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Reseña de Gómez Moreno, Ángel, La huella del león y el Indovinello veronese en la Mancha. (Historia, cultura oral, etnografía y genética de poblaciones), Granada, Universidad de Granada, 2017, 250 pp., ISBN 978-84-338-6049-1

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 6, núm. 2, 2018

Instituto de Estudios Auriseculares

Ignacio Arellano

Universidad de Navarra, España



Fecha de recepción: 07 Marzo 2018

Fecha de aprobación: 09 Mayo 2018

Ángel Gómez Moreno ha fundido una pulquérrima investigación filológica y an­tropológica con una emotiva evocación personal para ofrecer al lector un hermoso libro cuya «razón de ser y forma» explica el mismo Gómez Moreno en el primer capítulo (pp. 23-37).

Si el «verdadero principio rector» que lo ha orientado es conseguir que «este libro no se le caiga a nadie de las manos a poco de cogerlo» (p. 26), nadie le acu­sará de no haberlo conseguido. Sus estimulantes páginas están llenas de precisos datos y comentarios muy valiosos desde el punto de vista académico, y también permeadas de un sentido homenaje a la madre del autor, debido no solo al afecto filial, sino también en correspondencia a la calidad de informante privilegiada de los motivos tradicionales que se estudian: esto es, el cuento de la huella del león (cuya formulación más acabada en la cultura española figura en el Sendebar) y el Indovinello veronese, ambos observados en el ámbito de la Mancha, en especial en el entorno de Villatobas que emerge como elevante «reservorio de cultura tra­dicional», población a la que Gómez Moreno dedica este trabajo junto a «Rosario Moreno Montoro, garante de su transmisión».

El libro, escrito con una cumplida intención de estilo, resulta una fascinante indagación en los mecanismos de la cultura tradicional —y su etapa de agonía, más lenta de lo que a primera vista pareciere, pero inevitable—, centrada en los dos motivos ya dichos («Este libro atiende a un cuento minúsculo y a una adivinanza que lo supera en su brevedad», p. 12) y en sus pervivencias manchegas.

La parte de relato autobiográfico se integra en el conjunto no solo porque refleja una actitud personal de Ángel Gómez Moreno —que funge en este aspecto más como voz poética que como notario filológico—, sino porque esa postura personal se halla ligada en este caso concreto a la recepción del acervo tradicional: pues es la madre del autor, como transmisora de esa cultura, la que ha permitido al filólogo ampliar el estudio de la difusión de La huella del león.

Los capítulos centrales que estudian el espacio de la Mancha y Villatobas, la repoblación norteña (historia y toponimia de los vascos en la Mancha, que com­pleta con el capítulo VIII dedicado a la «Genética de poblaciones»), inciden de algún modo en el objetivo de trazar el marco geográfico, histórico y etnográfico en el que se mueve ese itinerario de cultura oral que permite la pervivencia de testimonios como el recogido en las páginas 165-167.

El cuento aludido, que inició su andadura en Persia y la India —otra variante es la historia bíblica de David, Urías y Betsabé—, se difundió por Asia y Europa «con una expansión geográfica y cronológica sorprendente» (p. 55), y tiene su máximo expo­nente en el Sendebar o Libro de los engaños e asayamientos de las mujeres. Gó­mez Moreno analiza esta difusión, las variaciones del cuento en Italia y Portugal… y se sorprende al encontrar un nuevo testimonio hispánico en la voz de su madre en el territorio toledano de Villatobas (el capítulo IV es la descripción de la informante y en él evoca Gómez Moreno toda una breve pero sustanciosa historia familiar con cierta nostalgia que fácilmente podemos compartir por la cultura rural que desa­pareció con la emigración a las ciudades, el desarrollo moderno, y también —habría que precisar, porque a mi juicio fue un factor crucial— el predominio de la televisión, que vino a sustituir prácticas populares como los corrillos vecinales que «tomaban la fresca» en las noches de verano, divirtiéndose con chascarrillos, cuentecillos y conversaciones interrumpidas por otros medios de entretenimiento).

Sea como fuere, para comprender muchos de los grandes textos (valga el ejem­plo del Quijote: ver el capítulo V, «La Mancha y Villatobas: El Quijote y la humildad») es preciso conservar, aun cuando sea en su forma escrita, algo congelada, la cul­tura tradicional mantenida por informantes como Rosario Moreno y por estudiosos como Ángel Gómez Moreno.

