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Prácticas editoriales y recepción de la literatura española en Hispanoamérica (1833-1916): observaciones sobre el corpus cervantino 1
Approaches to the Edition and Reception Studies in Latin America (1833-1916): Observations on the Cervantean Corpus

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 7, núm. 1, 2019

Instituto de Estudios Auriseculares

Francisco Cuevas Cervera

Universidad de Chile , Chile

Fecha de recepción: 30 Octubre 2018

Fecha de aprobación: 07 Diciembre 2018

Resumen: El objetivo de este trabajo es presentar el corpus de las ediciones cervantinas y estudios sobre Miguel de Cervantes en el marco del nacimiento del cervantismo hispanoamericano en el siglo XIX y primeros años del siglo XX. Desde 1833 se sumaron los primeros cervantistas en esas tierras a la impresión y edición del Quijote, añadiendo una impronta personal a la historia material de la lectura de la novela e, incluso, en algunas ocasiones, tantearon nuevas representaciones gráficas para los personajes de la misma. A medida que se acercaban los centenarios de 1905, 1915 y 1916 el cervantismo se reasumió y buscó sus líneas de redefinición. Hispanoamérica se sumó con fuerza a las diferentes celebraciones cervantinas, buscando sus orígenes, comprendiendo que forman un movimiento intelectual de facto en el propio momento de su actividad y creando desde ese instante su propia historia de la lectura de Miguel de Cervantes. El objetivo, entonces, es establecer un corpus definido del cervantismo hispanoamericano con sus coordenadas propias. Para ello partiremos de las conclusiones extraídas del estudio de un catálogo cervantino, tomando como inicio la referencia señera el Quijote de 1833 de la Imprenta de Arévalo (México) hasta la celebración del tercer centenario de la muerte de Miguel de Cervantes en 1916, que espoleó a los escritores e intelectuales a acercarse a la figura de Miguel de Cervantes en un interesante movimiento intelectual que aunaba lo circunstancial y festivo con la crítica literaria seria y las nuevas tendencias en metodología de investigación en Humanidades, en la historia de las prácticas editoriales y en los estudios de recepción de principios del siglo XX.

Palabras clave: Miguel de Cervantes, recepción, cervantismo, Quijote, Hispanoamérica, Tercer Centenario.

Abstract: The aim of this paper is to introduce the reader to the corpus of Cervantean editions and studies on Miguel de Cervantes within the framework of the naissance of Latin American Cervantean Studies during the nineteenth century and the first decades of the twentieth century. From 1833 onwards, the first Cervantean scholars from these lands joined the attempts to print and annotate Don Quixote, adding a personal imprint to the history of the different readings of the novel, even attempting new graphic representations for the characters of the Spanish novel. As the date of the centenaries of 1905, 1915 and 1916 came closer, Cervantean scholarship reassumed itself and sought new defining lines. Latin America joined the different Cervantean celebrations with strength, searching for its origins and understanding that they formed a de facto intellectual movement at the precise moment of their activity, thus creating their own history of readings of Cervantes from that moment onwards. Our aim will be, therefore, to establish a defined corpus of Latin American Cervantean studies within its own coordinates. In order to do so, we will depart from the conclusions drawn from the study of a Cervantean catalogue, taking as a point of departure the reference to the 1833 Quixote edition of the Imprenta de Arévalo (Mexico) until the celebration of the third centenary of Miguel de Cervantes’ death, an anniversary which fostered a renovated approach to the figure of Miguel de Cervantes from Latin American writers and thinkers. This interesting movement assembled the festive and circumstantial spirit of the anniversary celebrations with serious literary scholarship and new trends in the history of humanistic research, adding as well a renovated spirit to the history of the different approaches to the edition of Don Quixote and the studies dedicated to the reception of the Cervantean legacy during the first decades of the twentieth century.

Keywords: Miguel de Cervantes, Reception Studies, Cervantean Studies, Quixote, Latin America, Third Centenary.

El objetivo de este trabajo es presentar el corpus del cervantismo hispanoamericano en el siglo XIX y los primeros años del siglo XX, a partir de unas prácticas editoriales muy específicas que ayudarán a entender las notas distintivas del acercamiento, recepción y difusión de Miguel de Cervantes y su obra en Hispanoamérica. Para ello me detendré en las ediciones de las obras de Cervantes y, con particular interés, en dos subconjuntos del corpus manejado, por su vinculación con una especial materialidad textual que condiciona, o condicionada por, las notas distintivas del cervantismo hispanoamericano: la prensa satírica de inspiración quijotesca y los homenajes publicados con ocasión de los centenarios de 1905, 1915 y 1916.

