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El Cratilo cervantino, rey septentrional y criado real de Vandalucía
Cervantes’ Cratilo, Scandinavian King and Royal Functionary in Vandalucia

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 7, núm. 1, 2019

Instituto de Estudios Auriseculares

Clark Colahan

Anderson Professor de español y humanidades emérito Whitman College ESTADOS UNIDOS, Estados Unidos

Fecha de recepción: 07 Mayo 2018

Fecha de aprobación: 28 Junio 2018

Resumen: La crítica reciente ubica el ficticio reino cervantino de Bituania sobre la costa norteña de Noruega. Las leyendas de la región, recogidas por historiadores como Olaus Magnus, contienen elementos que figuran en el Persiles —reyes que doman caballos potentes y rescatan tripulaciones marinas atrapadas en el hielo ártico, piratas que invernan en sus barcos— pero el nombre de Cratilo nunca se ha utilizado entre la realeza noruega. ¿Dónde, entonces, lo encontró Cervantes en el contexto de Escandinavia y por qué se lo confirió al ejemplar guardián de Sulpicia, la princesa de su narrativa? Se destaca el nombre en La verdadera historia del rey Rodrigo del morisco Miguel de Luna, obra que sin duda conocía Cervantes y que se escribió para refutar el neo-goticismo de los reinantes Habsburgos. El personaje creado por Luna es visigodo y guardián de otra princesa, Egilona. Ambas jóvenes son amenazadas por la agresión de hombres plebeyos, pero en sendos casos son salvadas por un heroico joven noble; Persiles salva a Sulpicia, un general moro a Egilona. Las princesas se enamoran de su salvador, pero al fin su amor es frustrado por fuerzas políticas/narrativas más poderosas. En fin, el noruego Cratilo aboga por la defensa cervantina de la excelencia de la moral escandinava, en contra de la corrupción moral que Luna atribuye a los visigodos y el Vaticano a los protestantes septentrionales.

Palabras clave: Sulpicia, Miguel de Luna, historiografía morisca, neo-goticismo.

Abstract: Recent criticism locates Cervantes’ fictional kingdom of Bituania along the north coast of Norway. The region’s legends, as recorded by historians such as Olaus Magnus, contain elements that appear in the Persiles —kings taming powerful horses and rescuing ships trapped in arctic ice, pirates wintering on their vessels— but the name Cratilo has never been used among Norwegian royalty. Where, then, did Cervantes find it in the context of Scandinavia and why did he give it to the exemplary foster father of his narrative’s princess Sulpicia? It is prominent in the Morisco Miguel de Luna’s La verdadera historia del rey Rodrigo, which Cervantes certainly knew and that was written to refute the reigning Hapsburgs’ neo-Gothicism. Luna’s character is a Visigoth and the foster father of another princess, Egilona. Both young women become the victims of aggression by plebian men, but in each case they are saved by a heroic young nobleman; Persiles rescues Sulpicia, a Moorish general Egilona. Both princesses fall in love with her savior, but are ultimately thwarted by more powerful political/narrative forces. In sum, the Norwegian Cratilo makes Cervantes’ case that Gothic, i.e., Scandinavian, morality is excellent, not the moral decay that Luna attributes to Visigoths and the Vatican to northern Protestants.

Keywords: Sulpicia, Miguel de Luna, Morisco Historiography, Neo-Gothicism.

