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«Sicut apes». Recepción e imitación de los clásicos en el Siglo de Oro y creación artística híbrida (texto e imagen)*
«Sicut apes». Reception and Imitation of the Classics in the Golden Age and Hybrid Artistic Creation (Text and Image)

Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, vol. 9, núm. 1,

Instituto de Estudios Auriseculares

Sagrario López Poza

Universidade da Coruña, España

Recibido: 11 Enero 2021

Aceptado: 05 Febrero 2021

Resumen: Para evaluar la producción de nuestros autores del Siglo de Oro es muy importante conocer cuáles eran los métodos que emplearon en su formación para leer, para aprender, para crear y producir nuevas obras. Este trabajo se ocupa de explorar esos procesos, desde las técnicas para elaborar el codex excerptorius personal a la importancia de la imprenta como fenómeno divulgador y moldeador de una cultura por medio de las polianteas o las selecciones impresas de la Antología griega, enriquecidas con traducción al latín de los epigramas e imitaciones de diversos notables humanistas que estimularon la creación e imitación en las aulas. Se analizan también métodos uniformes seguidos en muchos países por los colegios de la Compañía de Jesús, que hicieron universal una herencia cultural y unas formas de recepción y creación artística. Incidimos, en especial, en el hermanamiento de texto e imagen como formas híbridas de notable utilidad para la educación y la propaganda ideológica.

Palabras clave: Recepción e imitación, Siglo de Oro, polianteas, métodos de enseñanza de jesuitas, imagen y palabra, codex excerptorius .

Abstract: To evaluate the production of our authors of the Golden Age, it is very important to know what were the methods they used in their training to read, to learn, to create and produce new works. This paper deals with exploring these processes, from the techniques to elaborate the personal codex excerptorius to the importance of the printing press as a popularizing and shaping phenomenon of a culture by means of poliantheae or printed selections from the Greek Anthology, enriched with translation from Greek to Latin for epigrams and imitations of various notable humanists who encouraged creation and imitation in the classroom. Uniform methods followed in many countries by the schools of the Society of Jesus, that made the cultural heritage and certain forms of artistic reception and creation universal thanks to the geographical dispersion of their schools are also analyzed. We emphasize, especially, the twinning of text and image as hybrid forms of remarkable utility for education and ideological propaganda.

Keywords: Reception and imitation, Golden Age, Codex excerptorius , Polyantheae, Jesuit teaching methods, Image and word.

Introducción 1

Cuando hablamos de cultura áurea, a menudo nos referimos a los resultados de la producción artística o literaria, pero pocas veces se focaliza el interés en cómo fue adquirida esa cultura, qué métodos empleaban los autores para leer, para aprender, para crear y producir nuevas obras. Aun con la limitación del breve espacio de que dispongo, pretendo acercarme a esos aspectos que a mi juicio permiten un mejor conocimiento de los procesos creativos de nuestros autores del Siglo de Oro.

Importa que tengamos en cuenta una fecha que hoy casi tenemos olvidada, pero que por muchas razones habría que recordar. Me refiero a 1453, año en que se produjo un acontecimiento que iba a influir notablemente en la cultura europea: la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos, con que se ponía fin no solo al imperio romano de Oriente sino a toda una era. Muchos hombres doctos huyeron hacia Italia, llevando consigo los manuscritos que pudieron salvar; algunos consiguieron trabajo en casas de la nobleza, para la educación de sus hijos, y otros pudieron influir en ámbitos académicos más amplios. Estos intelectuales importaron a Italia sus sistemas de trabajo e incorporaron innovaciones metodológicas que fueron llegando a distintos lugares de Europa hacia finales del siglo XV y comienzos del XVI. Entre esas innovaciones metodológicas estaban, según Sandra Ramos Maldonado:

a) el uso de una ratio breue et compediosa con el abandono de los métodos de estudio gramaticales exhaustivos, farragosos y tediosos para los estudiantes, b) el cultivo de la memoria reservado a la lectura y aprendizaje de los buenos autores clásicos, antiqui y recentiores, mediante el usus y la exercitatio y c) el empleo de métodos activos y agradables para los jóvenes estudiantes para mantener despierta su atención según el precepto horaciano docere delectando. Sobre estos tres fundamentos descansan a su vez los dos grandes pilares, por así decirlo, sobre los que se asienta el aprendizaje del latín en el Renacimiento […] a) la elaboración por parte del alumno del llamado codex excerptorius, […] y b) la selección por parte del profesor de una colección de textos (chrestomathiae) bien seleccionados para que los alumnos trabajen en ellos y adquieran al mismo tiempo determinadas destrezas lingüísticas, literarias o retóricas, técnica basada a su vez en los progymnasmata, ejercicios prácticos de la tradición retórica clásica 2 .

Voy a dedicar un momento a lo que atañe al codex excerptorius, método de lectura y acopio de modelos para imitación posterior recomendado por humanistas como:

No hemos de olvidar que la imitación de modelos (conocida como doctrina de la Imitatio auctoris) fue vista en el Renacimiento como una necesidad, en el sentido de que resultaba inviable el llegar a ser un gran escritor sin imitar a los autores relevantes del pasado. Esta imitación compuesta, tomando varios modelos y evitando la disonancia entre ellos, incluía no solo versos sino también una técnica retórica.

Erasmo indicaba con todo detalle cómo debía hacerse la lectura en su libro: De copia uerborum et rerum libri duo (1525). Según el humanista, la lectura exigía una actitud activa. Si algo llamaba la atención, ya fuera por la forma o por el sentido, debía señalarse el lugar poniendo en el margen un asterisco o una manicula. Luego, habría que volver sobre esa lectura, y tomar nota de lo señalado, en un cuaderno de hojas en blanco distribuidas en diferentes títulos o encabezamientos. Erasmo anima a quien ha disfrutado de esos lugares a que los use después en sus propios escritos y los divulgue. Explica que todo aquello que al lector le parece digno de ser tenido en cuenta, debía no solo anotarlo, sino analizar la causa por la que había atraído su atención (ya fuera por la agudeza, la armonía de la composición, la perfecta oratoria…) y luego memorizarlo y reutilizarlo. Adagios, sentencias, anécdotas históricas o fábulas y toda frase aguda y breve o ingeniosa debía atesorarse con el ánimo de divulgarlo o imitarlo siempre que conviniera, lo cual confería «venustas» (belleza) al estilo.

Lo que no podía confiarse a la memoria, debía anotarse en el codex excerptorius, tabla, proverbiador o cartapacio, un libro hecho por todo estudiante o lector competente con hojas en blanco en que se agrupaban las citas por materias bajo unos títulos. Aunque este era el método más utilizado, algunos prefirieron las esquelaeo fichas como las que hemos usado hasta no hace mucho tiempo. El material iba formando un ajuar o thesaurus del que el humanista echaba mano cuando precisaba de argumentos de autoridad o inspiración para la inventio, tanto para composición en poesía como en prosa.