1. Las ediciones hispanoamericanas de las obras de cervantes

Para calibrar la importancia y el tono del cervantismo hispanoamericano en su conjunto es necesario realizar una breve descripción de las ediciones de las obras de Cervantes para comprender cómo las prácticas editoriales y la materialidad del texto en estas pueden ayudarnos a entender el proceso mucho más amplio que es el nacimiento del cervantismo como fenómeno investigativo en estas áreas. Obvio será decir que en Hispanoamérica circularon ediciones del Quijote, fundamentalmente, antes de las primeras impresiones en suelo americano; ya Rodríguez Marín constató la llegada de ejemplares de la primera edición de la novela cervantina en un estudio pionero en este sentido, completado por Martín Abad; y los particularizados estudios de Aurelio González y Rojas Garcidueñas en el caso de México, Pedro Luis Barcia para Argentina o Raquel Villalobos en Chile reflejan la impronta de ediciones en su mayor parte españolas en las bibliotecas y colecciones particulares en estas regiones 2 . Lo que interesa a mi estudio tiene que ver, más que con la difusión de la obra, con el peculiar tratamiento en los procesos editoriales propios en estas áreas, y lo que suponen como proceso de asimilación/apropiación.

Hasta 1917 solo encontramos una edición de las Novelas ejemplares (Veracruz; Puebla, Librería «La Ilustración», 1883) y en Argentina la edición pionera de las Poesías, a cargo de Ricardo Rojas (Buenos Aires, Impr. y Ed. de Coni Hnos., 1916) a las que habría que sumar la antología preparada por Monner Sans (Buenos Aires, Otero y Cía, 1916) y alguna suelta de las ejemplares (Tres novelas picarescas, Buenos Aires, [s. n.], 1901; que incluye Rinconete y Cortadillo), todas estas también en Argentina. A vista de pájaro, las ediciones del Quijote hasta la fecha considerada alcanzan la treintena, aunque hay que hacer algunas apreciaciones sobre estas. En su mayor parte, los Quijotes que circularon publicados en imprentas americanas eran en realidad coediciones —o más bien ediciones europeas con imprentas de distribución en América— con las casas catalanas de Maucci para la Argentina (en alguna ocasión también para México y Cuba) y Calleja para México, además de las adaptaciones para niños de Charles Bouret publicadas en Francia e impresas en París y México. Esto es, si hablamos de una práctica editorial propia, habría que considerar en realidad doce ediciones entre la primera de 1833 y 1916 3 .

Es en México donde podemos concretar la aparición de una verdadera tradición editorial para la novela de Cervantes 4 . En 1833 se imprime la primera edición hispanoamericana, en la imprenta de Mariano Arévalo, siguiendo la edición académica del Quijote de 1782. Como aquella, contiene el estudio preliminar de Vicente de los Ríos, el «Análisis del Quijote» (1780) y las notas de Juan Antonio Pellicer (1797), suponiendo entonces la difusión de los grandes cervantistas del XVIII en América 5 .

Es interesante en esta edición el esfuerzo por imprimir nuevas láminas («hermosas láminas» dice la portada), de forma que, a diferencia del terreno europeo, en América la tradición editorial del Quijote contó desde sus inicios con aparato iconográfico. Aunque ha querido verse en estas un primer intento de asimilación y apropiación gráfica, el trazado de las láminas es casi idéntico a las que sirvieron de modelo: las de Antonio Carnicero (en su mayoría) o José Brunete, procedentes de la edición académica española, entre las que se cuela una de la edición de 1797, a partir de la original de Agustín Navarro 6 , realizadas a partir, según indica Rojas Garcidueñas, de la edición parisina de Bossange y Masson de 1814, de la que se seleccionaron el retrato de Cervantes y la mitad de sus láminas. No podría aún hablarse de una tradición propia, pero sí de la importación del modelo académico en la disposición, aparato crítico y acompañamiento visual.

A la edición de Mariano Arévalo siguen las mexicanas de Masse y Decaen de 1842 (Cuevas Cervera, núm. 812; Givanel i Mas, núm. 735; Río y Rico, núm. 128; Rius, vol. I, núm. 105), la de la Imprenta de la Voz de la Religión de 1852-1853 (Cuevas Cervera, núm. 1013; Givanel i Mas, núm. 827; Rius, vol. I, núm. 121) y la de Mariano Villanueva de 1868 (Rius, vol. I, núm. 151).

