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Sobre el «Viaje de Jerusalén» de Francisco Guerrero (1588): algunos aspectos biográficos, bibliográficos y literarios*
On Guerrero’s Viaje (1588) to Holy Land: Some Biographical, Bibliographic and Literary Aspects

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 9, núm. 1,

Instituto de Estudios Auriseculares

Álvaro Bustos

Universidad Complutense de Madrid, España

Recibido: 03 Diciembre 2020

Aceptado: 22 Diciembre 2020

Resumen: Desconocidos para muchos estudiosos de la prosa aurisecular, los relatos de peregrinación a Tierra Santa constituyen un género literario de enorme éxito, con decenas de títulos y de ediciones en los siglos XVI y XVII. El maestro Guerrero (1528-1599), prestigioso maestro de música en la catedral de Sevilla, peregrinó a Jerusalén (1582) y escribió un hermoso testimonio escrito de su viaje (1588), un relato breve que se difundió notablemente; se trata de una pieza híbrida, como corresponde a ese género literario, a medio camino entre la prosa confesional, la guía de peregrinación, la autobiografía y el relato geográfico.

Palabras clave: Francisco Guerrero, libros de viajes, Jerusalén, peregrinación.

Abstract: Unknown to many scholars of Golden Age period, travel books to the Holy Land are an extremely successful literary genre, with dozens of titles and editions in the 16th and 17th centuries. Francisco Guerrero (1528-1599), a prestigious music teacher in the cathedral of Seville, made a pilgrimage to Jerusalem (1582) and wrote a beautiful written testimony of his Viaje (1588), a short narrative that was widely disseminated; it is a hybrid piece, as befits this literary genre, halfway between confessional prose, the pilgrimage guide, autobiography and the geographical story.

Keywords: Francisco Guerrero, Travel books, Jerusalem, pilgrimage, Golden Age.

Parece sorprendente que un maestro de música sexagenario, en la cima de su prestigio musical, viaje desde Sevilla a Jerusalén en el siglo XVI; más inesperado aún resulta que consigne por escrito y publique el relato de ese viaje; y, aún más, que esa pieza en prosa se difunda con éxito en diversas imprentas españolas de los siglos XVI y XVII. Todo ello es lo que hizo el maestro Francisco Guerrero, que articuló una obra breve y singular, un relato de peregrinación que es, a un tiempo, libro de viajes, guía de peregrinos y testimonio de un proyecto vital trazado desde muchos años atrás. El Viaje de Jerusalén de Guerrero merece algunos comentarios desde los puntos de vista bibliográfico y editorial, sin perder de vista la novedad de su mezcla de códigos literarios, algo que convirtió ese relato en un clásico para las centurias siguientes. La condición híbrida de esta obra no solo viene dada por el género al que acude (el de los relatos de peregrinación), sino también por tratarse de un escritor anómalo (su arte propiamente es el musical) y por algunos avatares de su difusión impresa en los Siglos de Oro.

El 22 de septiembre de 1588, fiesta de san Mauricio, el veterano músico sevillano Francisco Guerrero (1522-1598), el gran polifonista español del siglo XVI, cumplió un sueño que llevaba acariciando desde joven: ese día, después de treinta y siete jornadas de un recorrido que había empezado en Venecia, pudo ver Jerusalén. Lo cuenta él mismo, que rememora lo que hizo tan pronto contempló la ciudad por primera vez desde el Monte de los Olivos:

Fue tan alegre su vista, y muy extraordinario el contento de todos los peregrinos, latinos y griegos, que nos apeamos besando muchas veces la tierra, dando muchos loores a Dios y mil suspiros devotísimos, diciendo cada uno su devoción a la Santa Ciudad, reiterando muchas veces Urbs beata Hierusalem 1 .

Besar la Tierra Santa era gesto frecuente entre los millares de viajeros que conseguían llegar al final de su peregrinación. Que viajara un grupo de peregrinos griegos (esto es, de tradición ortodoxa) era también cosa frecuente y que se llenaran de alegría es la reacción emocional esperable a la vista de la Ciudad Santa desde tiempos inmemoriales. Pero Guerrero emplea un superlativo muy frecuente en su relato, que es ciertamente «devotísimo», y precisa que «cada uno» ponderó su devoción a esta ciudad, «reiterando muchas veces Urbs beata Hierusalem». Esto último no debe aplicarse a todos los peregrinos, sino que se corresponde más bien con su reacción emocional, de tipo personal. Es fácil deducirlo por el hecho de que Urbs beata Hierusalem es un importante himno litúrgico latino 2 de larga tradición medieval, que canta las maravillas de la Ciudad Santa y que solía recitarse en el oficio de la dedicación de una iglesia. Guerrero era un consumado músico y él mismo pudo haber compuesto versiones de ese himno para los oficios musicales de la catedral de Sevilla, donde trabajó durante cuarenta y cinco años y donde está enterrado: a nadie puede extrañar que al cumplir ese viejo sueño besara la tierra y que esa fuera la música que resonara en sus oídos. Desde un punto de vista litúrgico-musical no hay motete más apropiado; lo cierto es que Guerrero es el gran autor de motetes y canciones a lo divino de su tiempo.

