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Las primeras traducciones del «Persiles» ante las ambigüedades del Septentrión cervantino a nivel geográfico y religioso: en busca de pistas sobre la temprana recepción de la novela
The First Translations of Persiles before the Ambiguities of the Fictional North on a Geographic and a Religious Level: in Search of Clues about the Early Reception of the Novel

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 7, núm. 1, 2019

Instituto de Estudios Auriseculares

Pierre Nevoux

Lycée Faidherbe / Universidad de la Sorbona (CLEA, LEMH) FRANCIA , Francia

Fecha de recepción: 18 Junio 2018

Fecha de aprobación: 13 Agosto 2018

Resumen: Más de cuatro siglos tras la primera edición del Persiles, todavía suscita desconcierto su geografía novelesca. Este artículo recorre otra vez su borroso archipiélago septentrional, pero guiado por los primeros traductores del Persiles: los franceses François de Rosset y Vital d’Audiguier (traducciones de 1618); el anónimo autor de la versión inglesa de 1619; el italiano Francesco Ellio (1626); así como Madame Le Givre Du Richebourg, autora de otra traducción francesa más tardía pero también más libre, de 1738.

Se propone examinar cómo se habrán traducido (y entonces interpretado) algunas ambigüedades del texto respecto a la geografía nórdica y las cuestiones religiosas: si los traductores fueron tentados, por ejemplo, de identificar lugares ficcionales (como Hibernia o Golandia) con unos territorios reales. Al observar cómo viajó el texto de una lengua a otras, aparecen indicios sobre la temprana recepción de la novela, en cuanto a la cuestión de su verosimilitud y sus relaciones (o no) con los conflictos confesionales y políticos que entonces trastornaban a Europa.

Palabras clave: Novela, Cervantes, Persiles, traducción, geografía en la novela.

Abstract: More than 400 years after the first edition of Persiles, its fictional geography is still puzzling. This article scans its labyrinthine northern archipelago, but guided by the first translators of Persiles: the French François de Rosset and Vital d’Audiguier (translations of 1618); the anonymous author of the English version of 1619; the Italian Francesco Ellio (1626); as well as Madame Le Givre Du Richebourg, author of another later but also freer French translation of 1738.

It is proposed to examine how some ambiguities of the text regarding Nordic geography and religious issues have been translated (and then interpreted), if for example the translators were tempted to identify fictional places (such as Hibernia or Golandia) with real territories. By observing how the text traveled from one language to another, there are indications about the early reception of the novel, especially as regards the question of its verisimilitude and its relations (or not) with the confessional and political conflicts that upset Europe at that time.

Keywords: Novel, Cervantes, Persiles, Translation, Geography in the Novel, History in the Novel.

Ya está demostrado y admitido que los parajes nórdicos del Persiles, reservas de maravillas para los lectores meridionales, propiciaban ambiciosos experimentos estéticos (especialmente sobre la verosimilitud y sus límites) 1 . Pero ¿en qué medida remite esta «historia septentrional» al Septentrión histórico? Ya que nos cuesta contestar y descifrar el borroso mapa del Persiles a cuatro siglos de distancia, tal vez nos ayude a orientarnos el examen de sus primeras traducciones. Al observar cómo viajó el texto del Persiles de una lengua a otras, al destacar fricciones entre el original y sus adaptaciones, puede que aparezcan indicios sobre la temprana recepción de la novela, especialmente en cuanto a la cuestión de sus relaciones (o no) con los conflictos confesionales y políticos que entonces trastornaban a Europa.

Con este fin, me atendré aquí a calas puntuales, centrándome en cuatro fragmentos ambiguos del texto. También me limitaré a las primeras cinco traducciones del Persiles, es decir: las francesas de François de Rosset y de Vital d’Audiguier, ambas publicadas ya en 1618; la inglesa, anónima, de 1619; la italiana de 1626, traducida por el milanés Francesco Ellio; así como la más tardía y muy libre de Madame Le Givre De Richebourg, otra versión francesa, publicada en 1738 2 .

