Secciones
Referencias
Resumen
Fuente
Cómo citar
Buscar
Ecos clásicos y renacentistas en la obra teatral y poética de Antonio Enríquez Gómez: el tópico del Etna como símbolo del amor*
Classic and Renaissance’s Echoes in Antonio Enriquez Gómez’s Theatrical and Poetical Work: Etna’s Topic as Symbol of Love

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 9, núm. 2,

Instituto de Estudios Auriseculares

Iván Gómez Caballero

Universidad de Castilla-La Mancha, España

Recibido: 14/12/2020

Aceptado: 15/12/2020

Resumen: El presente artículo aborda la transmisión del tópico del Etna como símbolo del amor desde las literaturas clásicas y su recepción en la literatura barroca, concretamente en la poesía y en el teatro del criptojudío conquense Antonio Enríquez Gómez. El estudio se puede dividir en dos bloques de contenido: en el primero analizamos cómo se fraguó el tópico en la literatura griega y cómo se consolidó en la latina con Ovidio, Catulo y Horacio, analizando, asimismo, su transmisión en el siglo XVI con Garcilaso de la Vega y sus seguidores y sus comentaristas, que fueron, sin lugar a dudas, leídos por los poetas barrocos. Por otra parte, en el segundo bloque, analizamos la recepción del Etna en la obra de Enríquez Gómez, determinando que ciertos estilemas del autor corresponden exactamente con los de Pedro Calderón de la Barca, un dramaturgo muy admirado por el judío. Por último, incidimos en que el Etna es un tópico consolidado en la escuela calderoniana: por tanto, merece la pena seguir investigándolo en trabajos sucesivos.

Palabras clave: Antonio Enríquez Gómez, tópico del Etna, intertextualidad, poesía barroca, teatro barroco.

Abstract: This article approaches the transmission of Etna’s topic as a symbol of love from classical literatures and its reception in Baroque literature, specifically in the poetry and theater of the crypto-Jew Antonio Enríquez Gómez. The study can be divided into two content blocks: in the first one, we analyze how the topic was forged in Greek literature and how it became stablished in Latin literature with Ovidio, Catullus and Horacio. Likewise, we analyze its transmission in the 16th century by Garcilaso de la Vega, his followers and his commentators, who were, beyond doubt, read by Baroque poets. In the second block, we analyze the reception of Etna in Enríquez Gómezʼs work, determining that his emblematic writing style corresponds exactly to the writing style of Pedro Calderón de la Barca, a playwright greatly admired by Enríquez Gómez. Finally, we emphasize that Etna is a consolidated topic in the Calderonian school and, therefore, it is worth continuing to investigate it in successive works.

Keywords: Antonio Enríquez Gómez, Etna’s topic, Intertextuality, Baroque poetry, Baroque theatre.

En los últimos años, la vida y obra de Antonio Enríquez Gómez se está empezando a estudiar y comenzamos a tener un panorama general sobre él. Así pues, la crítica literaria está matizando algunas opiniones de los antiguos estudios sobre Enríquez Gómez: por ejemplo, Milagros Rodríguez Cáceres 1 no cree que detrás de su obra haya una crítica feroz al conde duque de Olivares, como apuntó McGaha 2 . El objetivo de este trabajo analizar la imagen del Etna como tópico amoroso en su obra, tanto poética como amorosa, pues ha pasado desapercibido ante la crítica. Esta imagen viene a anunciar relaciones intertextuales de gran profundidad con autores no solo de los Siglos de Oro, sino también con los grandes autores de la literatura grecolatina. La relación entre el volcán Etna como tópico amoroso se fraguó desde muy antiguo y hay un continuum de la metáfora como expresión del amor desde la literatura griega hasta la poesía española del siglo XVI.

Se piensa que el Etna guarda relación con la pasión debido a que el dios Hefesto trabajaba en el monte al tener su fragua allí, donde, además, mantenía relaciones sexuales con Afrodita, diosa del amor. Otra hipótesis que no sería descabellada —pero sí menos casual— es relacionar las llamaradas amorosas que siente el enamorado con la actividad volcánica de este monte. Juan Luis Arcaz Pozo 3 ha estudiado el tópico desde la Literatura Comparada y desde la Tradición Clásica con varios ejemplos, que, con el objetivo de ilustrar mejor al lector, voy a recuperar. Fue Teócrito el primer poeta griego que aludió a la relación del fuego con el amor ya en el Idilio II, aunque no se refería al monte Etna, sino al Lípari:

Ἐρως δ’ ἆρα καὶ Λιπαραίω

πολλάκις Ἂφαιστιοι σέλας φλογερώτερον αἲθει 4 .