Varios humanistas notables, recomendaban lo mismo, dando más o menos detalles de cómo elaborar el cuaderno personal (codex excerptorius) donde el estudiante debía anotar todo cuanto de sus lecturas le parecía que podía serle de utilidad más adelante.

Juan Luis Vives es más preciso en las instrucciones para elaborar el cuaderno de acopio personal de lugares selectos. En De disciplinis (1531) 3 , en la sección titulada De tradendis disciplinis, seu de institutione Christiana (libro III), dedica un espacio a «De lo que toca a los discípulos; primeramente provéanse de cuadernos donde, con diligencia, registren todo lo digno de nota que hallaren en la lección privada o en la explicación del maestro». Es decir, Vives propone dividir un cuaderno de hojas en blanco en doce apartados con un título (más uno de dudas), en que se anotarán:

  1. 1. palabras sueltas singulares,

  2. 2. propiedades oratorias,

  3. 3. historias,

  4. 4. fábulas,

  5. 5. dichos y sentencias graves,

  6. 6. dichos ingeniosos,

  7. 7. proverbios,

  8. 8. hombres famosos,

  9. 9. ciudades insignes,

  10. 10. animales,

  11. 11. plantas y gemas peregrinas,

  12. 12. lugares difíciles de autores explicados, y por último:

  13. 13. dudas no resueltas.

Con pequeñas variantes lo había expresado en la epístola que dirige en Londres, en 1523, a «Carolo Montioio, Gulielmi filio» 4 , recogida en Opuscula o en otras ediciones que reúnen epístolas u obras de Vives de poca extensión. En algunas ediciones se incluye en una sección bajo el epígrafe: «De ratione studii puerilis lectio». En el apartado «Annotationes», da instrucciones al joven de cómo elaborar su codex excerptorius 5 . En la edición de Obras completas de Vives, de Lorenzo Riber (1948) se traduce así:

Te agenciarás un libro en blanco de un tamaño razonable, y lo distribuirás en ciertas secciones y como nidos: en una de estas secciones anotarás los vocablos de uso cotidiano, como los relativos al ánimo, cuerpo, acciones comunes, juegos, vestidos, habitáculos, comidas. En otra las frases hechas y los modismos o las que comprenden pocas personas, o aquellas que han de utilizarse con más frecuencia; en otro, las sentencias, en otro los dichos festivos, en otro los ingeniosos; en otro los proverbios, en otro los lugares difíciles de los escritores y los que a ti o a tu preceptor os parezcan. De este modo todo lo tendrás anotado y puesto en buen orden. Y no sea el libro solo quien sepa todo aquello; tú tienes que leerlo, releerlo y confiarlo en la memoria por manera que lo lleves no tanto en el alma como en el libro; y ocúrransete todas cuantas veces te fuere necesario, pues poco aprovecha tener libros sabios si tienes ignorante el alma (vol. 2, pp. 328-329).

Lorenzo Palmireno, catedrático de Retórica en Zaragoza y Valencia, (1561-1579) describe también el método, que él denomina «el prouerbiador. Cartapacio» en El estudioso de la aldea (1568):

Por perezoso que sea el estudiante, suele tener un libro, donde escriue lo que mas le agrada: a este llaman Codex excerptorius, Prouerbiador, o Cartapacio. Es la llaue de la doctrina, ayuda de memoria, y en fin no puedes estar sin él (p. 132).

Aconseja seguir el orden por loci communes recomendado por Juan Luis Vives, que le parece más adecuado para los niños que el de Erasmo, y a cada lugar otorga un número. Indica con precisión cómo debe prepararse el Cartapacio, que no estaba destinado solo a estudiantes jóvenes; la compilación personal que hubiera ido elaborando un estudioso a lo largo de su vida sería joya preciosa para otro erudito, como parece desprenderse de sus palabras:

Tomemos dos manos de papel, o mano y media [cada mano son 5 cuadernillos], y hecho un libro, partamos aquellas hojas de modo, que haya cierto número para las materias que en cada capitulico de la margen de la hoja passada se señalan. [Se refiere a la lista del 1 al 14 que ha indicado] […] Todos los doctos que he conoscido, guardauan este orden; principalmente el Doctor Pere Jayme Esteue, porque los dos conferiamos cada mes lo que hauiamos cogido: y tenia libro para cosas de autores Griegos, y otro para Latinos, y otro para Medicina. Dichoso el que los haura comprado: porque quando en su muerte hizieron almoneda, yo estaua en Çaragoça (p. 135).

Justo Lipsio, el famoso humanista belga, recomendaba a todo estudioso o letrado, en el capítulo XII de su Epistolica Institutio (1587), hacer una colección de notas o de citas (excerpta), e incluso dividirlo en tres libros separados donde anotar: giros (formulae), ornamentos (ornamentum) y vocabulario (dictio). Recomienda almacenar en la memoria las imágenes, las alegorías, los trazos o puntos, las frases propias para conferir a un estilo su venustas 6 (fig. 1). Y a sus alumnos, les recomendaba leer la obra de Tácito aplicando el método del codex excerptorius, anotando lo que interesara en las hojas de las diversas secciones con títulos para cada cosa que mereciera ser recordada, repasada, imitada, citada.

Comentarios sobre el uso de cartapacios de lugares comunes pueden leerse en obras arriba mencionadas, como la Primera parte de la Rhetórica (1589), de Juan de Guzmán (López Poza, 2000, p. 191) y en la Rhetorica en lengua castellana (1541) de Miguel de Salinas (Aragüés Aldaz, 2016). Ha habido interesantes aportaciones desde la aproximación bibliográfica de López Poza (1990), en especial a partir del excelente ensayo de Ann Moss (1996), hasta la recopilación de trabajos más reciente ( Forgetting Machines… (2016).

El saber enciclopédico

A la vez que todo estudiante o lector cuidadoso creaba su codex excerptorius personal, desde los inicios del siglo XVI, algunos humanistas colaboraron con editores o impresores que vieron un negocio exitoso en la publicación impresa de repertorios de citas o sentencias como auxiliares para la inventio y ayuda para la argumentación de poetas, oradores, predicadores y artistas en general. Solían ser enciclopedias temáticas, organizadas según distintas taxonomías y criterios diferentes y con una ordenación por temas o lugares comunes. Los títulos son bien significativos: Sylva, Thesaurus, Theatrum, Syntaxis, Panoptikon, Viridarium, Flores, Florilegium, Argumenta, Hortus Floridus… o sus equivalentes en lenguas vulgares: Teatro, Fábrica, Jardín, Florilegio, etc. Hasta dos centenares de autores se vieron implicados en la producción de estas ayudas para la creación o la erudición.