Antes que nada, se imponen algunas palabras para presentar estas traducciones.

La de François Rosset (1571-1619), no solo traductor de Boiardo, Ariosto, Aretino y Cervantes, sino también autor de numerosas obras poéticas y novelescas, es de una fidelidad admirable…e incluso desesperante para quien busca discordancias con el original. No obstante, resultan tanto más notables los pocos desfases observados.

Si Rosset está al servicio del texto, Vital d’Audiguier (1565/1569-1624/1625), en cambio, toma muchas libertades respecto al original cervantino, al que —tras contados y fríos elogios— censura altivamente en su «Advertencia al lector» 3 . A Cervantes le reprocha mezclar lo sagrado y lo divino (pp. 16-17), así como no escribir una Historia, como reza el subtítulo, sino unas «fábulas», «visiones e ilusiones» propias de las ensoñaciones de un enfermo afiebrado antes que de un espíritu sano (p. 18). También le tacha de alabar sin medida a los españoles, y haber tomado la pluma para «fomentar la gloria de [su] nación» (pp. 17-18). Por fin, reprueba su estilo, supuestamente prolijo, saturado de «incontables repeticiones» (pp. 18-19). Tras semejante diagnóstico, no vacila en podar el texto cervantino, «para hacerlo más digno de la pureza de nuestro aire francés», sin sacrificar —a su parecer— «el sentido y la intención del autor» (p. 20)…

En cuanto a la anónima traducción inglesa de 1619, presenta el Persiles como «[first] written in Spanish; translated afterward into French; and now, last, into English.» Su examen revela que, a todas luces, fue directamente sacada de la versión de Vital d’Audiguier 4 .

En cambio, la traducción italiana del milanés Francesco Ellio, publicada en Venecia en 1626, sí parte siempre del texto cervantino, al que sigue muy fielmente, con contadísimas divergencias. Su principal diferencia consiste en el añadido de una «tavola de capitoli», que resume con bastante precisión el contenido de cada capítulo. Nótese que la traducción de Rosset también venía precedida de semejante índice; pero los títulos adoptados en ambas ediciones difieren, como también varían las traducciones de uno y otro en ciertos pasajes.

Lo que es de la versión francesa publicada en 1738 por Madame Le Givre de Richebourg, con razón se presenta en su portada como «sacada» del original español, antes que traducida. De hecho, adereza el texto a distintas escalas: no solo dilata frases y episodios, sino que inserta comentarios e historias de su propia cosecha, y «completa» el cuarto libro hasta alcanzar veinte capítulos. Y si tales intervenciones evidencian su prolífica imaginación y su gusto por un estilo ampuloso, también dejan constancia de cierta beatería y obsequiosidad respecto a los potentados 5 . * * *

Dicho esto, pongamos primero de manifiesto una tendencia en las traducciones a simplificar la geografía borrosa del Septentrión cervantino. Se observa especialmente frente a la coexistencia en la novela de Dánea y Dinamarca, así como de Irlanda e Hibernia. Pero también se nota en cierta propensión a anclar la isla de Golandia en una geografía real.

En cuanto al binomio Dinamaca/Dánea, todos recordarán que Cervantes distingue el reino de Dinamarca, del cual Arnaldo es príncipe heredero, y el de Dánea, cuyo rey es Leopoldio. Pues bien, en un primer tiempo (II, 13), las traducciones estudiadas (con la salvedad de Rosset) conservan la referencia a un reino de Dánea, cuando el viejo Leopoldio se presenta a Persiles en medio del mar, tras haber perseguido a su segunda esposa adúltera y su amante 6 . Parece que, en este contexto narrativo (el de un caso de amor sin conexión alguna con la Historia real), los traductores aceptaron el desdoblamiento ficcional entre Dinamarca y Dánea. A no ser que imaginaran hasta aquí que Dánea y Dinamarca eran dos nombres para un mismo territorio, y que Arnaldo era hijo de Leopoldio. Al revés, se rechaza este desdoblamiento cuando, en la isla de las Ermitas (II, 21), dando noticias a los protagonistas sobre lo que pasaba en Europa y el resto del mundo, el francés Sinibaldo evoca la guerra lanzada por Leopoldio y aliados suyos contra el rey de Dinamarca, padre de Arnaldo:







Como se puede observar, tan solo Rosset y Ellio mantienen la distinción entre Dinamarca y Dánea. D’Audiguier y el traductor inglés eluden la referencia a un levantamiento de Leopoldio; transforman a éste en padre de Arnaldo, y se contentan con mencionar la extrema tristeza de Leopoldio, aquí presentado como padre de Arnaldo, a punto de perderse por la ausencia de su hijo. En cuanto a Le Givre de Richebourg, conserva la alusión a un «altercado» inexplicado entre el «viejo Rey de Dinamarca», padre de Arnaldo, y «algunos de sus vecinos», pero evacúa la mención de Leopoldio y, con ella, la problemática separación entre Dinamarca y Dánea. Estas alteraciones del texto original sugieren que esta guerra entre Dánea y Dinamarca les sonaría demasiado inverosímil a estos traductores 7 .

Entonces, ¿por qué evocó Cervantes tal guerra entre Dánea y Dinamarca si podía parecer estrafalaria a gran parte de los primeros lectores, sobre todo junto a la referencia a acontecimientos reales de la historia europea en torno a 1558 (como la muerte de Carlos Quinto)? ¿Tan solo serviría la separación de Dánea y Dinamarca para multiplicar los espacios ficcionales susceptibles de acoger las numerosas aventuras que despliega el relato, fuera de todo anclaje en la Historia? Quizás no sea el caso. Según Juan Antonio Garrido Ardila, este episodio podría leerse como una reescritura libre de la historia de Dinamarca: se inspiraría en la rebelión de los jutlandeses contra el rey Cristián II de Dinamarca en 1523 (o sea el levantamiento de unos vasallos daneses contra el rey de Dinamarca). Por otra parte, la imagen relativamente positiva de Arnaldo en la novela remitiría al reconocimiento por Cervantes del reino de Dinamarca-Noruega como aliado de España en la Europa protestante. De hecho, pese a sus diferencias confesionales, los dos países mantuvieron relaciones estrechas desde el reinado de Carlos Quinto —unas relaciones que se vieron confortadas a principios del siglo XVII 8 . Creo que merece atención esta lectura, aunque requeriría matices, pues daría coherencia a elementos a primera vista incongruentes en el texto. No obstante, distan mucho de avalarla las primeras traducciones del texto, pues parece que sus autores ni percibieron la hipotética alusión a esta rebelión de los jutlandeses.

***

Pasemos ahora a la traducción del binomio Irlanda/Hibernia del texto cervantino (I, 12 y I, 21). De nuevo, excepto Rosset y Ellio, los demás traductores renuncian a esta distinción. Por un lado, Vital d’Audiguier y el traductor inglés transforman a Hibernia en Irlanda; por otro, Le Givre de Richebourg privilegió la latinizante apelación «Hibernie», sin duda porque le sonaría más refinada y exóticamente literaria 9 . Se nota especialmente en un fragmento en que los protagonistas les ruegan a corsarios que los lleven —cito a Cervantes— «a Irlanda, o a Hibernia, si ya no quisiesen a Inglaterra o Escocia» (I, 21, p. 264):




En la versión francesa de Vital d’Audiguier, y en la inglesa, la petición suprime la referencia a Hibernia; en la de Le Givre de Richebourg, se quita la mención de Irlanda. De nuevo aquí, como para el binomio Dánea/Dinamarca, se puede conjeturar que d’Audiguier primero, y luego el traductor inglés y Le Givre de Richebourg, consideraron como una fábula el desdoblamiento de una misma isla, y que estimaron imprescindible corregir este ‘desvarío’ para acercar su traducción a la verdad geográfica. Además, parece que el mismo Rosset pudo estar molesto frente a esta distinción entre las dos islas, pues, en su traducción, los peregrinos no piden que los corsarios les lleven «a Irlanda, o a Hibernia», sino «en Irlande ou Hibernie», una formulación que tiende a presentar como equivalentes las dos denominaciones.