Esta imagen poética llega a la literatura romana con Catulo —también sin hacer referencia al Etna— con la metáfora perifrástica «Trinacria rupes»:

[…] nam, mihi quam dederit duplex Amathusia curam

scitis et in quo me torrueit genere

cum tantum arderem quantum Trinacria rupes

lymphaque in Oetaeis Malia Thermopylis 5 .

Parece, sin embargo, que fue Horacio el primer poeta que vincula la actividad volcánica del monte italiano con la pasión amorosa:

ardeo

quantum neque atro delibutus Hercules

nessi cruore nec sicana feruida

nessi cruore nec sicana feruida uirens in Aetna flamma… 6

Ovidio 7 , cuya obra poética ha sido fundamental para la literatura posterior, desarrolló y afianzó la metáfora. De hecho, podemos encontrar varios ejemplos en sus Metamorfosis, en Remedia amoris y en las Heroidas. Por otra parte, Guzmán Arias 8 ha señalado que la imagen no aparece solamente en la literatura antigua con Teócrito, Catulo, Ovidio y Horacio, sino también con Apolodoro, Esquilo y Lucrecio, aunque en contextos y matices distintos, puesto que tiene un matiz deíctico-espacial y no metafórico aplicado a contextos amorosos.

El tópico parece haberse transmitido gracias a la poesía catuliana que circuló en España 9 , puesto que Catulo ha tenido una influencia evidente en la literatura española en cuanto a intertextualidad y a sus traducciones 10 . Así, la primera citación que encontramos es en De libris conficiendis, cuarto libro de las Etimologías de san Isidoro de Sevilla, así como también en libro decimonoveno de De partibus novium et armamentis. En la prosa del siglo Xvi, encontramos también referencias a Catulo en la segunda parte del Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, aunque quizá, como señala Arcaz Pozo, el autor pudo haber tomado la cita directamente de De consolatione philosophiae de Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio. Sin embargo, fue, sin duda, en la poesía del Xvi donde proliferaron las imitaciones catulianas a partir de Garcilaso de la Vega y de sus comentadores y seguidores, como, por ejemplo, Cristóbal de Castillejo, Fernando de Herrera y Tomás Tamayo de Vargas.

Así pues, Arcaz Pozo 11 repasa cómo la metáfora sobrevivió en la literatura española del siglo XVI, que bebe, fundamentalmente de la literatura grecolatina, especialmente la de Horacio y de Ovidio. Por todos es sabido que durante el siglo xvi se produjo una ruptura respecto a la tradición medieval iniciada por Garcilaso de la Vega (1503-1536) y sus seguidores, entre ellos Juan Boscán (1487- 1542). Ambos autores conocían perfectamente las obras clásicas, como, por ejemplo, las Heroidas de Ovidio, las Geórgicas de Virgilio y Catulo 12 . No hay que desdeñar la hipótesis de que Garcilaso leyese poemas directamente del latín, pues escribió varios poemas neolatinos. Indudablemente, en la renovación poética del siglo xvi, debemos tener en cuenta a Diego Hurtado de Mendoza, gran admirador de Ovidio 13 y de Catulo, introdujo la epístola horaciana de contenido filósofico-moral en la literatura española. Por tanto, no es casualidad que Hurtado de Mendoza fuera uno de los primeros introductores de la imagen poética del Etna en la literatura española, puesto que conocía perfectamente las obras de Ovidio, Catulo y Horacio, que, como explicamos anteriormente, ya la habían desarrollado en la Antigüedad clásica. Asimismo, encontramos ejemplos en la Carta VIII de Diego Hurtado de Mendoza, influenciada por las Metamorfosis de Ovidio, identificando el Etna con el corazón del yo poético 14 :

[…] Etna trae las llamas por de dentro;

cuerpo escuro, pendiente, cavernoso,

que funde las arenas en el centro.

Con sonante murmullo y furioso

revuelve en el hondón de sus entrañas

el fuego a los mortales temeroso.

Ahora lanza la nube de marañas

del humo espeso con pavesa ardiendo,

que turba el cielo y arde las montañas […] 15

De igual modo, Fernando de Herrera afianzará la metáfora en la literatura española, al igual que hicieron Horacio y Ovidio en la literatura latina. Herrera conocía perfectamente el latín (tradujo el Rapto de Proserpina), junto con el griego, ya que admiraba al poeta Píndaro. Sin embargo, el Etna no siempre tiene un correlato vinculado en el amor en su poesía, pues depende del contexto y en ocasiones se refiere a un topónimo mediante deixis espacial sin referencias metafóricas. Respecto al primer grupo, cabe poner como ejemplo al soneto cxvii 16 , en el que Fernando Herrera relaciona las ansias de amor del yo poético con el volcán Etna:

La falda y el tendido yerto lado,

del abrasado Etna, a do suspira

del preso opreso y con furor respira

el espantoso Encélado inflamado

con yerba y verdes árboles ornado

florece, y todo el fuego que con ira

resonando su cumbre excelsa expira

no ofende al fresco sitio variado;

mas el cruel incendio de mi pecho

consume, aunque pequeña si aparece

la flor de la esperanza incierta mía.