Hasta ahora no se ha apersonado figura ni histórica ni literaria que tenga pinta de ser la base utilizada por la imaginación cervantina al crear al rey Cratilo, tío de Sulpicia en el segundo libro del Persiles (caps. 18 y 20) y amable anfitrión del protagonista. El recibimiento tan amistoso y desinteresado que les da a los dos parece ser uno de los motivos principales de su presencia en la novela, formando un marcado contraste con la conducta viciosa del rey Policarpo al detener en su reino a Sigismunda y Persiles 1 . Aunque el reino de Cratilo, denominado en la novela como Bituania, sea de identificación dudosa, la trama indica bastante claramente, como han mostrado Isabel Lozano Renieblas y Carlos Romero, que se llamará así no por Lituania, como a primera vista podría sugerir el misterioso topónimo, sino en relación con una costa escandinava y más árctica 2 . Un mapa (c. 1570) de Abrahán Ortelius, cartógrafo real de Felipe II, lleva por título Septentrionalium Regionum Descriptio; no incluye ningún país llamado Bituania, pero sí Biarmia. Este está ubicado a la orilla del Mare Congelatum y colinda con el extremo norteño de la costa noroeste de Noruega. ¿Se trata de una casualidad?



Abraham Ortelius, Septentrionalum Regionum Descriptio (1570), detalle.
Fuente: Wikimedia Commons

Si pensamos en Noruega, zona cercana a las andanzas marítimas de Persiles, la única historia sobre el tema que podría conocer Cervantes parece ser la de Olao Magno, y allí sí se encuentran puntos de contacto con las dos peripecias novelescas principales vinculadas con el rey Cratilo, primero el envío de su ejército para sacar a Persiles y sus llamados «piratas justicieros» de su barco atrapado en el hielo, y luego la doma por el protagonista del poderoso caballo real. En La historia de los pueblos septentrionales leímos que «los antiguos reyes de Noruega (los que eran piadosísimos y santísimos)» 3 construyeron caminos sobre la nieve para el uso de los atrapados por el hielo, «que si se encontraran en el mar congelado, y por tanto estuvieran atrapados y obligados a salirse», seguían los caminos establecidos y claramente señalados por esos santos reyes 4 . Esto a diferencia de la costumbre violenta de los campesinos escandinavos descrita de forma detallada de robarles a los navegantes en tales circunstancias, matándolos sin piedad si ofrecieran resistencia. La misma contienda violenta por la comida se produce entre la tripulación de Periandro y la de un barco de piratas igualmente atrapado por el hielo (Libro II, cap. 16). El eco temático, a la vez que el contraste dramático, del rescate por la intervención salvadora del rey (quien solo de paso se apropia de todo el barco y su contenido) —o mediante caminos que guían a los congelados en el mar o mediante la llegada de un ejército robador pero benéfico— se destaca entre los dos textos.

Una vez en el reino de Cratilo, Persiles se encuentra con un «poderosísimo caballo bárbaro […] [que] no consentía ensillarse [sino] del mismo rey; pero no guardaba este respeto después de puesto encima, no siendo bastantes a detenerle mil montes de embarazos que ante él se pusieran» (pp. 403-404). En el capítulo de Olaus Magnus titulado «De los engaños de unos caballos y de sus vicios» 5 se lee igualmente de caballos bellos, animosos y perfectísimos para soportar todo cansancio y peso, engendrados por caballos ferocísimos 6 . Suelen pertenecer a hombres nobles dedicados a las armas, pero si otro jinete, típicamente un príncipe o hombre ilustre del Norte que desconoce las sutilezas empleadas por el domador, intenta montar uno de estos, corre riesgo de muerte porque el caballo lo tira por el aire en el suelo. Sin embargo, el asunto no tiene que resultar peligroso, ni el jinete tirado del caballo, si no interviene mucha negligencia del arte de la doma 7 .

Muy impresionado el rey Cratilo por «la grandeza, la ferocidad y la hermosura del caballo» 8 , descripción que recuerda la de Olaus Magnus de tales caballos, resuelve Periandro, a pesar de no conocer el animal, lanzarse al lomo desnudo sin estribos ni freno. El narrador califica al joven de «no tan maduro como presuroso» (Libro II, p. 415), igual que los príncipes y hombres ilustres del Norte que quedan muy mal intentando montar sin los preparativos necesarios. Después de instar al caballo a saltar de un precipicio, y solo «en la mitad del vuelo, me acordé de que, pues el mar estaba helado, me había de hacer pedazos con el golpe» (p. 415). Lo salva, como cuenta él mismo, solo la intervención providencial del cielo. Vaya caso de mucha negligencia.