Merece la pena recoger aquí el testimonio que da la informante de la vulgata de ‘la huella del león’ tal como se conservó en Villatobas (pp. 166-167):

Un matrimonio tenía dos hijos y uno de ellos se casó. Se casó con una chica que estaban locos por ella. Como no tenían hijas los suegros la querían con locura. Y todos los días, cuando se iban los hijos al campo, alzaba el cuñado —no el mari­do, el cuñado— un poquito la cortina y la veía durmiendo y decía «Paece un ángel». Porque alzaba la cortina, pero no pasaba. Y entonces el marido de ella estaba mosca: creía que el hermano tenía algo

Entonces, un día no quiso ir a trabajar y se quedó pa la matanza. Y estando en la matanza, [ella] dice: «¿Vamos a estar tan serios? Porque ella estaba alegre: ella no sabía ná. Y va y dice… dice: «Vamos a echar unos chascarrillos. La primera que voy a decile soy yo. ¿Estás de acuerdo?» Dice: «Sí, sí». «Entonces, voy a echar el chascarrillo». Y entonces dice:



Viña era, viña soy:
antes en labraban y ahora no.
No sé por qué ni por qué no.

Fuente:

Y entonces va y contesta el marido:



Yo tenía mi viñita:
la cavaba y la labraba;
y cuando le llegaba el fruto
otro me la vendimiaba.

Fuente:

Y entonces va y dice el cuñado:



Yo soy el ladrón
que a tu viña entré:
pámpana alcé.
Que me mate el Señor
si a la uva toqué.

Fuente:

En cuanto al Indovinello veronese, el segundo texto analizado, la metáfora de la labranza (o agrícola general) que tenía valor erótico en el cuento anterior, se convierte en metáfora cultural de la escritura. El códice 89 de la Biblioteca Capitular de Verona, de procedencia hispánica y datado a comienzos del siglo VIII, ofrece, en efecto, un pequeño texto en forma de adivinanza (sería el primer poema europeo en servirse de una lengua vernácula): «Se pareba boves / alba pratalia araba / et albo versorio teneba / et negro semen seminaba». Gómez Moreno anota versiones de variadas geografías y lenguas, entre otras la del maestro Gonzalo Correas:



Heredad blanca,
simiente negra,
cinco bueyes
a una reja.

Fuente:

Que el propio paremiólogo explica: «Es pregunta del papel y tinta, dedos y pluma».

En la provincia de Ciudad Real se documenta una versión en Fuente el Fresno y Bolaños («Campo blanco, / flores negras, / un arado / y cinco yeguas»). Otra más en Castellar de Santiago («Campo blanco, / viñas negras, / un arado / y cinco yeguas»).

No escapa a la pesquisa del erudito la proyección al Nuevo Mundo (Argentina), que parece reforzar el origen hispánico. Que la adivinanza en tierras indianas remita a fuentes hispánicas más que a influencias modernas de la emigración italiana lo confirmaría la expansión a otros territorios en época anterior a las migraciones ita­lianas de los siglos XIX y XX. En este sentido, creo reconocer un eco de la adivinanza, resuelta y adaptada por un poeta hiperculto en un poema hipergongorino de la España ultramarina del Siglo de Oro: en su relato de la vida de San Ignacio (Poema heroico de San Ignacio de Loyola, publicado en España en 1666), el novogranatense Hernando Domínguez Camargo describe la educación infantil y juvenil del santo, que incluye el estudio de los clásicos; reaparece la escritura como tarea agrícola:



de Ignacio doctrinó en la pluma arado
que sulcase al papel campos de nieve,
donde sembró sus letras el cuidado
y colmo siempre le siguió no breve.
¡Oh, no de tardos bueyes arrastrado,
de águilas sí reales, yugo leve,
que tantas fecundaste en nuestros días
trojes de jesuitas librerías!
(Obras, ed. de Rafael Torres Quintero, Bogotá, Instituto Caro
y Cuervo, 1960, p. 65)

Fuente:

Más difícil de relacionar con el Indovinello sería un pasaje de Calderón, pero no deja de ser curiosa cierta correspondencia metafórica en las expresiones de un airado Rugero, que amenaza con escribir en el papel de la tierra una lección sangrienta con la pluma de su espada en la comedia Lances de amor y Fortuna; lo copio aquí por mera curiosidad:



Pluma aqueste acero fuera,
papel la tierra sucinta
y vuestra sangre la tinta
con que a Estela respondiera…
(Calderón, Obras completas. Comedias, ed. de Ángel Valbuena Briones,
Madrid, Aguilar, 1987, p. 190)

Fuente:

Precioso libro, en suma, este de Ángel Gómez Moreno: pocas veces el lector puede disfrutar a la vez de tan extrema solidez científica y una escritura literaria: ejemplo acabado, pues, del famoso objetivo de unir lo útil a lo dulce. Muchas gra­cias, merecidas, al autor.

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