***

Aunque mucho habría que decir sobre las muy ambiguas referencias a Irlanda en el Persiles 10 , examinemos ahora cómo la tentación de anclar la ficción en una geografía real se confirma respecto a otro lugar: la isla de Golandia, en la que los protagonistas recién salidos de la Isla Bárbara hallan una grata hospitalidad tras navegar durante diez días entre islas desiertas (I, 11, p. 207 y I, 12). Según críticos de principios del siglo XX, el nombre de Golandia podría inspirarse —entre otros referentes propuestos— en el de Gothia, región del sureste de Escandinavia 11 , o en el de Gotland, isla del Báltico considerada por Olao Magno como la cuna de los pueblos godos 12 . No obstante, varios elementos textuales sugieren más bien que sería más verosímil ubicar a Golandia en el Atlántico, en los parajes del archipiélago británico. Lo más probable, según propuso Isabel Lozano Renieblas, es que Cervantes sacara provecho de la posible confusión entre varios lugares que aparecían en los mapas de su época para crear un espacio ficcional, irreductible a cualquier espacio real 13 .

Sin embargo, en de las traducciones observadas, se nota una clara reticencia a aceptar esta indeterminación geográfica de Golandia. Sin sorpresa, el italiano Ellio sigue fiel al texto cervantino (p. 63). Pero no así los demás, como puede apreciarse en las citas siguientes:




Por un lado, tanto Rosset como Le Givre de Richebourg transforman a Golandia en Groenlandia, precisando la traductora del siglo XVIII: «y creemos que linda con América». Esto indica que ambos traductores buscaban un referente real para este lugar ficcional. Además, confirma que les parecía lógico que esta isla se situara en el Atlántico Norte, y no en el Báltico (donde se sitúa Gotland). En cuanto a d’Audiguier y al traductor inglés, los cambios que introducen en el texto cervantino no solo remiten a la verosimilitud de la geografía novelesca, sino también a la dimensión religiosa del fragmento. De hecho, al evocar la llegada de los protagonistas a Golandia, Cervantes introduce una interrogación sobre el Estado al que pertenece la isla y la confesión de sus habitantes.

Ahora bien, la traducción de d’Audiguier y la inglesa primero omiten la pregunta sobre quién gobierna allí. Esta elisión evidencia que el texto cervantino no incluía ninguna respuesta al respecto. Y la verdad es que el relato tiende a presentar a Golandia como un puerto franco, que acoge a barcos de varias naciones (ingleses, daneses, y probablemente españoles), bajo la benevolente autoridad del patrón del único mesón del lugar. Luego, en estas dos traducciones, Golandia pasar a ser «Holanda».

A primera vista, resulta incongruente la sustitución de Golandia por Holanda: de hecho, pese a su nombre y su ubicación septentrional, poco tiene que ver Golandia, una isla casi desierta, con la terrestre y muy poblada Holanda. Y, de hecho, creo que Golandia no es un mero trasunto cifrado de Holanda, que usaría un Cervantes filoprotestante para elogiar a las luteranas Provincias Unidas. Incluso podría sospecharse una mera errata del impresor encargado de la traducción de Vital d’Audiguier, repetida mecánicamente por el traductor inglés, pero otro cambio apunta más bien a una intención deliberada. En efecto, también se transforman la interrogación y la respuesta sobre la confesión de los habitantes: ya no se dice que son «cristianos católicos», sino solo que profesan la «religión cristiana».

