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El espacio ameno y el espacio hostil en «Naufragios» y «La Florida del Inca» como conductos ficcionales
Hostile and Pleasant Spaces in Naufragios and La Florida del Inca: Tools for a Narrative Construction

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 9, núm. 2,

Instituto de Estudios Auriseculares

José Manuel Correoso Rodenas

Universidad Complutense de Madrid, España

Recibido: 03/11/2020

Aceptado: 06/12/2020

Resumen: Las crónicas americanas, con su apertura a escenarios nunca antes vistos por ojos europeos, supusieron una oportunidad sin igual para el desarrollo de narraciones y crónicas que contaron con descripciones fantasiosas del paisaje como uno de sus ingredientes principales. Fue este un proceso que se dio en las literaturas de las principales potencias que acercaron al Nuevo Mundo, siendo algunos ejemplos The Briefe and True Report of the New Found Land of Virginia, de Thomas Harriot o el Apocalypse de Chiokoyhikoy, chef des Iroquois en las letras francesas. El objetivo de este artículo es analizar cómo, en dos narraciones que tienen como objetivo la crónica de la exploración y conquista de Florida, sus autores, Álvar Núñez Cabeza de Vaca y el Inca Garcilaso de la Vega, usaron de las categorías del paisaje ameno y el paisaje hostil a la hora de representar los nuevos territorios a sus compatriotas. Espacios desolados, islas malditas, ríos legendarios, etc., son algunas muestras de los lugares por los que los hombres de Pánfilo de Narváez y Hernando de Soto hubieron de discurrir. Por otro lado, ambos textos representan ambas categorías siguiendo paradigmas concretos, según las escenas descritas hacían referencia a la idea imperial defendida o no.

Palabras clave: Crónicas de Indias, Ecocrítica, Literatura colonial, La Florida del Inca .

Abstract: American chronicles, being a gate opened to scenarios never seen before by European eyes, meant a peerless opportunity for the development of relations and narratives. These had fantastic descriptions of exotic landscapes as part of their main components. This process affected the literatures proper of the different countries that colonized the continent, as for instance The Briefe and True Report of the New Found Land of Virginia, by Thomas Harriot (England) or the Apocalypse De Chiokoyhikoy (France). The main objective of this paper is to a nalyze how two narrations that aimed to explain different steps in the conquest of “the Florida” used the categories of the hostile and pleasant space to represent the territories to the eyes of their compatriots. Both Álvar Núñez Cabeza de Vaca and the Inca Garcilaso de la Vega used resources such as desolate landscapes, cursed islands, legendary rivers, etc., to locate their compositions. On the other hand, these texts also represent the spaces following specific paradigms, depending on the objective of the narration (defending an imperial idea or not).

Keywords: Ecocriticsm, Colonial Literature, La Florida del Inca .

En el año 2017, las académicas complutenses Patricia Díaz Pereda y Marta Iturmendi Coppel, en la «Invitación al lector» de su libro Representaciones del espacio hostil en la literatura y las artes, afirmaban lo siguiente: «Pues no hay ningún espacio, por cotidiano o seguro que parezca, que por voluntad del autor, no sea susceptible de convertirse en hostil» 1 . Del mismo modo, se puede extrapolar que no existe ningún espacio, por lejano o terrible que parezca, que no pueda convertirse en ameno o, al menos, en legendario. El objetivo de este artículo es analizar cómo, en dos narraciones que tienen como objetivo la lejana y exótica exploración y conquista de la Florida, sus autores, Álvar Núñez Cabeza de Vaca y el Inca Garcilaso de la Vega, usaron de las categorías del espacio ameno y el espacio hostil a la hora de representar los nuevos territorios a sus compatriotas.

La crítica anglosajona ha explorado las relaciones producidas entre espacio y creación literaria, produciendo algunos textos que han quedado como referentes teóricos a la hora de abordar la cuestión que nos ocupa. Sin duda, el nombre del humanista sino-estadounidense Yi-Fu Tuan viene a la mente, con sus conceptos de topofilia y topofobia 2 , perfectamente aplicables al tema del presente artículo. Más recientemente, Kenneth Mitchell ha continuado la disertación sobre las no siempre fáciles relaciones entre espacio y literatura:

Geography, or «landscape,» has a profound influence in shaping any society – probably much greater than the random course of political events, which at most causes only a momentary rippling effect in a culture. It is my conviction that literature, like all art, is ultimately a reflection and illustration of the landscape that produced it 3 .