Sin embargo, entre todas, destaca la que se publicó en 1503, en Savona, Italia, por el humanista italiano Domenico Nani Mirabelli, nacido en Savona o Alba Pompeia, en el Piamonte italiano, donde enseñó letras y fue protonotario apostólico y arcipreste de la iglesia catedral. Su título sería empleado por muchas otras que siguieron el modelo: Polyanthea opus suauissimis floribus exornatum compositum y gozó de un inmediato éxito editorial convirtiéndose enseguida en instrumento imprescindible de todo hombre de letras (sagradas o profanas) de los siglos XVI-XVII. Tuvo al menos 40 ediciones hasta 1681 (y aún otra en 1735) en versiones que fueron ampliándose con participación de diversos compiladores (fig. 2).

La palabra polyanthea (muchas flores), con su sentido metafórico, anuncia la intención de aportar los mejores ejemplos ilustrativos de fragmentos de texto tomados de muchos autores y ofrecer así un jardín del conocimiento. A esta forma griega le corresponde la latina florilegium, y así vemos a ambas palabras juntas a menudo en los títulos, que a veces comparten con anthologia.

Las Polyantheae, a su vez, ofrecían recursos de dos órdenes: por una parte, los epígrafes generales de donde extraer la materia o aclarar el punto de partida de variaciones y desarrollos (con la ayuda frecuente de cuadros sinópticos y divisiones complejas); por otra parte, para cada tema, una sucesión de citas que pueden apuntalar el discurso, ornarlo y dotarlo de la autoridad precisa. Por tanto hay amalgama de categorías que la retórica tradicional se había esforzado en diferenciar: el locus argumentatorum, base de los argumentos, que representa el sustrato de la inventio, el locus communis propiamente dicho o topos que corresponde a una primera amplificación, y la cita que juega sobre el doble plano del ornatus y de la auctoritas. El espacio del libro se convierte en analógico del espacio que organiza la memoria. Los artículos más importantes llevan delante unas tablas y cuadros sinópticos y desempeñan el papel de teatro de la memoria. El escritor contempla en el florilegio la tradición que funda su cultura, pero también se la apropia y se nutre de ella.

La Polyanthea de Domenico Nani Mirabelli en su editio princeps tenía 339 folios, y su colofón (fig. 3) aporta un interesante abstract o síntesis de la obra donde se indica que se ofrece vocabulario con definiciones, descripciones, equivalencias en griego. Aporta sentencias de la biblia, de los cuatro doctores de la Iglesia y otros santos, filósofos, historiadores, poetas latinos y griegos, así como citas de autores más modernos, como Dante y Petrarca. Señala que en algunos casos se facilitan cuadros sinópticos para ayuda de la memoria.


Fig. 3.
Polyanthea de Mirabelli, 1503, p. 339

La Polyanthea se propagó por Italia, Francia, Alemania, España, Portugal, y otros países en varias reediciones aumentadas: 1507, 1512, 1517, 1539, 1541, 1546, 1552, 1567, 1574, 1575 y 1582. Sucedieron ampliaciones como las de Estrasburgo (Argentoratum) de 1517 y la de Colonia de 1546. Aumentaron los materiales con la participación de Bartholomaeus Amantius (1552) y Franciscus Tortius (1585) —en fig. 4, edición de Venecia de 1592—. El editor de Colonia, Martinus Cholinus, incorporó doscientas treinta y una adiciones de Bartolomé Amantio y las flores et sententiae reunidas por un erudito francés, François de Tort.


Fig. 4.
Polyanthea, Venecia, 1592

Pero fue de más importancia la reestructuración y ampliación que se produjo en la Polyanthea a partir de 1604, con la intervención de un profesor de origen alsaciano, protestante que más adelante se hizo católico y que enseñó matemáticas y griego en Friburgo: Joseph Lange —Josephus Langius— (1570-1615), que engrosó el contenido del repertorio hasta el punto de contar, desde 1620, con más de 3.000 columnas de texto. Con Langius colaboró François Dubois de Lille a partir de la edición de 1621 7 . El libro se incrementó de 430.000 palabras en 1503 a un millón en 1585 y aumentó a 2,5 millones de palabras en la edición de 1619.

El título inicial fue presentando variaciones que indicaban que la obra había sido ampliada, pero cualquiera de sus diferentes versiones a lo largo de los siglos XVI y XVII se consideraba como la Polyanthea por antonomasia.

Mirabelli organizó el contenido por conceptos que corresponden por lo general a los lugares comunes de la Retórica y la Oratoria y en forma alfabética. Esto fue muy importante para el éxito de la obra, ya que los demás compiladores organizaban el contenido por temas. Los equipos que aumentan la obra, aunque a veces reorganizaron la ordenación interna de los conceptos tratados, mantuvieron el orden alfabético. Los artículos no son tratados de forma idéntica, y hay gran diferencia entre las primeras ediciones y las últimas. Ofrecen una variedad de información agrupada por lugares comunes de erudición que en el caso de un concepto complejo y en la edición más completa puede constar de:

  • etimología y definición,

  • clasificaciones posibles del concepto,

  • citas bíblicas relacionadas con el concepto,

  • citas de los Padres de la Iglesia y de autores cristianos medievales,

  • citas de autores clásicos griegos y latinos,

  • de autores contemporáneos,

  • símiles,

  • sentencias (de filósofos, de poetas),

  • exempla sacra, exempla profana,

  • apotegmas, adagios, fábulas, apólogos, emblemas.

Y así cualquier intelectual, predicador, escritor, poeta, estudiante, podía hallar por un lado fuentes de la inventio y a la vez ornato suficiente para apuntalar su discurso con erudición 8 .

