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Reseña de Miguel de Cervantes, «Poesías», ed. Adrián J. Sáez, Madrid, Cátedra, 2016, 488 pp. ISBN: 978-84-376-3539-2

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 7, núm. 1, 2019

Instituto de Estudios Auriseculares

Diego Alexis Govea González

Tecnológico de Monterrey, México

Fecha de recepción: 18 Enero 2019

Fecha de aprobación: 15 Febrero 2019

El volumen reseñado ofrece al lector el texto anotado de las Poesías escritas por el complutense Miguel de Cervantes, comprendiendo el corpus de su poesía exenta, junto con un preciso y ajustado prolegómeno a los poemas del autor. El investigador encargado de llevar a buen puerto tan encomiable proyecto es Adrián J. Sáez, conocedor del quehacer literario poético y prosaico durante el Siglo de Oro, según ya demostró con trabajos anteriores como la edición crítica de Pedro de Urdemalas.

En lo que respecta a la literatura áurea, la lírica de Cervantes ha sido, probablemente, uno de los campos más desatendidos por la crítica. La gran mayoría de estrofas hechas por Cervantes relatan «sucesos»: poesía dedicada a eventos históricos o momentos biográficos, pero en la mayoría de los casos volviéndose a la personalidad de contemporáneos. No obstante, este tipo de poesía de ocasión se coordina con poemas de esencia burlesca e incluso versos paratextuales para ser impresos dentro de los textos de sus coetáneos por encargo. Como resultado, este autor descubría un espacio para los intereses cortesanos moldeando su lírica, que se conjetura compuesta para conseguir nuevos salvoconductos a fin de hacer carrera, para conmemorar funerales específicos o concurrir en justas poéticas, etc. y se canjeaban los poemas paratextuales entre los varios autores contemporáneos.

Los manuscritos que ha consultado el editor, en los que se recogen los poemas cervantinos, se hallan diseminados por varias bibliotecas europeas, y las fechas de integración a sus inventarios son igual de variadas. Describe Adrián J. Sáez que, si bien descubre entre los fondos de dichos organismos diferentes testimonios de los poemas, se sirve de las ediciones modernas sobre todo como punto de partida. También es posible señalar con exactitud el momento de composición de la mayoría de los manuscritos e impresos, que frecuentemente corresponden a los siglos XVI a XVII, según señalan las fuentes utilizadas y las referencias insertadas en varios de sus poemas. Los poemas que recoge Adrián J. Sáez en su edición están fechados entre 1567 y 1616, y los testimonios fueron hechos a lo largo de este período o incluso después.

La antología consiste en cuarenta y un poemas manejados por testimonios distintos: cuatro de ellos, de atribución dudosa, colocados al final del volumen. Con monumental éxito, Sáez aplica varias páginas a determinar los objetos de varios poemas dentro de la selección, aclarando la proveniencia de muchos de ellos mediante referencias; como resultado, el lector puede confirmar directamente la historia expuesta y se pone de manifiesto la cuidada indagación llevada a cabo por el editor del volumen.

Miguel de Cervantes, creador de la obra poética analizada en el volumen de Adrián J. Sáez, era un ingenio que buscaba su voz en los siglos XVI y XVII, por ello se inserta en el estudio preliminar un espacio dedicado a examinar su situación frente a los poetas contemporáneos y al escenario literario, recopilando una nómina de autores que componían al tiempo que nuestro poeta. Adrián J. Sáez destaca cómo Cervantes criticó, desde el «Canto de Calíope» y el Viaje del Parnaso, dos textos meta-poéticos que configuran un canon artístico con algunas reflexiones, separados por una cuarentena de años, lo que consideraba un decaimiento lírico en ciertos poetas españoles. Sin embargo, ambos textos descollaban por unos animosos catálogos de la literatura, o más bien de la poesía: una gran parte de los escritos se dedicaban a hacer una nómina de autores, aportando datos biográficos y de la trayectoria académica de contemporáneos de Cervantes.