Del mismo modo, siguiendo a autores como Fernando Aínsa 4 o Félix Pillet Capdepón 5 , la literatura requiere de la geografía para explicar el topos en los textos literarios. Su lectura contribuye a relacionarnos con los lugares. Se construye así una trama simbólica en la que se lee, se interpreta y comprende el espacio a través del cual se le da sentido. Además, la literatura ha tenido un papel fundamental en el proceso de renovación del lenguaje geográfico. La sobria objetividad de los primeros tiempos fue dando paso a la subjetividad, propia de corrientes humanísticas, que ha propiciado un vínculo afectivo entre el ser humano y la naturaleza. A partir de ese momento, el paisaje observado ha ido cediendo protagonismo al paisaje subjetivo a través de la descripción, de la ficción y de la simbología, es decir, a partir de lo reflejado en la literatura de viajes, la novela y la poesía, respectivamente 6 . Desde un punto de vista más filológico, pueden unirse las afirmaciones de David García-Reyes:

El paisaje no sólo actúa como escenario en la narración de una historia. En un texto literario o fílmico, el territorio cumple un papel protagonista y por lo extremo de las situaciones condiciona y establece el escenario del relato. Por medio del análisis comparatista se pueden diferenciar las dimensiones espacial y temporal, imprescindibles para la trama 7 .

Como pocas veces en la historia de la Humanidad, la exploración y conquista de los territorios que componen el continente americano supusieron una oportunidad única para la confrontación y asimilación de nuevos paisajes y escenarios nunca vistos, con narraciones y crónicas que contaron con descripciones fantasiosas como uno de sus ingredientes principales 8 . Algunos de estos territorios, como la mítica California, obtuvieron su denominación de la literatura precedente (en este caso, las novelas de caballerías 9 —las Sergas de Esplandián (1510) y sus amazonas 10 : «Sabed que a la diestra mano de las Indias ovo una isla llamada California mucho llegada a la parte del Paraíso terrenal, la cual fue poblada de mugeres negras sin que algún varón entre ellas oviesse, que casi como las amazonas era su estilo de bivir […]» 11 ), acentuando el imaginario mítico frente al cual se encontraron los europeos.

Fue este un proceso que se dio en las literaturas de las principales potencias que se acercaron al Nuevo Mundo 12 . Algunos ejemplos serían A Briefe and True Report of the New Found Land of Virginia (1588), de Thomas Harriot (c. 1560-1621), con sus descripciones de los frutos de Virginia para atraer la inversión nacional inglesa; o el Apocalypse de Chiokoyhikoy, chef des Iroquois (1777) en las letras francesas 13 , donde el supuesto narrador iroqués es atacado por la propia naturaleza norteamericana antes de recibir la revelación religiosa. En las letras hispánicas se cuenta con el temprano testimonio del Diario de a bordo de Cristóbal Colón, del cual se puede extraer la primera mención al espacio ameno 14 que supusieron las Bahamas tras la travesía hacia lo desconocido en octubre de 1492 15 : «Puesto en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras» 16 .

