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Los cursus honorum virreinales en la monarquía de los Austrias
The Vice-regal Cursus Honorum in the Habsburg Monarchy

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 7, núm. 2, 2019

Instituto de Estudios Auriseculares

Matthias Gloël

Universidad Católica de Temuco, CHILE, Chile

Germán Morong

Universidad Bernardo O’Higgins, CHILE, Chile

Fecha de recepción: 25 Marzo 2019

Fecha de aprobación: 30 Abril 2019

Resumen: El presente artículo se pregunta si existía un cursus honorum virreinal para los nobles en la monarquía hispánica de los siglos XVI y XVII. Para responder a esta interrogante, y tras caracterizar brevemente la monarquía y la institución virreinal, se analizan las trayectorias de los nobles que ocuparon el puesto de virrey en más de un territorio de la monarquía. El objetivo de dicho análisis es averiguar dónde empezaban y culminaban sus respectivas carreras virreinales. Además de la dignidad de los territorios se considera el hecho de que la monarquía necesitaba de ciertas personas en momento de crisis o guerra, por lo que hay que ponderar si el paso de un cargo a otro respondía a dicha necesidad o si simplemente se trató de una promoción o investidura normal, realizada de manera sistemática en el tiempo. Para distinguir estos dos factores se problematiza si el paso de un virreinato a otro constituía una práctica habitual de designación política o si esto, más bien, implicaba situaciones circunstanciales y excepcionales como una guerra o una revuelta.

Palabras clave: Virreyes, Historia moderna, monarquía hispánica, dinastía de los Austrias.

Abstract: This study raises the question if there was a vice-regal cursus honorum for the noblemen in the Spanish monarchy of the 16th and 17th centuries. In order to answer that question and after characterizing briefly the monarchy and the vice-regal institution, we analyse the careers of the noblemen who were viceroy in more than one territory of the monarchy. The purpose of this analysis is to discover where they started and where they culminated their vice-regal careers. A part from the dignity of the territories, we consider the fact that the monarchy needed certain people in moments of crisis or war. Therefore, it is necessary to take into account if the change from one position to another was out of this kind of need or if it was a promotion or normal investiture, which became normal in time. To distinguish these two factors we make an issue of if moving from one viceroyalty to another was a usual practice of political designation or if this rather implied circumstantial or exceptional situations, such as war or a revolt.

Keywords: Viceroys, Early Modern history, Spanish monarchy, Habsburg dynasty.

1. Introducción

En un estudio muy reciente, Diego Pacheco Landero se preguntaba si existía un «cursus honorum intervirreinal» en la monarquía de los Habsburgo, al haber una serie de nobles que ostentaron el cargo de virrey en más de un territorio. Pacheco justifica su pregunta alegando que «cuando un noble ejercía más de uno, lo que debiera esperarse sería que el segundo destino, por importancia, se considerara una promoción» 1 . Las conclusiones a las cuales arriba el autor establecen una clara preponderancia del reino de Nápoles como «el destino más codiciado por honor, prestigio y relumbre, oportunidades de enriquecimiento y patronazgo» 2 . Los demás territorios italianos, es decir; Sicilia y Milán, y los de la Península Ibérica; Aragón, Cataluña, Valencia y Navarra, son considerados por Pacheco en un mismo nivel afirmando que es «imposible establecer un sentido promocional entre ellos» 3 . Por debajo de ellos en dignidad, siempre según el autor, «siguen los dos reinos de Indias, mientras que a la zaga se situaban Cerdeña y Mallorca» 4 .

Creemos que la pregunta hecha por Pacheco es muy pertinente, sin embargo, consideramos que al analizar los datos podemos matizar estas conclusiones, evaluando estas prácticas nobiliarias en el tiempo y el espacio. Es decir, en los casi dos siglos que reinan los distintos monarcas de la casa de Austrias, la dignidad de un territorio pudo variar, por lo cual lo que en un momento determinado pudo ser considerado una promoción, en otro tiempo ya no lo fue. También cabe la posibilidad que en algunos casos el paso de un virreinato a otro no se haya tratado de una promoción, sino de necesidades —habitualmente militares de la monarquía—, lo cual indica que la importancia de un territorio en un momento dado no necesariamente equivalía a la dignidad del mismo. La diferencia entre “dignidad” e “importancia” radicaba en que la primera reflejaba las aspiraciones de los nobles que pretendían el cargo, mientras que la segunda representaba la necesidad de la monarquía de contar con un noble capaz y experimentado en un territorio conflictivo o de guerra.

2. El gobierno de la monarquía y los virreyes

Desde los estudios ya clásicos de Koenigsberger y Elliott se ha analizado la monarquía hispánica de los siglos XVI y XVII preferentemente como un conglomerado de territorios bajo un mismo monarca, al que Elliott le había dado el término monarquía compuesta 5 . Con el tiempo se ha superado también el binomio clásico imperial de centro y periferia, y se habla ahora de monarquías policéntricas o monarquías de cortes 6 . Estos diversos centros están constituidos por las sedes virreinales. Los virreyes eran, junto con los consejos que residen con el monarca en la corte de Madrid, las dos columnas principales para el gobierno territorial de la monarquía. Estos virreyes representaban al monarca como un alter ego en los respectivos territorios para paliar la ausencia del rey. La figura del virrey, por lo tanto, representaba al monarca como si fuese el rey en persona. La presencia del soberano era considerado clave para el buen gobierno, por lo cual la ausencia de este constituía un estado no natural y con ello un problema de primera importancia 7 . Lo anterior es especialmente válido a partir del reinado de Felipe II, con el cual la corte itinerante de Carlos V y de sus antecesores se convirtió en fija, estableciéndose en 1561 en Madrid.