La primera de estas bebe de otra tradición editorial, tomando como modelo la catalana de Bergnes de 1839, con la noticia de la vida de Cervantes de Viardot, sus notas, y la reconocible disposición tipográfica de aquellas ediciones. Hay un esfuerzo notable en completar el texto con ilustraciones, también, en este caso, anunciadas como gancho de portada: 125 estampas litográficas que copian las de Tony Johannot o que están hechas sobre este modelo, firmadas por Heredia e Iriarte. Hay un esmero considerable en la parte tipográfica. Esta sirvió de modelo a la siguiente, que no resulta tan interesante en este sentido, aunque sí introduce una innovación fundamental en la tradición editorial: las novelas del curioso impertinente y del capitán cautivo se encuentran desgajadas del texto y van al final, siguiendo la edición parisina de Agustín García de Arrieta (Obras escogidas, 1826).

La última de estas, la de la imprenta de Mariano Villanueva, parte asimismo de otra tradición: incluye una amalgama de notas que ya se había ensayado en las ediciones de Francisco Sales (Boston, 1836) y en las que la siguieron, sobre todo las madrileñas de mediados de siglo. La novedad en los grabados que anuncia la portada son solo dos: adaptaciones de dos retratos de don Quijote y Sancho a modelos iconográficos propios. Contiene, además, el texto apócrifo del Buscapié, de Adolfo de Castro, que ya había circulado como parte en las ediciones de la novela peninsulares desde 1850.

Si me he detenido en establecer la filogenia de estas ediciones es por las conclusiones que arrojan sobre el sentir del cervantismo, en este caso, mexicano. La necesidad por imprimir las obras de Cervantes se siente no tanto por ofrecer nuevos ejemplares de la novela, que circulaban como demuestran los índices de bibliotecas semipúblicas y particulares en los estudios de recepción en ediciones españolas y otros testimonios, sino por sumarse a la necesaria impresión de los clásicos con un aparato crítico y con profusión iconográfica. Prácticamente cada una de estas decide optar por un modelo anterior diferente, no vinculándose entre sí, sino con los modelos prestigiosos europeos, ofreciendo un interesante mosaico de posibilidades editoriales en el naciente cervantismo hispanoamericano.

Repasemos el resto de ediciones hispanoamericanas para establecer unas primeras conclusiones sobre este estudio.

En Chile, en 1863, Santos Tornero imprimirá una versión de la adaptación realizada por Fernando de Castro para la juventud, con ligeras modificaciones 7 . Viene esta edición a copar un espacio diferente: el Quijote como lectura obligatoria en las escuelas, como modelo de elocuencia con fin pedagógico.

En 1880 se imprime una edición que pasó durante cierto tiempo desapercibida, en parte por su escasa tirada y distribuirse como presente a los suscriptores de la imprenta, la uruguaya editada por La Colonia Española 8 .

En Argentina será Luis Ricardo Fors el primer editor, en 1904, edición impulsada por la Junta creada ex profeso para la celebración del tercer centenario de la publicación de la primera parte del Quijote. Es la primera que se basa en las ediciones originales (sigue la de 1608 de Juan de la Cuesta), con hermosas láminas e impresa en «magnífico papel inglés de hilo» (Río y Rico, núm. 244).

Las ediciones completas de la novela en Chile tardarán en llegar (Ercilla, 1938; Zig-Zag, 1939), y en otros lugares de Hispanoamérica, como Santo Domingo o Puerto Rico, no llegarían las segunda mitad del siglo XX.

Al margen del caso de México, todas estos otros esfuerzos editoriales obedecen a impulsos muy particulares que logran definir algunos cauces básicos del cervantismo hispanoamericano. En primer lugar, el establecimiento de un canon escolar. La mencionada edición chilena de Santos Tornero es un claro ejemplo de este hecho. También en esta misma línea se sitúa la antología preparada por Monner Sans en 1916 que, aunque obedece también a las pretensiones de celebración de la efeméride cervantina, sigue una tradición que en España fue común hasta mediados del XIX: colocar en el podio de los modelos de elocución y retórica para uso de las escuelas la prosa cervantina (el propio Monner Sans publica en la misma fecha un folleto con el título Valor docente del Quijote). Hay que considerar aquí que en el proceso de construcción nacional de las nuevas repúblicas americanas la necesidad de establecer un canon tradicional, heredado, compartido y apropiado, está en la base del nuevo cervantismo. Las impresiones de Calleja o de la edición parisina de Charles Bouret obedecen al mismo impulso.