A medida que la imprenta fue publicando con mayor frecuencia obras de este tipo, los autores se fueron confiando y cada vez atendían menos a incrementar sus cartapacios personales. Un número cada vez mayor de personas hacen ostentación de una erudición que en la mayor parte de las ocasiones no era auténtica —pues no procedía de sus propias lecturas—, sino tomada de este tipo de herramientas auxiliares. Esto se advierte en las críticas que algunos hacen de ello, como Juan de Guzmán, en su Primera parte de la Rhetórica (1589). El jesuita Nicolas Caussin, en los primeros decenios del s. XVII, ya da por superfluo elaborar el cartapacio personal, dada la gran cantidad de enciclopedias y polianteas que existen 9 . Sin embargo, la casi suma perfección a que llegó la Polyanthea en las versiones de Lange no pudo ser superada por una importante obra que se produjo en el siglo XVII pero que no sería de la misma utilidad rápida que las precedentes. Su carácter mucho más enciclopédico y su disposición en varios volúmenes limitaba el acceso a ella y su precio la hacía inasequible. Me refiero al Magnum theatrum vitae humanae, del belga Lorenzo Beyerlinck, que según las ediciones se componía de siete volúmenes (Colonia, 1631) u ocho (Venecia, 1707), que ofrecen información en la forma habitual de las polianteas, aunque el volumen octavo, voluminoso como los demás, contiene solo índices. Todo puede hallarse en esta obra, que proporciona ayuda eficaz al que busca gracias a un inteligente empleo de recursos tipográficos. Los nombres propios tienen entrada en versalitas redondas, y los comunes en caja baja cursiva. Tiene de particular que envía no solo a autores clásicos, sino que cita a modernos como Erasmo (Adagia) o a Pierio Valeriano (Hieroglyphica). A lo elocuente de su título metafórico se une el interés de la portada del tomo I, que es una representación de la Tabula Cebetis en un hermoso grabado calcográfico firmado «Ger Audran fecit» (fig. 5).


Fig. 5.
Beyerlinck, Theatrum vitae humanae… Lugduni, Huguetan y Ravaud, 1656, v. I. Ejemplar de la Biblioteca Herzog August Bibliothek Wolfenbüttel

A pesar de las limitaciones que su extensión en varios volúmenes imponía para su consulta, la obra gozó de al menos siete ediciones, desde la que parece más temprana, en 1631, hasta la última en 1707. Hay artículos que ocupan hasta 90 páginas.

En este lapso de tiempo, los hábitos habían cambiado, y a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, aunque siguiera practicándose el método del codex excerptorius, la erudición de primera mano era cada vez más escasa. Prácticamente todos los escritores de la segunda parte del siglo XVI y todo el XVII usaron estas ayudas para sus creaciones.

En resumen, podemos decir, pues, que se fue creando un método de lectura y una metodología para el acopio de fuentes necesarias para la creación, que primero fue un sistema personal y la imprenta introdujo nuevas fórmulas de acceso, algo similar a lo que estamos viviendo hoy con la generalización del uso de Internet como un nuevo método de acceso a la información que ha producido sustanciales cambios en los procesos relacionados con la investigación y la creación.

EJERCICIOS DE IMITACIÓN

¿Qué tipo de ejercicios realizaban alumnos como Quevedo, Lope, Gracián, Calderón… los más importantes autores del siglo XVII, y algunos del siglo anterior?

Aunque existían hábitos y métodos que se practicaban en escuelas como la de Lope de Hoyos, a la que asistió Cervantes en Madrid, la verdadera revolución llegó con los jesuitas, que se fueron estableciendo en las principales ciudades europeas poco antes de que comenzara la segunda mitad del siglo XVI y que fueron extendiéndose con rapidez por toda Europa, América y algunos lugares de Asia, apoyados por quienes consideraban que era uno de los principales instrumentos de la Contrarreforma. Muchos hijos de la pequeña nobleza y de la burguesía acudían a sus colegios como alumnos internos o externos.


Fig. 6.
Creación y matrícula en colegios de la Compañía de Jesús

En España, el primer colegio se instaló en Gandía, en 1544 (sede ducal de Francisco de Borja, tercer general de la Compañía de Jesús). Siguió el Colegio de Mesina (Sicilia). Cuando murió el fundador de la orden, Ignacio de Loyola, en 1556, habían fundado 33 colegios en Italia, España, Portugal, Austria, Bohemia, Francia y Alemania. En 1581 ya tenían 150 colegios, con una matrícula considerable (fig. 6) Cuando se promulgó la Ratio Studiorum (1599), de la que trataré a continuación, la Compañía de Jesús ya tenía 245 colegios. En 1626 el número de escuelas fundadas era de 441. En 1749 tenían 669. En esa fecha, en Francia, había 92 escuelas con unos 40.000 alumnos. Su sistema de enseñanza se había extendido más allá de Europa: a India, Cuba, México y Filipinas.

¿A qué se debía el éxito? Los jesuitas enseñaron según un método expuesto en su Ratio Studiorum que impulsaba la reflexión, la acción y la experiencia, e igualaba a un joven educado en París, Roma, Madrid o México.

El Colegio Imperial de Madrid se fundó en terrenos donados por la hermana de Felipe II (la emperatriz María de Austria) y entre sus estudiantes estuvieron algunos de los más importantes literatos del Siglo de Oro: Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Calderón de la Barca; y entre los profesores, Juan Eusebio Nieremberg. Algunos escritores famosos, como Baltasar Gracián, fueron miembros de la Compañía de Jesús.

Los jesuitas tuvieron enfrentamientos intelectuales, políticos y sociales, pero su método de enseñanza ganó terreno y fue determinante en la forma de recepción y difusión del conocimiento. El documento Ratio Studiorum estableció el plan general de la «educación jesuita», basado en el conocimiento de los autores antiguos, respeto a la personalidad del niño, diálogo continuo entre maestro y alumno, espíritu de emulación, búsqueda del equilibrio entre cuerpo y mente y apertura al mundo.

Era preciso saber latín, pero cada vez se publicaban más misceláneas de curiosidades eruditas en lengua española, destinadas a un público con capacidad adquisitiva, pero sin la formación suficiente en latín. Buena parte de los autores de estas obras eran también jesuitas, como el padre Nicolas Caussin cuya Corte santa, traducida del francés, gozó de espectacular éxito entre personas de una cultura media, o la variedad de obras del padre Nieremberg (tanto en latín como en castellano) que alimentaban la sed de argumentos o curiosidades no solo de sacerdotes ávidos de motivos de invención para sus sermones, sino de académicos, cortesanos, frecuentadores de salones o mentideros, etc.

Algunos de los ejercicios descritos en la Ratio Studiorum fueron determinantes para la forma en que produjeron los escritores de los siglos XVI y XVII. Veamos algún fragmento de la Ratio Studiorum de 1599 10 :

Ejercicios durante las correcciones.

5. Los ejercicios de los discípulos, mientras el maestro corrige las composiciones, serán, por ejemplo, imitar algún pasaje de un poeta u orador; hacer una descripción de los jardines, de los templos, del ambiente y de cosas parecidas; variar una frase de distintas maneras; traducir al griego una frase latina o viceversa; poner en prosa los versos de un poeta, ya latino ya griego; cambiar el estilo de una poesía en otro; hacer epigramas, inscripciones, epitafios; sacar dichos de buenos oradores y poetas, ya en griego ya en latín; acomodar figuras retóricas a ciertas materias; tomar de los lugares retóricos y de los tópicos varios argumentos para un tema, y otras cosas semejantes.