Si bien la institución virreinal de los Austrias contaba con antecedentes importantes, fue el canciller de Carlos V, Mercurino Arborio di Gattinara, quien creó el virreinato bajo los Habsburgo. Para ello se inspiró en el modelo de gobierno de la Corona de Aragón 8 . Los orígenes de este se remontan al siglo XIV cuando los reyes aragoneses empezaban a dejar lugartenientes para cubrir una ausencia temporal. Con Carlos V ya en parte pero sobre todo a partir de Felipe II, en cambio, los virreyes cubrían la ausencia del monarca de forma permanente 9 .

Las opiniones de los historiadores acerca del poder teórico y poder real de los virreyes difieren mucho. Son varios los investigadores que destacan el poder teórico del virrey pero que este en la práctica habría sido mucho menor, tal como lo afirma, por ejemplo, Ernest Belenguer 10 . Del mismo modo, Juan Luis Castellanos atribuye las limitaciones del poder virreinal principalmente a las libertades de cada uno de los reinos, es decir, los fueros o constituciones (en el caso catalán) que el virrey tenía que respetar por el juramento que había realizado el rey 11 . Esto es válido para los reinos «históricos» europeos dentro y fuera de la Península Ibérica. Para el caso americano, señala Pietschmann que el poder de los virreyes estaba limitado a los centros virreinales, pero que estos apenas tuvieron poder sobre los capitanes generales y gobernadores de los territorios periféricos de Nueva España y Perú; su poder se limitaba a una «gewisse Richtlinienkompetenz» (cierta competencia para fijar directrices) 12 .

Sin embargo, los historiadores que actualmente más investigan el sistema de cortes y la institución virreinal particularmente, defienden otro punto de vista. José Martínez Millán señala que los argumentos que defienden un poder limitado de los virreyes se estarían haciendo «desde un enfoque histórico de la administración actual del Estado». En la práctica, sin embargo, se observaría una creciente autonomía de los virreinatos, particularmente durante la década de 1570 13 . Rivero Rodríguez agrega que esta creciente autonomía no habría sido accidental sino parte de un proceso de implicación de la alta aristocracia en el gobierno de la monarquía 14 . Afirma, además, que a pesar de las múltiples reformas implementadas a lo largo del tiempo, los virreyes seguían ejerciendo «funciones equivalentes» a las del propio rey 15 . Como apunta Patricio Zamora, es la propia soberanía que residía en los virreyes, siendo estos «la representación de la Real Persona» 16 .

Como consecuencia del creciente interés de la historiografía por los virreinatos y los virreyes, se han hecho una serie de estudios de casos concretos, sea de un virrey particular 17 o de un virreinato en una época concreta 18 . Los virreyes eran siempre nobles, lo cual no debe sorprender ya que la nobleza nacía de la realeza y los nobles eran en cierta manera parientes del monarca 19 . Era la nobleza castellana la que principalmente ocupaba estos cargos virreinales, especialmente a partir de 1530, cuando se produce el proceso para el cual Fernández Álvarez acuñó el término «hispanización», tanto de Carlos V como de la monarquía 20 . Esta hispanización, en realidad fue una castellanización que con Felipe II se iba a acentuar todavía más. A consecuencia de ello, la alta nobleza castellana ocuparía cada vez más los cargos más importantes en la administración de la monarquía, entre ellos los virreinatos. Aurelio Musi ejemplifica este proceso con el caso del primer virrey castellano en Nápoles, Pedro Álvarez de Toledo (1532-1553): «È il simbolo stesso del processo di ispanizzazione che diviene castiglianizzazione dell’impero a partir dagli anni Trenta del Cinquecento» 21 . Esta castellanización ayudó también a aplicar otro propósito de la corona, de no poner virreyes originarios de un territorio para que estos no estuviesen implicados en los intereses del reino y de sus élites, lo cual complicaría, por ejemplo, la ejecución de medidas difíciles y no populares en el reino.

Sin embargo, no hubo una completa monopolización de los virreinatos por la nobleza castellana. Como mostró Carlos José Hernando Sánchez, hubo una serie de familias italianas, como los Colonna, los Pignatelli, los Gonzaga o los Aragón (entre otras más) cuyos miembros ocuparon cargos importantes en la monarquía, entre ellos varios virreinatos durante los siglos XVI y XVII 22 . La mayoría de los cargos otorgados a estos nobles italianos eran virreinatos en la Corona de Aragón, pero también algunos en Sicilia y Milán. La nobleza de la Corona de Aragón, en cambio, apenas pudo aspirar a estos puestos cotizados, salvo en pocas excepciones como los Moncada y los Cardona. Los virreinatos de Cerdeña y sobre todo Mallorca eran habitualmente lo máximo al que podían aspirar lo cual, según Pedro Cardim y Joan Lluís Palos, también «debió satisfacer complemente sus aspiraciones» 23 .

3. Las jerarquizaciones virreinales establecidas hasta la fecha

A parte del trabajo ya mencionado de Pacheco, también en otras obras se han establecido ciertas divisiones de los virreinatos entre los más y los menos deseados para ocupar el puesto de virrey, según las cuales muchos virreyes tenían que dar prueba de su capacidad, primero en un territorio de menor dignidad para después pasar a uno más cotizado. Generalmente no se han hecho a escala de la monarquía, sino habitualmente comparando dos o tres casos más o menos aislados.