Hay un caso sintomático en este sentido: la edición de 1914 de Barcelona (Colección Araluce, Sopena) realizada por Pablo Vila se imprimió por disposición del Presidente de la República de Colombia, José Vicente Concha, «para honrar el III centenario de la muerte de Cervantes» y contaba entre los preliminares con una «dedicatoria de esta edición especial para los alumnos de las escuelas públicas de Colombia».

Además de la construcción de un canon escolar y del modelo lingüístico que hermanaba a los nuevos estados, muchas de estas prácticas editoriales se relacionan directamente, como se ha visto ya en algunos casos, con la oportunidad de la celebración de las efemérides cervantinas, en que me detendré más adelante, y con la producción de «curiosidades bibliográficas» que consideraban el libro como objeto de culto en relación con el auge del coleccionismo, y más aún, del coleccionismo de obras españolas, hasta con cierta «demostración de fuerza» de las nuevas imprentas americanas.

Este afán fue el que llevó a Luis Ricardo Fors, en el marco del centenario de 1905, a reunir la espectacular colección de ediciones del Quijote que hoy conserva la biblioteca de la Universidad de La Plata 9 (y, más adelante, las que están en la base de la construcción de la biblioteca de José Ronco, Azul, Argentina, o el archivo Xalambrí, en Montevideo). Hay que considerar que la edición de Fors fue una tirada numerada (el ejemplar consultado en la Biblioteca Nacional de España es el 197 de la impresión), lo que incide en la creación de libros como objetos únicos.

Hechas estas consideraciones, puede explicarse que la mitad de las ediciones impresas en Hispanoamérica estén dirigidas a los niños, y que se cuenten hasta tres ediciones en miniatura. Entre estas, destaca la edición microscópica del Quijote, hecha en Buenos Aires, en los talleres tipográficos de José Tragant (1916) en seis volúmenes de apenas 8,5 cms. de alto, única en su género hasta el momento, con el texto completo y una cuidada tipografía, costeada por la Casa Escassany como presente para sus clientes en el III centenario. «Ninguna casa comercial de España —doloroso es confesarlo— hizo cosa parecida», reconocía Río y Rico (núm. 898) al revisar esta edición.

Aunque sobrepasa las fechas que sirven como marco en este trabajo, habría que considerar también que la primera edición facsímil (fotograbado) de las Novelas ejemplares se imprime al tiempo en Berlín y Buenos Aires, por la Editora Internacional de esta ciudad, en 1923 (Río y Rico, núm. 926), siguiendo la pionera edición fototipográfica del Quijote de López Fabra en 1871, en una cuidadísima edición de cantos dorados, grabados en la parte superior, lomo con ribetes también dorados y distribuida en una exquisita caja.

La última apreciación que me gustaría realizar sobre el corpus de ediciones cervantinas que explica el peculiar cervantismo hispanoamericano (o también, al contrario, como el carácter periférico de este cervantismo afectó a las decisiones editoriales sobre Cervantes) es destacar un hito en la edición de la obra de Cervantes: las Poesías del autor editadas por Ricardo Rojas en la Argentina (1916), que ha servido de base hasta la actualidad, como prueban las actuales ediciones de la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española (al cuidado de José Montero Reguera et al.) y la de Cátedra (a cargo de Adrián J. Sáez). Este cervantismo en los márgenes que es en el momento el argentino debió de impulsar a Rojas a rescatar los escritos también marginales del autor del Quijote 10 .

2. Prensa de caricaturas de inspiración cervantina

Como anunciaba en la introducción, hay dos grupos en el corpus del cervantismo hispanoamericano del XIX y hasta 1916 que merecen una especial consideración en cuanto a cómo una práctica editorial vehiculó la difusión de la imagen de Cervantes y de don Quijote o Sancho Panza con peculiares implicaciones interpretativas: la prensa satírica de corte quijotesco y los libros resultantes de las efemérides cervantinas de principios del siglo XX. Este primer grupo no es exclusivo del cervantismo hispanoamericano, pero incide en las notas distintivas del cervantismo en esta área cultural.