¿Podría haber existido algún rey específico en que pensara Cervantes? Eso sugiere la historia de Noruega del erudito Snorri Sturlason, Heimskringla o sea la Redondez del mundo. Sin embargo, hay dos o tres hechos que nos piden cautela. El historiador fue del siglo trece y su libro no se tradujo al latín hasta muy al final de la vida de Cervantes, publicándose en español solo después de la muerte de este. Por otra parte, los historiadores noruegos de hoy no lo consideran fuente fidedigna, calificando su aportación a la historia como una mezcla de leyendas y consejas. A esas objeciones podemos responder, primero, que podría todavía descubrirse algún texto que vinculara el caudal de historias llamativas de Sturlason con algún libro que pudiera leer Cervantes. En cuanto a sus discrepancias con lo que hoy se sabe sobre el pasado del país, esas las desconocería el novelista, y hasta reconociéndolas por inexactas, las habría visto como mina de episodios exóticos. Todo el Persiles está lleno de episodios emocionantes de ese tipo, aprovechados de varias fuentes renacentistas, no solo de Olaus Magnus.

Entonces, pensemos en Sturlason como punto de acceso a lo legendario y nos demos la libertad de pensar en su detallado retrato de Harald Hárfagri, el monarca de los cabellos finos. Supuestamente fue el primer rey de toda Noruega y quien estableció las leyes y el orden en el país. Se describe como conquistador de Trondheim, sitio que estableció como su solar. Snorri, que sin duda había leído y asimilado las leyendas de dicha ciudad 9 cuenta que Harald perseguía a los piratas, los que como en el Persiles eran muchas veces nobles venidos a menos 10 . Harald, como el ficticio Persiles, navegaba limpiando el mar de malévolos filibusteros por las islas Orkney y Shetland, piratas que a veces pasaban el invierno en barco y eran conocidos desde antes del año 1000 como vikingos 11 . Hasta informa que el domar los caballos para montar en ellos (ríᵭa hesta) era una hazaña realizada sobre todo por reyes 12 .

Si bien no se sabe todavía de qué manera, más allá de la obra de Olaus Magnus, se enteró Cervantes de estos elementos de la historia noruega, de todas formas ahora podemos demostrar que los asimiló y combinó, a su eclética manera acostumbrada, con otra narrativa, morisca en este caso, que nos brinda un personaje llamado Cratilo, relacionado con reyes, e involucrado en una situación dramática muy parecida a la del cervantino personaje Sulpicia. Se trata de una novela histórica colocada en época de los visigodos, considerados de origen escandinavo, una historia del tipo que cae entre la leyenda y la literatura. Esa obra, todavía hoy como entonces leída, hace mucho se sabe que la conocía nuestro ingenioso autor español.

La verdadera historia del rey Rodrigo

No ha existido ningún rey escandinavo que se llamara ni Cratilo, ni su variante Cirilo, como el santo de ese nombre. Pero de hecho existe un Cratilo en La verdadera historia del rey Rodrigo 13 , una historia conocida por Cervantes, como han señalado muchos críticos distinguidos desde Clemencín en adelante 14 . Además, su autor, Miguel de Luna, se propone combatir el neo-goticismo de los reinantes Habsburgos, ideología que evoca mediante detalles plenamente septentrionales. Piense en el nombre visigodo, Egilona, de la infanta descrita por Luna, especialmente en relación con la cervantina princesa Sulpicia o la naufragada Sigismunda. Declara Luna:

La infanta Egilona, así llamada por propio nombre, hija del rey don Rodrigo, de muy poca edad, al tiempo que se perdió este rey, la puso en custodia y buena guarda un criado suyo, llamado por nombre Cratilo; a la cual crio entre otros hijos que tenía encubierta, y en son de hija, temiéndose de que los moros no supiesen que era de estirpe y sangre real y la llevasen a presentar al Rey Miramamolín Almanzor 15 .