Se solía afirmar que los virreinatos más codiciados por la alta nobleza eran los italianos, es decir, Milán, Sicilia y Nápoles 24 . Cerdeña en aquella época no se consideraba parte del mundo italiano (a diferencia de Sicilia que también es una isla). Se ha destacado que el más atractivo fue el reino de Nápoles por su riqueza y por su importancia estratégica 25 . Además, el virrey napolitano estaba a cargo de la coordinación de las decisiones en toda la península italiana y también al frente de las operaciones militares en la misma 26 . Detrás de Nápoles se suele colocar el de Sicilia, el cual fue igualmente muy ambicionado 27 . Al contrario a Nápoles y Sicilia se han señalado Mallorca y Cerdeña como virreinatos menos codiciados por la alta nobleza 28 .

Dentro de la península, afirma Elliott que Cataluña constituyó el virreinato más deseado, superior a Valencia y Aragón 29 . Llama la atención en esta afirmación la ausencia de Portugal, siendo Fernanda Olival la que supone de que Elliott no lo tomó en consideración por el hecho de que solo portugueses y personas de sangre real podían desempeñar este cargo, por lo que gran parte de la nobleza no podría aspirar a él 30 . Dentro de la nobleza portuguesa el puesto era bastante cotizado, incluso en 1593 la duquesa de Braganza (la casa nobiliaria más importante del reino) lo habría pedido sin éxito para su hijo Teodósio 31 .

Para el caso de los virreinatos americanos, Christian Büschges apunta que «tuvieron un prestigio menor, sobre todo frente a los italianos, debido a su importancia política relativamente escasa en el gobierno de la monarquía, las restringidas posibilidades de patronazgo y la distancia de la corte de Madrid» 32 . Acerca de cuál de los dos virreinatos en Indias era más valioso no se han realizado debates muy extensos. Sin embargo, se asume generalmente que el peruano era más cotizado que el de Nueva España. Óscar Mazín señala la mayor consolidación de la autoridad virreinal en el Perú y el hecho de que Lima era el lugar donde más nobles residían en la América española 33 . Además, el descubrimiento de las minas de Potosí en 1545 hacía de Perú el virreinato más rico. José Montoro concluye que para un virrey de la Nueva España, pasar después al peruano era un premio por su buen desempeño en el primero 34 .

En el caso de los Países Bajos estamos de acuerdo con Pacheco en que claramente se trata de un caso particular a causa de la guerra que duró ochenta años (1568-1648). Esto, por la escisión temporal bajo el archiduque Albero y la infanta Isabel Clara Eugenia (1598-1621) y por su enorme importancia en términos económicos y estratégicos. Consecuencia de ello fue el alto número de gobernadores de sangre real, muy superior a todos los demás territorios de la monarquía. Otro caso particular constituye Portugal, por los motivos ya expuestos y por el hecho de que solamente formó parte de la monarquía entre 1580 y 1640, por lo cual ambos territorios quedaron de cierto modo excluidos del cursushonorum de los puestos virreinales.

Pacheco caracteriza lo que él denomina «virreinatos múltiples» como un fenómeno principalmente del siglo XVII y sobre todo de los reinados de Felipe IV y Carlos II 35 . Sin embargo, creemos que se trata de algo que se desarrolla ya bajo el reinado de Felipe II, es decir, en la segunda mitad del siglo XVI. Con Felipe III en adelante esto se masifica y de los 17 nobles que fueron virreyes en tres o más territorios, solo dos vivieron en el siglo XVI, a saber: el duque de Alba Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel (Milán, 1555-1556; Nápoles, 1556-1558; los Países Bajos, 1567-1573; Portugal, 1580-1582) y Carlos de Aragón y Taglavia (Sicilia, 1566-1568 y 1571-1577; Cataluña, 1581-1582; Milán, 1583-1592). Lo que sí ya existía en tiempos de Felipe II eran nobles que ocupaban dos virreinatos distintos a lo largo de su vida.

Los virreinatos bajo Carlos V, en cambio, eran a menudo mucho más largos que en tiempos de sus sucesores. De esto se encuentran ejemplos en todos los reinos: Juan III de Lanuza (1520-1535) y Pedro Martínez de Luna (1539-1554) en Aragón, Fadrique de Portugal (1525-1539) y Juan Fernández Manrique de Lara y Pimentel (1543-1553) en Cataluña, Ángel de Vilanova (1514-1529), Antonio de Cardona (1534-1543) y Lorenzo Fernández de Heredia (1547-1556) en Cerdeña, Alonso de Ávalos (1538-1546) y Ferrante Gonzaga (1546-1555) en Milán, Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga (1532-1555) en Nápoles, Martín Alfonso Fernández de Córdoba y Velasco (1527-1534) en Navarra, Margarita de Austria (1517-1530) y María de Hungría (1531-1555) en los Países Bajos, Héctor Pignatelli (1517-1534) y Ferrante Gonzaga (1535-1546) en Sicilia, Fernando de Aragón (1526-1550; hasta 1538 junto con su esposa Germana de Foix) en Valencia. Varios de ellos murieron en su cargo, lo cual indica que en la época de Carlos V un virrey que se había probado apto en un territorio permanecía en su puesto, motivo por lo cual hubo mucho menos movimiento entre virreinatos que en épocas posteriores.

