, he procurado hablar de materias que no fuesen muy comunes ni anduviesen por el vulgo, o que ellas de sí fuesen grandes y provechosas, a lo menos a mi juicio 9 .

Mi deseo y propósito es comunicar a mi patria e lengua castellana muchos de los secretos y doctrinas de la latina y de los que ella tomó de la griega… 10

Al apropiarse las “materias grandes” de las autoridades antiguas y modernas en lengua latina, la lengua castellana concede a la Silva el estatuto doble de discurso «científico» y de discurso «literario», según las categorías definidas por Michel Foucault. Así, todos los textos antiguos y modernos en lengua latina presentes en la Silva apoyan su autoridad propia en lengua vernacular sobre el nombre de Pedro Mexía, ya que él es muy famoso en su ciudad de Sevilla como matemático y astrólogo, es decir hombre versado en la interpretación de los señales, en la clasificación y reconfiguración de los saberes acumulados y memorados en la escritura de una obra que pretende ser un instrumento de reflexión y comprensión del mundo, de la plaza del hombre en el mundo y las relaciones de los hombres entre sí en la lengua de España y del imperio hispánico.

Con la dignidad y la grandeza de la lengua, con la grandeza de las materias se corresponden la fineza y la grandeza de los ingenios españoles. Los lectores en lengua castellana comparten ahora el saber “vario”, gracias al trabajo del autor de la Silva:

No sé por qué no osaremos en la lengua castellana tomar las invenciones que en las otras y tractar materias grandes, como los italianos y otras naciones lo hacen en las suyas, pues no faltan en España agudos y altos ingenios 11 .

La escritura castellana de esta obra miscelánea humanista se sitúa en una relación ontológica entre lengua, saber y pueblo. Mexía unifica al público lector, al emperador y rey de España, a los sevillanos y españoles, al lado del autor mismo, Pedro Mexía, filtrador y divulgador de «los secretos», «materias grandes y provechosas». Así, la Silva, este libro que «todos saben» 12 en Sevilla y España, puede contribuir en mejorar la sociabilidad en este mundo múltiple, Sevilla y España en este tiempo. Las «materias grandes y provechosas» presentadas en la Silva resumen la esperanza de que un día la palabra podría crear o recrear una comunidad humana humanista por la comunión de los ingenios.

Todas las ediciones antiguas de la Silva, desde 1543 hasta 1673, salvo la de 1570, dan en la conclusión de la obra una larga lista de más de 230 autores y obras por orden alfabético, con la mención siguiente:

Todas las auctoridades se traen y refieren en vulgar castellano porque, para el que no sabe latín, parescióle al auctor cosa escusada cansarlo con leerlo; y el que lo sabe podrá verlas en los originales, pues se señalan los lugares donde las hallará 13 .

A lo largo de la Silva, Mexía indica sus referencias y cita sus fuentes con fidelidad y rigor; sus errores al citar son siempre mínimos y disculpables. Los autores más citados por Mexía son: Plinio el Viejo: 250; la Biblia: 176 (36 referencias generales, 86 a libros del Antiguo Testamento, 54 a textos del Nuevo Testamento); Aristóteles: 98; Plutarco: 64; Flavio Josefo: 56; Eusebio de Cesárea: 54; san Agustín: 52; Cicerón: 46; Aulo Gelio: 44; Solino: 34; Lactancio: 30; Diodoro Sículo: 28; Orosio: 28; Estrabón: 27; Claudio Eliano: 26; Ovidio: 26; Suetonio: 23; san Isidoro de Sevilla: 23; san Jerónimo: 21; Macrobio: 20; Tito Livio: 19; Virgilio: 18; Platón: 17; Séneca: 17; san Alberto Magno: 17; Bartolomeo de Sacchi: 17; Ptolomeo: 16; Valerio Máximo: 16; Herodoto: 14; Juvenal: 14; Teofrasto: 14; Varrón: 14; Vitrubio: 14; Marcantonio Coccio: 13; Quinto Curcio: 12; Justino: 12; Diógenes Laercio: 11; Horacio: 11; Pomponio Mela: 11; Avicena: 11; Beda el Venerable: 11; Erasmo de Rotterdam: 11; Rafaele Maffei: 11; Tácito: 10; Alejandro de Alejandro: 10; san Antonino de Florencia: 10. Resulta que a 46 autores corresponde un total de 1.477 citas 14 . Mexía cita a la mayoría de estos autores a partir de las obras miscellanea mencionadas en su proemio y prefación.

