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Una fuente del «Arte para criar seda» (1581), de Gonzalo de las Casas: identificación y conexiones*
A Source of the Arte para criar seda by Gonzalo de las Casas (1581): Identification and Connections

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 9, núm. 2,

Instituto de Estudios Auriseculares

Pedro Mármol Ávila

Universidad Autónoma de Madrid, España

Université de Genève, Suiza

Recibido: 09/11/2020

Aceptado: 06/12/2020

Resumen: Este artículo profundiza en una de las fuentes empleadas por Gonzalo de las Casas en el Arte para criar seda (1581). Desde un pasaje del tratado que explícitamente alude a Plutarco, este trabajo se detiene en varios textos del historiador griego, determinando cuál es el que sirve de fuente a De las Casas. Esta identificación lleva a considerar diversas expresiones en torno al escarabajo, más y menos cercanas en el tiempo al Arte para criar seda, con el acento puesto en su muerte como motivo explorado por Plutarco y otros autores dentro de la cultura occidental.

Palabras clave: Gonzalo de las Casas, Arte para criar seda , fuentes, texto, cultura, emblemática, Siglo de Oro, Antigüedad clásica, escarabajo.

Abstract: This paper focuses on one of the sources used by Gonzalo de las Casas in the Arte para criar seda (1581). On the basis of a passage of the treatise where Plutarch is explicitly cited, this work contemplates several of the Greek historian’s texts. The identification of the source leads to considering diverse expressions about beetle. These are near and far in time to the Arte para criar seda. The main interest lies in beetle’s death as a motif that has been explored by Plutarch and other authors in Western culture.

Keywords: Gonzalo de las Casas, Arte para criar seda , Sources, Text, Culture, Emblem studies, Spanish Golden Age, Classical antiquity, Beetle.

No dudo de que el estudio de las fuentes constituye un proceso importante de cara a la comprensión de los textos 1 . El hallazgo y análisis de estas sirve para situarlos en una trayectoria discursiva determinada, profundizar en diálogos que entabla el autor con los que lo preceden o explicar el sentido literal de palabras, grupos de estas o incluso pasajes enteros, que ganan en claridad a partir del origen de sus citas y sus modelos 2 .

Representa esta búsqueda una tarea desigualmente desarrollada según las obras: muy avanzada en unas, en otras apenas ha suscitado escasos comentarios. Con la segunda opción se vincula el tratado que aquí me ocupa: el Arte para criar seda, de Gonzalo de las Casas, impreso en Granada por René Rabut en 1581. De modo principal, los razonamientos en torno a sus fuentes residen en el estudio que preparó Garrido Aranda como introducción a la «reproducción facsimilar» 3 que llevó a cabo del texto desde la edición aparecida en 1620 dentro de un volumen misceláneo: Agricultura general, que trata de la labranza del campo y sus particularidades. En este figura junto a, entre otros, el Libro de agricultura 4 de Gabriel Alonso de Herrera, el principal de un conjunto que, como tal, siguió publicándose en los siglos sucesivos 5 .

En concreto, Garrido Aranda ahonda en fuentes de pasajes delimitados: «El soporte argumental del trujillano [Gonzalo de las Casas] está ilustrado por dos citas en el prólogo que comentamos, una de Santo Tomás y otra del Evangelio (San Mateo, cap. 25 y San Lucas, cap. 19)» 6 . O comenta deudas generales, como la que une a De las Casas con «Aristóteles, Procopio, Bolaterrano, Virgilio y San Pablo» 7 . Todo ello converge en un interesante perfil que esboza del autor:

Encuentro perfectamente confirmado ahora el valor que nuestro tratadista da a las apoyaturas de autoridad, que junto a la experiencia propia, forman las dos bases sobre las que se asienta su obra. Puede interpretarse con propiedad, por lo tanto, la actualidad realista del encomendero ilustrado, que sin formación universitaria y con unos orígenes más cerca de la espada que de la pluma supo ponerse al nivel de la cultura humanística de su tiempo, ya un Renacimiento final. En efecto, junto a la presencia literaria de las Sagradas Escrituras, hay un manejo prolijo de escritores de la Antigüedad clásica (Plinio, Aristóteles, Plutarco, Virgilio) y en menor proporción, de autores de su centuria (Erasmo, Soto), que avalan una categoría de escritor notable, hasta ahora ignorada 8 .