En este momento inicial de la historia de Egilona, Cratilo, visigodo que vive en Vandalucía (ubicada en España), se ve como buen protector de la joven. La relación entre Sulpicia y el rey Cratilo del Persiles es similar, y hasta sería idéntica si no fuera el guardián de Egilona un criado plebeyo, en lugar de un hermano de su fallecido padre. El tío de Sulpicia le ha conservado su rango social casándola con «el gran Lampidio, tan famoso por linaje como rico de los bienes de naturaleza y de los de fortuna» (p. 375).

De forma contrastada, el Cratilo retratado por Luna tiene, además de una protegida de familia real, un hijo y un sobrino, un huérfano a quien ha criado en casa, como el Cratilo cervantino presumiblemente ha criado a Sulpicia. El joven sobrino plebeyo se enamora de Egilona y quiere casarse con ella. A este se le caracteriza como malo y agresivo, prefiguración, como veremos, de los marineros que intentan violar a Sulpicia. Pero pobre de esta; además su ambicioso protector desea casarla contra su real voluntad, ahora con el hijo. Cuando se entera el sobrino de tal plan abandona la casa de Cratilo, «la cual cae en la Provincia de la Vandalucía» 16 . La alusión a los vándalos, como representan otro vínculo con lo norteño, habría encajado muy bien con el tema de la novela que tenía entre manos Cervantes.

La introducción de dos pretendientes plebeyos en lugar de un aristócrata introduce una violación de las normas sociales por parte del protector. Cervantes mantiene a su Cratilo escandinavo dentro del deber que tiene en cuanto al matrimonio que organiza, pero conserva la tensión dramática convirtiendo en marineros lascivos a los dos primos visigodos. En ambas obras se recurre a la proximidad de una joven de rango superior como motivo de la ambición o la lujuria que se desencadena. Los marineros, por supuesto, no compiten entre sí como los dos primos, sino dirigen su rivalidad directamente contra el aristócrata, el esposo Lampidio, a quien matan. Así se conserva en ambas formulaciones de la situación la hostilidad plebeya, o al menos la ambición de suplir a los nobles.

Egilona

En medio de tanto desmandarse de los machos, Egilona, «aunque estaba desposeída de los bienes temporales, tenía altos pensamientos» 17 . Sulpicia había sido entregada al matrimonio por su tío dentro del alto estamento que le correspondía. También Egilona desea conservar su rango como hija de rey, pero agradecida por la protección que Cratilo le ha dado, está dispuesta a consentir en la voluntad de este 18 . En el momento equivalente de la historia de Sulpicia, rompe esta con el carácter pasivo de Egilona, luchando valientemente contra la sumisión femenina. Puede ser por este motivo que Cervantes, que muchas veces en sus obras se muestra aficionado a este tema, le haya cambiado el nombre, llamándola Sulpicia para recordar las mujeres así llamadas y famosas en las leyendas de la Roma antigua por defender su castidad.

El sobrino visigodo le informa al general Mahometo Abdalaziz de la existencia de la hija del rey Rodrigo y del hecho de que Cratilo la quiere casar con su propio hijo. El general la manda traer y al conocerla queda impresionado por su belleza y personalidad. Dentro de poco le ofrece matrimonio. Hay un notable paralelo en la atracción que se produce entre Sulpicia y su propio salvador, Persiles, y Cervantes le pone hincapié. Al narrar las aventuras que pasó cuando llegó a Bituania, cuenta Persiles que «Llevóme tras sí la vista […] su buen parecer […] y, mirándola con atención, conocí ser la hermosa Sulpicia» (pp. 401-402).