Cuatro años después, en 1592, al cerrar su relato Viaje de Hierusalem (Sevilla, Juan de León) vuelve a emplear su prosa diáfana, expresiva y devota para dar cuenta del género literario al que acude (se trata de una breve guía de peregrinación, claramente autobiográfica, que consta de un prólogo y diez capítulos); Guerrero aprovecha también el cierre de su obra, justo antes del colofón, para recapitular el itinerario recorrido y animar a otros a seguir su ejemplo:

Yo he dado cuenta en este Tratado de mi viaje a la Tierra Santa, con toda verdad cristiana, a quien quisiere saber deste camino: hay desde Sevilla hasta Jerusalén mil y cuatrocientas leguas de ida; y por la vuelta que hice por la ciudad de Damasco, hallo que de ida y vuelta son tres mil leguas. Es fácil andarlas, que pues yo las anduve siendo de sesenta años, no sé por qué los mozos recios, y que tienen posibilidad, emperezan de hacer este viaje tan santo y gustoso; que yo les certifico que, cuando lo hayan andado, no truequen el contento de haberlo visto por todos los tesoros del mundo 3 .

Guerrero, incluso, se toma la libertad de recriminar a los peregrinos comodones que «emperezan», dice con bellísima expresión, «de hacer este viaje». Al subrayar que esta peregrinación es santa y gustosa, nuestro peregrino y músico en realidad está recordando los dos fines de todo un subgénero literario de extraordinario éxito editorial en la España del Siglo de Oro: los libros de viaje a Tierra Santa resultaron atractivos precisamente por lo que tienen de guía gustosa de un lugar poco conocido y por unos contenidos devocionales santos, con alusiones a los pasos de la misma vida terrena de Cristo. Se trata de obras que contaron con muchas más ediciones y reediciones que la inmensa mayoría de obras en prosa de los siglos XVI y XVII.

Víctor de Lama (2017 y 2019) ha descrito sabiamente el corpus de obras españolas del género y ha mostrado la relevancia de este género literario al que denomina con acierto «género editorial»:

La importancia de este género editorial se funda, según mi parecer, en que alimentó el imaginario de muchos miles de lectores de los siglos XVI y XVII, proporcionándoles un abundante caudal de vivencias e informaciones, y no solo religiosas, que ayudaron a conformar la cultura de los Siglos de Oro y de las que el investigador del siglo XXI no debe prescindir 4 .

En este sentido, hace unos años, entre 2017 y 2018, tuvo lugar una gran exposición sobre este género literario en la Biblioteca Nacional de España: «Urbs beata Hierusalem. Los viajes a Tierra Santa en los siglos XVI y XVII» 5 ; este montaje sirvió para dar a conocer a este conjunto de viajeros españoles que a lo largo de los siglos XVI y XVII dejaron constancia escrita de sus peregrinaciones. Ese es el caso del maestro Guerrero y de su Viaje; sobra decir que el título de la exposición remitía a las tres palabras latinas del himno que el gran polifonista sevillano escuchó en su fuero interno al contemplar la Ciudad Santa: Urbs beata Hierusalem.

Lo cierto es que las peregrinaciones a Tierra Santa no se interrumpieron ni siquiera en las épocas de mayor dominio y control musulmán entre los siglos XIII a comienzos del XX. A la vista del notable éxito de estos libros, parece claro que se trata de un formato narrativo y autobiográfico que conocían bien quienes luego escribieron sus propios libros de viajes; recordemos que el Quijote, el Persiles, el Lazarillo, muchas crónicas de Indias o el Guzmán son eso, viajes, con su elenco de vicisitudes, riesgos y trabajos. De hecho, el realismo, la suma de anécdotas, el gusto por lo exótico y la primera persona narrativa son aspectos centrales en el diseño literario tanto de la tradición picaresca como de los relatos de peregrinación. Los libros de aventuras peregrinas (denominación quinientista para la llamada novela bizantina), escritos en tercera persona, no dejan de presentar la alusión a la peregrinación en su misma etiqueta.