Si le parece necesario, no duda en expresar su perplejidad. Por ejemplo, a propósito de la invención de «la pólvora e artillería»:

Aunque a mi ver más antigua cosa debe ser esta invención… 15

O a propósito del poder de los anillos, según las Saturnales de Macrobio:

También pone Macrobio otras causas por respecto de los números, conforme a la doctrina de los egipcios, que no me parescieron importantes. Esta postrera es la que más veo seguir y aprobar… 16

Y también:

Tras esta historia quiero yo contar otra, que, aunque no la hayan escripto algunos, como la pasada, por cierta información he yo sabido que es verdadera 17 .

Así Mexía toma en cuenta su experiencia propia para darle un valor cognitivo muy parecido al valor de los autores clásicos.

En diciembre de 1540, la Silva de varia lección se reimprime en Sevilla en la imprenta de Juan Cromberger con diez capítulos nuevos que se agregaron a la tercera parte de la obra. En esta segunda edición Pedro Mexía se toma el cuidado de responder a las críticas de sus lectores primeros a propósito de su elección de los relatos. La cuestión que se plantea es la siguiente: ¿Cuáles son los árboles que merecen participar en la Silva? ¿Qué importa y qué no importa? ¿Cómo se puede determinar la importancia de los árboles?

En la verdad son tan varios los juicios y pareceres de los hombres que lo que a unos desagrada, contenta a los otros. Y es verdad que algunos de los capítulos deste libro que yo tenía por bajos y juzgaba por de menos substancia, he visto después que a hombres, cuyo juicio no es de menospreciar, han agradado y no han parecido indignos de ser leídos… sobre todo respondo que los auctores antiguos a quien yo en esta invención de escribir silva imité, hicieron lo mismo; que entre los capítulos de cosas de alto punto y calidad ponen y tratan otras de muy poca substancia y tan livianas que parecen indignas de tales auctores. Las cuales se ponen por descansos e alivios del lector y porque el ingenio no se canse llevando siempre cosas pesadas… 18

La cultura humanista, accesible a todos, en lengua vernacular castellana, ya está, según el autor de la Silva, entre ligereza y gravedad, privilegiando la brevedad y la variedad:

No quiero contar más ejemplos, porque si los que se hallan escritos hubiese de escribir, daría mucho fastidio al lector. Y por esto, tomando lo que más notable me paresce, siempre procuro brevedad, porque más lugar haya la variedad que procuro en este mi trabajo 19 .

Mexía quiere ofrecer a cada uno, tanto al príncipe como al lector sencillo, la posibilidad de pensar, determinar, evaluar una «materia curiosa». Subraya el papel activo del lector. En el epílogo de la segunda edición de 1540 afirma:

El lector juzgará lo que le pareciere, que no deja de ser materia curiosa, y es esto 20 .

Pedro Mexía trabaja en completar su obra hasta su muerte. En la novena edición en la serie de las ediciones castellanas y última de su vida, la de Juan de Villaquirán en Valladolid, en enero de 1551, añade una cuarta parte con 22 nuevos capítulos, publicada de forma separada, después de las tres primeras partes. La obra contiene ahora 149 capítulos. Mexía fallece el 17 de enero de 1551.

La primera parte en 46 capítulos trata de los acontecimientos importantes de la historia del mundo, de las edades del hombre y la educación, de la historia de las lenguas, del arte de la palabra y de la comunicación. La segunda en 45 capítulos trata de los linajes, de los poderes de la naturaleza y de los hombres, de las luchas entre los seres; se mencionan los temas del matrimonio, de las relaciones entre hombres y mujeres. La tercera parte en 36 capítulos, muy útil según el autor a los príncipes y jefes de guerra, trata de las materias humanistas de la memoria, la imaginación, las facultades humanas y las realizaciones mayores de la historia. La cuarta y última parte en 22 capítulos, escrita muy poco antes de la muerte del autor, trata específicamente de los principios y origen de las cosas y los seres, del poder o autoridad que proviene del uso de los anillos, de la nobleza, de la traducción de la Biblia de los Setenta, de la vida humana, de la sabiduría, del tiempo favorable para emprender, de Jerusalén, etc. Creer, conocer, saber no son en definitiva muy distintos. En la edición francesa de 1552 se inserta entre la tercera parte y la cuarta parte de Mexía una parte nueva de 14 capítulos, que corresponde a la parte añadida por el traductor italiano de 1544. La cuarta parte de Mexía se hace quinta parte de la obra en la edición francesa. Esta parte trata sobre todo de la interpretación del porvenir y del futuro. Así, la apropiación interpretativa y amplificadora por los lectores-traductores de la Silva se inscribe en la misma línea de la apropiación interpretativa y amplificadora del autor Pedro Mexía, lector de las obras humanistas de su época.