Ardo todo, y en fuego al fin deshecho,

me rehago en su llama y siempre crece

con el ardor la fuerza y la porfía.

En la literatura coetánea de Antonio Enríquez Gómez también hay ecos de los Carmina de Catulo en la dedicatoria a Juan Arguijo en las Rimas de Lope de Vega y, especialmente, en los sonetos XIX y XXII de Francisco de Rioja, junto con Días geniales y lúdricos de Rodrigo Caro. Asimismo, Francisco de Quevedo 17 tradujo Vivamus, mea Lesbia, atque amemus (carmen 5) y Quaeris quot mihi basiationes (carmen 7). En la obra poética de Antonio Enríquez Gómez, concretamente en las Academias morales de las musas, aparece la metáfora del Etna tímidamente relacionada con el amor en su Introducción de la academia tercera:

Si me despiden tus ojos,

serame fuerza volverme;

pero si, como sospecho,

algún agravio padecen,

no te dejaré, aunque el monte

Etna vibre y en su vientre

peñados monstros habiten

y aunque gigantes babeles

quieran escalar los orbes

de la máquina luciente 18 .

Además, aparece sistemáticamente en su obra teatral, como, por ejemplo, en El maestro de Alejandro, Las misas de san Vicente Ferrer, La defensora de Hungría, Los dos filósofos de Grecia y La coronación de Carlos Quinto, entre otras. Por ejemplo, en El maestro de Alejandro, aparece el personaje de Alejandro Magno, que está enamorado de la duquesa Octavia, pero su padre Filipo con ayuda de su valido, el filósofo Aristóteles, quiere casarla con la princesa Julia y Alejandro, en tono desesperado, comenta a su criado Tabaco que está desesperado por estar con Octavia y, por ende, enamorado («Yo me abraso», «Etna arrojo»):



Yo me abraso.

Fuente:



Yo me quemo.

Fuente:



Etna arrojo.

Fuente:



Yo furias.

Fuente:

Alejandro

Arda Grecia.

Fuente:



Arda Bayona.

Fuente:



Muera luego 19 .

Fuente:

Este mismo esquema —un personaje conversa con el gracioso y le revela el amor que siente por una dama, que ya aparece, como hemos señalado en El maestro de Alejandro— vuelve a surgir en Las tres coronaciones del emperador Carlos V, en donde el Etna vuelve a ser una imagen tópica:



Yo daré aviso a doña Inés
de camino ¿oyes, señor?

Fuente:



Un Etna llevo en el pecho.

Fuente:

Mostaza

Yo un volcán, fuego de Dios.

Fuente:

Don Pedro

¡Iras exhalo!

Fuente:



¡Yo nieve!

Fuente:



¡Yo centellas!

Fuente:



¡Yo carbón!

Fuente:



¡Yo venganzas!

Fuente:



¡Y yo arroz! 20

Fuente:

En La presumida y la hermosa, tenemos el mismo esquema en boca de Juan y de Leonor, vinculado, pues, al amor:



Leonor,
una enigma que no entiendo,
un volcán donde me abraso,
un Etna donde me quedo,
un engaño que me agravia,
y, para decirlo presto,
un galán que en el jardín
se entró, y al salir don Diego,
con el acero en la mano
me dejó, porque mi acero
no tomara la venganza
de su ciego arrojamiento 21 .

Fuente:

Leonor

¡Un Etna llevo en el alma!

Fuente:



¡Un volcán llevo en el pecho! 22

Fuente:

Por otra parte, el moro Muley, que rapta a Francisca Ferrer, hermana de san Vicente en Las misas de san Vicente Ferrer, se enamora de ella y sufre una pasión amorosa, que se ve patente en los siguientes versos, de nuevo, la figura del Etna:



O mi pena es inmortal
o es eterna mi pasión
o es Etna mi corazón
o mi vida no es mortal
o es irremediable el mal
o es mi precipicio eterno […] 23

Fuente:

En Las misas de san Vicente Ferrer, hay, al menos, cuatro ejemplos más del tópico, que, para no fatigar al lector con meros ejemplos, no voy a añadir. En la obra de Fernando de Herrera, como señalé, puede aparecer la imagen del Etna y no relacionarse, efectivamente, con el amor, de modo que en las obras teatrales de Antonio Enríquez Gómez suele aparecer en contextos amorosos, pero no siempre es así. Por ejemplo, en Celos no ofenden al sol, donde se trata la temática de los celos, el honor y relaciones amorosas conflictivas, encontramos el sintagma en un extenso diálogo de Alejandro al principio de la primera jornada sin una conexión clara con el amor:



La montaña embraveciose,
porque tuvo por oprobrio
ver que el sol se retiraba
para dalle más enojos,
hecho un Etna en cada rayo
y temblando el peñón todo;
bostezó sombras la tierra
y entre el fuego, el humo y polvo
reclinó el eje oprimido,
deliró a rayos el polo,
y escarapelando el mundo,
con el incendio fogoso,
fue cada monte una estrella,
un lucero cada escollo,
una ascua toda la tierra
y una antorcha todo el globo 24 .