De esta última aproximación, destaco el acento en la «cultura humanística de su tiempo», a cuyo «nivel» Gonzalo de las Casas «supo ponerse», lo que se aprecia en las continuas referencias que hace a la Antigüedad clásica como fuente de conocimiento y de autoridad a lo largo de todo el Arte para criar seda. Así, no extraña observar fragmentos, bastantes, aún no explicados en el valor literal que antes decía, o sea, desentrañando palabra por palabra lo que el autor, en un sentido recto, ha plasmado en su texto, para lo cual se hace necesario, entre otras cosas, identificar las fuentes que explicita. De esta forma, se puede penetrar en el horizonte cultural que De las Casas traza al remitir, con mayor o menor grado de precisión, a textos anteriores, más o menos remotos, pero relevantes para una lectura pertinente de este.

Desde los principios apuntados, dedico mi atención en estas páginas al siguiente extracto, procedente del primer capítulo de la segunda parte del tratado, de las tres que en total lo componen: «Y Plutarco dize que junto al monte Olinto está un pedaço de tierra que se dize Catareletrón, que entrando algún escaravajo dentro de aquel circuito de su voluntad, o que le metan por fuerça, que luego muere dando bueltas» 9 . Estas líneas se aducen cuando se discurre sobre la importancia de «saber si la tierra es contraria a la cría de la seda» 10 , ya que «no todas las plantas ni animales se dan en todas tierras» 11 . Es decir, el entorno condiciona el proceso destinado a la obtención de la seda, representando un factor sustancial al respecto. Desde el mismo punto de vista, De las Casas se refiere a los ciervos, «que no se crían en África» 12 , como no lo hacen los lobos «en Inglaterra» 13 ; por tanto, se interesa por los animales, pero también por las plantas, puesto que «unos árboles que llevan fruto en unas partes no lo llevan en otras» 14 , ejemplificando con el durazno, al que solo se le dirige en este punto una mención al hilo del razonamiento que se hace.

Entre las reflexiones anteriores se sitúa el fragmento citado, en el cual, remontándose a Plutarco, De las Casas señala que los escarabajos, al entrar en un lugar llamado Catareletrón, cercano al monte Olinto, mueren dando vueltas, ya hayan pasado adentro por sí mismos o de manera forzada. Junto a esta explicación, De las Casas no agrega ningún dato más, con lo cual estos son los únicos indicios de los que dispongo para ir a la zaga de la fuente específica que la inspira. Procede, así las cosas, efectuar varias calas dentro de la vasta producción escritural del erudito griego.

En relación con el escarabajo y su muerte, localizo, en primera instancia, tres pasajes de Plutarco provenientes de sendas obras 15 , los cuales ilustran la incomodidad del coleóptero en cuestión ante los buenos olores y su preferencia por los malos:

1) Συμποσιακά, o Charlas de sobremesa (VII, 7, 710d-e):

… ἀλλὰ Κλειτόμαχος μὲν ὁ ἀθλητὴς ἐξανιστάμενος καὶ ἀπιών, εἴ τις ἐμβάλοι λόγον ἐρωτικόν, ἐθαυμάζετο, φιλόσοφος δ’ ἀνὴρ αὐλὸν ἐκ συμποσίου φεύγων καὶ ψαλτρίας ἁρμοζομένης ὑποδεῖσθαι βοῶν ταχὺ καὶ τὸν λυχνοῦχον ἅπτειν οὐ καταγέλαστός ἐστι, τὰς ἀβλαβεστάτας ἡδονάς, ὥσπερ οἱ κάνθαροι τὰ μύρα, βδελυττόμενος; εἰ γὰρ ἄλλοτε, μάλιστα δήπου παρὰ πότον προσπαιστέον ἐστὶ τούτοις καὶ δοτέον εἰς ταῦτα τῷ θεῷ τὴν ψυχήν 16 .

[Pero, mientras Clitómaco, el atleta, era admirado por levantarse y marcharse, si alguien planteaba un tema amoroso, sin embargo, ¿no es completamente ridículo un filósofo que huye del banquete ante una flauta y que, mientras la arpista afina, grite que se le calce rápidamente y le enciendan la antorcha, detestando los placeres más inofensivos, como los escarabajos los perfumes?; pues si en alguna ocasión hay que recrearse con ellos y entregar el alma a la divinidad en esto, es, sobre todo, durante la bebida cuando, sin duda, hay que hacerlo] 17 .