Carlos V viajó constantemente por sus territorios, lo que siempre implicaba su regreso en algún momento. Los virreyes del emperador todavía no cubrían una ausencia permanente o casi permanente como va a ser a partir de Felipe II. La ausencia de Carlos V se percibía todavía como temporal. Una excepción la constituyen, por supuesto, los virreinatos americanos y probablemente por eso decretó en 1555 que estos se limitarían a tres años, con la opción de prolongarlo otros tres años más (aunque hubo algunos casos más adelante que ocuparían el virreinato durante más tiempo). Felipe II adoptaría esta solución más tarde también para la Corona de Aragón e Italia.

4. Mallorca y Cerdeña —periferia virreinal

Como hemos visto, estos dos reinos han sido caracterizados habitualmente como periferia y poco atractivos para nobles que pudiesen aspirar a cargos más prestigiosos. Para el caso de Mallorca, dicha afirmación se puede confirmar plenamente. Miguel de Moncada, virrey de Mallorca entre 1575 y 1578, fue el único que posteriormente ocupó otro virreinato más, el de Cerdeña, en dos ocasiones (1578-1584 y 1586-1590). Los virreyes fueron todos nobles de segundo orden, principalmente provenientes de la Corona de Aragón. No obstante, incluso para el caso mallorquín se puede hablar de cierta forma de un cursushonorum, aunque no virreinal pero sí político. Como señala Josep Juan Vidal, para dichos nobles el cargo de virrey de Mallorca representa la culminación de su carrera política 36 . En varios casos incluso se podría hablar de un cursus honorum dentro del virreinato, ya que había virreyes que provenían de la lugartenencia de Menorca o Ibiza 37 .

El caso de Cerdeña es parecido, pero solo hasta aproximadamente mediados del siglo XVII. A parte del mencionado caso de Miguel de Moncada, solo su sucesor Gastón de Moncada (1590-1595) fue más adelante virrey de Aragón (1604-1610). Los demás virreyes de Cerdeña hasta 1644 no ocuparon el mismo cargo en ningún otro territorio.

Tabla 1
Virreyes de Cerdeña con virreinatos múltiples

Fuente: elaboración propia (cfr. Sorgia, 1982)

Como se puede apreciar, con la llegada de Luis Guillermo de Moncada en 1644 cambia la importancia del reino de Cerdeña. Durante el resto del siglo XVII, varios representantes de la alta nobleza castellana ocupan el puesto de virrey, algunos con experiencia previa en la península (en Navarra, Valencia y Aragón). Muchos de ellos continuaron su carrera después en Cataluña o incluso en uno de los prestigiosos virreinatos de Italia. Con Fernando Fajardo y Álvarez de Toledo, marqués de los Vélez, hasta un grande de España 38 llegó a ser virrey de Cerdeña.

Estos datos dejan en evidencia que Cerdeña, en la segunda parte del siglo XVII, tuvo una importancia mucho mayor que en tiempos anteriores, por ello la corona envió a nobles mucho más destacados a ocupar el puesto de virrey. La explicación se encuentra probablemente en el hecho de que el espacio del Mediterráneo volvió a cobrar mucha importancia por la presencia de los turcos por un lado y las intervenciones de Francia por otro, como la efectuada por Luis XIV en Sicilia en la década de los años 70, coincidiendo con la presencia de la nobleza más alta en el puesto de virrey 39 . Esta conclusión está además apoyada por el hecho de que en la segunda mitad del siglo XVII hubo varios virreyes de Cerdeña que tuvieron un claro perfil militar, como Duarte Álvarez de Toledo, Nicolás Ludovisi o Francisco Tuttavilla. En este contexto Cerdeña, con la cercanía que tiene con Sicilia y las costas italianas, se convirtió en un lugar estratégico clave para controlar el Mediterráneo.

5. Los virreinatos italianos

Si bien los tres virreinatos italianos (Nápoles, Sicilia y Milán) eran muy cotizados en general, si existía un lugar para coronar la carrera virreinal este era, sin duda, Nápoles. Como se verá, muy pocos virreyes napolitanos pasaron a continuación a ser virrey en otro territorio de la monarquía.

Tabla 2
Virreyes de Nápoles con virreinatos múltiples

Fuente: elaboración propia (cfr. Bosse y Stoll, 2001).

En cambio, casi ninguno inició su carrera virreinal en Nápoles sino que llegaban con experiencia adquirida en Italia o en la península. El caso de Sicilia nos muestra cómo un mismo virreinato pudo ser considerado tanto inicio como el fin de un cursus honorum virreinal:

Tabla 3
Virreyes de Sicilia con virreinatos múltiples

Fuente: elaboración propia (cfr. Titone, 1998)

Como se distingue muy bien, hay dos grupos principales entre los virreyes sicilianos; por un lado, los que llegan procedentes de un virreinato peninsular coronando su carrera virreinal en Sicilia y, por otro, los que inician su carrera en Sicilia para coronarse posteriormente en Nápoles o Milán. Evidentemente, no la totalidad de los casos caben en estos dos grupos y hay unos pocos que de Sicilia pasan a la península después, especialmente durante la guerra con Francia (1635-1659), como muestran los ejemplos de Luis Guillermo de Moncada, Francisco de Melo y Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV. Durante estos años, por su carácter fronterizo, los virreinatos peninsulares adquirían una mayor importancia sobre todo en término militares, pero no necesariamente en dignidad.