A partir del conjunto de los saberes y de la razón del viejo mundo, a partir de los nuevos descubrimientos geográficos, astronómicos, medicales y fisiológicos, zoológicos, botánicos y mineralógicos, físicos, en Sevilla, adonde vienen todas las informaciones sobre el nuevo mundo y donde se desarrollan las editoriales, el autor de la Silva busca aprender el control y el dominio sinóptico de las cosas más curiosas que pudo recoger en las ondas agitadas de la textualidad. Sin embargo, permanece la inquietud de descubrir los secretos que la naturaleza tenía escondidos hasta ahora y de explicar los fenómenos más ocultos del mundo. El humanista Mexía contribuye en su medida a separar el ámbito religioso y el mundo natural que se queda sujeto a la capacidad cognitiva del ser humano y se libera poco a poco de toda interpretación sobrenatural. Las noticias sobre las ciencias naturales —los animales, las plantas, los minerales— son muchas e importantes. También la fisiología y la medicina tienen un lugar destacable. En lo que concierne a la astronomía y la geografía, el cosmógrafo Mexía utiliza las teorías de Aristóteles, Estrabón, Ptolomeo, Pomponio Mela, el papa Pío II, también Filóstrato, Alejandro de Afrodisia, Marsilio Ficino, etc. y muchos otros menos famosos. Resulta ahora difícil distinguir estas ciencias de la astrología, la magia y las ciencias ocultas, que interesan a Mexía y a todos sus contemporáneos.

El Renacimiento aquí bien parece un periodo intermedio: la religión no es más la fuerza unificadora de la Universitas medieval y no existe todavía el modelo de la objetividad de las ciencias de la materia. Es difícil evaluar la presencia de la inspiración filosófica en el pensamiento de esta época. Las disciplinas no están bien delimitadas como hoy están, salvo la teología, el derecho y la medicina. Pedro Mexía escribe los últimos capítulos de la Silva cuando se encuentra enfermo y a punto de fallecer, cuando tiene miedo de no poder acabarlos, como lo relatan sus biógrafos. Estos capítulos parecen indicar que ha transformado el sueño, el de su amigo Fernando Colón, de acumular todos los libros del mundo, y su sueño propio de resumir todos los saberes adquiridos. La Silva no es más el lugar de la acumulación y de la continuidad, de la cultura general: se da una ruptura con la tradición. En el umbral de la muerte, el dominio de los saberes necesita el des-dominio. Al observar el paso del tiempo y la repetición indefinida de los ciclos de los años donde cada fin se junta con el origen, Mexía entiende, según Maquiavelo, el fracaso de la conspiración florentina de los Pazzi, que querían ser útiles a su patria, y la muerte brutal del gran capitán y estratega italiano Castruccio Castracani, que Maquiavelo aprecia como modelo más perfecto del Príncipe. A punto de hacerse dueño de Florencia y conquistar toda Italia, falleció al atravesar un río helado. ¿Qué queda de la Silva de varia lección, obra miscelánea que representa el ensayo de una biblioteca humanista ideal bajo la forma material de un libro en cuatro volúmenes, el ensayo del dominio del saber, ya que todos los saberes y todos los poderes humanos están destinados a pasar y desaparecer?

Quedan, responde el cosmógrafo de Sevilla, los vientos —«cosa fue provechosa y necesaria»—, principios de fluidez y movimiento, los vientos que mueven naturalmente los barcos de los descubridores del nuevo mundo y los mercadores de la modernidad. El último capítulo de la Silva describe así, tanto para los navegadores como para los ignorantes, los orígenes y las características de los vientos. Constituye la firma intelectual y social del autor cosmógrafo, quien conoce el origen de los vientos y su fin que se junta con su origen, como lo demuestra la descripción de una imagen de los vientos del mundo. Pero la imagen anunciada, prevista, no figura en el libro de Pedro Mexía, ya que se muere antes de su inclusión. Es el libro de otro cosmógrafo célebre, Pedro de Medina, intitulado Suma de Cosmographía y publicado en 1561, el que va a contener la figura descrita por Pedro Mexía.