Fuente:

La metáfora no solamente se puede estudiar en el contexto de la literatura barroca de Antonio Enríquez Gómez, pues uno de los ejemplos más conocidos del Etna en la obra de Pedro Calderón de la Barca aparece en La vida es sueño. Como señalan Colón Calderón 25 y González Cañal 26 , existen unos vínculos muy estrechos en el plano lingüístico entre Antonio Enríquez Gómez y Calderón de la Barca 27 . Por ejemplo, en este fragmento de La vida es sueño 28 , Segismundo relaciona la pasión amorosa, de nuevo, con el monte italiano:



En llegando a esta pasión
un volcán, un Etna hecho,
quisiera arrancar del pecho
pedazos del corazón 29 .

Fuente:

Asimismo, vuelve a aparecer en La redención de cautivos, un auto sacramental, en donde también se conecta la imagen con los sintagmas «Vesubio», «Mongibelo», «volcán», «alma» y «corazón», al igual que en Enríquez Gómez:

Furia

¿Qué dices? Cuando yo quedo
con un volcán en los labios,
con un Vesubio en el pecho,
un Etna en el corazón,
y en el alma un Mongibelo,
¿tú con alegre semblante
te quedas? 30

Fuente:

Así pues, el Judaísmo, que se convierte en un personaje simbólico en el auto de El nuevo palacio del Retiro, manifiesta que un volcán, en concreto el Etna, le abrasa el alma por motivos amorosos:

Judaísmo

Ya los consejos por orden
tomando sus puestos van
que todos sus cuartos tienen
labrados, solo no hay,
sino dentro de mi pecho
para mis penas lugar,
ni aún dentro de él, porque ciego
este Etna, este volcán
me está penetrando el alma […] 31

Fuente:

Esta misma imagen tópica la podemos encontrar en El socorro general, cuando la Sinagoga afirma que el Etna le abrasa el pecho y siente fuego en su alma:



Extraños males padezco,
pues metí la guerra en casa
y son contrarios los mesmos
que traje para auxiliares.
Un enemigo temiendo,
tengo ya dos enemigos.
¡Volcanes son mis alientos!
¡Basiliscos son mis ojos!
fuego el alma y Etna el pecho,
el corazón a bocados
Un áspid me está mordiendo.
¡Ay de mí! ¡Ay de mí otra vez!
¡Bien pago mi atrevimiento! 32

Fuente:

Encontramos otro ejemplo en El alcalde de sí mismo, volviendo a relacionar el Etna con el «corazón», el «volcán» y el «pecho»:



¿Quién creerá que ha tenido
mi cólera paciencia,
mi furia resistencia,
prudencia mi sentido?
Cuando en fuego deshecho
es Etna el corazón, volcán el pecho.
¡Celos! Si es esto temores,
Decid, ¿qué fuera hallaros? 33

Fuente:

En esta interrogación de don Álvaro en Amar después de la muerte o el Tuzaní de las Alpujarras, por ejemplo, vemos estas metáforas como figuras antonomásticas, con las que Calderón de la Barca las correlaciona directamente con momentos amorosos. Además, es curioso que Calderón, al igual que Enríquez Gómez, cita, de nuevo, tanto al «Etna» y al «Mongibelo» en el mismo verso:



¿Qué Etnas, qué Mongibelos,
qué Vesubios, qué volcanes
en su vientre con el viento
los montes, que así los paren? 34

Fuente:

Cabe preguntarse, por tanto, si Enríquez Gómez tomó ciertos estilemas de Calderón como la dicotomía Etna/Mongibelo/Vesubio, y los tomó como propios, pues todo parece apuntar que éste fue el procedimiento. De nuevo, estos ejemplos aparecen en No hay instante sin milagro, en donde la nieve es también una imagen abrasadora, al mismo tiempo que el volcán:



¿Qué Etna,
qué Vesubio, qué volcán
es el que en el pecho engendra
una nieve que le abrasa,
una llama que le hiela,
tan poderosas que el labio
balbuciente que la lengua
trabada, torpe la voz,
helada la planta, ciega,
la vista todo delira,
todo arde y todo tiembla? 35