Reglas del profesor de retórica ( Ratio Studiorum, 1599)

[…]

18. Expónganse poesías en las paredes de la clase ordinariamente en meses alternos para celebrar algún día más señalado, o para promulgar los cargos o por cualquier otra ocasión, entre las mejores escritas por los alumnos; más aún, de acuerdo con la costumbre de la región, algo de prosa más breve, como inscripciones de escudos, de templos, de sepulcros, de jardines, de estatuas; como descripciones de una ciudad, un puerto, un ejército; como narraciones de hazañas de algún dios, como finalmente paradojas: añadiendo de vez en cuando, no sin permiso del Rector, pinturas que respondan al emblema o argumento propuesto.

Reglas del profesor de Humanidades ( Ratio Studiorum, 1599)

En las Reglas del profesor de Retórica, uno de los ejercicios consistía en interpretar jeroglíficos, símbolos pitagóricos, apotegmas, adagios, emblemas y enigmas.

LA EXPLOTACIÓN DE UN ARMA PODEROSA: IMAGEN + PALABRA

Los jesuitas fueron muy perspicaces al percatarse de la importancia de la explotación de procedimientos retóricos que estimularan varios sentidos, especialmente la vista y el oído. Vemos que en su Ratio Studiorum se incluyen ejercicios de creación mediante la palabra y la imagen con la composición de diversas modalidades emblemáticas en varias etapas y en diferentes tipos de clases y materias para exhibirlos colgados en cartelones en certámenes, festejos, ceremonias, entradas de personas notables, exequias, etc.

Modalidades emblemáticas y rasgos distintivos

Las composiciones híbridas de palabra más imagen tuvieron formulaciones diversas, que dependiendo del concepto y tipo de ocasión para la que se realizaban se expresaban en una u otra modalidad emblemática: divisa, empresa, invención, emblema, jeroglífico… Todas se forman de dos elementos: Alma (el concepto, el sentido, que se expresa en el mote) y Cuerpo (la figura representada, que en retórica actual denominamos pictura).

  • la DIVISA / EMPRESA / INVENCIÓN, envía un mensaje personal, se ocupa de conceptos heroicos y también amorosos. Hemos de aclarar que divisa y empresa son una misma cosa. El que sigue la tradición francesa, prefiere la denominación de divisa, y quienes siguen la italiana, hablan de empresas 11 . Una modalidad son las invenciones. La composición tiene mote y pictura.

  • el EMBLEMA transmite conceptos morales y didácticos (va acompañado de epigrama) que expresa el sentido con más detalle.

  • y el JEROGLÍFICO conceptos religiosos, ya sean para la fiesta pública (canonizaciones, fiestas de santos, etc. o para exequias de nobles). Normalmente lleva el texto de un versículo de la Biblia, la pictura y un pequeño epigrama muy breve de arte menor.

En síntesis, según la naturaleza del mensaje, el contexto y la finalidad, se elegía una modalidad u otra de estas formas emblemáticas.

Los jesuitas estimulaban la creación de composiciones de este tipo para colgar, en ocasiones de visitas de algún renombrado personaje al colegio, fiesta religiosa, etc. affixiones (carteles grandes con dibujos en color y texto). La exposición de affixiones (en los lugares por donde pasaría la persona ensalzada (en un claustro, la nave de una iglesia, etc.) tenía a la vez un carácter propagandístico y de elogio y alabanza, pero esas creaciones eran efímeras. Pasada la fiesta, los carteles se retiraban y no quedaba más que el recuerdo fugaz del aparato festivo. Vemos una decoración del colegio de Aalst (Alost) cuando pasó por él Carlos de Lorena en mayo de 1749. En la fila superior se ven los blasones y en la inferior las divisas o empresas creadas para la ocasión. Los motes se expresan en el impreso al pie de la imagen (fig. 7) 12 . Pero, ciertamente, hay pocos testimonios gráficos de este tipo de exposiciones.


Fig. 7.
Decoración para la fachada del Colegio de la Compañía de Jesús en Aalst (Alost), mayo de 1749

Con frecuencia, se planteaba un tema (a veces basado en una sentencia de un clásico) y los alumnos habían de inventar una imagen y un mote (que a veces procedía de sentencias de clásicos) con que plasmar el mensaje y luego realizarlo plásticamente. En ocasiones se establecían contrastes entre dos extremos; por ejemplo: avaricia / generosidad, amor humano / amor divino, tristeza / alegría, ciencia útil / ciencia vana, paciencia / impaciencia, etc.

La Bibliothèque Royale de Bruselas conserva una excelente colección de affixiones o cartelones procedentes de los colegios jesuitas de Bélgica usados como ejercicios o para certámenes competitivos. Una serie especialmente hermosa es la denominada Emblemas de la Paciencia, una de las virtudes más estimadas por los neoestoicos, cuyos dibujos y motes fueron realizados como ejercicios de la clase de Retórica por los alumnos de Bruselas en 1646. Se inspiran en una sentencia de Cicerón que indica que la paciencia es una forma de fortaleza. Todas las affixionesse relacionan con la Patientia y Fortitudo alabándolas como virtudes y como una actitud recomendable frente al sufrimiento y los avatares de fortuna. Muchas de las cincuenta y cuatro ilustraciones de esta serie, realizadas con guache, presentan escenas tomadas de actividades humanas. Así por ejemplo, se muestra a dos jugadores de tenis, tal como se jugaba en la época —lanzando la pelota sobre un tejadillo, para que el contrincante la golpeara al rebotar—; la pelota de tenis representa al hombre paciente, que cuando más fuerte es golpeado, más alto alcanza. Otra ilustración representa a un torero enfrentándose a un toro, rodeados de unos espectadores tras la barrera. Este motivo fue usado para indicar que el fuerte y valiente, si es herido, se vuelve más bravo, como el toro en la arena, con el mote: PER VULNERA CRESCIT (herido, se crece).

Para honrar al Presidente Petrus Dens, del Seminarium Archiepiscopale de Mechelen [Malinas] (Bélgica), en 1765 se crearon una serie de affixiones, de las cuales comentamos dos. Se ensalza en cada cartel expuesto alguna de las virtudes o habilidades del homenajeado. En la primera, se muestra un imán que atrae a un puñal, con el mote MAgNete MoVetur (movido por un imán). Se quiere ensalzar el poder maravilloso de los escritos de Dens, que conmueven y atraen inmediatamente a sus lectores. En la siguiente affixio, vemos una bombarda o cañón en el momento del estampido, por lo que hemos de imaginar un gran ruido. Sirve para compararlo con la voz del presidente Dens, que alcanza todos los territorios y puede mover los corazones de sus feligreses. El mote lo indica: TOTO CIRCUMTONAT ORBE (abarca todo el orbe).