Las obras sobre las que se va a disertar aquí requieren poca presentación, pues tanto Naufragios (1542) como La Florida del Inca (1605) constituyen crónicas harto conocidas y extensivamente estudiadas por parte de la crítica especializada desde perspectivas muy diversas 17 . Tanto Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1488/1490- 1559) como Gómez Suárez de Figueroa (1539-1616) tuvieron ocasión de presenciar la realidad de la exploración y conquista del continente americano, el primero en la fallida expedición de Pánfilo de Narváez y en su gobierno del Río de la Plata, y el segundo en su infancia y juventud en el Perú colonial 18 . Por todo ello, aunque las narraciones que se van a analizar aquí adolezcan más o menos de un componente fantástico, es innegable el hecho de que existía un «imaginario americano» en la mente de ambos autores. A todo ello, cabe añadir el bagaje cultural que ambos cronistas tenían a sus espaldas, algo especialmente relevante en el caso del Inca Garcilaso, como atestiguan sus traducciones de León Hebreo y como se ha puesto de manifiesto en el volumen La biblioteca del Inca Garcilaso de la Vega (2016) 19 , o como prueban sus relaciones con los anticuarios andaluces 20 . El caso de Cabeza de Vaca, por su parte, merece una observación más detallada. Juan Francisco Maura ha estudiado la relación del jerezano en profundidad, y ha analizado pormenorizadamente distintos elementos de la misma. De sus estudios se puede desprender que Cabeza de Vaca contaba, principalmente, con dos universos referenciales a la hora de componer sus escenarios: crónicas americanas previas y las mencionadas novelas de caballerías 21 . Con respecto al primer género, el modelo de las Cartas de relación de Hernán Cortés es obvio para el académico de Vermont: «Cabeza de Vaca sabía perfectamente que si Cortés había hablado de ciudades más grandes que cualquiera de las españolas y de riquezas nunca antes vistas, no le costaría mucho trabajo al monarca admitir otra pequeña dosis de elementos fantásticos y sobrenaturales» 22 . Todo ello, como se verá más abajo, se plasmará magistralmente en la construcción de espacios amenos y hostiles en ambas crónicas de las expediciones a la Florida. Otro punto común que se debe tener en cuenta es la propia teleología de los textos, pues ambos se encuentran inmersos en pleno desarrollo de la idea imperial española (de forma más velada y mesiánica en el caso de Cabeza de Vaca y de forma más explícita en el del Inca Garcilaso). Los dos autores que aquí se presentan sirven, de un modo u otro, al Imperio Español, y ambos persiguen la idea de la conquista y colonización del territorio conocido como «la Florida». Por ello, no será de extrañar que los espacios con que confronten al lector sean en su mayoría paradigmáticamente amenos, especialmente en La Florida del Inca.

Comenzando con la obra de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, a pesar de lo antedicho, es posible apreciar cómo el cronista jerezano se sirvió de la construcción del espacio hostil 23 para dar pábulo y «sentido novelesco» (no olvidemos la influencia de las novelas de caballería) a su narración. Pese a todo ello, es necesario entender algunos conceptos para explicar la relación del hombre de la primera mitad del siglo XVI con el medio que lo rodeaba. En el caso particular que nos ocupa, Elena López Silva ofrece una interesante valoración del concepto «paisajístico» que podía tener Cabeza de Vaca:

Cabeza de Vaca no cuenta exactamente con la idea del paisaje en su mente cuando mire el territorio americano, ni después cuando lo recuerde y se ponga a escribir sobre ello. Por eso no puede describirlo como un todo, simplemente debe limitarse a hablar de sus elementos. La palabra «paisaje» no aparece en español hasta el siglo XVII y su empleo no se extiende hasta el siglo XVIII 24 .

Entrando ya a valorar los espacios descritos por Cabeza de Vaca, se aprecia claramente una preferencia por la representación de un espacio hostil en particular: el de la tempestad o la tormenta. Hasta en cuatro ocasiones a lo largo de la relación nos acerca el autor a imágenes de diversos temporales que asolaron a los supervivientes de la fallida expedición de Pánfilo de Narváez 25 . Así, ya en el capítulo primero, todavía con los hombres de Narváez en Cuba 26 , la primera tormenta asola la expedición:

A esta hora el agua y la tempestad comenzó a crecer tanto, que no menos tormenta había en el pueblo que en el mar, porque todas las casas e iglesias se cayeron, y era necesario que anduviésemos siete u ocho hombres abrazados unos con otros para podernos amparar que el viento no nos llevase. Andando entre los árboles, no menos temor teníamos de ellos que de las casas, porque como ellos también caían, no nos matasen debajo. En esta tempestad y peligro anduvimos toda la noche, sin hallar parte ni lugar donde media hora pudiésemos estar seguros 27 .