2) Ότι παραδοξότερα οι Στωικοί των ποιητών λέγουσιν, o Los estoicos dicen más disparates que los poetas (III, 1058a):

Καὶ τοῦ Ὀδυσσέως ἡ Ἀθηνᾶ τὴν ῥυσότητα καὶ φαλακρότητα καὶ ἀμορφίαν ἀφῄρηκεν, ὅπως φανείη καλός· ὁ δὲ τούτων σοφός, οὐκ ἀπολιπόντος τὸ σῶμα τοῦ γήρως ἀλλὰ καὶ προσεπιθέντος καὶ προσεπιχώσαντος, μένων κυρτός, ἂν οὕτω τύχῃ, νωδὸς ἑτερόφθαλμος οὔτ´ αἰσχρὸς οὔτε δύσμορφος οὔτε κακοπρόσωπός ἐστιν. ὁ γὰρ Στωικὸς ἔρως ὥσπερ οἱ κάνθαροι λέγονται τὸ μὲν μύρον ἀπολείπειν τὰ δὲ δυσώδη διώκειν οὕτως τοῖς αἰσχίστοις καὶ ἀμορφοτάτοις ὁμιλῶν, ὅταν εἰς εὐμορφίαν καὶ κάλλος ὑπὸ σοφίας μεταβάλωσιν, ἀποτρέπεται 18 .

[También Atenea suprimió de Odiseo las arrugas de la cara, la calvicie y la deformidad para que tuviera una hermosa apariencia. En cambio, el sabio de esos estoicos, cuyo cuerpo no ha sido abandonado por la vejez sino que incluso ha agregado y acumulado adicionales, si se queda —pongamos por caso— corcovado, desdentado, tuerto, no es ni feo ni deforme ni malcarado . Pues igual que los escarabajos, según dicen, dan de lado el aceite perfumado y van detrás de los malos olores, así también el amor estoico persigue la compañía de los más feos y deformes, pero cuando a causa de su sabiduría mudan a una figura bella y bien proporcionada, les da la espalda] 19 .

3) Ότι ουδέ ηδέως ζην έστιν κατ’ Επίκουρον, o Sobre la imposibilidad de vivir placenteramente según Epicuro (1095e-1096a):

… εἶτα οὐκ ἐμμελέστερον ἀποφαίνουσι τὸν Σκύθην Ἀτέαν, ὅς Ἰσμηνίου τοῦ αὐλητοῦ ληφθέντος αἰχμαλώτου καὶ παρὰ πότον αὐλήσαντος ὤμοσεν ἥδιον ἀκούειν τοῦ ἵππουεχρεμετίζοντος; οὐχ ὁμολογοῦσι δὲ τῷ καλῷ πολεμ ῖν τὸν ἄσπονδον καὶ ἀκήρυκτον πόλεμον εἰ μὴ καὶ ἡδουὴ πρόσεστι; τί σεμνὸν καὶ καθάριον ἀσπάζονται καὶ ἀγαπῶσιν; οὐκ ἦν δὲ πρὸς τὸ ἡδέως ζῆν ἐπιεικέστερον μύρα καὶ θυμιάματα δυσχεραίνειν ὡς κάνθαροι καὶ γῦπες ἢ κριτικῶν καὶ μουσικῶν λαλιὰν βδελύττεσθαι καὶ φεύγειν… 20

[Además, ¿no hacen los epicúreos que se vea como alguien con una gran sensibilidad musical al escita Ateas, quien, al oír tocar durante un banquete al flautista Ismenias, que había caído prisionero, juró que encontraba mayor placer en oír el relincho de su caballo? ¿No están de acuerdo en combatir el bien, en una guerra sin tregua ni cuartel, si no procura también placer? ¿Hay algo sagrado y puro que ellos acojan y amen? ¿No sería más conveniente para la vida placentera rechazar con disgusto perfumes e inciensos, como hacen los escarabajos y los buitres, que aborrecer y rehuir la conversación de los doctos en literatura y música?] 21 .

Ninguno de los tres responde, stricto sensu, a lo que se expresa en el Arte para criar seda, si bien constituyen muestras emparentadas con lo que este manifiesta. En efecto, como en aquel, los escarabajos y, en particular, su malestar ante una realidad concreta se ponen en el foco de una nota de carácter cultural, la cual gozará de continuidad en siglos posteriores, como después apuntaré. Pero ahora, atendiendo al tercero de los pasajes anteriores, cabe mencionar la semejante reacción que, respecto a los malos olores, tienen los buitres, tal como indica el mismo filósofo en Πώς αν τις υπ’ εχθρών ωφελοίτο, o Cómo sacar provecho de los enemigos (IV, 87c-d):