Como hemos sostenido, el otro destino principal al salir de Sicilia era Milán, esto último contrasta las afirmaciones tradicionales de que Nápoles y Sicilia habrían sido los virreinatos más dignos, ya que parece que los nobles solían pasar de Sicilia a Milán y no al revés de forma constante durante los siglos XVI y XVII y no por algo circunstancial. Muchos también llegaban a Milán con experiencia previa en la península, especialmente en Cataluña, como nos muestra la siguiente tabla:

Tabla 4
Gobernadores de Milán con virreinatos múltiples

Fuente: elaboración propia (cfr. D’Amico, 2012)

Entonces, para casi todos los llegados de la península o Sicilia, Milán constituía el fin de su cursus honorum. En total, solo nueve gobernadores entre 1535 y 1700 continuaron su carrera virreinal posteriormente: tres estuvieron en Cataluña y cinco en los Países Bajos. Siete de los nueve habían iniciado su carrera en Milán. Probablemente, estos virreyes no vieron su continuación virreinal como una promoción a un territorio de mayor dignidad. Claramente, la necesidad causada por la «falta de cabezas» (es decir, la falta de hijos nobles que servían a la monarquía) denunciada por el conde duque de Olivares, a la cual también hace referencia Pacheco 40 , provocó la necesidad de volver a disponer de personas que ya habían dado por concluida su carrera virreinal. A favor de esta hipótesis está el hecho que casi todos los gobernadores milaneses del siglo XVII que posteriormente fueron virreyes en otro territorio, no pasaron directamente al otro cargo, sino luego de intervalos de varios años, después de los cuales fueron reactivados.

6. Los reinos peninsulares

También para los reinos peninsulares los datos nos revelan que no todos debían tener la misma dignidad e importancia. Para el caso de Navarra, por ejemplo, puede observarse que de forma general solía ser más bien lugar inicial de una carrera virreinal que punto de culminación:

Tabla 5
Virreyes de Navarra con virreinatos múltiples

Fuente: elaboración propia (cfr. Floristán Imízcoz, 2014)

Indudablemente, Navarra era un buen lugar para ganar experiencia virreinal, ya que una vez pacificado y consolidado el dominio de Carlos V —luego de 1520— no causó mayores turbulencias como sí ocurrió en otros reinos. En este contexto, llama también la atención que casi todos los virreyes de Navarra en las décadas de 1640 y 1650 tuvieron un perfil militar (Zúñiga, Carrafa, Pimentel, Álvarez de Toledo, Benavides). Navarra era un territorio clave en la guerra con Francia y el propio virrey estaba al mando de las tropas terrestres 41 . Por ejemplo, era el propio marqués de los Vélez quien lideraba la defensa contra el sitio de Fuenterrabía (Guipúzcoa) de las tropas francesas 42 .

Fuera de estos años excepcionales marcados por la guerra con Francia, la mayoría de los virreyes de Navarra continuó su trayectoria después, en la península, pero algunos también en Italia y, en un caso, incluso en el Perú.

El caso contrario a Navarra se aprecia en Cataluña. Si bien, como se verá, hay que distinguir dos fases bastante diferentes: primero, el tiempo aproximadamente hasta la muerte de Felipe III (1621) y, segundo, los reinados de Felipe IV y Carlos II:

Tabla 6
Virreyes de Cataluña con virreinatos múltiples

Fuente: elaboración propia (cfr. Lalinde Abadía, 1964)

Si bien se ve que Cataluña hasta la muerte de Felipe III era más bien un punto inicial de una carrera virreinal, se aprecia también que los que continuaron en otro territorio, todos (salvo uno) se fueron a los virreinatos más codiciados de Italia, es decir, Nápoles, Sicilia y Milán. Ningún otro territorio podía ser considerado un trampolín tan claro para llegar a esos lugares. Bajo Felipe IV y Carlos II, en cambio, hubo muchos más virreyes catalanes con experiencia virreinal previa, tanto en la península como fuera de ella. Dos factores principalmente contribuyeron a que la Cataluña más bien tranquila del siglo XVI se convirtiera en un territorio problemático durante el siglo XVII: el creciente problema del bandolerismo y los conflictos con la corona a partir de 1626 que culminarían en la revuelta de 1640. A pesar de dichos cambios, Cataluña continuaba siendo un lugar desde el cual un virrey podía aspirar a un virreinato italiano. Como se ve, hasta la década de los 70 del siglo XVII la mayoría de los virreyes catalanes continuaba su trayectoria en Italia.

El reino de Aragón, en cambio, ofrecía una proyección mucho menos clara y es difícil hacer afirmaciones contundentes, como se puede desprender de los datos:

Tabla 7
Virreyes de Aragón con virreinatos múltiples

Fuente: elaboración propia (cfr. Belenguer, 2001)

En el siglo XVI, apenas había proyección de promoción para los virreyes de Aragón. Cabe decir que también muchos de ellos eran naturales del reino, que es lo que pedían los fueros aragoneses y lo que se dejaba de respetar en la última parte del reinado de Felipe II. En los casos de los virreyes con varios cargos se ve que podían proceder de otros territorios tanto dentro como fuera de la península, al igual que podían continuar su carrera en los mismos territorios. Muchos de los casos caen nuevamente en el período de guerra con Francia (1635-1659), cuando por motivos militares era necesario una gran flexibilidad. En este sentido, hay una situación similar que vive el reino de Navarra por estos mismos años. También Aragón se convierte en frente bélico, especialmente tras el inicio de la revuelta catalana en 1640. Por ejemplo, las campañas militares para recuperar a Tarragona y Lleida se llevan a cabo desde Aragón, donde Felipe IV está personalmente presente 43 . De tal manera, algunos de los virreyes militares de aquellos años incluso son los mismos que en Navarra (Carrafa, Pimentel). Cabe añadir, además, la importancia del perfil militar entre la nobleza de la Edad Moderna, especialmente entre los segundones pero también en parte de la nobleza titulada 44 .