Así, al seguir las convicciones mayores de los poetas Homero, Virgilio, Ovidio, también el filósofo Séneca, Plinio y Vitruvio, el autor expone al final de su obra miscelánea, la primera en lengua castellana, y al final de su vida, la finitud radical, el movimiento y la fluidez del mundo y del hombre y la irreversibilidad del tiempo. Pero sugiere también que el tiempo se orienta hacia el juicio último de Dios, ya que en este mismo último capítulo evoca al evangelista Mateo, quien anunció la venida del Hijo de Dios, el fin del mundo:

Enviará sus ángeles con trompeta y grande voz y ayuntarán los escogidos de los cuatro vientos y partes de la tierra 21 .

En el fin de la compilación inmensa de los saberes destinados a todos, la extraordinaria Silva acaba de manera imprevista, nueva, subversiva, con el movimiento, el soplo, la fragilidad, y designa al autor cosmógrafo y astrólogo como a cada ser humano quien pasa y desaparece, arrastrado por el movimiento y los vientos del mundo. La lección mayor de la obra como la de cada compilación y de cada vida humana es que los esfuerzos de control y dominio de los saberes, es decir el arte de plantación de la Silva, están siempre sujetos a accidentes imprevistos, prematuros. No hay que confiar en los saberes y en los poderes de los hombres; no hay que buscar conocer los secretos del mundo. De todos los árboles bien plantados, de todas las autoridades razonables que pretenden revelar lo oculto, queda solamente viento. Lo que Pedro Mexía no tuvo tiempo de profundizar, es decir este individualismo insolente en España del siglo XVI, esta liberación de toda interpretación sobrenatural, otros humanistas volverán a abordarlo y realizarlo: «yo mismo la materia de mi libro», «un sujeto si frágil y si vacuo», escribirá Michel de Montaigne en el Aviso al lector de 1580 de sus Ensayos.

En algo más de un siglo, la Silva de varia lección alcanza por lo menos 32 ediciones en lengua castellana (29 completas y 3 parciales, hasta 1673) y 75 en lenguas extranjeras, como mínimo, entre las cuales 30 italianas, 31 francesas, 5 inglesas, 5 holandesas y 4 alemanas. La favorable acogida popular que tuvo la Silva dentro y fuera de España es solo comparable a la de los principales libros de Guevara o a la de las grandes obras nacionales de aquel periodo, como La Celestina o el Lazarillo de Tormes. En 1576 la Silva aparece en una venta de libros en México. La primera traducción de la Silva se hizo al italiano. La versión de Mambrino Roseo da Fabriano (en Venecia, Michele Tramezzino, 1544), conoce 30 reimpresiones a lo menos. El propio traductor le añade catorce capítulos de su propia creación. De esta traducción italiana derivan las versiones francesa, inglesa y flamenca, estas basadas en la francesa, y una alemana. La traducción y adaptación de la Silva al francés es realizada por Claude Gruget y aparece por primera vez con el título de Les Diverses leçons de Pierre Messie en la edición de París, Estienne Groulleau, 1552. La Silva francesa, como la de Italia, tuvo continuaciones: la de Antoine Du Verdier, Lyon, Barthelemy Honorat, 1577, y la de Louis Guyon, Tournon, Claude Michel, 1604. Conocemos 37 reimpresiones de la traducción francesa de Claude Gruget entre 1552 y 1654 22 .

La primera versión al inglés de la Silva es de Thomas Fortescue a partir de la traducción de Claude Gruget y con las adiciones de Mambrino Roseo da Fabriano con el título de la Foreste or Collection of Histories, chez John Kyngston en Londres en 1571. La versión neerlandesa es realizada a partir de la francesa de Gruget con el título de Verscheydenlessen Petri Messiae (Leiden, Jan Paedts Jacobszoon y Jan Bouwenszoon, 1587). Alemania conoce la Silva de Mexía a través de dos traducciones hechas a partir del texto original español, la de Johann B. Grass, Schöne historien, exempel, underweisungen (Estrasburgo, J. B. Grass, 1570) y la de Lucas Boleckhofer Sylva variarum lectionum (Basilea, 1664). Varias veces las traducciones o continuaciones de la Silva no conservan su título original ni tampoco la mención del autor Pedro Mexía. Las ediciones italianas y francesas son las más numerosas en Europa, lo que indica que la aceptación de la Silva es más importante en los países de lenguas románicas más implicados también en la historia de España.

A finales del siglo XVI Michel de Montaigne lee por cierto la Silva de varia lección, ya que las obras citadas en la Silva están en sus Ensayos. Pero ¿la lee en castellano, en italiano como Selva di varia lettione según la versión de Mambrino Roseo da Fabriano, o como Les Diverses leçons de Pierre Messie? ¿En qué edición y de qué año? Lo cierto es que leyó la obra de Pedro Mexía.