En este panorama conviene retener que el Viaje de Jerusalén de Guerrero constituye uno de los grandes éxitos editoriales del Siglo de Oro: antes de su muerte, el maestro Guerrero (1528-1599) llegó a ver seis ediciones de su librito 6 . A lo largo del XVII verían la luz (en todos los lugares relevantes de la Península) otras catorce ediciones 7 . Y cinco más en el XVIII 8 . Pocas obras literarias, realmente pocas, tuvieron veinte ediciones entre los siglos XVI y XVII… Los relatos de pícaros, los sentimentales, los de pastores o los de caballerías nunca llegaron a tener una difusión similar. La Cárcel de amor, el Amadís, la Diana, el Quijote, la Arcadia de Lope y alguno más sí tuvieron alguna difusión notable, pero no es fácil dar con más ejemplos similares. Cabe también distinguir entre el libro de Guerrero y los demás de su género literario. En realidad, lo singular de la narración de nuestro autor es la sensibilidad, el verismo y el deseo de contemplación que se derivan de su escrito: muchos de los libros de viajes (la Verdadera información de la Tierra Santa de Antonio de Aranda o el Tratado de los misterios y estaciones de la Tierra Santa del franciscano Antonio de Medina) tuvieron igualmente éxito, pero lo fundaron en la abundancia de materiales, tópicos y recursos para peregrinos que poblaban sus relatos. En cambio, Guerrero obra de un modo personal y novedoso: anota lo que hace, pero siempre con la perspectiva religiosa y con un estilo directo y fresco, como subraya Alonso Asenjo 9 : «En la comunicación de sus sentimientos es donde Guerrero conecta con sus lectores. A pesar de su realismo, el relato tiene su encanto y seduce. Y es que realmente también aquí la visión y vivencia del compositor respondía a sus aspiraciones».

En su caso, en efecto, lo devoto resulta central: describe con agilidad los lugares santos, consignando algún recuerdo de interés como los himnos que cantan al llegar, la compañía de los frailes franciscos o los diferentes ejercicios de devoción. En su primer día en Jerusalén, por ejemplo, dice que «comenzamos con alegría y devoción a andar las estaciones seis peregrinos y algunos frailes, que aunque han visto aquellos santos lugares, huelgan de tornar a andarlos por ganar las indulgencias que en ellos hay» 10 . Alegría y devoción son componentes de lo santo en la mente del músico sevillano. Por todos lados encontramos afirmaciones como «aqueste bendito monte Olivete por donde subimos» 11 , «este tan admirable lugar» 12 , «salidos deste santísimo lugar» 13 ; o, a propósito del Santo Sepulcro: «no se puede decir la gran devoción que aquí se halla considerando que todo lo que en el Evangelio decimos se obró en aquel santísimo lugar» 14 . En otras ocasiones se centra en el impulso contemplativo y evoca el paso de Cristo por esos lugares. Son particularmente sugestivos sus recuerdos y descripciones de Belén y del Santo Sepulcro. En concreto, pudo celebrar misa en la Anástasis, el lugar de la Resurrección, que comenta con emoción:

Aquí dixe Misa, por la misericordia de Dios, y el Oficio della fue de la Resurrección, que fue de gran alegría para mí cuando decía en el Evangelio Surrexit, non est hic, ecce locus, ubi posuerunt eum, señalando con el dedo el lugar donde estuvo Nuestro Salvador. Ciertamente digo que mueve grandemente esta representación tan verdadera 15 .

La sensibilidad sacerdotal del maestro Guerrero le lleva a reflejar de este modo sus impresiones: se entiende así que le resultara un viaje santo y gustoso. El gusto es también teológico y litúrgico: el presbítero dice la misa en el mismo lugar de la Resurrección de Cristo, allí donde los ángeles señalan que resucitó, algo que colma su sentimiento religioso. «Andar las estaciones» es, pues, su objetivo devoto, en el que la «estación» es cualquier paso de la vida de Cristo que el peregrino tiene ocasión de reproducir y hacer suyo mediante la meditación contemplativa realizada durante su propio viaje 16 .