En el resto del siglo XVII, en cambio, hay muchos virreyes aragoneses que no ostentaron ningún otro puesto virreinal, al igual que el caso del reino de Navarra. Por otro lado, en el siglo XVI el reino de Valencia se asemejó bastante al de Aragón, mientras en el siglo XVII fue similar al caso catalán:

Tabla 8
Virreyes de Valencia con virreinatos múltiples

Fuente: elaboración propia (cfr. Casey, 1983, p. 272)

Como puede observarse, los virreyes valencianos del siglo XVI apenas entraron en las carreras virreinales hasta el último cuarto del siglo. Durante la primera mitad del siglo XVII se convirtieron en otro trampolín para llegar a los virreinatos italianos, sobre todo a Milán y Sicilia. En la segunda parte del siglo ya es más complicado sacar conclusiones precisas, ya que no hay procedencias y destinos claros puesto un virrey valenciano puede tanto provenir como continuar su carrera en los mismos territorios, como muestran sobre todo los ejemplos de Sicilia y Cerdeña.

7. América

Según Christian Büschges, dado su menor prestigio, los virreinatos indianos «con frecuencia, sirvieron como una estación de paso entre un virreinato peninsular y un virreinato italiano» 45 . Esta afirmación, sin embargo, no se sostiene observando las carreras de los virreyes americanos. De los 31 virreyes de la Nueva España nombrados por los Austrias, solo Luis de Velasco (1550-1564) y Diego Carrillo de Mendoza (1622-1624) tuvieron experiencia virreinal previa, en Navarra y Aragón respectivamente. También solo dos ocuparon posteriormente otro cargo virreinal en Europa, el ya mencionado Diego López de Pacheco (1640-1642) en Navarra y Francisco Fernández de la Cueva (1653-1660) en Sicilia. En el caso de los 23 virreyes peruanos los números son aún menores. Con Diego Benavides de la Cueva (1661-1666) solo uno de ellos estuvo previamente en un virreinato europeo, Navarra en este caso. En cambio, ninguno consiguió un puesto virreinal europeo al salir de Lima. Sin embargo, existió más bien un cursus honorum propiamente americano, como muestra la siguiente tabla:

Tabla 9
Virreyes entre Nueva España y Perú

Como se ve, hubo un total de nueve virreyes en Nueva España que luego fueron virreyes del Perú. Solo Luis de Velasco y Castilla que pasó primero de Nueva España a Perú, volvió para un segundo mandato a México. Lo anterior indica dos cosas principalmente: primero, que el virreinato peruano era considerado más digno (al menos hasta mediados del siglo XVII), ya que efectivamente parece ser un premio por el buen desempeño en Nueva España. Por ejemplo, cuando muere el virrey Gaspar de Zúñiga Acevedo en Lima (1606), el entonces virrey novohispano Juan de Mendoza, marqués de Montesclaros, pide inmediatamente dicho cargo, el cual efectivamente se le será concedido 46 . Segundo, los virreinatos americanos parecen constituir una carrera virreinal aparte, esto parece lógico, dado que las circunstancias de gobierno eran bien distintas y era preferible aprovechar la experiencia novohispana para el cargo limeño en vez de pasar estos virreyes a la península o a Italia. Estos virreinatos americanos se constituyen en 1535 (Nueva España) y 1542 (Perú) cuando la corona da por concluida la conquista, comenzando a asegurar el precario equilibrio del pacto colonial que caracterizará la fase propiamente colonizadora. La consolidación de los dos virreinatos, sin embargo, se desarrolla de forma muy distinta en las primeras décadas. En Nueva España, a pesar de una serie de rebeliones indígenas 47 , la corona logra una cierta estabilidad, en buena medida gracias a la administración de Antonio de Mendoza (1535-1550). En el Perú, en cambio, son los propios conquistadores (encomenderos) que se rebelan tras la publicación de las Leyes Nuevas en 1542 48 . Tras el fin definitivo de dicha rebelión en 1548, que le costó la vida al primer virrey del Perú, hubo otra encabezada por Francisco Hernández Girón en 1553-1554 y, finalmente, la última rebelión importante en 1561, liderada por Lope de Aguirre 49 .

Solo el largo mandato de Francisco de Toledo (1569-1581) logró consolidar el virreinato peruano gracias a sus profundas reformas 50 . Con esta estabilidad ganada y la riqueza generada gracias a las minas de Potosí, el virreinato peruano se hacía más atractivo que el novohispano y ya con el sucesor de Toledo, Martín Enríquez de Almansa, empieza este cursus honorum. Hasta mediados del siglo XVII, la mayoría de los virreyes peruanos provenía de Nueva España.

Los personajes que ocupan los virreinatos provienen casi exclusivamente de la nobleza castellana y de rango apenas menor que los empleados en Europa. Al igual que los virreyes europeos se reclutan en las familias Pacheco, Fernández, Velasco, Zúñiga, Álvarez de Toledo, Mendoza o Guzmán, por nombrar solo algunas. La reciente creación y la difícil tarea gubernamental en las primeras décadas podían hacer poco atractivos los virreinatos indianos, pero el segundo punto igualmente hacía necesaria la presencia de miembros de la alta nobleza.