Montaigne nació en 1533. La familia de su padre es de la región de Burdeos y tiene su hidalguía desde 1477 al comprar la casa noble de Montaigne. La familia de su madre es de origen español y sin duda judío. Montaigne tiene relaciones a la vez afectivas e intelectuales con España, como lo indican algunas anécdotas de su vida recogidas, por ejemplo, en su Journal de voyage. En el centro exacto de sus Ensayos incluye el libro de un español del siglo XV, Ramon Sibiuda —Raymond Sebond 23 . Apenas evoca el conflicto entre España y Francia. Así, no es sin intención que inscribe en el inicio de sus Ensayos en el capítulo primero la afirmación:

C’est un sujet merveilleusement vain, divers et ondoyant que l’homme. Il est malaisé d’y fonder jugement constant et uniforme 24 .

El castillo de Michel de Montaigne está ubicado al lado del importantísimo puerto de Burdeos, donde su familia desarrolla actividades de negocio y de donde es diputado y después alcalde a partir de 1581. Tanto como Sevilla, Burdeos es un puerto a la vez marítimo y fluvial, enriquecido con el comercio. Así Michel de Montaigne igual que Pedro Mexía experimentó el poder político y las responsabilidades sociales en una ciudad abierta al mar y al mundo. A partir de febrero de 1571, al padecer siempre una gran soledad afectiva desde la muerte de su amigo Etienne de La Boétie en agosto de 1571 y desde la muerte de su padre en junio de 1568, deja la vida pública y se retira a su casa; ahora se dedica al estudio y a la lectura y escritura. En su «librería» —biblioteca— de «más de mil libros», situada en la torre que domina la casa, pasa «la mayor parte de sus días y de las horas del día». «La casa no tiene cuarto más ventoso que este», dice 25 . La librería, muy alta y expuesta a los vientos, tan redonda como el mundo, proporciona intimidad y sentido a las prácticas de lectura y escritura. Montaigne juntó a sus libros los libros que le dejó su amigo, y La Boétie tiene su lugar en los Ensayos, en el capítulo De l’Amitié (I, XXVIII). Montaigne hizo pintar en lo alto de las paredes de su librería algunas sentencias latinas y griegas que resumen según él la experiencia de los sabios; tratan de la vanidad del hombre, de la inutilidad de los saberes, de la locura de nuestra soberbia, de la inconstancía y fluidez del mundo. Las referencias bíblicas son siempre muy precisas, pero dos citas solamente de Eclesiastés, entre un total de once, son exactas:

Le temps court et s’en va, cependant sans me blesser. Car il ne se peut dire combien je me repose et séjourne en cette considération que les livres sont à mon côté pour me donner du plaisir à mon heure, et à reconnaître combien ils portent de secours à ma vie… Là je feuillette à cette heure un livre, à cette heure un autre, sans ordre et sans dessein, à pièces décousues: tantôt je rêve, tantôt j’enregistre et dicte, en me promenant, mes songes que voici… 26 .

A Montaigne le gusta subrayar a lo largo de los Ensayos la «estupidez» de su «intención extravagante», ya que su libro no tiene «orden ni regla», es «extravagante», pues es «el único libro de su especie en el mundo»: «Yo me pinto» 27 . Y también: «No es doctrina, sino estudio de mi» 28 . Si Montaigne logra estudiarse, pintarse, esto se debe a que ha recogido «un montón de flores extranjeras» 29 :

Je ne cherche dans les livres que la science qui traite de la connaissance de moi-même et qui m’instruise à bien vivre et à bien mourir 30 .

Bajo «el montón de las flores extranjeras», préstamos, citas, afirmaciones que se dan a leer y se hacen figuras de amplificación retórica, Montaigne se escenifica, produce un discurso nuevo, pasa explícitamente del singular a su «ser universal». La lógica dramática que le lleva a poner en escena los lugares comunes de los saberes humanistas de su época, a formar su materia propia después de haberla sacado de otros, consiste en el proceso siguiente: el nombre de un hombre particular está asignado al montón de flores extranjeras, ya iniciado en la Silva de varia lección, y esta asignación consiste en el proceso de la construcción moderna de la figura del autor, así como lo explica el filósofo Michel Foucault en su ensayo Qu’est-ce qu’un auteur? 31 Así, Montaigne deduce las implicaciones posibles de la puesta en escena de los lugares comunes del saber y en todo lo que podemos pensar es en la Silva de varia lección. Leer y escribir para Montaigne es reavivar el pensamiento y el saber por el juego de las digresiones y el comentario libre. Cuando Montaigne afirma que el conocimiento del mundo por los libros no puede sino subrayar la heterogeneidad y la diversidad de las apariencias, su convicción muy clara y fuerte coincide con la, discreta y última, de Pedro Mexía. El inventario de las lecciones, como tantas opiniones, denuncia la fluidez y vanidad y vacuidad de cada pensamiento humano, la variedad infinita de los seres humanos, de las sociedades y del mundo. Hay que recordar aquí que el traductor primero de la Silva, el italiano Mambrino Roseo da Fabriano, añade en su primera edición italiana de 1544 una parte, muy breve, en donde plantea la cuestión fundamental: ¿Por qué los seres humanos no pueden conocer la verdad de las cosas?