La aclamación de certámenes poéticos, concursos e instituciones, placer tan áureo, no hacía sino desarrollar el talento lírico en el novelista y también dramaturgo Cervantes. Asimismo, hay otro acontecimiento que nos ayuda a aclarar cómo es posible que el Príncipe de los Ingenios decidiera ejercitarse en la lírica: la profesionalización, desde la cual muchos interesados se dedicaron a la escritura. Como muestra de la cantidad de autores coetáneos de Cervantes (1567-1616), el editor sugiere un análisis detallado de hasta doscientos veintitrés poetas integrados al «Canto de Calíope» y el Viaje del Parnaso: Francisco Díaz, Diego Jiménez y de Anciso, Cosme Pariente, Marco Antonio de la Vega, etc. aunque es consciente de la abundancia de autores desconocidos.

Prosiguiendo, Adrián J. Sáez nos pinta un ensayo de la poética de Miguel de Cervantes, apoyado en pasajes de los textos del propio escritor, La gitanilla y Don Quijote, que le ayudan para rebatir la afirmación formulada por los coetáneos de Cervantes, y después continuada por él mismo y por la crítica, de la carencia de gracia lírica en el Príncipe de los Ingenios. En contra de esta afirmación, el editor del tomo examina que Cervantes avanza «a su manera hacia las cercanías del nuevo modelo de Góngora» (p. 80) porque, de modo semejante a como ofrece poemas marcados por las transformaciones del panorama artístico, compone diversos de ellos por peripecias personales y un desengaño creciente que propicia el giro burlesco. Las indagaciones de archivo del investigador lo llevaron a descubrir los textos atribuidos, además de a hacer una selección más reducida: «A un ermitaño», «A un valentón metido a pordiosero», «Contra Lope de Vega» y «Contra la poesía»; por otro lado, esta adición que afinca Sáez tiene mayor rigor científico que las deotras ediciones, por la manera en que justifica cómo los poemas atribuidos podríanpertenecer a la lírica cervantina.

En la edición, los poemas no siguen un orden cronológico. Sin embargo, es desacertado creer que Adrián J. Sáez no respetó ese criterio de ordenación puesto que los poemas sueltos comienzan con el titulado «A la reina doña Isabel II» (1567) y finalizan con «A la señora doña Alfonsa González» (1616). Teniendo en cuenta principios utilitarios, la creación poética es distribuida en: poemas sueltos (p. 135), Epístola a Mateo Vázquez (p. 221), «Canto de Calíope» (p. 231) y Viaje del Parnaso (p. 263); además de, conforme a sus características, poesías atribuidas (p. 409). Al final, Sáez termina la introducción con un exhaustivo análisis del panorama textual y criterios utilizados en su labor editorial.

Los poemas que forman parte del corpus cuentan con una glosa y con notas al pie del editor; estas últimas abarcan comentarios de diversa índole como alusiones bíblicas o poéticas, referencias a obras de autores grecorromanos, etc., todo ello muy bien equilibrado, lo que permite una lectura reflexiva y fluida de los sucesivos poemas. Asimismo, como en el tema de los testimonios, los poemas, cada vez que la situación lo solicita, vienen seguidos de las referencias históricas que han servido de inspiración o se relacionan con otros poemas cervantinos. Todo este esfuerzo de registro por parte del investigador Sáez repercute en una edición lo más entera posible, para ofrendar al lector el texto casi conclusivo de los poemas de Miguel de Cervantes.

Acerca de las grafías y la puntuación, en ambos casos se han acomodado a los usos contemporáneos, salvo en casos de relevancia fonética. En cuanto a los criterios de edición, se han continuado los sugeridos por Cátedra, que tan eficaces han sido a lo largo de sus numerosas ediciones críticas. Las abreviaturas no desarrolladas y las cuestiones rítmicas se han corregido, invariablemente señalando entre corchetes las intervenciones por parte de Sáez.

Las últimas páginas se aplican a transcribir las cuatro poesías atribuidas que sostiene el editor en su hipótesis que se integran al corpus lírico de Miguel de Cervantes, es decir, «A un ermitaño», «A un valentón metido a pordiosero», «Contra Lope de Vega» y «Contra la poesía».

No obstante, además de elogiar la cuidada y metódica faena editorial del investigador Adrián J. Sáez, es posible referir un apartado ausente en el volumen: la poesía inserta en las novelas y dramas cervantinos. Pero este detalle no desvaloriza en modo alguno el magno trabajo aquí reunido que contribuye, como una columna fundamental, a la reciente pero fructífera exploración que se está haciendo en torno a la lírica periférica del Siglo de Oro.

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