Οἱ μὲν γὰρ φίλοι καὶ νοσοῦντες ἡμᾶς πολλάκις καὶ ἀποθνῄσκοντες λανθάνουσιν ἀμελοῦντας καὶ ὀλιγωροῦντας, τῶν δ´ ἐχθρῶν μονονουχὶ καὶ τοὺς ὀνείρους πολυπραγμονοῦμεν· νόσοι δὲ καὶ δανεισμοὶ καὶ διαφοραὶ πρὸς γυναῖκας αὐτοὺς ἐκείνους μᾶλλον ἢ τὸν ἐχθρὸν λανθάνουσι. μάλιστα δὲ τῶν ἁμαρτιῶν ἔχεται καὶ ταύτας ἐξιχνεύει. καὶ καθάπερ οἱ γῦπες ἐπὶ τὰς ὀσμὰς τῶν διεφθορότων σωμάτων φέρονται, τῶν δὲ καθαρῶν καὶ ὑγιαινόντων αἴσθησιν οὐκ ἔχουσιν, οὕτω τὰ νοσοῦντα τοῦ βίου καὶ φαῦλα καὶ πεπονθότα κινεῖ τὸν ἐχθρόν, καὶ πρὸς ταῦθ´ οἱ μισοῦντες ᾄττουσι καὶ τούτων ἅπτονται καὶ σπαράττουσι 22 .

[Pues muchas veces, por nuestro abandono y negligencia, no nos enteramos de que nuestros amigos están enfermos y se mueren, pero de los enemigos nos ocupamos incluso de sus sueños. Las enfermedades, los préstamos y las diferencias con las mujeres pasan más desapercibidos a aquellos a quienes les tocan que al enemigo. Sobre todo está pendiente de los yerros y sigue sus huellas. Y así como los buitres son arrastrados por los olores de los cuerpos muertos, pero no captan el olor de los limpios y sanos, así las cosas enfermas, malas y dolorosas de la vida mueven al enemigo, y contra éstas se lanzan los que nos odian, las atacan y las despedazan] 23 .

No obstante, sin afán de multiplicar los pasajes que guardan un cierto parecido con los tres primeros mentados del filósofo griego, he de regresar al escarabajo para identificar, ahora sí, la fuente que creo que constituye el origen exacto del pasaje de De las Casas. Ello puedo afirmarlo porque, además de aludir a la muerte del escarabajo, contiene el topónimo presente en las consabidas líneas del Arte para criar seda: Catareletrón. El nuevo fragmento de Plutarco pertenece a Περί ευθυμίας, o Sobre la paz del alma (XV, 473e-f):

Καὶ τοῦτ´ οὖν τὴν εὐθυμίαν ἐπιταράσσει· κἀκεῖνο μᾶλλον, ὅταν, ὥσπερ αἱ μυῖαι τῶν λείων τόπων ἐν τοῖς κατόπτροις ἀπολισθάνουσι ταῖς δὲ τραχύτησι προσέχονται καὶ ταῖς ἀμυχαῖς, οὕτως ἄνθρωποι τῶν ἱλαρῶν καὶ προσηνῶν ἀπορρέοντες ἐμπλέκωνται ταῖς τῶν ἀηδῶν ἀναμνήσεσι· μᾶλλον δ´ ὥσπερ ἐν Ὀλύνθῳ τοὺς κανθάρους λέγουσιν, εἴς τι χωρίον ἐμβαλόντας ὃ καλεῖται «Kανθαρώλεθρον», ἐκβῆναι μὴ δυναμένους ἀλλ´ ἐκεῖ στρεφομένους καὶ κυκλοῦντας ἐναποθνῄσκειν, οὕτως εἰς τὴν τῶν κακῶν μνήμην ὑπορρυέντες ἀνενεγκεῖν μὴ θέλωσι μηδ´ ἀναπνεῦσαι 24 .

[Eso es, pues, lo que perturba la paz del alma, pero más aún esto otro, cuando, como las moscas, se resbalan en las superficies pulidas de los espejos pero se adhieren a las partes ásperas y rayadas, así los hombres escapando de los asuntos alegres y placenteros se enredan en el recuerdo de los desagradables o, todavía más, como se arrojan los escarabajos en Olinto, según se cuenta, a un lugar que llaman «Mataescarabajos», y no pudiendo salir de allí, mueren dentro mientras dan vueltas y giran en círculo, afluyendo así al recuerdo de sus males, no quieren recuperarse ni tomar respiro] 25 .