No obstante, es llamativo que pudiera adoptarse en 1618 y 1619 esta traducción. Sugiere ante todo que estos traductores no creían en la presencia de una isla católica en unas aguas septentrionales dominadas por el protestantismo. Además, la asimilación de Golandia con Holanda sugiere que la hospitalidad y el cosmopolitismo de Golandia eran atributos fácilmente asociables con las Provincias Unidas, cuyos puertos estaban abiertos a navíos de comercio del mundo entero. Sabiendo que Vital d’Audiguier no tenía inclinación alguna hacia los protestantes, aunque fue un entusiasta partidario de Enrique IV 14 , su traducción sugiere que, a pesar de esta animadversión, estaba dispuesto a reconocer cualidades eminentemente cristianas a los habitantes de Golandia/Holanda. En este caso, cobraría sentido su traducción según la cual los habitantes de Golandia eran, ni más ni menos, «de religión cristiana». Sintonizaría perfectamente, a mi parecer, con el espíritu ecuménico de este episodio y del Persiles en general 15 . Más precisamente, este homenaje a la cristiana acogida de los habitantes de Golandia/Holanda coincidiría con la marginación de las cuestiones confesionales y dogmáticas en el Persiles, a favor de la primacía de la práctica de la caridad y la cortesía 16 .

Observemos para terminar el único fragmento de la novela en que aflora una posible relación entre los protagonistas y el protestantismo. Sabido es que, durante todo el relato, Cervantes evita cuidadosamente toda evocación explícita de la Reforma. Pues bien, al final del cuarto libro, tras la culminación de la peregrinación a Roma, y cuando ya es patente que los héroes nórdicos son cristianos ejemplares por su aplicación de la caritas paulina, entonces surge de la nada Serafido, soltando de improviso una revelación que amenaza con desbaratar la sutil armonía pacientemente elaborada a lo largo del relato. Como se recordará, Serafido cuenta que, para evitar que Persiles se dejara morir de amor, su madre Eustoquia persuadió a Sigismunda para que huyera con Persiles de Maximino, el prometido de la princesa:

«[…] entre los dos [la reina Eustoquia y Persiles] concertaron que se ausentasen de la isla antes que su hermano viniese, a quien darían por disculpa, cuando no la hallase, que había hecho voto de venir a Roma, a enterarse en ella de la fe católica, que en aquellas partes setentrionales andaba algo de quiebra […]» (IV, 12, p. 703).

Veamos cómo nuestros traductores habrán recibido estas declaraciones.




Por un lado, el término disculpa no parece haber molestado a los primeros cuatro, que se valen de los equivalentes excuse (para los dos franceses y el inglés) y discolpa (en italiano). En cambio, Le Givre de Richebourg rehúye de este vocablo. Es más: para quitarle toda ambigüedad moral y religiosa al texto cervantino, lo amplifica añadiendo que la peregrinación a Roma le permitiría a Sigismunda elegir de manera más juiciosa a su esposo, tras instruirse mejor en la fe católica; después de ello, Persiles y Sigismunda deberían regresar a Tile sin demorarse ni haberse hablado de amor durante todo el viaje… Si tanto le importaba a la muy devota señora francesa mantener las apariencias, se puede imaginar que instrumentalizar un peregrinaje religioso como coartada para una peregrinación amorosa le parecería un ardid impío. Por otro lado, varias traducciones tienden a limitar la ignorancia doctrinal de Sigismunda.

A mi parecer, esta común tendencia a minimizar la gravedad de la «quiebra» del catolicismo en el Septentrión sugiere que los traductores sí eran propensos a ver aquí una alusión al protestantismo, y reacios a integrarlo tal cual en su versión de la novela. Pero entonces, ¿por qué diablos desearía Cervantes sugerir aquí, in extremis, que sus admirables héroes podían proceder de tierras dominadas por el protestantismo? No creo que esta alusión sea anodina, cuanto menos cuanto que aparece en un libro IV escrito en la urgencia (o sin revisar), y por lo tanto limitado a elementos que Cervantes debió juzgar determinantes.