Por otro lado, el gusto de su relato radica también en su interés por la faceta musical de la peregrinación, algo que no extraña, dado su desempeño como maestro de capilla en la catedral de Sevilla. Recordemos que Guerrero es el músico con más presencia en la imprenta renacentista española y que fue editado y reimpreso en bellísimos libros de música fuera de España 17 . Precisamente en 1588 se dirigía a Venecia para imprimir los volúmenes de algunas de sus obras musicales más ambiciosas, los motetes y canciones y las villanesas espirituales (ambos en Venecia, Iago Vincentio, 1589) cuando le surgió la posibilidad de realizar el viaje a Jerusalén. De ahí que el encuentro con la Ciudad Santa y con los Santos Lugares le suscite recuerdos de piezas y sones musicales. Es lógico también que sea Belén el lugar donde su evocación devota resulte más extremada, pues era un consumado experto en villancicos y piezas navideñas. Así describe sus sentimientos en la iglesia de Belén:

Entre el lugar del Nacimiento y del Pesebre está un altar de mármol que señala el lugar donde ofrecieron los Reyes sus dones. Yo como músico tuve mil ansias y deseos de tener allí todos los mejores músicos del mundo, así de voces como de instrumentos, para decir y cantar mil canciones y chançonetas al Niño Jesús y a su Madre santísima y al bendito Ioseph, en compañía de los ángeles, Reyes y pastores 18 .

Debe notarse, de nuevo, esa sugestiva primera persona que da a su viaje un tono confesional, como de testimonio, algo relativamente novedoso en la tradición de los relatos de peregrinación. Retengamos que el siglo XVI es el de la primera persona narrativa, la que leemos en el Lazarillo y entrevemos en las ironías cervantinas o en el romancero nuevo de Lope de Vega. Es claro que los escritores mayores del Siglo de Oro habían leído libros de pastores y de caballerías, literatura religiosa, crónicas, libros historiográficos… A la vista del extraordinario éxito de obras como la de Guerrero, parece evidente que se trata de un formato narrativo y autobiográfico que debían de conocer también esos grandes autores del Siglo de Oro.

El relato de Guerrero será un referente para las obras de su misma estirpe. Pero desde el punto de vista de la historia literaria española, tiene también sus antecedentes, como es obvio. En concreto, debe considerarse fundacional un relato de peregrinación que se divulgó por toda Europa aún en período incunable, la Peregrinatio in Terram Sanctam (Maguncia, 1486) de Bernardo de Breydenbach; en España se difundió como Viaje de la Tierra Santa, en traducción de Martín Martínez de Ampiés (Zaragoza, Pablo Hurus, 1498). Fue también un gran éxito editorial y se adaptó y transmitió con diversos formatos, distintos de la citada princeps española, un bellísimo infolio. Este libro, obra de arte de nuestra imprenta, contenía un detalladísimo mapa plegado de Jerusalén. Se trata de una xilografía desplegable realizada por un pintor, Reuwich, que había viajado a Jerusalén con Breydenbach en los años 80 del siglo XV y que inmortalizó la Ciudad Santa en una excepcional imagen. La cuestión resulta interesante porque inaugura un fenómeno gráfico que también condicionó la difusión de la obra de Guerrero en los siglos siguientes, como veremos.

En realidad, Reuwich diseñó un conjunto de grabados de las diferentes ciudades por las que pasó en su recorrido: sus ilustraciones de Roma, Creta, Alejandría o Jerusalén se incorporaron a las ediciones europeas del Viaje de Breydenbach en forma de xilografías desplegables verdaderamente sugestivas 19 . La que me interesa es una fascinante ilustración de la Ciudad Santa, en la que se indican decenas de lugares santos cuyas formas y lugares aún hoy podemos identificar. Es, pues, una valiosa “fotografía” de la Jerusalén de hacia 1480. En realidad, no es tanto un grabado de Jerusalén, como un grabado del viaje entero a Jerusalén; el artista, hábilmente, reproduce los lugares importantes de todo el viaje y no solo los referidos a la Ciudad Santa: aparecen los puertos de Jaffa y Alejandría o lugares muy distantes (pero igualmente santos) como Damasco o el Sinaí. La alusión al gran puerto cercano a Jerusalén, Jaffa, permite reproducir una embarcación como las que solían emplear peregrinos como Guerrero. En cuanto a Jerusalén, se destaca el Templo de Salomón y la basílica del Santo Sepulcro, como es frecuente en los mapas medievales. Pero se señala también la ubicación de multitud de lugares santos con explicaciones en latín, siempre de modo esquemático y casi minimalista, pero ajustado a los lugares de interés para los peregrinos. Reuwich dibuja también algunos eventos alusivos de la vida de Cristo, como su muerte en el Calvario o su entrada en Jerusalén en el Domingo de Ramos. En mi opinión, esta extraordinaria xilografía, a diferencia de otras que se insertan en el libro de Breydenbach, es, en sí misma, una suerte de viaje a Tierra Santa y puede resultar de utilidad para comprender obras como la de Guerrero: es un dibujo, sí, pero es más una narración, como lo es el relato de nuestro músico y tantos otros. Su inclusión como desplegable en el incunable de 1498 debió de servir para alimentar la imaginación viajera de generaciones de peregrinos.