Además de las divisas y jeroglíficos, también se creaban en las clases de los jesuitas, o en las academias de los sábados, carteles simbólicos destinados a la propaganda religioso-política. Aprovechando lo extraordinariamente útiles que son las imágenes y los textos breves juntos para la fijación de ideas y eslóganes, se crearon affixiones con fines propagandísticos, como ha demostrado Florence Buttay en un estudio sobre la creación de este tipo de composiciones en el Colegio de Clermont que delatan la manipulación ideológica de los jesuitas con sus alumnos 13 .

Buttay reproduce una de las affixiones que se conserva en la Biblioteca Vaticana, que pone de manifiesto la propaganda de la Liga de París. Una imagen en guache muestra una ficción alegórica: un jardinero (el legado papal Filippo Sega) en su papel de restaurador del jardín de Francia, devastado por Enrique IV (calvinista). A la izquierda proliferan todo tipo de bichos y animales, en medio de un jardín destrozado, y a la derecha un precioso y cuidado jardín, restaurado por Sega (representante de la Iglesia católica).

Otro ejemplo de cómo los alumnos reciben instrucción moral a la vez que practicaban el latín y la creatividad a partir de la imitatio compuesta, que garantiza una transmisión de la cultura clásica a la que se incorporan nuevas formas y géneros, podemos observarlo en la imitación de epigramas clásicos. Editores e impresores del siglo XVI se habían dado cuenta en el primer cuarto del siglo, de que publicar antologías de epigramas extraídos de la Antología Planúdea 14 (un género breve y muy flexible, pues admite una variedad de tratamientos) podía ser un gran negocio. En efecto, lo constató el primero que se atrevió a componer una antología de la antología, el impresor y librero alemán Johannes Soter, que en 1525 publicó una recopilación de epigramas griegos de la Antología Planúdea con una o varias versiones en latín, en verso, de eminentes humanistas (Policiano, Tomás Moro, Alciato —que aportó once traducciones—) 15 . El éxito fue inmediato y se agotó la edición enseguida, lo que le animó a ampliarla con 200 epigramas más y sus traducciones. Soter produjo una nueva edición en 1528 y otra vez en Friburgo, en 1544.

A la vista del éxito, el humanista de Sajonia Janus Cornarius (ca. 1500–1558), amigo de Erasmo, publicó otra selección de la Antología Planúdea aún más amplia que la segunda de Soter, con el título Selecta Epigrammata Graeca Latine Versa, (Basilea, 1529) 16 . Se apropió del material de Soter y añade más de 500 nuevos epigramas de la Planúdea con la traducción al latín realizada por él mismo (300 epigramas), por Ottomarus Luscinius —Nachtigall— (90) y por Andrea Alciato (165 traducciones, de las que 11 ya habían ido en la primera edición de Soter, así que aportó 154 más). Esta selección tuvo un enorme éxito entre maestros y profesores de Universidad porque era un material extraordinario para trabajar con los alumnos.

Uno de los epigramas que gozaron de mayor estima para la imitatio (aplicando el motivo a muy diversas finalidades) es el que trata de dos hombres con minusvalía (uno es cojo y el otro ciego) que deciden unirse para ayudarse. El cojo se sube a hombros del ciego y le indica por dónde ha de caminar; de ese modo, ambos obtienen beneficio de su mutua ayuda a pesar de sus minusvalías. James Hutton (1935), el famoso especialista de la Antología Griega, llegó a registrar más de cincuenta imitaciones de este epigrama entre autores tan señalados como san Agustín, Ausonio, Tomás Moro, etc. Todas las selecciones de la Antología Planúdea del siglo XVI incluyen este epigrama, y suele aparecer impreso en las primeras páginas 17 , motivo por el cual pudo ser objeto de múltiples ejercicios escolares de traducción e imitación.

Ese epigrama fue incluido en la selección de Sotter, en la de Cornarius, en la de Henri Estienne ( Epigrammata Graeca, selecta ex Anthologia, [S.l.] 1570), y en la edición de la Antología con anotaciones de Andrea Wechel (1600) que tuvo enorme aceptación. Andrea Alciato fue uno de los que lo tradujo en su juventud y su epigrama fue uno de los que se incluyeron en la selección de Janus Cornarius de 1529 Selecta epigrammata graeca latine versa… Cornarius da varias versiones en griego, y Alciato traduce el epigrama de Leónidas de Alejandría 18 . Así aparece la versión de Alciato:

Loripedem sublatum humeris fert lumine captus:

Et socii haec oculis munera retribuit.

Quo caret alteruter, concors sic praestat uterque:

Mutuat hic oculos, mutuat ille pedes 19 .

En su Emblematum liber de 1531, Alciato incluye el epigrama como un emblema, con el mote MUTUUM AUXILIUM. Como ocurrió con otros emblemas, el dibujante no entendió el sentido, o no se lo explicaron bien, y el ciego y el cojo van caminando juntos en el grabado xilográfico de la princeps. Tampoco comprendió el impresor que un emblema se compone de tres partes que no deben separarse, y colocó el mote en la página anterior. Este tipo de defectos de las primeras ediciones de su libro fue lo que disgustó a Alciato, que más tarde se corregirían adecuadamente. Las ediciones posteriores de los emblemas de Alciato modifican la pictura adecuadamente. En la traducción al español que Bernardino Daza Pinciano hace para la edición de 1549 de Lyon (fig. 8), el epigrama se expresa en una octava:


Fig. 8.
Los emblemas de Alciato Traducidos en rhimas españolas, Lyon, 1549

Escritores famosos como Lope de Vega, Quevedo o Gracián, que habían realizado en las clases de los jesuitas ejercicios con este epigrama de la Antología Planúdea, seguramente a partir de las selecciones de Soter, Cornatius, Estienne o incluso Alciato y sus comentaristas, lo utilizaron como fuente de imitatio para creaciones propias.

No es ahora la fuente lo que nos interesa, sino el tratamiento del motivo. Nos fijaremos en dos sonetos en que convirtieron el epigrama Lope de Vega y Quevedo 20 :

Llevaba un ciego al hombro los despojos

de un cojo, cuyos ojos le guiaban,

y andando y viendo, a un tiempo se prestaban,

este al ciego los pies, y aquel los ojos.

Los dos de su fortuna los enojos

con amistad recíproca templaban;

los ojos con los pies del ciego andaban,

y él trocaba los pies por los antojos.

Así Firmio a Damon versos neutrales

en su cerviz incognito dispone,

y andan entrambos en un cuerpo iguales;

Que este le da los libros que compone,

y el otro la vergüenza de ser tales,

que no sé cuál mayor trabajo pone.

(Lope de Vega)

El ciego lleva a cuestas al tullido:

dígola maña, y caridad la niego,

pues en ojos los pies le paga al ciego

el cojo, solo para sí impedido.