Asimismo, aunque la base de De las Casas reside en Plutarco, aparece el topónimo en el pseudoaristotélico De mirabilibus auscultationibus o Περὶ θαυμασίων ἀκουσμάτων, o De las maravillas escuchadas (842a; 120):

Ἐν δὲ τῇ Χαλκιδικῇ τῇ ἐπὶ Θρᾴκης πλησίον Ὀλύνθου φασὶν εἶναι Κανθαρώλεθρον ὀνομαζόμενον τόπον, μικρῷ μείζονα τὸ μέγεθος ἅλω, εἰς ὃν τῶν μὲν ἄλλων ζῴων ὅταν τι ἀφίκηται, πάλιν ἀπέρχεται, τῶν δὲ κανθάρων τῶν ἐλθόντων οὐδείς, ἀλλὰ κύκλῳ περιιόντες τὸ χωρίον λιμῷ τελευτῶσιν 26 .

[En Calcídica, Tracia, cerca de Olinto, dicen que hay un lugar llamado Cantharoletros, un poco mayor en tamaño que una era; cuando cualquier animal llega se aleja de inmediato, salvo los escarabajos, que dando vueltas mueren de hambre en el lugar] 27 .

También, en la Naturalis Historia (XI, 28, 99) de Plinio el Viejo, donde, a propósito del escarabajo, se apunta: «in Threcia iuxta Olynthum locus est parvus quo unum hoc anima exanimatur, ob hoc Cantharolethrus apellatus» 28 . [«En Tracia, junto a Olinto, hay un lugar pequeño en el que el único animal que muere es éste; recibe por ello el nombre de Cantaroletro»] 29 .

A la luz del recorrido, sorprende la forma Catareletrón 30 , puesto que las demás soluciones lingüísticas aquí aducidas para evocar el espacio presentan su primera sílaba trabada, lo cual no ocurre en la editio princeps del Arte para criar seda ni en ninguna de las posteriores hasta finales del siglo xviii: 1581, 1620, 1645, 1677, 1777 y 1790 31 . Debida o no a un error de cajista, lo cierto es que la circunstancia no impide que se trate del mismo topónimo, y con este puedo sostener la existencia de una línea de referencias que, germinada muchos siglos antes, encuentra en De las Casas a un continuador. Una línea que, como he sugerido a raíz de los primeros extractos de Plutarco, debe vincularse con el rechazo del escarabajo al buen olor y su preferencia por el malo, en razón de la semejanza global de las dos vertientes significativas. Ambas, de hecho, pueden considerarse concreciones de un motivo extendido en la cultura occidental, como es la muerte del escarabajo, presente en las obras clásicas mencionadas. A estas se les puede sumar, al hilo de la reacción del escarabajo ante los olores, el De Natura Animalium o Περὶ ζῴων ἰδιότητος, o Sobre la naturaleza de los animales (VI, 46), de Eliano:

Ἀποκτίννυσι δὲ ἀετὸν μὲν τὸ καλούμενον σύμφυτον, τὴν δὲ ἶβιν ὑαίνης χολή, σκορόδου σπέρμα τὸν ψᾶρα, χαραδριὸν ἄσφαλτος, τὸν δὲ ἐχῖνον ὁ καλούμενος ποταμογείτων. ἐχῖνος δὲ αἰθυίας χολὴν οὐχ ὑπομένει. κίρκος καὶ λάρος καὶ τρυγὼν καὶ κόσσυφος καὶ τὸ γυπῶν ἔθνος ῥοιᾶς σίδην κοπεῖσαν εἰ διατράγοιεν, ἀπολώλασι. κέδρου τὸν καλαμοδύτην ἀπόλλυσι φύλλα, ἄνθος δὲ ἄγνου τὸν μελαγκόρυφον, κόρακα δὲ εὐζώμου σπέρμα. μύρῳ κάνθαρος ἀποθνήσκει, στέατι δορκάδος ὁ ἔποψ. κορώνη δὲ λυκοβρώτου κρέως λειψάνῳ περιτυχοῦσα ἀποθνήσκει. κορυδαλλὸς νάπυος σπέρματι, γέρανος ἀμπέλου δάκρυον σπάσασα διεφθάρη 32 .

[La hierba llamada «sínfito» es de mortales efectos para el águila; la hiel de la hiena, para el ibis; la semilla del ajo, para el estornino; el betún, para el alcaraván; la llamada espiga de agua para el milano. Y el milano no puede soportar la hiel de la pardela. Si el halcón, o la gaviota, o el mirlo, o una bandada de buitres comen una granada abierta, mueren todos. Las hojas del cedro son letales para los inquilinos de los cañaverales; la flor del sauzgatillo, para el herrerillo; para el cuervo, la semilla de la oruga. El escarabajo muere por efecto del perfume, y la abubilla, por la grasa de la gacela. Si una corneja pasa por encima de los residuos de carne comida por un lobo, muere. La alondra muere por obra de la semilla de mostaza, y la grulla, si traga el humor gomoso exudado por la vid] 33 .