Mapa de Jerusalén (Reuwich). Digitalizado en alta resolución:

Un aspecto que no podemos obviar si queremos entender cómo fue leído este tipo de libro y cómo se divulgó es el del formato. Una consulta bibliográfica sencilla entre buscadores y digitalizaciones revela que, frente a lo que sucede con el volumen fundacional de los relatos de viajes a Tierra Santa, el tamaño octavo fue el más elegido por los impresores que estamparon el Viaje de Jerusalén de Guerrero en el Siglo de Oro. Se trata de ediciones del tamaño de una mano. No es asunto secundario porque muestra una cuestión fundamental desde el punto de vista de la recepción: el Viaje no solo es una guía y libro de viajes sino también una guía y libro de viajeros. Son, pues, obras de bolso o faltriquera, muchos de ellos subrayados, anotados, usados y reusados. Es claro que este tipo de libro satisfacía muchas expectativas, pero dos de modo principal: la de quien no podía viajar a Jerusalén y se conformaba con leer y rezar con el testimonio de viajeros como Guerrero y la de quien metía el librito en octavo en su equipaje para emplearlo como guía para sus propios pasos y a modo de comparación con su propia experiencia de peregrinación. En suma, no solo es libro con una sugerente prosa de finales del XVI, sino que es también punto de referencia fundamental para otros viajeros.



Delfo y Guerrero (1799): libro de viaje y guía de peregrinos

Un sugestivo corolario acerca de la difusión de la obra del músico sevillano se advierte en un episodio de hermanamiento editorial que, de nuevo, nos habla de la riqueza y vigencia de su tradición literaria: se llegaron a publicar tres ediciones en las que el libro de Guerrero, que subraya lo devoto y personal, va precedido de una guía de peregrinación, más técnica y menos testimonial, el Theatrum Terrae Sanctae del sacerdote holandés Christian van Adrichem, (1533-1595), divulgado en la Península como Breve descripción de la ciudad de Jerusalém y lugares circunvecinos 20 . Adrichem (Adricomio en España) deja a un lado lo meditativo para ofrecer el detalle erudito de los lugares donde se pasa y sus costumbres, la historia de cada lugar sagrado, las medidas de los restos arqueológicos, etc. Es un producto editorial mixto, híbrido, y atractivo para quien preparaba su peregrinación o para quien suplía con la lectura su deseo de pisar los lugares santos 21 . La portada de la edición en octavo de 1799 ofrece dos datos sumamente interesantes 22 : «acompaña a esta descripción el Plano o Mapa Topográfico que le corresponde». En efecto, dentro de las páginas de este libro encontramos de nuevo un desplegable llamativo que ofrece una magnífica “fotografía” de la Jerusalén que conoció Adricomio Delfo en el siglo XVI y que, por eso mismo, nos acerca a la que recorrió el músico sevillano. Se trata de un mapa amplio, titulado «Jerusalem, sus exidos, y los lugares en que Jesucristo padeció como entonces se conocían: su descripción es de Cristiano Adrichomio». El mapa contiene una esmerada recopilación de los lugares santos, que fija y enumera: el templo de Salomón, el Huerto de los Olivos, las estaciones del Vía Crucis, el lugar de la Ascensión y decenas de otros. En los más reseñados, como los citados, no solo se sitúa la ubicación en la Ciudad Santa, sino que se dibuja esquemáticamente la escena a la que aluden. Incluso Delfo añade tradiciones como la de la entrada de Alejandro Magno en la Ciudad Santa, visita apócrifa pero recogida en el Libro de Alexandre y en muchas otras obras literarias. El mapa de Delfo constituye una joya bibliográfica (se trata de un bifolio plegado dentro de un libro en octavo, no dentro de un libro de tamaño folio como sucedía en el incunable de Breydenbach): cada número del mapa se corresponde con una pequeña ficha en el libro de Adricomio y en ella desarrolla la descripción del lugar. Está claro que era una precisa guía de viajeros: estos, gracias a este mapa, podían identificar cada lugar y recorrerlo.