Mientras Ramon Sibiuda-Raymond Sebond presentaba en 1436 una Ciencia del Hombre dedicada a mostrar el papel del ser humano en la escala de la creación, después de él la perfección del ser humano se concibe a partir de la indeterminación humana, como lo enseña la Silva de varia lección. El poder de su inteligencia permite al hombre cuestionar las tradiciones y los dogmas y entenderse como el artesano formador de sí mismo, lo que favorece el advenimiento de una filosofía moral y natural.

Así, en la introducción de su ensayo intitulado Des cannibales (I, XXXI) de hacia 1579, que se inspira en la muy famosa Historia general de las Indias de Francisco López de Gómara publicada en 1552, traducida al francés en 1569, o en los libros más antiguos de Pedro Mártir de Anglería 32 , Montaigne demuestra que el descubrimiento del nuevo mundo y de los indios cuestiona decisivamente la razón, es decir, todos los saberes del viejo mundo, y recuerda a aquellas sociedades su inestabilidad y su vanidad:

J’ai peur que nous ayons les yeux plus grands que le ventre et plus de curiosité que nous n’avons de capacité. Nous embrassons tout, mais nous n’étreignons que le vent 33 .

Descubrir el nuevo mundo y atrapar el viento, es decir, entender y aceptar la finitud y la inestabilidad de todos los saberes racionales, ya que los autores antiguos más sabios, como Aristóteles, no supieron tratar de las “tierras nuevas”, están en relación de causa a efecto. Montaigne desilusionado y desencantado evoca así las fluctuaciones raras y constantes de la naturaleza y en particular del flujo de los ríos y de las costas del mar que conoce muy bien, ya que le gusta siempre observar los movimientos de las arenas, de las aguas, de los vientos:

Il semble qu’il y ait des mouvements, naturels les uns, les autres fiévreux, en ces grands corps comme aux nôtres. Quand je considère l’impression que ma rivière Dordogne fait de mon temps vers la rive droite de sa descente et qu’en vingt ans elle a tant gagné et dérobé le fondement à plusieurs bâtiments, je vois bien que c’est une agitation extraordinaire… Il leur prend des changements: tantôt les eaux s’épandent d’un côté, tantôt d’un autre, tantôt elles se contiennent 34 .

Las invenciones contemporáneas no solamente ridiculizan todo esfuerzo de conocimiento del mundo, sino también todo esfuerzo de conocimiento de sí mismo. Tras la lectura del libro de Pedro Mexía y de todos los libros en general, esta confusión silvestre, este montón desorganizado, Montaigne cuenta de que está destinado a todos los cambios, a todas las contradicciones. La sentencia del Oráculo de Delfos, «Conócete a ti mismo», designa un imposible. De la cual se hace eco una de las sentencias pintadas en su librería y falsamente atribuida al Eclesiastés:

De toutes les œuvres de Dieu, rien n’est plus inconnu à quiconque que la trace du vent.

Y en los Ensayos:

Et quoi ? Nous sommes par tout vent. Et le vent encore, plus sagement que nous, s’aime à bruire, à s’agiter, et se contente en ses propres offices, sans désirer la stabilité, la solidité, qualités non siennes 35 .

Non seulement le vent des accidents me remue selon son inclination, mais en outre je me remue et trouble moi-même par l’instabilité de ma posture 36 .