O un nuevo pasaje de la Naturalis Historia (XI, 279) de Plinio el Viejo:

Elephantorum anima serpentes extrahit, cervorum urit. diximus hominum genera qui venena serpentium suctu corporibus eximerent. quin et subus serpentes in pabulo sunt, et aliis venenum est. quae insecta appellavimus, omnia olei aspersu necantur, vultures unguenti —qui fugat alios appetunt odorem—, scarabaei rosa. quasdam serpentes scorpio occidit. Scythae sagittas tingunt viperina sanie et humano sanguine; inremediabile id scelus: mortem ilico adfert levi tactu 34 .

[El aliento de los elefantes hace salir las serpientes, y el de los ciervos las quema. Ya hemos hablado de una clase de hombres que libran a los cuerpos del veneno de las serpientes mediante la succión. Es más, las serpientes sirven de alimento a los cerdos, mientas (sic) que para otros animales son un veneno. Los animales que hemos denominado insectos mueren todos cuando se les rocía con aceite, los buitres cuando se les baña con un ungüento —a ellos les atrae un olor que repele a otros animales—, los escarabajos mueren por la rosa. A algunas serpientes las mata el escorpión. Los escitas impregnan sus flechas con baba de serpiente y con sangre humana. Es un crimen sin remedio: con un leve roce produce la muerte al instante] 35 .

Este último alberga la particularidad de que regresa a los buitres y su atracción por olores que a otros animales alejan, algo que los uniría a los escarabajos.

El motivo de la muerte de este insecto adquiere, así, unas propiedades singulares que cristalizan en sugestivas muestras culturales de nuestro Siglo de Oro. Mientras que Gonzalo de las Casas se decanta por la elección del mentado topónimo, lo más sencillo será descubrir en este período referencias al escarabajo en relación con el olor. Me atengo a unos ejemplos elocuentes.

La primera mención que hago corresponde a Juan de Pineda y sus Diálogos familiares de la agricultura cristiana (XIII, 12), que se publicaron ocho años después del Arte para criar seda, en 1589:

Pánfilo.—Aquí entra lo de Aristóteles diciendo que los escarabajos mueren con el olor de las rosas; y aún Eliano y Plutarco lo amplían a cualquier buen olor; y, siendo tan enemigos de los buenos olores, que son símbolo de la sabiduría, cierto es que son significativos de la necedad… 36

Ahora bien, es en los emblemas donde, dentro del Siglo de Oro, he atisbado un mayor interés, propiciado por «el hermanamiento entre palabra e imagen» 37 que los caracteriza, en lo que entraña un enriquecimiento mutuo. El escarabajo asociado con el buen olor, y su consecuente muerte, figura, por ejemplo, en la Expostulatio Spongiae, libro que, como es conocido, funciona como defensa de Lope de Vega frente al ataque que recibe en la Spongia de Pedro de Torres Rámila 38 . Al término del «Oneiropaegnion» o «Sueño jocoso» 39 , se ubica la siguiente imagen:


Fig. 1.
Columbario, Expostulatio Spongiae, fol. 61r 40 .
Fuente: Biblioteca Nacional de España

La misma que presenta la editio princeps de La Dorotea:


Fig. 2.
Lope de Vega, La Dorotea, s. p.
Fuente: Biblioteca Nacional de España

El sentido, desde lo anterior, no es difícil de descifrar: el rosal o Lope fulmina al escarabajo o Torres Rámila 41 .

De igual forma, merece mención uno de los emblemas del Symbolorum et emblematum ex volatilibus et insectis desumtorum centuria tertia collecta (1597), de Joaquim Camerarius:


Fig. 3.
Camerarius, Symbolorum et emblematum, fol. 92r 42 .
Fuente: Real Jardín Botánico

Y uno de los Emblemas morales de Sebastián de Covarrubias:


Fig. 4.
Covarrubias, Emblemas morales, I, 3.
Fuente: University of Illinois Urbana-Champaign

El propio Covarrubias dedica unas palabras, dentro del Tesoro de la lengua castellana o española , a las peculiaridades olfativas del insecto: «El escarabajo en medio de una rosa, sinifica la virtud del varón enervada y atenuada con los deleites; por cuanto del olor de la rosa cae este animalillo repentinamente muerto en el suelo» 43 . No debe sorprender, de conformidad con esta descripción, el valor de los emblemas anteriores, en particular el que apunta a la figura de Lope de Vega, y menos aún si tenemos en cuenta una nueva aseveración de Covarrubias: «Para decir que algún hombre o mujer es negro y de ruin talle, decimos que es un escarabajo» 44 . El sustantivo escarabajo designa así a lo no coincidente con lo que se considera bello en el ser humano, orientación semántica nacida como resultado de una extensión metafórica.