Por su parte, al encontrar Sulpicia de nuevo a su salvador, le echa los brazos al cuello con cariño, encareciéndole a su tío la bondad del gallardo joven por haberla rescatado 19 . Si bien no se lleva a cabo ninguna boda entre Persiles y Sulpicia, indudablemente está enamorada esta y claramente circunspecto este en la narración de sus sentimientos. Hay sin duda una atracción —frustrada como todos los amores fuertemente sensuales— que no desentona con la alusión a Dido y Eneas que tan explícitamente figura al final del Segundo Libro del Persiles. Asimismo, Luna había pintado la inclinación mutua entre Abdalaziz y Egilona. Este la salva de los dos indeseados pretendientes casándose con ella él mismo, aunque el amor de la noble pareja, como veremos, también se malogra.

Pero Egilona no juega solo la carta de la belleza física. Antes de la propuesta de matrimonio que le hace Abdalaziz, ella le dirige al general un parlamento elocuente que le pide respetar su castidad, tal como Sulpicia a Persiles. En la novela cervantina le lanza con brío frases como: «Embestid, si venís sedientos de sangre, derramad la nuestra, quitándonos las vidas, que como no nos quitéis las honras, las daremos por bien empleadas» (p. 375) 20 . Egilona, reducida a la pobreza por la muerte de su padre, recalca que lo único que le queda de su estatus de princesa es la virginidad 21 . Con la misma elocuencia y eficacia que emplea Sulpicia, le ruega a Abdalaziz que se comporte como noble caballero.

El logro retórico con que remata Luna el episodio tiene mucho de final feliz: «Porque si él la quería, ella a él mucho más le amaba» 22 . Pero al fin y al cabo, se convierte el triunfo en catástrofe. Sospechoso de que un matrimonio con una princesa cristiana indique ganas por parte de Abdalaziz de levantarse en rey de su propio reino, Almanzor lo manda matar. ¿De esa fuente vendría, tal vez de forma inconsciente, el amor frustrado de la protegida del Cratilo cervantino? Tristemente, el libertador galán de Sulpicia ya estaba destinado dentro de una arquitectura narrativa mayor a otro amor superior, como avocado Abdalaziz a la violenta muerte de un alto militar. El amor de Sigismunda será probado en el crisol de los trabajos, eso sí, y de esa manera confirmado como el más digno, pero en los dos años de peregrinación pasa Persiles por atracciones secundarias y momentáneas, como recuerda su sueño de la Sensualidad y parecidas distracciones.

Conclusión: los godos, los visigodos y los moriscos

Olaus Magnus, y su hermano Johannes, se consideraban descendientes de los godos, como también se consideraba así san Isidoro y el emperador Carlos. Desde Roma, donde vivían exiliados por el rey luterano de la Suecia, con nada más que el título vacío de Arzobispo de Uppsala (el que le pertenecía a Johannes y después de su muerte a Olaus), ambos trabajaban por medio de la política y los libros por restaurar Escandinavia al catolicismo. Mantenían que los godos, cuyo origen ubicaban en la Suecia, eran un pueblo noble y pío, cristianos devotos, una imagen muy contraria a la leyenda negra fabricada por los humanistas italianos. Para los hermanos Magnus y otros defensores del neo-goticismo, los godos, durante el tiempo que habían gobernado Roma, se habían portado con más moderación moral, abstinencia de la violencia innecesaria, y santidad general que los mismos romanos. Además, los visigodos, igualmente buenos a pesar del engaño del arrianismo que el papa les había impuesto con malos maestros, habían salvado a los españoles de las brutales exigencias y corrupción del imperio romano. Hay en su cosmovisión un disgusto por la corrupción que representa Roma, pero a la vez una veneración, a primera vista contradictoria, por las tradiciones cristianas y gubernamentales que allí se desarrollaron a través de los siglos de la fe.