Conocer, conocerse, significa reconocer que no lo podemos lograr y que esta imposibilidad es nuestro destino. Saber que no sabemos nada, ya que nos mueve un viento constante, ya que todos nosotros somos viento, vanidad y huella de viento, y que todo es viento que pasa, un flujo perpetuo y vano: esa es la convicción central de Montaigne, que viene a sumarse a la sugerencia última, a la intuición última del cosmógrafo, especialista de los vientos, de la ciudad universal de Sevilla. Es un conocimiento negativo, apofático, sin duda lo más difícil que se pueda concebir y asumir, y que otro español, Francisco Sánchez, elabora en la misma época en un libro que va a ser muy famoso: Quod nihil scitur, que se acabó en 1576 y se publicó en Lyon en 1581. No poseemos ninguna verdad, no sabemos nada sobre el mundo ni tampoco sobre nosotros mismos. La escritura montaigniana del yo rechaza todo postulado metafísico: el acceso a la esencia de las cosas y a una verdad trascendental es imposible. No tenemos que buscar una explicación sobrenatural o trascendental:

Et nous et notre jugement et toutes choses mortelles vont coulant et roulant sans cesse. Ainsi il ne se peut établir rien de certain de l’un à l’autre, et le jugeant et le jugé étant en continuelle mutation et branle 37 .

El juicio final no preocupa a Montaigne, a diferencia de Pedro Mexía, sino el juicio de sí mismo, a todas horas, por la experiencia y el sentimiento propio. Ya no se trata tan solo del conocimiento sino de cómo evaluar el movimiento, la fluidez, para plantear la cuestión más importante, la de la identidad de sí mismo, de la persona «Michel de Montaigne».

Je ne peins pas l’être, je peins le passage 38 .

Ahora Michel de Montaigne —cada ser humano de viento y de vanidad— solo tiene que observar cuidadosamente los vientos que mueven tanto a los descubridores y mercadores del nuevo mundo como a los ignorantes. Observar los vientos es llegar a conocerse, probarse, realizar el ensayo de sí mismo. Al término de la escritura del capítulo sobre los vientos que tiende a borrar los árboles poderosos de la Silva, Pedro Mexía se enfrenta a su muerte propia. El ensayo del viento, de la inestabilidad, es también el viaje último, antes de fallecer y parar. Lo que Pedro Mexía no pudo ni tampoco supo cumplir, Michel de Montaigne va a realizarlo: va a escribirlo y describirlo en su Diario de viaje, que no estaba destinado a la publicación. Así la Silva de varia lección, elaborada en la Sevilla universal y la librería «de más de veinte mil volúmenes de libros» de Fernando Colón por el sabio humanista Pedro Mexía, que se adaptó y tradujo a la lengua francesa bajo el título Les Diverses leçons de Pierre Messie, encuentra sin duda en la librería «de más de mil libros» abierta a todos los vientos, muy cerca de Burdeos, posibilidades de desplazamientos, de alianzas sorprendentes. El autor cosmógrafo en el umbral de la muerte indica al lector los vientos del mundo con un gesto sin palabra y sin imagen, que Michel de Montaigne sabrá intentar otra vez y transformar con los Ensayos y el viaje de sí mismo.

Así, tanto Montaigne en Francia como Mexía en España encuentran en las obras de los autores que les precedieron referencias adecuadas para estimular o renovar los conocimientos y saberes de su época, para promover la reflexión crítica y las humanidades. Ambos a la luz de su inteligencia singular y de su experiencia propia, en estos tiempos muy difíciles del siglo XVI, probaron la inestabilidad y la complejidad de todas estas referencias, lo que los llevó a la misma certidumbre/incertidumbre en cuanto a la vida y a la muerte de sí y del mundo. Así se elabora una nueva filosofía moral y natural. Lo que el viento se llevó.

Bibliografía

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Beardsley, Théodore S., «La traduction des auteurs classiques en Espagne de 1488 à 1586, dans le domaine des belles lettres», en L’humanisme dans les lettres espagnoles. Études réunies et présentées par Augustin Redondo. XIXe colloque international d’études humanistes, Tours, 5-17 juillet 1976, París, Vrin, 1979, pp. 51-64.

Caro, Rodrigo, Varones ilustres en letras, naturales de Sevilla, 1686, manuscrito de la Biblioteca Colombina de Sevilla, Real Academia Sevillana de Buenas Letras, 1915.

Cuartero Sancho, María Pilar, «Fuentes de la Silva de varia lección de Pero Mexía», en Fuentes clásicas de la literatura paremiológica española del siglo XVI, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1981, pp. 19-74.

Foucault, Michel, «Qu’est-ce qu’un auteur?», Bulletin de la Société française de philosophie, LXIV, juillet-septembre 1969, pp. 73-104.

Les Diverses leçons de Pierre Messie, trad. Claude Gruget, París, Estienne Groulleau, 1552.