Delfo y Guerrero (1799): mapa del bifolio inserto y plegado

Pero volvamos a la misma portada de este libro; en ella se incluye también la justificación de la inclusión de la obra de Guerrero: «va agregado al fin el viaje de Jerusalem que hizo y escribió Francisco Guerrero, para que se vea la diferencia que hay en esta Ciudad de aquel tiempo al de ahora». El relato de Guerrero se había convertido en un icono y hasta la propia experiencia viajera comparada ofrecía un ingrediente adicional que lo hacía aún más atractivo para el peregrino: se trata de «que se vea la diferencia». Lo sugerente es que el viaje de Adricomio Delfo había sido propiamente contemporáneo del de Guerrero: sin embargo, para los siglos siguientes uno aporta el testimonio escrito de su experiencia (el relato de peregrinación) y otro las referencias técnicas y gráficas de los lugares visitables (la guía de viaje). Sea como fuere, Guerrero se hace tradición en los siglos siguientes.

Uno de los mejores amigos de Guerrero fue el célebre Francisco Pacheco, suegro de Velázquez y gran admirador de nuestro autor, al que acogió en muchas ocasiones en su famosa academia hispalense. Pacheco incluyó a Guerrero en esa sugestiva galería de hombres ilustres que es el Libro de retratos de la Biblioteca Lázaro Galdiano. Lo interesante para rematar estas reflexiones es que Pacheco no se olvida de Jerusalén cuando tiene que narrar la muerte del músico amigo:

Su piedad y devoción con la Tierra Santa fue tal que propuso volver segunda vez; pero quiso Dios premiarle antes, a los 72 años de su edad y 44 de maestro en Sevilla, con una muerte muy digna de envidiar, año 1599, siendo sus últimas palabras las del Psalmo 121: In domum Domini ibimus. Honróle su Cabildo con mayores demostraciones que a ninguno de sus predecesores, colocando su cuerpo en la Capilla de Nuestra Señora de la Antigua 23 .

Quizá sea una anécdota apócrifa, pero resulta muy pertinente. Genio y figura, el maestro Guerrero habría citado en sus últimas palabras el salmo 121 que incide en el gozo del peregrino al llegar a la Ciudad Santa recién restaurada («¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!»); este salmo era uno de los llamados salmos de las subidas, que se recitaba cuando se aproximaba el peregrino a la Ciudad Santa: «ya están pisando nuestros pies, tus umbrales, Jerusalén». Algo similar puede verificarse en la actualidad en el lugar donde fue enterrado el músico sevillano. En efecto, en la catedral de Sevilla, muy cerca del túmulo de Colón, se conserva una lápida del XVIII que actualiza la originaria. En ella figura esta leyenda:

Aquí yace Francisco Guerrero, maestro de capilla y racionero desta Santa Iglesia, que falleció habiendo visitado la Santa Ciudad y Casa Santa de Jerusalén y Belén, y venerar su Santa Iglesia y demás Tierras Santas. Sirvió en esta Santa Iglesia 44 años y falleció a los 84 de su edad. Rueguen a Dios por él 24 .

Jerusalén fascinó en vida al gran músico sevillano y así terminó sus días, invocándola. Es la Jerusalén conquistada por el maestro Guerrero: no por las armas, sino por su música, su devoción, sus palabras y sus pasos.

BIBLIOGRAFÍA

Alonso Asenjo, Julio, «En torno al Viaje de Jerusalén de Francisco Guerrero», en Maravillas, peregrinaciones y utopías: literatura de viajes en el mundo románico, coord. Rafael Beltrán, Valencia, Universidad de Valencia (Servicio de Publicaciones), 2002, pp. 113-150.

Breidenbach, Bernardo de, Viaje de la Tierra Santa, ed. Pedro Tena, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2002.

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Gómez Redondo, Fernando, Historia de la prosa medieval castellana, II, Madrid, Cátedra, 1999.

Gómez Redondo, Fernando, Historia de la prosa medieval castellana, III, Madrid, Cátedra, 2002.

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González, Herminio, Francisco Guerrero (1528-1599). Vida y obra. La música en la catedral de Sevilla a finales del siglo XVI, Sevilla, Cabildo Metropolitano, 2000.