Entre el Sancho Panza colombiano de 1837 y 1916 he podido rastrear hasta cuarenta cabeceras con títulos quijotescos en España e Hispanoamérica, en general prensa de carácter reformador, y a partir de 1870 concretamente como prensa satírica de caricaturas en su mayor parte. Colombia se posiciona en primer lugar con hasta diez títulos, seguido de los nueve chilenos, y después Argentina, Venezuela y Costa Rica con al menos tres, y los Don Quijote de Cuba y Uruguay (replicando, en este caso, el argentino de Sojo). Con un tono muy diferente, El Buscapié puertorriqueño de 1875 también podría entrar en esta categoría, en cuanto a la evidente inspiración cervantina que demuestra su título. Lo interesante es que, en estos periódicos en que la voz de la editorial se funde con la de don Quijote o Sancho, la recreación convivirá con el modelo satírico de identificación del objeto satirizado. Esta voz reformadora encarnada en don Quijote había sido ya apropiada para la prensa en modelos de espectadores dieciochescos en España (El Censor o El Teniente del Apologista Universal) 11 pero explotaría toda su capacidad cuando entronca con la caricatura y aprovecha el reconocimiento icónico indiscutible del personaje de Cervantes: el reconocimiento escritural e iconográfico de los personajes de la novela sirve de base para los escritores de papeles periódicos para contraponerse a, atacar, burlarse de los vicios del presente articulando todo un sistema de significaciones que funciona en cuanto ya forma parte del acervo popular panhispánico.

Este doble uso del mismo patrón satírico: convertir a don Quijote en objeto que se satiriza o, de otro lado, como sujeto, como voz, que permite señalar, satirizar o condenar los vicios del momento son coincidentes en el tiempo y transitan por todas las esferas políticas, a uno y otro lado del Atlántico 12 .

Los ejemplos cruzan toda la geografía hispanoamericana. Podríamos, desde la Teoría de la Cultura, hablar ya de un primer proceso de asimilación: por lo circunstancial de estos usos, todos estos papeles son —si se me permite la simplicidad— muy hispanoamericanos, aunque en un nivel más profundo, en cuanto al aprovechamiento o a la recreación cervantina, no es más que un vaciado del molde original, con sentido estructural e instrumental, salvando solo un hilo narrativo que nos permitiría hablar de un mito. La función regeneradora asociada a don Quijote o en contra de él funciona casi como un marco alegórico. Resucitar al caballero en tierras americanas, casar a Sancho con una indita, descubrir en los líderes políticos nuevos quijotes hogaño son solo síntomas de un imaginario colectivo compartido, y un rentable uso en tiempos de conflicto político. El paralelo con los mismos usos en la península, asociado, claro está, a otros contextos muy particularizados, permite solo hablar de una parcial asimilación. Hay algunas particulares apropiaciones que merecerían un estudio aparte, como las asimilaciones o hibridaciones con formas iconográficas propias o la consideración de algunos episodios concretos de la política y las costumbres hispanoamericanas.

A pesar de que Joan Givanel i Mas, desesperado quizás por tener que catalogar todo lo que llevara el nombre de don Quijote en portada, dijera de muchos de estos que «de cervantino no tiene más que el título», estas recreaciones conforman con toda probabilidad el primer conjunto que pivota en un motivo que podemos denominar «panhispánico». Cuando en los primeros escritos de crítica literaria en Hispanoamérica se produzca esta apropiación, que impulsará nuevas obras narrativas imitativas de corte regeneracionista en los años del cambio de siglo, sobre todos ellos —críticos y narradores— pesará esta larga tradición de quijotes y sanchos redivivos por tierras hispanoamericanas en este conjunto de prensa.

3. La producción cervantina ante el iii centenario (1905, 1915, 1916)

En este trazado del corpus, el bloque que me queda por presentar, el de los estudios críticos, tiene un carácter generalmente festivo. Y cuando digo festivo, es también circunstancial, de encargo, pero encaminado a un objetivo que sobrepasa, en realidad, honrar al príncipe de los ingenios. Esta moda de celebrar la patria a sus grandes hombres y sus grandes fechas se convierte en un signo de política cultural con una buena dosis de reafirmación desde el origen de esta fiesta 13 . En 1861 la Real Academia Española acuerda fijar el 23 de abril como celebración de las glorias de las letras nacionales, con un oficio religioso que aunaba alta sociedad, elogio de la cultura y regodeo católico en un mismo acto, no siempre con buena fortuna en esto de la simbiosis expuesta 14 . Hispanoamérica se sumaría pronto a estas celebraciones, copiando incluso el modelo de honra fúnebre. Se estaba gestando un primer piso para los centenarios de 1905 a 1916 que serían de especial trascendencia en la conformación de un cervantismo hispanoamericano y que se plasmó en unas prácticas editoriales igualmente circunstanciales, pero enormemente sugerentes.