Mexía, Pedro, Silva de varia lección, ed. Isaías Lerner, Madrid, Castalia, Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 2003.

Montaigne, Michel de, Essais, ed. Pierre Villey y Verdun Louis Saulnier, París, PUF, 1965.

Morgado, Alonso, Historia de Sevilla, Sevilla, Andrea Pescioni y Juan de León, 1587. Ed. moderna: Sevilla, Sociedad del Archivo Hispalense, s. a.

Pacheco, Francisco, «Pedro Mexía», en Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones [1599], ed. Pedro M. Piñero Ramírez y Rogelio Reyes Cano, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1985, pp. 307-313.

Notas

1 Pacheco, Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, p. 309.

2 Caro, Varones ilustres en letras, naturales de Sevilla, p. 33.

3 Ver Beardsley, 1979.

4 Pacheco, Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, p. 309.

5 Pacheco, Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, p. 309.

6 Mexía, Silva de varia lección, III, III, p. 554.

7 Mexía, Silva de varia lección, proemio y prefación de la obra, p. 40.

8 Del Polyhistor hizo una traducción castellana Cristóbal de las Casas, publicada en Sevilla en 1573.

9 Mexía, Silva de varia lección, proemio y prefación de la obra, p. 40.

10 Mexía, Silva de varia lección, IV, X, p. 830.

11 Mexía, Silva de varia lección, proemio y prefación de la obra, p. 40.

12 Morgado, Historia de Sevilla, Sevilla, Andrea Pescioni y Juan de León, 1587, fol. 6v.

13 Mexía, Silva de varia lección, p. 752.

14 Ver Cuartero Sancho, 1981.

15 Mexía, Silva de varia lección, I, VIII, p. 84.

16 Mexía, Silva de varia lección, IV, I, pp. 764-765.

17 Mexía, Silva de varia lección, III, XXIII, p. 657.

18 Mexía, Silva de varia lección, epilogo, p. 752.

19 Mexía, Silva de varia lección, II, XV, p. 371.

20 Mexía, Silva de varia lección, epilogo, p. 753.

21 Mexía, Silva de varia lección, IV, XXII, p. 921.

22 El famoso Sire de Gouberville lee y da a conocer en su castillo de Normandía Les Diverses leçons de Pierre Messie en el año mismo de su publicación en París.

23 A petición de su padre, vinculado a España por su mujer y por sus amigos humanistas, Montaigne tradujo al francés laThéologie naturellede Ramon Sibiuda. El texto será publicado en 1569, con una carta dedicatoria al padre amado el día de su muerte el 18 de junio de 1568.

24 Les Essais de Montaigne se citan en la edición Villey-Saulnier, PUF, 1965, Par divers moyens on arrive à pareille fin, I, I, p. 9.

25 Montaigne, Essais, De trois commerces, III, III, p. 828.

26 Montaigne, Essais, De trois commerces, III, III, pp. 827-828.

27 Montaigne, Essais, Avis au lecteur, mars 1580, p. 3.

28 Montaigne, Essais, De l’exercitation, II, VI, p. 377.

29 Montaigne, Essais, De la physionomie, III, XII, p. 1055.

30 Montaigne, Essais, Des livres, II, X, p. 409.

31 Foucault (1969) explica cómo las operaciones de separación, selección, exclusión construyen la figura del autor y cómo algunas categorías de textos se vinculan a la función autor.

32 Petri Martyris ab Angleria... de Rebus Oceanis et orbo novo decades tres... Basileae, apud J. Bebelium, 1533. Extraict ou recueil des Isles nouvellement trouvees en la grande mer oceane au temps du roi d’Espaigne Fernand... faict premierement en latin… et depuis translaté en languaige françoys, Paris, Simon de Colines, 1532. Citados en Atkinson, 1935, chap. VII, «Les idées morales». Los dos libros de Pedro Martir de Anglería, publicados casi simultáneamente, contribuyen en dar a conocer al mundo humanista la dulzura indiana y los vicios del mundo occidental, el relativismo moral.

33 Montaigne, Essais, Des cannibales, I, XXXI, p. 203.

34 Montaigne, Essais, Des cannibales, I, XXXI, p. 2014.

35 Montaigne, Essais, De la physionomie, III, XII, pp. 1106-1107.

36 Montaigne, Essais, De l’inconstance de nos actions, II, I, p. 335.

37 Montaigne, Essais, Apologie de Raimond Sebond, II, XII, p. 601.

38 Montaigne, Essais, De trois commerces, III, III, p. 805.

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