Fuente:

Sin ánimo de ser exhaustivo, aunque he encontrado más de 70 ejemplos, voy a citar otros dos más de esta imagen tópica en las piezas teatrales de Calderón, una en La viña del señor y otra en La hidalga del valle:



De suerte vuestras razones
el corazón me penetran
el espíritu me inflaman
y sentidos y potencias
me perturban, que parecen
dictadas de mi soberbia.
¿Qué Vesubio, qué volcán
qué Mongibelo, qué Etna
es el que en mí han revestido
que con su fuego me hiela,
y con su hielo me abrasa? 36

Fuente:

Culpa

Calla, calla, que no sé,
qué hielo han introducido
en mis venas tus razones
o qué fuego en mis sentidos,
qué monstruo de fuego y nieve,
tan mal a los dos resisto,
que tiemblo y me abraso a un tiempo;
un volcán, un Etna vivo
soy, pues de la nieve saco
el fuego con que respiro 37 .

Fuente:

La metáfora del Etna aparece no solamente en el teatro de Antonio Enríquez Gómez y de Calderón de la Barca, pues Gallego Gallego (2008) ha encontrado varios ejemplos 38 en la obra de Francisco de Quevedo, Luis Vélez de Guevara, Agustín Moreto y Lope de Vega, que conviene exponer en este trabajo:

Belleza singular, ingenio raro

fuerza del natural curso del cielo

Etna de amor, que de tu mismo hielo

Despides llamas, entre mármol paro 39 .

¿Podía Antonio Enríquez Gómez haber leído estos autores? Si recogemos el valor paratextual del prólogo de las Academias morales de las musas, afirma que había leído y, por tanto, conocía a Lope de Vega, Juan Pérez de Montalbán y Tirso de Molina:

[…] valime de los versos, por no imitar los ingenios que con tanto acierto siguieron este camino, como el príncipe de los poetas castellanos, frey Lope de Vega Carpio, en su Arcadia y Pastores de Belén, el eclipsado sol de las musas, doctor Juan Pérez de Montalbán en su Para todos, el padre y maestro de todas las ciencias, Tirso de Molina, en su libro Deleitar aprovechando, el lucido ingenio Matías de los Reyes, en el que intituló Para algunos, y otros muchos, pues juzgándome de lo ajeno de llegar a la cumbre de tan raros ingenios, los miré del valle de mi natural, siguiendo el rumbo que meditaba la novedad 40 .

En otra obra suya, por otra parte, titulada El sansón nazareno, podemos extraer información sobre las preferencias e influencias literarias del criptojudío conquense, como, por ejemplo, Homero, Virgilio, Lope de Vega de nuevo, Luis Vélez y, curiosamente, poetas renacentistas como Juan Boscán, Fernando de Herrera y Diego Hurtado de Mendoza, que exploraron la imagen tópica:

Es tan difícil accender [sic] o llegar a la cumbre de un poema heroico, que entre tantos como los han escrito, solo cinco gozaron el laurel: el primero fue Homero con su Ulisea en griego, el segundo Virgilio con la Eneida en latín […]. Homero fue divino, Virgilio eminente […]. No pongo en olvido a Jerusalén de Lope, el Polifemo de don Luis de Góngora, El faetonte y otros del conde de Villamediana, los diez breves poemas de Manuel de Faria y Sosa, espíritu grave, fecundo y científico, el que escribió José de Valdivieso divino en todo, el de don Alonso de Arzilla [sic] y otros muchos que han ilustrado la lengua castellana […], el Boscán especulativo, Herera [sic] oscuro y grave, Lope lírico, fecundo, claro, terso, cómico y sin imitación, Góngora culto, pero eminente en las figuras retóricas, en las frases, en los periodos y en las cadencias maravilloso, […], don Diego de Mendoza aseado y festivo […], Luis Vélez por lo heroico fue eminente […] 41

En este artículo, hemos estudiado la configuración de la metáfora del Etna, que aparece ya en la literatura griega y latina. Como hemos visto, ambas influyeron decisivamente en la literatura renacentista española —y, por supuesto, en la barroca—. Cabe preguntarse, por tanto, cómo llegan estos ecos a la obra de Antonio Enríquez Gómez. En realidad, tenemos dos posibilidades: la primera de ellas es que leyera directamente obras griegas, latinas y renacentistas, lo cual no es totalmente descabellado por la gran intertextualidad en su obra y las referencias a autores grecolatinos en los prólogos de las Academias morales de las musas y El Sansón nazareno. La segunda posibilidad consiste en que Calderón de la Barca —y también la escuela calderoniana—, al ser admirado por Enríquez 42 , influyera también en el ámbito lingüístico. Si tomamos la segunda opción, el teatro de Calderón de la Barca tuvo cabida en la obra de Enríquez a través de dos vías: por un lado, en el plano lingüístico y estilístico, como ya hemos apuntado, y por otro, en el literario, al recuperar temas y motivos, concretamente de A secreto agravio, secreta venganza, El médico de su honra y El pintor de su deshonra, que fueron integrados en su obra, como, por ejemplo, A lo que obligan los celos y también en Fernán Méndez Pinto. Tenemos que rechazar la opción de que la imagen del Etna sea monogenética en su obra, pues, existe una poligénesis y una intertextualidad evidente entre los autores y dramaturgos auriseculares con una clara influencia de Pedro Calderón de la Barca, dramaturgo por el que sintieron gran admiración los jóvenes autores de su generación.