En el pasaje citado se aprecia cómo los futuros náufragos son presa, por primera vez, del sentimiento más hostil al que tendrán que hacer frente en sus diez años de marcha: el miedo hacia el propio medio que los rodea. Poco después, en el capítulo sexto de la narración, la tempestad y el miedo que provoca volverán a hacer acto de presencia, en este caso en la mítica provincia de Apalache, que en ambas obras se caracteriza por su grandiosidad y por lo abundante de los recursos que en ella se encuentran, así como por la ferocidad de sus habitantes: «En el pueblo había cuarenta casas pequeñas y edificadas, bajas y en lugares abrigados, por temor a las grandes tempestades que continuamente en aquella tierra suele haber» 28 . Sin embargo, es la tercera referencia a las tempestades americanas la que resulta más interesante: «Partidos estos cuatro cristianos, desde a pocos días sucedió tal tiempo de fríos y tempestades, que los indios no podían arrancar las raíces, y de los cañales en que pescaban ya no había provecho ninguno, y como las casas eran tan desabrigadas, comenzóse a morir la gente» 29 . En este pasaje se conjugan varios elementos que sirven para construir el paradigma del espacio hostil. A la explorada tempestad se une ahora el frío, y las terribles consecuencias que todo ello conlleva 30 . Unas consecuencias que llevarán a Cabeza de Vaca mencionar el canibalismo, aunque no referido a los nativos sino a los propios españoles: «Cinco cristianos que estaban en el rancho en la costa llegaron a tal extremo, que se comieron los unos a los otros, hasta que quedó uno solo, que por ser solo no hubo quien lo comiese» 31 . La abundancia de referencias a tempestades en la crónica de Cabeza de Vaca contrasta con la ausencia de las mismas en la del Inca Garcilaso, la cual describe el mismo territorio. De hecho, en el texto del autor cuzqueño sólo se aprecia una mención a este fenómeno meteorológico: «Otro día, después de apaciguado el motín, caminando estos soldados a medio día, se levantó repentinamente una gran tempestad de recios vientos contrarios con mucho relámpagos y truenos y mucha piedra gruesa que cayó sobre ellos […]» 32 .

Una de las consecuencias más obvias de la hostilidad del territorio por el que ambas expediciones tuvieron que cruzar es la dificultad para obtener provisiones con que sobrevivir. En el caso del Inca Garcilaso, como se verá más abajo, este problema se solventaría con la propia abundancia de la tierra. Sin embargo, en el caso de Cabeza de Vaca, los recursos naturales no son siempre suficientes, como pone de manifiesto en el capítulo trigésimo de su narración:

Preguntámosles por dónde iríamos bien, y que nos informasen del camino, porque no querían ir allá; dijéronnos que el camino era por aquel río arriba hacia el Norte, y que en diez y siete jornadas no hallaríamos otra cosa ninguna que comer, sino una fruta que llaman chacan, y que la machucan entre unas piedras y aún después de hecha esta diligencia no se puede comer, de áspera y seca 33 .

Sin embargo, la travesía por este territorio infértil (a pesar de encontrarse en el cauce de un río) acaba provechosamente, pues consiguen llegar a un lugar con recursos abundantes: «Nosotros dimos muchas gracias a Dios nuestro Señor por habernos traído allí, donde habíamos hallado tanto mantenimiento» 34 . Esta endémica falta de recursos se relaciona estrechamente con otro de los factores de hostilidad del territorio americano en su conjunto y, muy especialmente, de las áreas alejadas de los centros coloniales de México y Perú: la distancia con respecto a lo familiar, a lo conocido, como prueban los estudios de Peggy Samuels 35 , Ross Hassig 36 , Patricia Galloway 37 y José Manuel Correoso Rodenas, quien incluso aventura la idea de lo uncanny de esta distancia 38 .

Finalmente, antes de abandonar Naufragios, es preciso prestar atención a cómo la descripción de los espacios costeros también participa de la categoría de hostil. No debe olvidarse que las penurias que Cabeza de Vaca y sus hombres pasan en Norteamérica comienzan con un naufragio, o sea, con la representación de la hostilidad del medio costero. Así, la primera barrera (simbólica y física) que los hombres de Narváez tienen que cruzar tras naufragar es la propia línea de costa de Florida, cubierta de manglares y otras formaciones tropicales:

El gobernador dejó una celada de algunos de a caballo en el camino, que como pasaron, salieron a ellos, y tomaron tres o cuatro indios, y estos llevamos por guías de allí adelante; los cuales nos llevaron por tierra muy trabajosa de andar y maravillosa de ver, porque en ella hay muy grandes montes y los árboles a maravilla altos, y son tantos los que están caídos en el suelo, que nos embarazaban el camino, de suerte que no podíamos pasar sin rodear mucho y con muy gran trabajo […] 39 .