El mundo en estos dos está entendido,

si a discurrir en sus astucias llego:

pues yo te asisto a ti por tu talego,

tú, en lo que sé, cobrar de mi has querido.

Si tú me das los pies te doy los ojos;

todo este mundo es trueco interesado,

y despojos se cambian por despojos.

Ciegos, con todos hablo escarmentado:

pues unos somos ciegos y otros cojos,

ande el pie con el ojo remendado.

(Francisco de Quevedo)

Lope ha empleado dos cuartetos de un soneto para evocar la escena y para hacer una amplificación. En los tercetos se establece una comparación de estos desgraciados con dos poetastros que, a pesar de que se ayudan, tienen tan poco talento, que sus productos son desastrosos. Quevedo, sin embargo, inspirándose en el mismo motivo, lo aplica a una lección moral desengañada de la condición humana. En la actitud de los desdichados no ve más que interés y concentra en el magnífico verso 10 lo que podría ser el título o mote de la composición: todo este mundo es trueco interesado 21 .

El mismo motivo tratado por Baltasar Gracián, en El discreto:

Diligente e inteligente. Emblema

Dos hombres formó Naturaleza, la desdicha los redujo a ninguno; la industria después hizo uno de los dos. Cegó aquél, encojó éste, y quedaron inútiles entrambos. Llegó el Arte, invocada la necesidad, y dioles el remedio en el alternado socorro, en la recíproca dependencia:

«Tú, ciego —le dijo—, préstale los pies al cojo; y tú, cojo, préstale los ojos al ciego». Ajustáronse, y quedaron remediados. Cogió en hombros el que tenía pies al que le daba ojos, y guiaba el que tenía ojos al que le daba pies. Éste llamaba al otro su Atlante, y aquél a éste, su cielo.

Vio este prodigio de la industria un varón juicioso y, reparando en él, codiciándole para un ingenioso emblema, preguntó bien que cuál llevaba a cuál. Y fuele respondido desta suerte:

«Tanto necesita la diligencia de la inteligencia como al contrario. La una sin la otra valen poco, y juntas pueden mucho. Ésta ejecuta pronta lo que aquélla, detenida, medita; y corona una diligente ejecución los aciertos de una bienintencionada atención» 22 .

El motivo le sirve a Gracián para señalar dos cualidades intrínsecas en la actuación de un varón juicioso.

Como muestra de que el método era seguido en todos los colegios de la Compañía de Jesús, podemos ver un ejemplo en el manuscrito ( Symbola de mundi huius fallacia, BSB Cod.icon. 423) que nos permite ver el dibujo realizado, con un mote en letra romana y uno de los epigramas en latín, escrito en cursiva, al que siguen cuatro versos en alemán (con alguna tachadura que indica las dudas en la elaboración del nuevo epigrama) —fig. 9—.


Fig. 9.
Symbola de mundi huius fallacia. Manuscrito Cod.icon. 423, Bayerische StaatsBibliothek

CONCLUSIÓN

He intentado transmitir la importancia que tiene al evaluar la producción de nuestros autores del Siglo de Oro conocer bien cuáles eran los métodos que emplearon en su formación para leer, para aprender, para crear y producir nuevas obras. He intentado también poner en valor la importancia de la imprenta como fenómeno divulgador y moldeador de una cultura. He señalado cómo las enciclopedias y las selecciones de los epigramas de la Antología Planúdea fueron determinantes en la formación de nuestros escritores. Difícil es precisar hasta qué punto se leían ciertas cosas porque estaban impresas o se imprimían porque se intuía que tendrían buena recepción y darían beneficios económicos.

Hemos visto hasta qué punto unos métodos uniformes seguidos en muchos países en todos los colegios de la Compañía de Jesús hicieron universal una herencia cultural y unas formas de recepción y creación artística. Mediante esos ejercicios, no solo se aprendía a traducir, a ejercitar la Retórica y la Poética, sino que también se enseñaba moralidad y comportamiento cívico. Instando a la emulación se estimulaba la creación. El alumno había de mostrar su creatividad en la forma en que tomaba un tema (que había sido ofrecido a todos los alumnos de la clase) y era capaz de aportar algo original, agudo, impactante, certero. Aunque un alumno no llegara a ser un escritor o un pintor célebre, recibía una formación que le capacitaba para disfrutar de las diversas capas que toda obra importante de creación contiene en armonía con la tradición. Tal como Petrarca expresaba en sus Epístolas familiares, XXIII, 19, 13, dirigiéndose a Boccaccio: «Ut scribamus scilicet sicut apes mellificant, non servatis floribus sed in favor versis, ut ex multis et variis unum fiat, idque aliud et malius».

Petrarca dice que debemos escribir tal como las abejas hacen miel, no guardando las flores sino convirtiéndolas en una dulzura propia, mezclando muchos sabores muy diferentes en uno, que será diferente a todos ellos y mejor. Pero para melificar, hay que visitar muchas flores y extraer el néctar oculto en sus pistilos. Eso requiere frecuentar a los clásicos. Lo son porque siguen diciéndonos algo importante, aunque pasen los siglos.

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Notas

* Trabajo realizado en el marco del proyecto Biblioteca Digital Siglo de Oro 6 (BIDISO 6), con referencia: PID2019-105673GB-I00, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España por el programa estatal de Generación del Conocimiento (2020-2022), y se integra en el Grupo de Investigación Hispania (G000208) de la Universidade da Coruña.

1. Este artículo reúne aspectos ya tratados de forma más específica por la autora, y se concibe con carácter recopilatorio y divulgador para dar una visión evolutiva y de conjunto de la deuda que subyace en las creaciones de nuestros mejores autores del Siglo de Oro con los procesos intelectuales y metodológicos aprendidos en sus etapas de estudiantes. Pretende atender la petición de varios asistentes al seminario en que se expuso, que rogaron que se publicara.

2. Ramos Maldonado, 2015, p. 3.

3. En la edición de De disciplinis (Amberes, 1531) puede verse en fol. 100r, junto a la apostilla marginal «Puer quomodo audiet», pero es más cómodo leerlo sin las dificultades de las abreviaturas en la edición de obras completas de Vives, que estructura los libros en capítulos, con epígrafes que resumen el contenido. En el caso que nos ocupa, el epígrafe reza: «De iis quae ad discipulos attinent: codicis in primis habeant, in quibus ut quodque vel lectione privata, vel magistri expositione occurrat notabile, diligenter scribant». Ver en bibliografía: Vives, Opera omnia, vol. 6 (1785), lib. III, cap. III, p. 310.