Bibliografía

Arcaz Pozo, Juan Luis, «Catulo en la literatura española», Cuadernos de filología clásica, 22, 1989a, pp. 249-286.

Arcaz Pozo, Juan Luis, «Basia Mille: notas sobre un tópico catuliano en la literatura española», Cuadernos de investigación filológica, 15, 1989b, pp. 107-116.

Arcaz Pozo, Juan Luis, «La imagen poética del Etna: de las fuentes clásicas a la lírica española del siglo XVI», Cuadernos de filología clásica: Estudios latinos, 6, 1994, pp. 195-206.

Bucólicos griegos, ed. Manuel García Tejeiro y María Teresa Molinos Tejada, Madrid, Gredos, 1986.

Calderón de la Barca, Pedro, La vida es sueño, ed. Ciriaco Morón Arroyo, Madrid, Cátedra, 2016.

Calderón de la Barca, Pedro, La hidalga del valle, ed. Mary Lorene Thomas, Pamplona / Kassel, Universidad de Navarra / Reichenberger, 2013a.

Calderón de la Barca, Pedro, La redención de los cautivos, ed. Marcella Trambaioli, Pamplona / Kassel, Universidad de Navarra / Reichenberger, 2013b.

Calderón de la Barca, Pedro, Amar después de la muerte, ed. Jorge Checa Cremades, Kassel, Reichenberger, 2010.

Calderón de la Barca, Pedro, El socorro general, ed. Ignacio Arellano Ayuso, Pamplona / Kassel, Universidad de Navarra / Reichenberger, 2001.

Calderón de la Barca, Pedro, El nuevo palacio del Retiro, ed. Alan K. G. Paterson, Pamplona / Kassel, Universidad de Navarra / Reichenberger, 1998.

Calderón de la Barca, Pedro, La viña del Señor, ed. Ignacio Arellano Ayuso, Pamplona / Kassel, Universidad de Navarra / Reichenberger, 1996.

Calderón de la Barca, Pedro, No hay instante sin milagro, ed. Ignacio Arellano Ayuso, Ildefonso Adeva y Rafael Zafra, Pamplona / Kassel, Universidad de Navarra / Reichenberger, 1996.

Calderón de la Barca, Pedro, El alcaide de sí mismo, Valencia, viuda de Josef de Orga, 1764

Cappelli, Federica, «Imágenes de volcanes en la poesía de Quevedo: entre simbología, mitología y visiones paisajísticas», La Perinola. Revista de investigación quevediana, 10, 2006, pp. 61-72.

Catulo, Cayo Valerio, Poesías de Catulo, ed. Miquel Dolç, Barcelona, Alma Mater, 1963.

Colón Calderón, Isabel, «Estrategias de imitación en las Academias morales de las musas», en Antonio Enríquez Gómez: un poeta entre santos y judaizantes, ed. J. Ignacio Díez y Carsten Wilke, Kassel, Reichenberger, 2015, pp. 35-53.

Enríquez Gómez, Antonio, El Sansón nazareno, Ruan, Laurenço Maurry, 1656.

Enríquez Gómez, Antonio, Academias morales de las musas, ed. crítica y anotada del Instituto Almagro de teatro clásico, dirigida por Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres, con la colaboración de Rafael Carrasco, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2015, 2 vols.

Enríquez Gómez, Antonio, Celos no ofenden al sol, ed. Rafael González Cañal, en Antonio Enríquez Gómez. Comedias, volumen I: A lo que obligan los celos, Celos no ofenden al sol, No hay contra honor poder, ed. crítica y anotada del Instituto Almagro de teatro clásico, dirigida por Rafael González Cañal y Almudena García González, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2017, pp. 173-276.

Gallego Gallego, Antonio, «Los cánticos del cíclope: variaciones sobre un tema clásico», Itamar. Revista de investigación musical: territorios para el arte, 1, 2018, pp. 139-158.