Merece ocupar un papel destacado la creación de la Sociedad de Cervantistas de Matanzas, en 1873, con su publicación propia, que no tuvo continuidad, que en principio trataba de replicar el modelo de su hermana mayor, la Crónica de los Cervantistas de Cádiz (1871-1879). Orgullosa pregonaría en su primer número: «Matanzas sea la primera población de Cuba que consagre ese entusiasta recuerdo al ingenio peregrino que ha llevado el dulce idioma de Castilla a todos los pueblos cultos del universo». En aquel año tuvieron su concurso literario, sus bandas de música con marchas españolas, su oficio religioso en la iglesia mayor de San Carlos y una fiesta en el parque donde «el nombre de Cervantes formado con letras de gas a su entrada, sobre los bustos del inmortal autor del Quijote y el de Colón» dio la bienvenida a los asistentes, «manifestando con dicho acto sus sentimientos altamente españoles, puesto que quien honra las memorias de la patria, honra a la patria misma».

La fiebre de la efeméride prendió mecha. Mientras en España el fervor cervantino decae, buscando un nuevo horizonte las políticas de restauración de la vieja monarquía que pusieron todas sus fichas en el centenario de la muerte de Calderón en 1881, se sucedían en Hispanoamérica casos aislados, como el curioso aniversario CCLXII de la muerte de Cervantes celebrado en 1878 en Chile. Ya en este país Rafael Gumucio había expresado la admiración de las celebraciones de la década anterior en las ciudades de España 15 . En 1880 el periódico Buscapié puertorriqueño aprovecha la efeméride para anunciar un certamen literario, y en el Uruguay, Nin-Frías proyecta en 1900 una sociedad literario-internacional, con un horizonte bien ambicioso de proyectos: «Para realzar aún más este fin, propondría la fundación de una ciudad del nombre de Cervantes, cuyo territorio fuese común a todos estos pueblos hermanos», con su «Semana Cervantes», cada cinco años 16 .

Mientras, en España, las fuerzas empleadas en el relucir de Calderón en los 80 minó la proyección cultural con resultados satisfactorios. Los problemas políticos internacionales y una tibia celebración del centenario de la llegada de Colón a América, el posterior desastre noventayochista y los primeros conatos de regeneracionismo de la metrópoli dejaron un yerto escenario en el que las celebraciones de 1905 se atisbaban como un horizonte de recuperación.

Es innegable el impulso del cervantismo, español e hispanoamericano, en estos años del centenario, sobre todo en el primero de 1905; y en el caso de Hispanoamérica, con Europa sumida en la Gran Guerra en los de 1915 y 1916, las celebraciones fastuosas sin remordimiento se continuaron con la celebración de la publicación de la segunda parte del Quijote y la muerte de Cervantes.

Los concursos, los juegos florales, las juntas y comisiones por todo el territorio fueron la tónica general, acompañados de publicaciones que, no por lo circunstancial, dejaron de ser fundamentales en la conformación de la crítica literaria hispanoamericana, como las de Ricardo Rojas o Luis Ricardo Fors en Argentina, Borrero Echeverría en Cuba o Toribio Medina en Chile. San Luis Potosí, La Plata, San José de Costa Rica, Matanzas en Cuba, Tegucigalpa, Mérida de Yucatán, Valparaíso, Bogotá, Ciudad de Guatemala, La Habana tuvieron sus veladas con discursos académicos, encendidas poesías laudatorias, inauguración de bustos, estatuas o teatros, bailes y estrenos dramáticos, donde don Quijote hizo pareja con Carmen de Bizet, espectáculos de danza española, o trasnochadas remembranzas de los conquistadores del Imperio Español.

Sirva como muestra esta velada celebrada en Colombia:

El final de la velada fue un acto imponente. En el fondo del escenario se destacaba el busto de Cervantes, que al empezar a tocarse la marcha real española, fue iluminado con bellísimo efecto de luz eléctrica. Todos los miembros de la Compañía Martínez Casado, con sendas coronas, rodeaban el busto, que se alzaba en una plataforma arreglada artísticamente. Las señoritas Amalia Reyes y Cecilia Schloss subieron la escalinata y pusieron una corona de laurel sobre la frente del busto del que dio vida al Ingenioso Hidalgo de la Mancha 17 .