En fin, el Arte para criar seda me ha puesto en la estela de un motivo, la muerte del escarabajo, que Gonzalo de lasCasas conjuga en alusión al topónimo Catareletrón, entendido como un espacio mortífero para el coleóptero. Pero también, junto a esta línea, ha sido posible indagar en la preferencia del insecto por los malos olores y su rechazo a los buenos, según diversos textos e imágenes próximos y distantes en el tiempo a nuestro tratado. Una y otra tendencia inciden en la riqueza cultural que subyace a la obra de De las Casas y, al mismo tiempo, evocan interesantes expresiones que, alrededor del escarabajo, se han articulado en la cultura occidental desde la Antigüedad hasta el Siglo de Oro, con la posibilidad de ampliar este análisis a los siglos posteriores. En estos, que han quedado fuera del presente estudio, no es difícil descubrir ejemplos donde el escarabajo adquiere una cierta relevancia, con rasgos concretos que se le asignan y que permiten propugnar la continuidad de su cultivo simbólico más allá de los casos aquí aducidos.

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Notas

* Este trabajo forma parte de los resultados del proyecto de investigación La conformación del tecnolecto geopónico. Siglo xvi (PID2019-103898GB-I00), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Asimismo, se ha llevado a cabo gracias al programa de Ayudas para la Formación de Profesorado Universitario (FPU15/05737), del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

1. Es preciso recordar la crítica que al estudio de las fuentes como forma privilegiada de acceso al significado de los textos condensa Pedro Salinas en unas célebres palabras, a propósito de su incursión en la poesía de Jorge Manrique: «No quiero referirme a las famosas influencias, a los igualmente famosos precursores, ni mucho menos a las fuentes, adormideras de tantas labores críticas bienintencionadas y que durante muchos años han suplantado el objetivo verdadero del estudio de la literatura» (1974, p. 103). En cambio, a favor de la utilidad de su rastreo, se podrían esgrimir otras citas o se podría incidir en contribuciones que han supuesto avances considerables respecto al mismo autor desde el abordaje de las fuentes, como puede ejemplificar Lida de Malkiel (1977). En suma, me parece importante para la labor filológica tenerlas en cuenta en su justa medida, es decir, ni obviándolas ni haciéndolas responsables únicas del significado global de la obra literaria que se sirve de ellas.

2. Sin que pueda detenerme aquí en los problemas e implicaciones del desciframiento del sentido literal de los textos, remito a un trabajo bien conocido de Lázaro Carreter (1980), además de a otro reciente de Iglesias Feijoo (2017, p. 118). La labor, de suyo relevante, se vuelve imprescindible cuando el objeto de estudio apenas ha recibido atención a este respecto, como es el caso; sobre ello me pronunciaré a continuación.

3. Garrido Aranda, 1996, p. XXXIX.

4. En origen, Obra de agricultura, que es el título que recibe en la editio princeps (1513). En 1524 se observa por vez primera la denominación de Libro de agricultura, que se aplica a una de las dos ediciones que del texto vieron la luz ese mismo año. En particular, se trata de la que se sospecha que pudo haber sido impresa en Zaragoza por Jorge Coci, mientras que la otra vio la luz en Alcalá de Henares a cargo de Miguel de Eguía; la modificación se mantiene en posteriores ediciones realizadas en vida del autor y más tarde (Quirós García, 2017, pp. 134-136). De las cuatro primeras ediciones se ha ocupado de manera específica, recientemente, Quirós García (2020).

5. Quirós García, 2015, pp. 111-112.

6. Garrido Aranda, 1996, p. XXX.

7. Garrido Aranda, 1996, p. XXXI.

8. Garrido Aranda, 1996, p. XXXVII.

9. Casas, Arte para criar seda, fol. 33v. Muestro los extractos del Arte para criar seda según las pautas para la presentación crítica de la Red Internacional CHARTA (Corpus Hispánico y Americano en la Red: Textos Antiguos) [consulta: 04/07/2020]. Solo en una ocasión, como queda señalado donde corresponde, me sirvo de las pautas de CHARTA para la transcripción paleográfica.