Como solución a la herejía protestante, aunque al principio ambos hermanos animaban al Emperador a invadir Suecia, concluyeron después que dos medidas pacíficas eran mejores. Por un lado, aprobaban el establecimiento de colegios para norteños en Roma, tal como había recomendado Loyola, para dejar más claras las ideas cristianas en la mente de los jóvenes alemanes y escandinavos dotados. Por otro, en su historia de la región Olaus hasta dio el visto bueno a los coloquios teológicos entre católicos y luteranos, siempre que estos excluyeran a los ignorantes y los jóvenes, ya que vienen siendo ambos incapacitados por sus fuertes pasiones 23 .

¿Y Cervantes? ¿Conocía estas ideas? En el Persiles se afirma que las nociones de las doctrinas cristianas andan confusas en el Septentrión, y por eso estudia Sigismunda clases de teología en el Vaticano (Libro IV, cap. 5). Además, los godos septentrionales se muestran más morales que los romanos, igual a lo que pasó con la caída del imperio romano un milenio antes. Enseñan los norteños por los buenos ejemplos que ponen. Persiles, por ejemplo, endereza la vida de Hipólita, como consecuencia hasta pasando por una simbólica crucifixión a manos de su furioso chulo.

Persiles casi nunca recurre al combate para defender a su escuadra de peregrinos, aun con la provocación de las pretensiones amorosas de los enamorados de Segismunda. Costanza, como indica su nombre, nunca traiciona su voto matrimonial; hace pensar en los últimos capítulos de la historia escrita por Olaus Magnus, donde alaba, en la traducción italiana, precisamente la ‘costanza’ a la verdadera fe de las monjas en tierras protestantes 24 . Se ve que Armstrong Roche tiene razón al señalar la presencia fundamental en la novela del cristianismo paulino, con su aceptación realmente católica, o sea universal, y su fe en las cualidades espirituales de los supuestos bárbaros. Como afirma Alcalá-Galán 25 , Cervantes desea la paz y la amistad entre los españoles y los norteños. El mero final de la obra, con el ponerse en camino Persiles y Sigismunda hacia Escandinavia para llevar allí la combinación de la auténtica fe y la moral instruida por la experiencia de la peregrinación, rezuma una esperanzada confianza para con la región que considera el historiador Johanssen de nuestros días la nota dominante de los hermanos Magnus 26 .

Finalmente, nos preguntamos por qué Cervantes escogió una historia de amor tomada de un autor morisco que veía el neo-goticismo español como una amenaza. Lo más probable es que le atrajera el proyecto de defender el valor humano de los protestantes, convirtiendo a un Cratilo visigodo, entendido por los moriscos como un ser moralmente deficiente, en un Cratilo godo, y por lo tanto representante del verdadero cristianismo subyacente en la Escandinavia luterana. O sea, los prejuicios de los moriscos en contra de lo visigodo resultan tan equivocados como los prejuicios defensivos de los neo-góticos contra los protestantes.

Bibliografía

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Notas

1. El Saffar (1984, p. 147), señala un parecido vínculo temático entre el largo episodio de la estancia en la isla del rey Policarpo y la persecución de los jóvenes enamorados por el rey Leopoldo.

2. La estudiosa ha observado que «el emplazamiento de Bituania remite a una tierra colindante con el mar Glacial y por la mención de la vorágine que arrastra irremediablemente las naves al mar helado […] no debemos estar lejos del polo» (Lozano Renieblas, 1998, p. 99). En relación con la zona que se describirá como regida por Cratilo, Persiles mismo narra que «volvió el piloto a tomar la altura y vio que estaba debajo del norte, en el paraje de Noruega». Romero afirma que «no es imaginable que Periandro se confunda al hablar de esta región —ni que se confunda el propio narrador. Aquí parece que por Noruega se debe entender la parte septentrional de la Península Escandinava» (Romero, en su ed. del Persiles, p. 388, n. 2).