Hasta mediados del siglo XVII no hubo grandes de España ocupando estos cargos, cosa que cambió con Diego López de Pacheco que llegó a Nueva España en 1640 y Pedro Antonio Fernández de Castro, conde de Lemos, virrey del Perú desde 1667. Con Francisco Fernández de la Cueva, duque de Albuquerque (1653-1660) y Pedro Nuño Colón de Portugal (1673) llegaron otros dos grandes en calidad de virreyes a Nueva España, aunque este último ocupó el cargo de forma interina y muy breve. Nuevamente se pueden concluir dos cosas: primero, que tras un siglo de existencia y ya completamente consolidados, los virreinatos americanos ya tienen un estatus más elevado a mediados del siglo XVII, lo cual hace posible controlar como virreyes a miembros de la nobleza más distinguida. Segundo, que Nueva España ya no es necesariamente considerada menor al Perú, puesto que incluso hay más grandes de España en México que en Lima. La menor importancia de las minas de Potosí 51 y la crisis económica del virreinato peruano en la segunda mitad del siglo XVII seguramente tuvieron parte en este desarrollo 52 . Al mismo tiempo, había crecido también la importancia de Nueva España. Esta se había convertido en el centro del comercio entre América y Oriente o, en palabras de Ottmar Ette, en el centro “transarchipiélico” entre los mundos de Occidente y Oriente 53 . En este contexto vale la pena destacar también el rol de las Filipinas y en concreto el de Manila como otro punto clave en esa ruta de América a Asia 54 . La capitanía general de Filipinas también formaba parte del virreinato de Nueva España.

8. Conclusiones

Concluimos, por una parte, que al menos entre mediados del siglo XVI y mediados del siglo XVII había preferencias y dignidades virreinales bastante establecidas. En la segunda parte del siglo XVII, especialmente bajo Carlos II, en cambio, resulta difícil mantener esta afirmación. Concluimos, además, que no había un solo cursus honorum virreinal, sino más bien varios, ya que los puntos tanto de inicio como de culminación podían variar. Con todo, es preciso señalar que las jerarquías de los virreinatos no son totalmente estables durante los casi dos siglos de reinados de los Austrias, sino que sufren cambios a lo largo del tiempo.

Sin duda, Nápoles era durante los siglos XVI y XVII el virreinato más cotizado de la monarquía y fue la culminación de muchas carreras virreinales. Muy pocos ocuparon otro puesto virreinal después de este cargo. También muy bien cotizado era Milán y parecido al caso de Nápoles; muchos llegaban con experiencia previa desde Sicilia y Cataluña. La propia Sicilia era un virreinato muy codiciado, pero a la vez un trampolín para los todavía más apetecibles Milán y Nápoles. Sicilia fue el caso más claro de lo que para algunos nobles podía ser el inicio de una carrera virreinal que culminaría en Nápoles o Milán, cuando para otros Sicilia podía ser la culminación de una carrera iniciada en los virreinatos peninsulares.

Dentro de la Corona de Aragón, en el siglo XVI Cataluña fue claramente el virreinato más interesante para la alta nobleza, sobre todo porque era un trampolín muy frecuente para desempeñarse posteriormente en uno de los virreinatos italianos, cosa que no se daba en Valencia y Aragón. En el siglo XVII, en cambio, parece que Valencia sube en la jerarquía virreinal, ya que en estos años sus virreyes sí logran en varias ocasiones dar el salto a Italia, un desarrollo que no se da de la misma forma en el reino de Aragón, que sigue bastante en la periferia del poder.

Otro virreinato que se volvió importante fue Cerdeña (aunque solo en la segunda mitad del siglo XVII). Lo anterior no significa necesariamente que también subiera en dignidad. Hasta ese momento había constituido junto a Mallorca una periferia virreinal total, con nobles de segundo orden de la Corona de Aragón ocupando principalmente el cargo de virrey. Mientras la situación de Mallorca nunca cambió, Cerdeña de repente cobró importancia a mediados del siglo XVII, entrando en las carreras virreinales de la alta nobleza castellana e italiana. Este cambio se debía principalmente al hecho de que el Mediterráneo volvió a ser un lugar conflictivo en esos años con la presencia francesa por un lado y turca por otro. Por ello, el paso de un territorio a otro no es siempre una promoción, sino en varios casos la necesidad militar hace que se necesiten estas personas en ciertos lugares, como también ocurre con la Cataluña del siglo XVII y con Navarra durante la guerra con Francia (1635-1659). Con todo, un territorio difícil de gobernar y claramente muy poco atractivo. No obstante, podía llegar a serlo puesto que un noble probaba su aptitud en búsqueda de un puesto virreinal más cotizado, por lo que tampoco puede descartarse una cierta interdependencia entre la dignidad y la importancia de un territorio.

A diferencia de los casos anteriores, Navarra durante casi todo el tiempo de los Austrias se mantenía precisamente como un virreinato pacífico e ideal para ganar experiencia, por lo cual muchos nobles empezaban su carrera en ese puesto para después desempeñarse en otros virreinatos. Solo en la década de los 40 del siglo XVII se ve un porcentaje aumentado de virreyes experimentados, probablemente debido a la guerra con Francia y la ubicación fronteriza de Navarra.