La celebración de los centenarios permitía establecer un nuevo vínculo cultural entre España y las antiguas colonias. El esfuerzo provino tanto del centro como de la periferia: «Este homenaje a Cervantes probará a España que aunque nos independizamos de ella, en nuestros corazones vive y vivirá siempre el recuerdo de sus glorias» 18 .

Lo interesante para el acercamiento a este corpus que delimito es el resultado material que dejaron estos centenarios: la mayor parte de estas veladas resultaron en bellísimos libros de homenaje en, al menos, todas las ciudades nombradas con anterioridad, que no hay tiempo ahora de desglosar con detalle en sus peculiaridades, aunque sí trazar algunas concomitancias en lo que toca a su aparataje editorial y tipográfico. Libros con formatos especiales, más de uno apaisado o en gran formato, impresos a color, con tintas diferenciadas, profusión de grabados e incluso montajes fotográficos muy interesantes como los del homenaje de Mérida de Yucatán o de Buenos Aires 19 .

Los sucesivos centenarios cervantinos produjeron unos libros que se pensaron como libros-obsequio a la metrópoli, al tiempo que demostraban el auge de los círculos intelectuales de los principales núcleos culturales hispanoamericanos. Un repaso por los prospectos de estos títulos y por el acabado (gráfico, tipográfico, de maquetación, etc.) de los mismos no hacen más que incidir en este rasgo. Un factor fundamental de análisis para comprender este fenómeno es establecer la filogenia crítica entre el cervantismo que podríamos denominar «oficial» y el cervantismo periférico en Hispanoamérica. El alejamiento de las fuentes provocaba ciertos errores, sesgos en la tradición crítica y en ocasiones la falta de datos se suplió con la imaginación. El carácter circunstancial de estos primeros conatos de cervantismo en asociación con las efemérides multiplicó este efecto. No acusemos tampoco aquí de ingenuos a los cervantistas hispanoamericanos ni pensemos en la escasez de fuentes de este lado. Pero al tiempo, dotaban a este cervantismo de un aire renovador, mucho más fresco, y que permitía una revisitación de la tradición crítica que en España era mucho más difícil y que encontró en el centenario su piedra de toque.

4. Conclusiones

El objetivo de este trabajo era no solo presentar un corpus significativo de prácticas editoriales en relación con los estudios cervantinos en Hispanoamérica —que también— sino tratar de delimitar cómo estas prácticas afectaron a la recepción de Cervantes en esta amplísima área cultural y, a la contra, como un naciente cervantismo que buscaba una definición al alero de debates intelectuales mucho mayores impulsó estas mismas prácticas en uno u otro sentido.

Una de las primeras notas distintivas de este cervantismo será la que acabo de mencionar, conformarse al alero de los centenarios. Esto no implica que los trabajos no revistan interés, pero sí que buena parte de los intelectuales del tiempo se acercaron a Cervantes de manera puntual en estos años mientras bullían en otros debates. De ahí que sea mucho más común —algo que hemos podido ver en nuestros centenarios recientes— que la lectio moralis cervantina se trasplante al tiempo presente. Esta presentización será común en la crítica hispanoamericana en relación con unas naciones que buscaban la propia definición de su identidad y, entre otros elementos, echaban mano de los referentes culturales como elementos homogeneizadores e identitarios, tema ya glosado en algunos estudios cervantinos recientes 20 . No siempre con sentido político, en ocasiones sirvió para la crítica social o literaria del tiempo, incidiendo también en la necesidad de proclamar un canon nacional o conformar un estilo literario propio e identitario. En la base de este sentido político y reformador jugaron decididamente un papel icónico en el imaginario colectivo la colección de prensa quijotesca delimitada con anterioridad.

Hay que recordar que, en los mismos años de transición entre los siglos XIX y XX, a uno y otro lado del Atlántico se gestaban los controvertidos debates sobre la raza ibérica, el panhispanismo o la invertebración de los países del mediterráneo frente a la nordomanía (revelador es el ensayo Ariel de José Enrique Rodó en este sentido). Cervantes se vio envuelto en todos estos, o los cervantistas acabaron haciendo patria, la grande, la chica y la antigua, cuando miraron al escritor de Alcalá y al caballero manchego.