A esto habría que añadir las malas bahías con que se encontraron más adelante en su camino: «Algunas veces entramos por ancones y bahías que entraban mucho por la tierra adentro; todas las hallamos bajas y peligrosas […]» 40 . Finalmente, la hostilidad costera culminaría con el invierno que los expedicionarios pasaron en la llamada Isla del Mal Hado, situada en el Delta del Misisipi o en los cayos del sur de los actuales estados de Alabama y Misisipi 41 .

Un panorama bien distinto es el que es posible apreciar en La Florida del Inca. Desde las primeras páginas de la obra de Gómez Suárez de Figueroa, se observa la intencionalidad del escritor mestizo a la hora de componer su crónica. En el «Proemio al lector» ya pone de manifiesto que la colonización del territorio es el principal objetivo que le mueve a comenzar su obra:

Para que de hoy más […] se esfuerce España a la ganar y poblar, aunque sin lo principal, que es el aumento de nuestra Santa Fe Católica, no sea más de para hacer colonias donde envíe a habitar a sus hijos, como hacían los antiguos romanos cuando no cabían en su patria 42 , porque es tierra fértil y abundante de todo lo necesario para vida humana, y se puede fertilizar mucho más de lo que al presente lo es de suyo con las semillas y ganados que de Españas y otras partes se le pueden llevar, a que está muy dispuesta […] 43 .

La fertilidad de la tierra va a ser la nota dominante en toda la narración del Inca, como se verá más abajo, poniéndose este recurso por encima de la abundancia mineral 44 , escasa según la narración, y principal motivo por que se desestimase una colonización exhaustiva de la Florida. Existe una escena en que esta comparación se vuelve especialmente relevante, al asimilar la fertilidad de la Florida con las riquezas del Perú:

Y la puerta que para los nuestros halló fue que, como en este ejército hubiese algunos personajes de los que se hallaron en la conquista del Perú y en la prisión de Atahuallpa, que vieron aquella riqueza tan grande que allí hubo de oro y plata, y hubiesen dado noticia de ella a los que en esta jornada iban, y como, por el contrario, en la Florida no se hubiese visto plata ni oro, aunque la fertilidad y las demás buenas partes de la tierra fuesen tantas como se han visto, no contentaban cosa alguna para poblar ni hacer asiento en aquel reino 45 .

Tan sólo en una ocasión el autor cuzqueño hace referencia a un territorio estéril, poco después de abandonar Altapaha 46 :

Al fin de las diez jornadas que los nuestros caminaron norte sur el río arriba, salieron de la provincia Altapaha, dejando al curaca y a sus indios muy contentos de la amistad que con ellos se había hecho y entraron en otra provincia llamada Achalaque, la cual era pobre y estéril de comida, y había en ella pocos indios mozos, que casi todos los moradores de ella eran viejos y en común cortos de vista y muchos de ellos ciegos 47 .

Hasta en una decena más de ocasiones, el autor hace mención explícita a lo abundante de los frutos de la Florida. Algunas de estas descripciones son especialmente interesantes, como las asimilaciones a localizaciones paradisíacas, en las que la abundancia de la tierra previene a los habitantes de tener que trabajarla para obtener beneficio: «Y como por la mucha fertilidad y frutos que la tierra tiene de suyo, no tuviesen necesidad de trabajar mucho para sembrar y coger […]» 48 . Otra referencia interesante es la que hace Figueroa a la falta de sal en la expedición, lo cual provoca la muerte de varios españoles. Sin embargo, esta carencia también será cubierta por la abundancia de la tierra:

Los nuestros, habiendo estado en el pueblo Colima un día después de la huida de los indios, recogiendo bastimento para el camino siguieron su viaje y caminaron atravesando unos campos de sementeras fértiles y por unos montes claros y apacibles para andar por ellos, y, al fin de cuatro días de camino, llegaron a la ribera de un río donde se alojó el ejército. […] Uno de ellos, tomando de ella, la gustó y halló que era salobre […] 49 .