Guerrero, Francisco, Viage de Jerusalem que hizo Francisco Guerrero, ed. José Francisco Sáez y Gonzalo Flor, en Herminio González, Francisco Guerrero (1528-1599). Vida y obra. La música en la catedral de Sevilla a finales del siglo XVI, Sevilla, Cabildo Metropolitano, 2000, pp. 735-791.

Lama, Víctor de, «Los viajes a Tierra Santa en los Siglos de Oro: entidad y fortuna de un género olvidado», Revista de Filología Española, 99, fasc. 1, 2019, pp. 89-112.

Lama, Víctor de, «Urbs Beata Hierusalem»: los viajes a Tierra Santa en los siglos XVI y XVII (catálogo de la exposición Urbs Beata Hierusalmen, BNE, 22 de septiembre de 2017 a 8 de enero de 2018), Madrid, Biblioteca Nacional de España / Ministerio de Cultura, 2017. Disponible en http://www.bne.es.

Llorens Cisteró, Josep Maria, «Francisco Guerrero», en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico, http://dbe.rah.es/biografias/11053/francisco-guerrero [consulta: 25-8-2020].

Pérez Priego, Miguel Ángel, Viajeros y libros de viajes en la España medieval, Madrid, UNED, 2002.

Solano Cazorla, Antonio, El viaje de Jerusalem, de Francisco Guerrero (Valencia, 1593), Lemir, 4 (Anexos Lemir), 2000, edición disponible en https://parnaseo.uv.es/Lemir/Textos/Viaje/inicio.htm [consulta: 28-8-2020].

Notas

* Este trabajo se enmarca en el contexto de los objetivos y enfoques de dos grupos de investigación de la UCM: el Grupo «Hibridismo literario y cultura áurea» (Ref. 970841), que dirige Esther Borrego Gutiérrez, y el grupo de investigación «Sociedad y literatura hispánicas entre la Edad Media y el Renacimiento», dirigido por Ángel Gómez Moreno. La primera versión de estas reflexiones se divulgó en el marco del XX Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas en la Universidad Hebrea de Jerusalén (julio de 2019).

1. Guerrero, Viaje, p. 758. Sigo la transcripción de la edición de 1693 que realiza Sáez Guillén en González, 2000, pp. 735-791, que constituye una valiosa puesta al día bibliográfica del maestro Guerrero. Simplifico grupos consonánticos, normalizo el uso de mayúsculas y actualizo algunas marcas gráficas. Hay edición electrónica, con algunos comentarios, en Solano Cazorla, 2000.

2. «Urbs Jerusalem beata / Dicta pacis visio / Quæ construitur in coelis / Vivis ex lapidibus, / Et angelis coronata / Ut sponsata comité» («Bienaventurada ciudad de Jerusalén, / llamada “visión de la paz”, / construida en los cielos / con piedras vivas, / y coronada por los ángeles / como una esposa para su esposo»). El himno encuentra su inspiración bíblica en Efesios, 2, 20 y 1 Pedro, 2, 5 y el célebre capítulo 21 del Apocalipsis en el que se describe la Jerusalén celestial.

3. Guerrero, Viaje, p. 791. Algunos bibliógrafos han sugerido una edición valenciana previa, de 1590, pero parece un fantasma. En mi opinión la princeps es la edición sevillana de 1592.

4. Lama, 2019, p. 104. «El olvido de los libros de viajes de peregrinación» es precisamente el primer epígrafe de Lama (2019). Además, sobre la obra de Guerrero debe verse González, 2000, con sus apéndices. A propósito de los libros de viajes en su contexto literario cuatrocentista y quinientista debe consultarse Pérez Priego, 2002, y Gómez Redondo (1999, II, 1821-1852; 2002, III, 3402-3439 y 2012, II, 1959-2054), así como García Sánchez, 2010.

5. Exposición en la Biblioteca Nacional de España (Sala Hipóstila), del 22 de septiembre de 2017 al 7 de enero de 2018. Comisario: Víctor de Lama (UCM). Ayudante del Comisario: Álvaro Bustos (UCM), http://www.bne.es/es/Actividades/Exposiciones/Exposiciones/Exposiciones2017/Urbsbeatahierusalem.html [consulta: 25-08-2020]. Pueden verse ahí algunas imágenes y digitalizaciones. La exposición contó con un extraordinario conjunto de libros antiguos, procedentes en muchos casos de la rica colección de la Biblioteca Nacional. Fue diseñada en torno a varias secciones; en su punto de partida se trataba de describir la relevancia de Jerusalén y su condición de Tierra Santa para diversas culturas y tradiciones. El remate no era otro que algunas lonas y cronogramas que trataban de mostrar el éxito editorial de los libros de peregrinación en el Siglo de Oro