Mi propuesta de lectura es la siguiente: a lo mejor, la novela sugiere que Frislandia y Tule/Islandia sí podían ser territorios dominados por el protestantismo, como gran parte del Septentrión histórico. Pero que, al fin y al cabo, esto no importaba tanto, pues toda la novela tiende a establecer la preeminencia del espíritu sobre el dogma, o de la ética sobre la doctrina. Pues bien, a estas alturas, cada lector de buena fe tiene que admitir que Persiles y Sigismunda son dechados de virtudes cristianas. Cuidado: el que pudieran proceder de tierras luteranas no implica que sea superior el protestantismo al catolicismo, ni mucho menos. Ni siquiera hay nada que permita pensar que los protagonistas fueran inicialmente luteranos. Sencillamente, el haberse criado en regiones dominadas por el dogma protestante no impide compartir y aplicar el espíritu de caridad cristiana. Otra paradoja cervantina, y no la menor del libro.

Concluyo con unas observaciones sobre la utilidad del cotejo de un texto con sus traducciones. Primero, se impone una reserva básica: sería un espejismo creer que una mayor proximidad cronológica les bastara a los primeros traductores para dar con el pensamiento de Cervantes. De por sí, el análisis de unas traducciones tempranas solo permite acercarse a la recepción inicial del texto traducido. Y esta recepción no tiene que ser más acertada que la de unos lectores más distantes. No obstante, estas traducciones sí pueden ayudar, indirectamente, a estudiar el texto inicial. En el caso presente -otra reserva- cabe reconocer que los cotejos presentados aquí no son del todo decisivos: haría falta más espacio para exponer otros desfases sustanciales que autoricen interpretaciones sólidas sobre la recepción del Persiles por sus primeros traductores. No obstante, sí es notable que la mayor parte de las diferencias observadas —ya sean amputaciones, transformaciones o ampliaciones—, tiendan a reducir la ambigüedad del texto cervantino. Ahora bien, creo que lo más valioso del Persiles es precisamente su complejidad; si se sacrifica, se pierde también gran parte del placer que suscita el libro. Por lo tanto, identificar variaciones en las traducciones puede incitar a fijarse mejor en el texto cervantino, y a buscar su coherencia, más allá de las aparentes incongruencias 17 .

Bibliografía

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Córdoba, Pedro, «Lo que suprime la repetición. Del hipertexto al hipotexto de El amante liberal», Criticón, 76, 1999, pp. 69-90.

Darby, Trudi, «Fiction and History: Persiles y Sigismunda in English, 1619», Golden-Age and Renaissance Seminar, London, University College London, 2001, disponible en https://www.ems.kcl.ac.uk/content/pub/b025.html

Garrido Ardila, Juan Antonio, «Escandinavia y el Persiles: de la Geografía a la Historia», Anales cervantinos, 48, 2016, pp. 221-242.

Lozano Renieblas, Isabel, Cervantes y el mundo del «Persiles», Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1998.

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Pintor Mazaeda, Nieves, «Las vicisitudes de Los trabajos de Persiles y Sigismunda en Francia», en Peregrinamente peregrinos. Actas del V Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas (V-CINDAC), Lisboa, Asociación de Cervantistas-Fundaçâo Calouste Gulbenkian, 1-5 septiembre 2003, Barcelona, Asociación de Cervantistas/Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2004, vol. 1, pp. 819-838.

Romero Muñoz, Carlos, introducción, edición y notas a Miguel de Cervantes Saavedra, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Madrid, Cátedra, 2002.