Será éste el único bien mineral que se describa a lo largo de La Florida del Inca, doblemente beneficioso para la salud de los soldados y la fabricación de pólvora.

A lo largo de toda la narración de la expedición de Hernando de Soto sólo hay dos ocasiones en las que las vidas de los españoles corren peligro debido a lo hostil del medio 50 . La primera de ellas se da al encontrarse perdidos y prácticamente atrapados entre un río y un área devastada por los propios nativos:

De manera que nuestros españoles se hallaron sin guía, sin camino, sin bastimento, perdidos en unos desiertos, atajados por delante de un caudaloso río y por las espaldas con el largo despoblado que habían andado y por los lados con la confusión de no saber cuándo ni por dónde pudiesen salir de aquellos breñales, y, sobre todo, la falta de la comida, que era lo que más les congojaba 51 .

La segunda (y quizá más peligrosa) se da al llegar a una ciénaga de difícil travesía que se ven obligados a cruzar, con riesgo para la vida de hombres y bestias:

Con esta orden caminaron tres jornadas y al fin de ellas llegaron a una ciénaga muy mala de pasar, que a la entrada y a la salida tenía grandes atolladeros y el medio era de agua limpia, mas tan honda que por espacio de veinte pasos se había de nadar. […] La gente pasó por unas malas puentes que había hechas de madera. Los caballos pasaron a nado, y con mucho trabajo, por los pantanos que a las orillas de una parte y otra de la ciénaga había 52 .

Como se puede apreciar, un riesgo insignificante si se tiene en cuenta la abundancia de frutos y la fertilidad de la tierra que se abría ante los conquistadores, y que el Inca no deja de reclamar ante el avance del resto de potencias europeas en el continente americano.

De todo lo antedicho se pueden extraer diferentes conclusiones para las dos narraciones que se han analizado. Por un lado, Álvar Núñez Cabeza de Vaca pretende crear un relato fantasioso que ensalce sus años de periplo por el sur de Norteamérica. Por ello, las descripciones que se van a encontrar en sus Naufragios serán, principalmente, relativas a lo hostil del espacio, pues superar dificultades (mortales en muchos casos) añade heroicidad a la gesta del conquistador (y a sus alardes mesiánicos como sanador e, incluso, resucitador de difuntos). Por otro, Gómez Suárez de Figueroa persigue un ideal imperial como el que vivió en sus primeros años en Perú, por lo que pretende cubrir la realidad de la Florida de todas las características del espacio ameno, con el objetivo de atraer nuevas expediciones y, finalmente, colonos civiles (como haría John Smith —1580-1631— en el ámbito anglosajón). Ambas obras exploran espacios muy diversos que, paradójicamente, hacen referencia a un mismo territorio, presentando dos caras de lo que un lugar puede ofrecer según sean los objetivos que se persiguen. Como se manifestó al principio de este artículo, los postulados de la geografía humanística de Yi-Fu Tuan vuelven a ser perfectamente aplicables, pues a la realidad espacial se suma la experiencia vivida de ese territorio en concreto.

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Vega, Inca Garcilaso de la, La Florida del Inca, Scotts Valley, CA, Plaza Editorial, 2011.

Notas

1. Díaz Pereda e Iturmendi Coppel, 2017, p. 12.

2. Tuan, 1974, 1977 y 2004.

3. Mitchell, 1987, p. 23.

4. Aínsa, 2006.

5. Pillet Capdepón, 2014.

6. Pillet Capdepón, 2014.

7. García-Reyes, 2017, p. 212.

8. Ver, entre otros, Lida de Malkiel, 1975.

9. Sobres las que Juan Francisco Maura ofrece un ilustrativo comentario: «Ficción y realidad se confunden en una misma cosa especialmente en el siglo XVI, donde lo fantástico de los Libros de Caballería no se diferenciaba mucho de lo que estaba aconteciendo en el Nuevo Mundo. El hombre europeo se encontró con situaciones que ni remotamente podía sospechar» (2013b, p. 39).