6. En concreto, se trata de las siguientes: 1590*, Valencia, Navarro, 8.º; 1592, Sevilla, Juan de León, 8.º; 1593, Valencia, Herederos de Navarro, 8.º; 1594, Barcelona, Viuda de Baressona, 8.º; 1596, Sevilla, s. n., 8.º; 1596, Barcelona, Graells y Dotil, 8.º. Reúno datos a partir de Sáez Guillén, en González, 2000, pp. 739-747. Por su interés, ofrezco el dato del formato.

7. 1605, Alcalá: Gracián, 8.º; 1611, Alcalá: Ezpeleta, 12º; 1614*, Madrid, s. n., 8.º; 1620, Cádiz, s. n., 8.º; 1620, Sevilla, Clavijo, 8.º; 1627, Sevilla, Clavijo, 8.º; 1632, Madrid, viuda de Madrigal, 8.º: 1634, Sevilla, Pedro Gómez, 8.º; 1644, Madrid, María de Quiñones, 8.º; 1645*, Sevilla, s. n., 8.º; 1668, Valladolid, Inés de Legedo, 8.º; 1669, Valladolid, Valdivieso, 8.º; 1693, Córdoba, Valverde y Cortés, 8.º; 1694, Sevilla, Hermosilla, 8.º.

8. 1717, Sevilla, Leefdael, 8.º; 1728, Sevilla, Viuda de Hermosilla, 8.º; 1734*, Lisboa, s. n., 4.º; 1785, Valladolid, Riego, 8.º; 1790, Madrid, Urrutia, 9.º.

9. Alonso Asenjo, 2002, p. 134.

10. Guerrero, Viaje, p. 760.

11. Guerrero, Viaje, p. 759.

12. Guerrero, Viaje, p. 770.

13. Guerrero, Viaje, p. 779.

14. Guerrero, Viaje, p. 778.

15. Guerrero, Viaje, p. 779.

16. Lo sabía muy bien Góngora, como se sigue del verso inicial de sus Soledades: «Pasos de un peregrino son / errante».

17. Al respecto, véase la entrada correspondiente a Guerrero en el Diccionario Biográfico Español, obra de Llorens Cisteró: http://dbe.rah.es/biografias/11053/francisco-guerrero [consulta: 25-8-2020]. Llorens lo ubica junto a Morales y a Victoria, entre los tres grandes de su tiempo. De Guerrero subraya que «es el compositor de temple hispano más acusado, el único del siglo que permaneciendo en la Península vio sus obras impresas en España, Francia, Italia y Flandes».

18. Guerrero, Viaje, p. 774.

19. Para la citada exposición se realizó una digitalización muy detallada del grabado de Reuwich de la propia Jerusalén. Puede verse y descargarse, junto con otros materiales gráficos de la exposición, aquí: http://www.bne.es/es/AreaPrensa/MaterialGrafico/Exposiciones/Historico/2017/Urbs-Beata/index.html [consulta: 25-8-2020]

20. En concreto los datos editoriales de las cuatro ediciones conjuntas son los siguientes (Sáez Guillén, en González, 2000, pp. 739-747): 1603, Valencia, Garriz; 1780, Barcelona, Piferrer, 8.º; 1799, Madrid, Cano, 8.º; 1805, Madrid, Beneficencia, 8.º. Alonso Asenjo (2002, pp. 146-151) estudia esta asociación del libro de Delfo y el relato de Guerrero.

21. A propósito de la primera edición (Valencia, 1603), precisa Alonso Asenjo (2002, p. 146) que «fue su editor en Valencia Roque Sonzonio, quien la dedicó al entonces Arzobispo y Capitán General de Valencia, don Juan de Ribera y encargó su impresión en 1603 a Juan Crisóstomo Gárriz, en la estampa junto al Molino de la Rovella, continuador, por tanto, del negocio de Juan Navarro y sus Herederos, en las mismas prensas que habían imprimido la anterior valenciana (1593) del Viaje de Jersualén de Francisco Guerrero».

22. La he podido consultar en el ejemplar R-31081 de la Biblioteca Nacional de España. La edición de Madrid, 1799, se publicó en la Oficina de Cano.

23. Citado por Hernández, 2000, p. 102.

24. González, 2000, p. 104. En realidad, murió a los 71 años, puesto que había nacido en 1528.

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