Por su parte, América constituye un círculo virreinal bastante cerrado, ya que los virreyes de Nueva España y Perú apenas estuvieron presentes, ni antes ni después, en los virreinatos europeos. Se observa claramente la mayor dignidad de Perú hasta mediados del siglo XVII, ya que muchos virreyes novohispanos pasaron posteriormente al Perú, situación que no se daba a la inversa. Lo anterior ocurrió después de la consolidación del virreinato bajo el virrey Toledo (1569-1581) y duraría hasta mediados del siglo XVII, sobre todo debido a las mayores riquezas disponibles en comparación con Nueva España.

La inicialmente baja dignidad de estos territorios aumentó con el tiempo hasta el punto que en la segunda mitad del siglo XVII incluso hubo grandes de España ocupando puestos virreinales en Indias, más en Nueva España que en Perú, esto último indica a su vez que el primero ya no era visto como menor respecto del segundo. Durante el xvii la dignidad e importancia de Nueva España aumentaron, principalmente por su ocupación clave en el comercio entre América y Asia que se realizaba principalmente a través de México y Filipinas, que también dependía del virreinato novohispano.

Estas afirmaciones realizadas solo pueden mantenerse parcialmente para la segunda mitad del siglo XVII aproximadamente. Hay muchos virreyes que pasan en órdenes diversos por Aragón, Valencia, Cerdeña, Cataluña e incluso Sicilia, lo cual puede deberse a la falta de nobles disponibles, capacitados o que contaban con la confianza necesaria desde la corte, por lo que había que recurrir de forma continua a los mismos personajes. Es difícil afirmar o no si las dignidades de los territorios se alteraron en la segunda parte del siglo XVII o si fue solamente la necesidad de la monarquía que condicionaba muchas trayectorias virreinales, ya que estas, a diferencia del siglo y medio anterior, apenas dejan sacar conclusiones más certeras.

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Notas

1 Pacheco Landero, 2017, s. p.

2 Pacheco Landero, 2017, s. p.

3 Pacheco Landero, 2017, s. p.

4 Pacheco Landero, 2017, s. p.

5 Koenigsberger, 1970; Elliott, 1992. La estructura compuesta de la monarquía no era exclusiva de la hispánica sino más bien muy habitual en toda la Europa de aquella época, ver Gloël, 2014a.

6 Cardim et al, 2012; Rivero Rodríguez, 2011, pp. 133-174; Martínez Millán, 2006.

7 Pérez Samper, 1999, p. 115.

8 Rivero Rodríguez, 2005, p. 130.

9 Dados que hay excelentes monografías acerca de la composición de la monarquía hispánica, no se va a detallar de cómo estos territorios se iban agregando, ver la más reciente Rivero Rodríguez, 2017. Para una versión mucho más resumida, ver Gloël, 2014b.

10 Belenguer, 2001, p. 314.

11 Castellano, 1999, p. 27.

12 Pietschmann, 1980, p. 52.

13 Martínez Millán, 2014, p. 52.

14 Rivero Rodríguez, 2011, p. 139.

15 Rivero Rodríguez, 2011, p. 85.

16 Zamora Navia, 2010, p. 100.

17 Palermo, 2012; Labrador Arroyo, 2012; Martí Ferrando, 1993; Fernández Conti, 1998; Hernando Sánchez, 1987, para nombrar solo algunos ejemplos.

18 Belchí Navarro, 2006; Felipo Orts, 1985-1986; Muto, 2007, para nombrar solo algunos ejemplos.

19 Rivero Rodríguez, 2011, p. 138.

20 Fernández Álvarez, 1966, p. 217.

21 Musi, 2013, p. 31.

22 Hernando Sánchez, 2015. Para los Colonna particularmente, ver, además, Rivero Rodríguez, 2002.

23 Cardim, y Palos, 2012, p. 29.

24 Fernández Conti, 1998, pp. 188-189; Castellano, 1999, p. 30.

25 Rivero Rodríguez, 2011, p. 142; Cardim y Palos, 2012, p. 14; Álvarez-Ossorio Alvariño, 2004, p. 205.

26 Buyreu Juan, 2000, p. 30.

27 Rivero Rodríguez, 2011, p. 296.

28 Rivero Rodríguez, 2011, p. 160; Buyreu Juan, 2000, p. 70.

29 Elliott, 1984, p. 79.

30 Olival, 2012, p. 296.

31 Olival, 2012, p. 296.

32 Büschges, 2012, p. 327.

33 Mazín Gómez, 2012, p. 29.

34 Montoro, 1985, p. 100.

35 Pacheco Landero, 2017, s. p.

36 Vidal, 1998, 414.

37 Vidal, 1998, 420.

38 La grandeza de España era una distinción exclusiva de la cúspide de la nobleza titulada, ver Soria Mesa, 2008, 55-74.

39 Mesa Coronado, 2013.

40 Pacheco Landero, 2017, s. p.

41 Jiménez Moreno, 2012, p. 183.

42 Coloma García, 1995, p. 173.

43 Simon i Tarrés, 2010.

44 Soria Mesa, 2007, p. 120.

45 Büschges, 2012, p. 327.

46 Montoro, 1985, p. 105.

47 Huerta y Palacios, 1976, pp. 13-100.

48 Merluzzi, 2010; Pérez Fernández, 1988, pp. 189-259; Lohmann Villena, 1966.

49 Ayala Tafoya, 2016.

50 Merluzzi, 2003, Mumford, 2012.

51 Hanke, 1956, p. 4.

52 Glave, 1986.

53 Ette, 2012, p. 162, Ette, 2019, p. 85.

54 Ver la tesis doctoral de Herrera Reviriego, 2014 y de forma más resumida, Herrera Reviriego, 2016.

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