4. Charles, hijo de William Blount, Lord Mountjoy, conde inglés.

5. «Compones tibi librum chartae vacuae, iustae magnitudinis, quem in certos locos, ac velut nidos, partieris: in uno eorum annotabis vocabula usus quotidiani, velut animi, corporis, actionum nostrarum, ludorum, vestium, habitaculorum, ciborum. In altero vocabula rara, exquisita; in alio idiomata et formulas loquendi, vel quas pauci intelligunt, vel quibus crebro est utendum. In alio sententias, in alio festiue, in alio argute dicta, in alio proverbia, in alio scriptorum difficiles locos, et quae alia tibi aut institutori tuo videbuntur. Sicque haec omnia habebis annotata, ne solus conscius sit liber. Tibi legenda, relegenda, memoriae mandanda atque infigenda sunt, ut non minus scripta gestes in pectore, quam in libro et occurrant, quoties erit opus, parum enim prodest libros habere eruditos, si pectus habeas rude» (Vives, De ratione studii puerilis epistolae duae…, Basileae, 1537, pp. 6-7).

6. Iusti Lipsi Epistolica Institutio…, cap. XII: «De excerptis; quo ordine ea instituenda, & a quibus singula carpenda». En la edición de Amberes, de Moretus, 1605, en p. 16.

7. Joseph Lang (o Lange, o Langius) nació hacia 1570 en Kaisersberg (Alsacia) y murió en 1615 en Friburgo de Brisgovia, después de haber ejercido en la universidad de esta ciudad como profesor de Matemáticas y de Griego y de haberse convertido, en fecha indeterminada, al catolicismo. A la edición de Langio Polyanthea nova, Dominicus (Nanus Mirabellius), Bartholomäus Amantius, Francisco Torti, Joseph Lang, 1604 siguieron al menos: 1607, 1612, 1613, 1617, 1621, 1628, 1645, 1659, 1681.

8. Ver Jiménez Calvente (2008), Fernández López (2009) y Vázquez Vázquez (2012).

9. Nicolas Caussin, Eloquentiae sacrae et humanae parallela (1619), en la sección «De inventione et locis», Liber Quartus, cap. III, en que trata de la Historia como fuente de invención (p. 129). Traduzco el original en latín: «Tenían los grandes oradores la costumbre de, con el esfuerzo personal, procurarse lugares comunes de historias, de los cuales hacían uso a la hora de pronunciar un discurso, según lo permitiese la oportunidad del asunto y de la ocasión. A nosotros, desde nuestra perspectiva actual, el paso del tiempo nos ha ido acumulando, de la misma manera que una gran cantidad de sucesos, así también una abundante serie de historias, las cuales las han ordenado por precisos capítulos temáticos y en diferentes lenguas tantísimas personas, que la labor de recopilarlas hoy en día parece casi superflua. Así pues, quienes siguen el camino del ahorro para llegar a la mencionada abundancia de ejemplos, toman entre sus manos las colecciones de historias, de las cuales extraen sin esfuerzo alguno los datos difundidos a lo largo y a lo ancho entre los diferentes historiadores».

10. Traduzco de la versión en inglés realizada por el Padre jesuita Allan P. Farrell (1970). La primera cita, en p. 75 y la segunda en p. 78.

11. Ann Rolet (2007, p. 54) explica que el término «divisa» proviene del francés antiguo «devis» (finales del siglo XII), que, procedente del latín diuidire, significa a la vez «división» o «diferencia», «relato» «blasón», pero también «planear deliberadamente». Sin embargo, «devise» (finales del siglo XI) recibió, además de los sentidos de «devis» los de «signo distintivo», «última voluntad» o «voluntad, deseo». El término italiano impresa, al referirse a una práctica bastante específica, alude, en parte, también, a la antigua «emprise» francesa, que significa el contrato moral que une al caballero y su soberano y, más ampliamente, la regla de conducta, la empresa que le establece como el defensor de Cristo o incluso como siervo de su dama. En este último caso, la señal de reconocimiento a menudo se convierte por el contrario en un símbolo más bien oscuro.

12. Porteman, 1996, p. 12.

13. Buttay, 2016.

14. No hay que confundir la Antología Planúdea, realizada por Máximo Planudes en 1301, con la Antología Palatina, que recibió su nombre del único manuscrito en que se conserva (Palatinus 23, en Heidelberg). Ambas son la Antología Griega, pero para quienes nos interesamos en el Siglo de Oro es muy importante precisar que los autores con los que trabajamos solo pudieron conocer impresa la versión planúdea, pues el manuscrito palatino fue hallado en 1607 ó 1607 por Salmasius, pero no llegó a ser impreso hasta finales del siglo XVIII. La Planúdea y la Palatina juntas reúnen unos 4.150 epigramas, y aunque las dos colecciones proceden de las mismas fuentes y su contenido principal coincide, la Antología Palatinacontiene unos 1.200 epigramas que no están en la Planúdea, y esta, unos 400 que no están en la Palatina. Ver López Poza, 2005.

15. Andrea Alciato halló en este ejercicio la génesis de su Emblematum liber (1531), como ejercicio que aunaba el reto de saber ser poeta excelente, con capacidad de concentración y agudeza y las posibilidades de aplicar esos epigramas a la enseñanza moral, acorde con los preceptos literarios de enseñar y deleitar. Además de las once traducciones de epigramas griegos que publicó en la antología que había publicado en Colonia Joannes Soter en 1525 ( Epigrammata aliquot Graeca Veterum… ) aportó la traducción de otros 154 en la selección de Janus Cornarius publicada en Basilea en 1529: Selecta epigrammata graeca…

16. Dedica la colección al joven Magnus, hijo del Duque de Mecklenburg, su discípulo, a quien recomienda la práctica del epigrama como forma literaria. Es una edición más cuidada que la segunda de Soter; corrige algunos de sus errores.

17. En algunas ediciones, bajo el epígrafre In mutilatos (AP 9.12).

18. Existe otro epigrama de la Antología, concretamente AG 9.11, atribuido por unos a Filipo y por otros a Isidoro. Trata sobre el mismo tema, aunque es algo más largo (6 versos).

19. Traducido al español: Un ciego con paso poco firme llevaba sobre sí a un cojo del que, a cambio, tomaba él prestados sus ojos. Proporcionando el uno lo que le faltaba al otro, estos dos seres incompletos se fundieron en uno para formar un hombre completo.

20. El soneto de Lope de Vega procede de Laurel de Apolo, con otras rimas, en Colección escogida de obras no dramáticas de Frey Lope Félix de Vega Carpio…, 1856, p. 372. El de Quevedo procede de El Parnaso español (1648). Ver en Quevedo, Un Heráclito cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas…, ed. Schwartz y Arellano, 1998, p. 351.

21. Para más sobre el tema, ver López Poza, 2004.

22. Gracián, El discreto, ed. Egido, 1997, pp. 326-332.

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