10. Casas, Arte para criar seda, fol. 33r.

11. Casas, Arte para criar seda, fol. 33v.

12. Casas, Arte para criar seda, fol. 33v.

13. Casas, Arte para criar seda, fol. 33v.

14. Casas, Arte para criar seda, fol. 33v.

15. A propósito de la recepción y el tratamiento de Plutarco en el siglo xvi en España, ver Morales Ortiz (2000) y, sobre su incidencia en el humanismo en general, García Valdés (1994, pp. 341-582). También de amplio alcance es Bergua Cavero (1995); más acotados resultan, en cambio, Ferranti (2014) o Jufresa (2019).

16. Plutarco, Moralia, p. 74.

17. Plutarco, Obras morales y de costumbres (Moralia), 1987, p. 325.

18. Plutarco, Moralia, p. 614.

19. Plutarco, Obras morales y de costumbres (Moralia), p. 347.

20. Plutarco, Moralia, p. 76.

21. Plutarco, Obras morales y de costumbres (Moralia), pp. 197-198.

22. Plutarco, Moralia, p. 10.

23. Plutarco, Obras morales y de costumbres (Moralia), pp. 310-311.

24. Plutarco, Moralia, pp. 216-218.

25. Plutarco, Obras morales y de costumbres (Moralia), p. 143.

26. Pseudo-Aristóteles, Mirabilibus Auscultationibus, s. p.

27. La traducción es mía.

28. Plinio el Viejo, Natural History, p. 492.

29. Plinio el Viejo, Historia Natural, p. 500.

30. En términos paleográficos, está expresa en la edición de 1581 como sigue, de conformidad con los criterios de CHARTA a este respecto: «Cathareletro».

31. Las cuales han sido cotejadas como paso para la edición crítica que se prepara del texto, en consonancia con lo señalado en Mármol Ávila (2020).

32. Eliano, De natura animalium, p. 151.

33. Eliano, Historia de los animales, p. 286.

34. Plinio el Viejo, Natural History, p. 608.

35. Plinio el Viejo, Historia Natural, p. 589.

36. Pineda, Diálogos familiares de la agricultura cristiana, p. 452.

37. López Poza, 2013, p. 109.

38. González-Barrera, 2011 y 2016; Conde Parrado, 2012.

39. Columbario, Expostulatio Spongiae, fols. 44r-61r.

40. Mantengo la atribución de la princeps, pero es sabido que se trata del pseudónimo de un autor no identificado con seguridad. En este sentido, puede consultarse González-Barrera (2011, pp. 96-105), que cuestiona la tradicional atribución a Francisco López de Aguilar y propone, al respecto, dos nombres: Simon Chauvel y José Antonio González de Salas.

41. Morby, en una de sus ediciones de La Dorotea, afirma: «Este grabado de la edición príncipe de La Dorotea figura ya en la Expostulatio Spongiae […]. Entrambasaguas sospecha que, igual que otro de idéntica mano que va al comienzo de la Expostulatio, puede ser obra del mismo Lope. El escarabajo es, en todo caso, Torres Rámila; el rosal, Lope; y la inspiración, una creencia muy antigua […] según la cual, como los buitres al olor de los ungüentos, morían los escarabajos al de las rosas» (Vega, La Dorotea , p. 70, nota). Por su parte, en otra, anota McGrady: «A continuación aparece en la edición príncipe un grabado con un escarabajo gigantesco muerto a los pies de un rosal, con el mote “Audax dum Vegæ irrumpit scarabeus in hortos, / fragantis periit victus odore rosæ” (‘Cuando el audaz escarabajo irrumpió en los huertos de Vega, / pereció vencido por el perfume de la fragante rosa’). El mismo grabado había figurado en la Expostulatio Spongiæ, donde evidentemente el insecto era Torres Rámila y el rosal, Lope» (en Vega, La Dorotea , p. 14, nota 59). Más claves ofrece este último estudioso (en Vega, La Dorotea , pp. 504-505, nota complementaria a la nota 59), así como Cayuela (2009, p. 383) y Cull (2009, pp. 63-64).

42. Entre otras contribuciones, el emblema en cuestión, el siguiente y el pasaje posterior de Covarrubias son citados por McGrady (Vega, La Dorotea , p. 504, nota complementaria a la nota 59). En general, esta y las demás que vengo mencionando, a propósito de la evolución simbólica del escarabajo, me han dado pistas para seguir su trayectoria a lo largo de los siglos.

43. Cov., s. v. escarabajo.

44. Cov., s. v. escarabajo.

45. Año que extraigo del colofón, mientras que en la portada figura 1596. Por ejemplo, también González-Barrera (2016, pp. 299-300) apunta la fecha de 1597 como la del volumen.

46. Alude a Troyes, aunque «Seguramente se editó de forma subrepticia en Madrid» (Conde Parrado, 2012, p. 38).

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