El elogio a Cervantes y el Quijote es entonces, en muchos casos, una ofrenda de la hermandad con España. Al tiempo, se realiza una lectura de la obra en sentido político con una buena dosis de presentización, en relación con el desastre del 98 —y aun antes— y Cervantes y don Quijote pasan a formar grupo con extraños compañeros de viaje, como el Cid, don Pelayo o los Reyes Católicos. Todos conforman ese pasado compartido que es la historia del Imperio español. El cervantismo hispanoamericano se sumó al discurso sobre la raza 21 , en boga en los inicios de los estudios antropológicos, y al mismo tiempo aprovechó las figuras de autor y personaje para identificar en los valores hispánicos un muro de contención frente a Norteamérica, interpretando quijotismo, al tiempo, con sentido negativo: «¡Ojalá extirpáramos el quijotismo antes que al amparo de un amor irreflexivo, por cuanto nace en Norte-América, nos invadan mormones, tembladores y perfeccionistas!» 22 ; o con el sentido positivo, algo más tardío, que quedaría fijado en la posteridad en el Ariel de Rodó cuando contrapone a don Quijote como ideal hispano frente al Calibán representante del materialismo anglosajón, en una ya antigua revisión de la doble cara del loco que tira a cuerdo o el cuerdo que tira a loco que es el caballero manchego.

Los libros homenaje productos del centenario son un buen corpus para comprender esta discusión, ya que sirvieron de arena de combate para construir la identidad hispánica al tiempo diferenciada de España y en oposición a Norteamérica; donde estas notas distintivas se muestran más intensas es en la coincidencia temporal de las efemérides y del nacimiento del cervantismo con la construcción de la identidad cultural hispanoamericana (lengua, religión, educación e historia compartida), conjunción que nos ha legado un interesantísimo corpus de homenajes que demuestran la consustancial necesariedad que implica la materialidad textual, el contexto inmediato de producción, ideológico y literario, y los cauces interpretativos que le dan forma o son condicionados por ella.

Bibliografía

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Notas

1. Este artículo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación FONDECYT de Iniciación 2017núm. 11170075, «El nacimiento del cervantismo hispanoamericano: recepción, asimilación y renovaciónen los estudios de crítica literaria española en América», financiado por la Comisión Nacional de InvestigaciónCientífica y Tecnológica del Ministerio de Educación del Gobierno de Chile.

2. Rodríguez Marín, 1911; Martín Abad, 2005; González, 2011; Rojas Garcidueñas, 1968; Barcia, 2005;Villalobos, 2017 y 2018.

3. Un estudio más detenido de la actividad de las imprentas americanas en relación con Miguel de Cervantes,en Martín Abad, 2005.

4. Un breve catálogo de las ediciones ilustradas de México, en Rojas Garcidueñas, 1968.

5. Una descripción de esta edición se encuentra en los catálogos cervantinos de Cuevas Cervera, 2015,núm. 651; Givanel i Mas, 1941-1964, núm. 658; Rius, 1895-1905, vol. I, núm. 91. A partir de este momento,las indicaciones de las entradas en estos catálogos se realizarán en el cuerpo del texto solo indicandoel número de asiento junto a cada autor.

6. Es relativamente fácil realizar una comparativa de estas ediciones a partir de las ilustraciones incluidasen el Banco de Imágenes del Quijote (http://qbi2005.windows.cervantesvirtual.com/), dirigido porJosé Manuel Lucía Megías.

7. Un estudio pormenorizado de esta edición y las implicaciones que tuvo en el nacimiento del cervantismochileno constituye la primera parte del trabajo de Villalobos, 2017.

8. Baig Baños, 1934, es quien resalta este dato a partir de la documentación de Arturo Xalambrí

9. Chicote, 2006.

10. Un estudio detallado sobre el origen de esta edición, en Gerber, en prensa.

11. Cuevas Cervera, 2016.

12. Las conclusiones a las que llega el análisis del corpus chileno en Cuevas Cervera, en prensa, sonextensibles en líneas generales a todo el conjunto hispanoamericano

13. Un excelente análisis de las celebraciones cervantinas como todo un dispositivo cultural y sus implicacionesse encuentra en González Briz, 2017, pp. 101-114, que parte del caso uruguayo, pero cuyoplanteamiento y conclusiones son extensibles al territorio hispanoamericano.

14. Rico, 2012, pp. 35-41.

15. Gumucio, 1872.

16. Nin Frías, 1900, pp. 15-16.

17. Celebración del tercer centenario, p. 49

18. Celebración del tercer centenario, p. 50.

19. Vázquez, 1905; Caras y caretas, 1905.

20. Valero Juan, 2007; Fernández, 2006 y 2010.

21. Significativo, en este sentido, es el título del libro de Robledo, 1916: Una lengua y una raza

22. Estrada, 1870, p. 235.

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