3. Olaus Magnus, «gli antichi Re di Noruegia, (li quali furono già pietosissimi, e santissimi)».

4. «… che se si trovassero nel mare ghiacciato, e quindi fussero costretti, e sforzati uscire» (Olaus Magnus, II, 15, p. 28E).

5. «De l’inganno di alcuni cavalli, e de li loro vizii» (Olaus Magnus, VIII, 17).

6. Olaus Magnus, VIII, 17, p. 94b.

7. «E massime perche ancora tutti gli istrumenti da caualcare, fatti con gran propozione, & arte, dannogran sicurezza» (Olaus Magnus, VIII, 17, p. 94C).

8. Olaus Magnus, VIII, 20, p. 414.

9. A través de obras como Ágrip af Noregs Konunga sögum, ‘Resumen de las sagas de los reyes noruegos’.

10. Morris, 1905, pp. LXXVII-LXXVIII.

11. Sturlason, 1893, cap. 22, p. 115.

12. Sturlason, 1905, IV, p. 352.

13. Se publicó cuatro veces antes de 1609: Granada, 1592 y, ampliada con una segunda parte sobre la«pérdida de España», 1600; Zaragoza, 1602-1603 y Valencia, 1606»; ver Márquez Villanueva, 1981, p.393. Bernabé Pons lo califica de éxito editorial. Ver su extensa lista de ediciones (introducción a Luna,Historia verdadera del rey don Rodrigo, pp. XXXIV-XXXVIII) y un análisis de sus lectores en España yel extranjero. Para un estudio más amplio del autor y su sitio en la controversia sobre los moriscos entiempos de Cervantes, ver además Bernabé Pon, 2007 y 2009

14. Al identificarse don Quijote con el héroe que ha de liberar a la princesa Micomicona, en la edición de la novela dirigida por Francisco Rico (2015) se anota: «Varios autores lo relacionan con el moro conquistador de España en Historia verdadera del rey don Rodrigo del morisco granadino Miguel de Luna» (I, 30, p. 382, n. 32). Por otro lado, ver un reciente estudio mío (Colahan, 2017), que vincula la obra de Luna con el episodio de los batanes en el Quijote.

15. Luna, Historia verdadera del rey don Rodrigo, p. 397.

16. Luna, Historia verdadera del rey don Rodrigo, p. 398.

17. Luna, Historia verdadera del rey don Rodrigo, p. 397.

18. «Por haberla criado desde su niñez y amparado en aquella grande persecución, le respondió, diciendoque hiciese su voluntad, de la cual ella no había de exceder en cosa alguna» (Luna, Historia verdaderadel rey don Rodrigo, p. 397).

19. «¡Santos cielos! —dijo a esta sazón la hermosa Sulpicia, arrojándose del caballo al suelo—. O yo notengo visto en los ojos, o es éste mi libertador Periandro.» Y decir esto y añudarme el cuello con susbrazos fue todo uno, cuyas estrañas y amorosas muestras obligaron también a Cratilo a que del caballose arrojase y con las mismas señales de alegría me recibiese» (pp. 402-403).

20. Termina en el mismo estilo: «Riqueza traigo que poder repartir, aunque mejor diría que vosotros podáis tomar; solo puedo añadir que os las entregaré de buena gana. Tomadlas, señores, y no toquéis en nuestras honras, pues con ellas antes quedaréis infames que ricos» (p. 376).

21. «Señor mío, […] te suplico no permitas que yo pierda el velo de mi castidad, hasta hoy reservada entre tantos trabajos y miserias, como son las que por mí han pasado» (Luna, Historia verdadera del rey don Rodrigo, p. 338).

22. Luna, Historia verdadera del rey don Rodrigo, p. 400.

23. Olaus Magnus, XVI, 33.

24. Olaus Magnus, XVI, 35.

25. Alcalá Galán, 2016, p. VIII.

26. Johanssen, 1991, p. 192.

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