Schevill, Rodolfo, y Bonilla, Adolfo, introducción, edición y notas a Miguel de Cervantes Saavedra, Persiles y Sigismunda, Madrid, B. Rodríguez, 1914, 2 vols.

Notas

1. Ver especialmente Lozano-Renieblas, 1998.

2. Se hallarán fácilmente las referencias completas de estas traducciones en la segunda edición revisada del Persiles por Carlos Romero Muñoz, Madrid, Cátedra, 2002, pp. 84-85 (edición a partir de la cual se hacen todas las citas de la novela). Todas estas traducciones, menos la de Vital d’Audiguier, se pueden consultar y descargar libremente en línea (en para la de François de Rosset). En cuanto a la de Vital d’Audiguier, usé un ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional de Francia. Todavía no está disponible gratuitamente esta traducción, pero podría compartirla con quienes estuvieran interesados.

3. A falta de una paginación precisa para esta Advertencia al lector en la edición de 1618, se indicarán entre paréntesis las páginas del documento PDF correspondiente a la versión digitalizada de este documento.

4. Sobre esta traducción inglesa, ver Darby, 2001.

5. Para un acercamiento a las traducciones francesas del Persiles en general, y especialmente a su dimensión estilística, ver Pintor Mazaeda, 2004.

6. Para el original cervantino, ver II, 13, p. 368: «[…] soy Leopoldio, el rey de los dáneos […]. El cielo me hizo rey del reino de Dánea». Rosset prefiere traducir: «[…] ie suis Leopolde Roy des Danois. […] Le Ciel me fit Roy des Dannois» (p. 304). En cuanto a las demás traducciones, similares al original cervantino, ver Vital d’Audiguier (fols. 150v-151r); la página 174 de la edición inglesa de 1619; la página 208 de la italiana, y el tomo 2, p. 224 para la versión de Le Givre de Richebourg.

7. Esta lectura ya fue propuesta por Darby, 2001. Sin embargo, cabe apuntar que la probable impresión de irrealidad percibida por el o la traductor(a) ingles(a) en la geografía del Persiles no solo procedería de la cercanía y las estrechas relaciones entre Inglaterra y los países del Báltico, como sugiere Darby. En efecto, la traducción inglesa no hace más que seguir literalmente la versión francesa de d’Audiguier. También en Francia, pues, la ficción cervantina sonaría demasiado lejos de la realidad histórica.

8. Ver Garrido Ardila, 2016, pp. 236-237.

9. Para la traducción del fragmento en que Mauricio se presenta («En una isla, de siete que están circunvecinas a la de Hibernia, nací yo […]», I, 12, p. 213), ver Rosset (p. 103), D’Audiguier (fol. 49r), la p. 57 de la traducción inglesa, las pp. 68-69 de la italiana, y el t. 1, p. 173 para Le Givre de Richebourg.

10. Sobre este punto, permítaseme remitir a algunas páginas de mi tesis de doctorado: Nevoux, 2012, pp. 191-199.

11. Ver Beltrán y Rózpide, 1923-1924, p. 281.

12. Ver Schevill y Bonilla, 1914, pp. XII-XIV y 334-335; así como Romero Muñoz, 2002, pp. 207-208, nota 3.

13. Ver Lozano Renieblas, 1998, pp. 105-108.

14. Ver d’Ardenne de Tizac, 1887, pp. 94 y 96.

15. Sobre el posible alcance alegórico del episodio de Golandia, ver Nerlich, 2005, pp. 168-183, cuya interpretación está resumida y parcialmente matizada en Nevoux, 2012, pp. 222-225.

16. Sobre la el desplazamiento del acento en Persiles desde el dogma hasta la ética, ver Armstrong- Roche, 2009, especialmente pp. 30, 85-86, 122-125, 211-213, 288-289 y 298-299.

17. Este método ya lo usó por ejemplo Pedro Córdoba (1999), comparando El amante liberal con dos adaptaciones teatrales francesas del siglo XVII.

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