González Cañal, Rafael, «Comedias de Enríquez Gómez atribuidas a Calderón», en Buenos Aires-Madrid-Buenos Aires. Homenaje a Melchora Romanos, comp. Florencia Calvo y Gloria Beatriz Chicote, Buenos Aires, Eudeba, 2017, pp. 299-313.

Guzmán Arias, Carmen, «Los fuegos del Etna», Cuadernos de filología clásica: Estudios latinos, 23, 2013, pp. 45-61.

Hernández Miguel, Luis Alfonso, La tradición clásica. La transmisión de las literaturas griega y latina antiguas y su recepción en las vernáculas occidentales, Madrid, Liceus Excellence, 2008.

Herrera, Fernando de, Poesía castellana original y completa, ed. Cristóbal Cuevas, Madrid, Cátedra, 1985.

Horacio Flaco, Quinto, Sátiras, Epístolas, Arte poética, ed. Horacio Silvestre, Madrid, Cátedra, 1996.

Hurtado de Mendoza, Diego, Obras poéticas, Madrid, Imprenta de Miguel Ginesta, 1877.

Matas Caballero, Juan, Espada del olvido: poesía del Siglo de Oro a la sombra del canon, León, Universidad de León, 2005.

McGaha, Michael, «El prólogo a las Academias morales de las Musas de Antonio Enríquez Gómez», en Homenaje a Alberto Porqueras, Kassel, Reincheberger, 1989, pp. 307-315.

McGaha, Michael, «Antonio Enríquez Gómez and the Count-Duke of Olivares», en Texto y espectáculo: nuevas dimensiones críticas de la comedia, ed. Arturo Pérez-Pisonero y Ana Semidey, El Paso, University of Texas at El Paso, 1990, pp. 47-54.

Pedraza Jiménez, Felipe B., «La fascinación de El médico de su honra. Sus ecos en la obra de Enríquez Gómez», en «Doctos libros juntos». Homenaje al profesor Ignacio Arellano Ayuso, coord. Victorio Roncero López y Juan Manuel Escudero Baztán, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2018, pp. 405-429.

Vega Carpio, Félix Lope de, Lírica, ed. José Manuel Blecua Tejeiro, Madrid, Castalia, 1983.

Zárate, Fernando de, El maestro de Alejandro, Madrid, Mateo Fernández de Espinosa Arteaga a costa de Juan de San Vicente, 1666.

Zárate, Fernando de, La presumida y la hermosa, ed. Rafael González Cañal, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2020.

Zárate, Fernando de, Las misas de san Vicente Ferrer, Madrid, Josef Fernández Buendía a costa de Manuel Meléndez, 1665.

Zárate, Fernando de, Las tres coronaciones del emperador Carlos V, Madrid, Julián de Paredes, 1675

Notas

* Este trabajo ha sido financiado gracias al Ministerio de Educación y Formación Profesional con una beca de colaboración en el Departamento de Filología Hispánica y Clásica de la Universidad de CastillaLa Mancha durante el curso 2019/2020 («Edición y estudio del teatro de Antonio Enríquez Gómez»), dirigida por Rafael González Cañal, a quien agradezco su ayuda y sus sugerencias aportadas.

1. Rodríguez Cáceres, 2017, pp. 123-137.

2. McGaha, 1989, pp. 313-314 y 1990, p. 48.

3. Arcaz Pozo, 1994.

4. Teócrito, Idilio II, vv. 133-134. Citamos por la edición de García Tejeiro y Molinos Tejada (1986).

5. Catulo, poema 68, vv. 51-54. Citamos por la edición de Dolç (1963).

6. Horacio, Epístola XVII, vv. 30-33. Citamos por la edición de Silvestre (1996).

7. Las Academias morales de las musas de Antonio Enríquez Gómez recupera temas, tópicos y motivos de las Metamorfosis de Ovidio, pues ambas obras desarrollan la ausencia y la nostalgia de la patria en el exilio. Ver Matas Caballero, 2005, pp. 257-285.

8. Guzmán Arias, 2003.

9. Arcaz Pozo, 1989a.

10. Arcaz Pozo, 1989a y 1989b.

11. Arcaz Pozo, 1994, pp. 198-204.

12. Hernández Miguel, 2008.

13. De hecho, Diego Hurtado de Mendoza versionó claramente las Metamorfosis de Ovidio en Fábula de Adonis, Hipómenes y Atalanta, Canto de Polifemo, Fabula de Acteón e Historia de Píramo y Tisbe.