10. Ver, entre otros, Little, 1987; Luis Jiménez, 2015, 2017 y 2019; o Millán González, 2017.

11. Rodríguez de Montalvo, Sergas de Esplandián, p. 727.

12. Este proceso se extendería hasta la culminación de la exploración del continente bien entrado el siglo XIX. Uno de los últimos ejemplos en desarrollar el paradigma del espacio hostil sería la crónica de la expedición ártica de Sir John Franklin (1824) y su posterior desaparición en el archipiélago septentrional de Canadá. Véase Atwood: «The facts of the Franklin fiasco are fairly well known. In May of 1845 Sir John Franklin and 135 men, including the other Arctic veterans Captain Francis Crozier and Commander James Fitzjames, sailed from England on a voyage of discovery. […] The expedition was last sighter in Baffin Bay, in July of 1845, by two whaling ships. After that the Terror and the Erebus vanished, and none of their men were ever seen alive again» (Narrative of a Journey to the Shores of the Polar Sea, p. 14).

13. Este ejemplo es particularmente interesante, pues se trata de una falsificación que persigue la justificación de la conquista francesa de Canadá mediante el recurso de la revelación universal.

14. En consonancia con la línea establecida desde la Edad Media que desarrollaba el locus amoenus como tópos. Ver Pejenaute Rubio, 1991-1992; o Flores Santamaría, 2005, entre otros.

15. En 1493, la carta dirigida a Luis de Santángel Vilamarxant continúa en esta línea, ampliando las descripciones al resto de islas caribeñas visitadas por Colón en su primer viaje. Al respecto, ver Sanz López, 1958 y 1962; o Edney, 2008.

16. Tras una breve mención a los habitantes lucayos de Guanahaní (hoy Watlings Island). Colón, Diario de a bordo, p. 91.

17. Aun a riesgo de caer en el error de la obsolescencia por lo encabalgado de la producción académica, se puede citar el estudio de Marlene Hansen Esplin (2020) sobre las traducciones al inglés de Naufragios como uno de los acercamientos más recientes.

18. A este respecto, ver la interesante aproximación de Juan Marichal, 1976, para con el peruano.

19. Amalia Iniesta Cámara afirma lo siguiente a tenor del bagaje intelectual del Inca Garcilaso: «En un pequeño estudio de la narrativa en la Historía de la Florida del Inca Garcilaso de la Vega, encontramos un conjunto de relatos de acontecimientos históricos en que el escritor incluye ciertos elementos propios de la novelística del siglo XVI en España. como son las novelas de caballerías bizantina e italiana» (1982, p. 39).

20. Ver Asensio, 1953; Bernard, 2011; de Mora, 2011; del Pino-Díaz, 2014.

21. No debe pasarse por alto la contribución de Amalia Iniesta Cámara a la materia, aplicando un modelo analítico similar a La Florida del Inca. Ahí, reconoce la importancia de las novelas de caballerías, junto con otras tipologías narrativas propias del Renacimiento, en la composición de la crónica del mestizo: «En estas novelas lo importante no es tanto el asunto como el tratamiento que se le da a la materia histórico-narrativa, eso es precisamente lo que influye en la manera de relatar del Inca Garcilaso, así como en las técnicas que emplea. Exceptuamos el aspecto amoroso de la novela bizantina que no aparece en la Florida» (1982, pp. 39-40).

22. Maura, 2013b, p. 25. Aunque también apunte a Gonzalo Fernández de Oviedo (ver Maura, 2013a).

23. Siguiendo a David García-Reyes, un espacio híbrido físico y metafísico: «La territorialización del peligro, la hostilidad de las fronteras físicas y culturales de América son el espacio inhóspito por el que Cabeza de Vaca transita y por el que, aún hoy, el personaje vive en una indeterminación de luces y sombras […]» (2017, pp. 214-215).

24. López Silva, 2017, p. 471.

25. Teniendo en cuenta el marco geográfico en el que se movió Cabeza de Vaca, bordeando la costa del Golfo de México, la presencia de huracanes o tormentas tropicales de diversa índole no resulta extraña.

26. De igual modo, un territorio sujeto a la acción de los huracanes caribeños.

27. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, pp. 79-80.

28. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, p. 96. Contrasta con las afirmaciones del Inca Garcilaso referidas al mismo territorio: «En conclusión, para que se vea la abundancia y fertilidad de la provincia de Apalache, decimos que todo el ejército de los españoles con los indios que llevaban de servicio, que por todos eran más de mil y quinientas personas y más de trescientos caballos, en cinco meses, y más, que anduvieron invernando en este alojamiento, se sustentaron con la comida que al principio recogieron, y, cuando la habían menester, la hallaban en los pueblos pequeños de la comarca en tanta cantidad que nunca se alejaron legua y media del pueblo principal para la traer. Sin esta fertilidad de la cosecha tiene la tierra muy buena disposición para criarse en ella toda suerte de ganados, porque tiene buenos montes y dehesas con buenas aguas, ciénagas y lagunas con mucha juncia y anea para ganado prieto que se cría muy bien con ella y comiéndola no han menester grano. Y esto base para la relación de lo que hay en esta provincia y de sus buenas partes, que una de ellas es poderse criar en ella mucha seda por la abundancia que tiene de morales; tiene también mucho pescado y bueno» (La Florida del Inca, p. 90).

29. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, p. 125.

30. En el caso del frío, un fenómeno poco habitual en el territorio que comprende los actuales estados sureños (aunque posible, como atestiguan las grandes nevadas de 1895 y 1899), es algo especialmente relevante, pues los habitantes de la zona carecerían de costumbre para sobrellevar tal circunstancia.

31. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, p. 125.

32. Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca, p. 125.

33. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, p. 191.

34. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, p. 194.

35. Samuels, 1990.

36. Hassig, 2005.

37. Galloway, 2006.

38. Correoso Rodenas, 2018, p. 5.

39. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, p. 94.

40. Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, p. 108.

41. Para una mejor comprensión de este lugar, se seguirá a Correoso Rodenas: «More concretely, there is one passage in which this unwelcoming Nature appears perfectly located and described: the “Isla del Mal Hado.” When Cabeza de Vaca and his men reach an area that is supposed to be near the Mississippi Delta, they spend a winter on this island. The name it receives […] makes it easy to comprehend the kind of territory they had landed on. Hurricanes, wild beasts, floods, etc., are only a few examples of what is described in the chapters concerning this location» (2018, p. 237).

42. La referencia a fuentes clásicas va a ser una constante en toda la obra del Inca Garcilaso, no sólo en La Florida del Inca (donde las alusiones a Julio César son recurrentes) como apunta Bernard: «Garcilaso tenía conocimientos de retórica clásica: Aristóteles, Cicerón y Quintiliano, como también Tito Livio y Julio César figuran en su biblioteca. Ellos fueron los modelos que le ayudaron a ordenar sus materiales para la redacción de los Comentarios reales de los Incas» (2016, p. 34). Para una exploración más detallada de las fuentes de Garcilaso, véase Dowling, 2005.

43. Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca, s. p.

44. Esta «ambición hispánica» sería utilizada por potencias coloniales rivales. Por ejemplo, una vez que Gran Bretaña se había establecido en lo que hoy es Carolina del Norte y Carolina del Sur (parte de la Florida), William Byrd II (1674-1744) lo expuso en su The History of the Dividing Line Betwixt Virginia and North Carolina (1728) de la siguiente manera: «Both the French and the Spaniards had, in the Name of their Respective Monarchs, long ago taken Possesion of that Part of the Northern Continent that now goes by the Name of Carolina; but finding it Produced neither Gold nor Silver, as they greedily expected, and meeting such returns from the Indians as their own Cruelty and Treachery deserved, the totally anbandond it» (1984, p. 152).

45. Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca, p. 159.

46. Cuyas inmediaciones también son descritas en términos de abundancia y fertilidad: «Habiendo descansado los castellanos tres días en el pueblo de Altapaha, salieron de él y caminaron diez jornadas por la ribera de un río arriba, y vieron que toda aquella tierra parecía ser tan fértil y más que la de Apalache y la gente doméstica y apacible» (Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca, p. 94).

47. Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca, p. 94.

48. Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca, p. 31.

49. Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca, p. 198.

50. La vida del grupo en su conjunto, pues varios miembros corren peligros particulares, como los cautiverios, la ya mencionada falta de sal o, por poner un ejemplo más concreto, el enfrentamiento de Juan Ortiz con una pantera (véase Allen, 2008; y Correoso Rodenas, 2017 y 2018).

51. Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca, p. 103.

52. Garcilaso de la Vega, La Florida del Inca, p 188.

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