14. Arcaz Pozo, 1994, pp. 200-201.

15. Hurtado de Mendoza, Obras poéticas, p. 158. Citamos por la edición de 1877.

16. Herrera, Poesía castellana original y completa, p. 631. Citamos por la edición de Cristóbal Cuevas (1985).

17. Ver el estudio de Federica Capelli (2006) en donde estudia el volcán y, en concreto, el tópico del Etna en la poesía de Francisco de Quevedo, que aparece tanto en la amorosa como en la satírica con los estilemas «Etna» y «Mongibelo» que también predominan en el teatro español de los Siglos de Oro, en concreto en las obras de la escuela calderoniana. Así, la poesía quevediana, cuyas raíces petrarquistas son evidentes, es, desde nuestro punto de vista, la cristalización de este tópico en la poesía barroca española del siglo XVII.

18. Enríquez Gómez, Introducción de la academia tercera, vv. 650-659. Citamos por la edición dirigida por Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres (2015).

19. Enríquez Gómez, El maestro de Alejandro, fol. 30. Citamos por la edición de 1666.

20. Zárate, Las tres coronaciones del emperador Carlos V, f. 190. Citamos por la edición de 1675.

21. Zárate, La presumida y la hermosa, vv. 1758-1769. Citamos por la edición de González Cañal (2020).

22. Zárate, La presumida y la hermosa, vv. 1792-1793.

23. Zárate, Las misas de san Vicente Ferrer, fol. 200. Citamos por la edición de 1665.

24. Enríquez Gómez, Celos no ofenden al sol, vv. 263-278. Citamos por la edición de González Cañal (2017).

25. Colón Calderón, 2015, pp. 46-48.

26. González Cañal, 2017, pp. 299-313.

27. Enríquez Gómez y Calderón de la Barca comparten, además, problemas de autoría, puesto que en el Siglo de Oro era una práctica habitual de los impresores cambiar los títulos de las obras y asignárselas a otros. Así pues, estas obras son La prudente Abigail, Celos no ofenden al sol, Engañar para reinar y No hay contra honor poder, entre otras.

28. La influencia de Calderón en la obra de Enríquez, tras investigaciones recientes, empieza a ser cada vez más clara: aparece en sintagma nominal «hipogrifo» en Engañar para reinar, Los dos filósofos de Grecia, Heráclito y Demócrito, Vida y muerte del cid y noble Martín Peláez y Quien habla más obra menos, además de la frase «La vida es sueño» en Los dos filósofos de Grecia (González Cañal, 2017).

29. Calderón de la Barca, La vida es sueño, vv. 163-166. Citamos por la edición de Morón Arroyo (2016).

30. Calderón de la Barca, La redención de cautivos, vv. 1011-1017. Citamos por la edición de Trambaioli (2013).

31. Calderón de la Barca, El nuevo palacio del Retiro, vv. 1076-1084. Citamos por la edición de Paterson (1998).

32. Calderón de la Barca, El socorro general, vv. 1626-1638. Citamos por la edición de Arellano Ayuso (2001).

33. Calderón de la Barca, El alcaide de sí mismo, fol. 23r. Citamos por la edición de 1764.

34. Calderón de la Barca, Amar después de la muerte o el Tuzaní de las Alpujarras, III jornada. Citamos por la edición de Checa Cremades (2010).

35. Calderón de la Barca, No hay instante sin milagro, vv. 1566-1576. Citamos por la edición de Arellano Ayuso (1996).

36. Calderón de la Barca, La viña del señor, vv. 1447-1457. Citamos por la edición de Arellano Ayuso (1996).

37. Calderón de la Barca, La hidalga del valle, vv. 251-26. Citamos por la edición de Thomas (2013).

38. Curiosamente todos estos autores pertenecen a la famosa escuela calderoniana. Conviene, asimismo, analizar en un trabajo posterior la configuración del tópico como estilema y rasgo propio de estos autores. Por ejemplo, gracias a Rafael González Cañal, he conocido que el tópico del Etna se desarrolla también en Francisco de Rojas Zorrilla como «Etna» en Donde hay agravios no hay celos (v. 1230), en Los bandos de Verona (v. 2948), en Sin honra no hay amistad (v. 883), en Los áspides de Cleopatra (v. 1314) y como «Mongibelo» en Los celos de Rodamonte (v. 2404), en Los bandos de Verona (v. 2948) y en Los tres blasones de España (v. 2465).

39. Lope de Vega, Rimas, poema 155. Citamos por la edición de Blecua Tejeiro (1983).

40. Enríquez Gómez, Academias morales de las musas, pp. 266-267. Citamos por la edición dirigida por Pedraza Jiménez y Rodríguez Cáceres (2015).

41. Enríquez Gómez, Prólogo a El Sansón nazareno, sin foliación. Citamos por la edición de Laurenço Maurry, 1656.

42. González Cañal, 2015, pp. 133-135; Pedraza Jiménez, 2018.

Buscar:
Ir a la Página
IR
APA
ISO 690-2
Harvard
powered by cygnusmind